viernes, 3 de mayo de 2019

LA HUIDA DE UNA REINA TAIFAL


2.42. LA HUIDA DE UNA REINA TAIFAL (SIGLO XI. GALLUR)

Con la llegada de los musulmanes al valle del Ebro, la caída de Zaragoza Sarakusta desde entonces— provocó la toma rápida de todas las poblaciones de su entorno, entre ellas Gallur. El cambio de administración supuso la islamización de la mayor parte de sus habitantes, aunque algunos continuaron fieles a su religión cristiana: eran los mozárabes.
Cuando en el siglo XI el Califato cordobés se fraccionó en multitud de reinos taifales —pequeños feudos regidos por reyes propios, entre los que destacaron los de Sevilla, Badajoz, Toledo o Zaragoza—, Gallur formó parte de esta constelación y, desde su atalaya, dominó un pequeño territorio integrado por siete poblaciones. Era de los pocos, quizás el único, de los reinos de taifa gobernado por una mujer.
La vida de la mayor parte de estos pequeños feudos musulmanes fue efímera, bien por ser absorbidos por otros más poderosos, como el de Sarakusta, bien por sucumbir a manos de los ejércitos cristianos.
Lo cierto es que el reino de Gallur se derrumbó en la práctica sin oposición. Bastó tan sólo para ello que los asaltantes cristianos superaran las barreras artificiales que defendían a la población por el sur y el este. Por el norte, el asalto era casi imposible, puesto que existía la doble defensa natural del río Ebro y de la cantera.
Ante aquel ataque, la reina, que iba acompañada por varios de sus súbditos —cargados con armas, enseres y tesoros— se dirigió a la entrada de un enorme pasadizo, de más de seiscientos metros de longitud, que iba a parar a la cantera y al río, en la parte norte, desde donde se podía huir. Era lo que se conoce como «caño de los moros». Pero lo cierto es nunca llegaron a la salida, pues un accidente les debió dejar atrapados en las entrañas de la tierra junto con tan extraordinario botín.

Durante siglos, al eco de esta noticia, han sido muchos los que han tratado de profundizar en el «caño de los moros», pero nadie ha podido dar con el tesoro que la reina pretendía llevarse.
[Datos proporcionados por J. Ramón Belsué, José A. Navarro y Agustín Sierra, Instituto de Bachillerato de Borja.]

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LA HUIDA DE UNA REINA TAIFAL


2.42. LA HUIDA DE UNA REINA TAIFAL (SIGLO XI. GALLUR)

Con la llegada de los musulmanes al valle del Ebro, la caída de Zaragoza Sarakusta desde entonces— provocó la toma rápida de todas las poblaciones de su entorno, entre ellas Gallur. El cambio de administración supuso la islamización de la mayor parte de sus habitantes, aunque algunos continuaron fieles a su religión cristiana: eran los mozárabes.
Cuando en el siglo XI el Califato cordobés se fraccionó en multitud de reinos taifales —pequeños feudos regidos por reyes propios, entre los que destacaron los de Sevilla, Badajoz, Toledo o Zaragoza—, Gallur formó parte de esta constelación y, desde su atalaya, dominó un pequeño territorio integrado por siete poblaciones. Era de los pocos, quizás el único, de los reinos de taifa gobernado por una mujer.
La vida de la mayor parte de estos pequeños feudos musulmanes fue efímera, bien por ser absorbidos por otros más poderosos, como el de Sarakusta, bien por sucumbir a manos de los ejércitos cristianos.
Lo cierto es que el reino de Gallur se derrumbó en la práctica sin oposición. Bastó tan sólo para ello que los asaltantes cristianos superaran las barreras artificiales que defendían a la población por el sur y el este. Por el norte, el asalto era casi imposible, puesto que existía la doble defensa natural del río Ebro y de la cantera.
Ante aquel ataque, la reina, que iba acompañada por varios de sus súbditos —cargados con armas, enseres y tesoros— se dirigió a la entrada de un enorme pasadizo, de más de seiscientos metros de longitud, que iba a parar a la cantera y al río, en la parte norte, desde donde se podía huir. Era lo que se conoce como «caño de los moros». Pero lo cierto es nunca llegaron a la salida, pues un accidente les debió dejar atrapados en las entrañas de la tierra junto con tan extraordinario botín.

Durante siglos, al eco de esta noticia, han sido muchos los que han tratado de profundizar en el «caño de los moros», pero nadie ha podido dar con el tesoro que la reina pretendía llevarse.
[Datos proporcionados por J. Ramón Belsué, José A. Navarro y Agustín Sierra, Instituto de Bachillerato de Borja.]

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SANTIAGO AYUDA AL CID EN TORRENUBLOS


2.41. SANTIAGO AYUDA AL CID EN TORRENUBLOS (SIGLO XI. LA IGLESUELA DEL CID)

Durante una de las varias expediciones que realizó Rodrigo Díaz de Vivar por las altas y hermosas tierras del Maestrazgo, camino de sus dominios levantinos, intentando debilitar las fuerzas musulmanas de su retaguardia, se vio en la necesidad de entablar batalla con un potente contingente armado musulmán, encuentro que tuvo como escenario concreto la llanada que da entrada a la actual ermita del Cid, donde se dice que había fundado el poblado de Torrenublos, cerca de La Iglesuela del Cid.
Las huestes cristianas de don Rodrigo, habituadas a vencer en mil escaramuzas y batallas, se vieron en esta ocasión acorraladas por un ejército mucho mayor en número y más descansado. La derrota estaba a punto de consumarse sin remedio, lo cual podía haber tenido consecuencias negativas importantes en las tierras de Levante.
Sin embargo, al grito habitual de guerra de «¡Santiago y cierra España!» de los desesperados soldados del Cid, apareció milagrosa e inmediatamente el Apóstol, cabalgando sobre un hermoso caballo, mostrando la cruz de san Jorgesobre su estandarte blanco. Su silueta se recortó enhiesta en el cielo, sobre la Peña del Morrón. El jinete, espoleando a la bestia, logró de ésta un fantástico salto, de modo que se presentó en la explanada en la que tenía lugar la desigual pelea. Debido al peso del caballo y del jinete, caídos desde tan larga distancia, la pata izquierda del corcel quedó marcada en la roca dura, señal que todavía puede verse hoy, a pesar del tiempo transcurrido.
Ni que decir tiene que esta ayuda inesperada dio bríos nuevos a los guerreros cristianos, a la vez que los combatientes moros quedaron atónitos y asustados, acabando por perder una batalla que sólo unos minutos antes creían tener ganada.

Cuando todo acabó, una vez atendidos los heridos y enterrados los muertos, tras poner a buen recaudo los cautivos moros y habiendo sido repartido el botín, el Cid dio descanso a los suyos. Mientras, junto a la huella que dejara la pata del caballo, se levantó un hermoso peirón, a la manera de estas tierras turolenses, dedicado al Apóstol, al que por aquí se le llamaba no Santiago sino san Jaime. Quiso el Cid recordar así la victoria que consiguiera merced a su intervención milagrosa.
[Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 44-45.
Alejos Puig-Izquierdo, Fidel, La Iglesuela del Cid..., pág. 62.]


https://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_el_Mayor


http://worldcat.org/identities/lccn-n96043623

https://es.wikipedia.org/wiki/La_Iglesuela_del_Cid

SANTIAGO AYUDA AL CID EN TORRENUBLOS (SIGLO XI. LA IGLESUELA DEL CID)