sábado, 29 de junio de 2019

ALFONSO I VENGA SU HONOR EN CANDESPINA


102. ALFONSO I VENGA SU HONOR EN CANDESPINA
(SIGLO XII. SORIA)

ALFONSO I VENGA SU HONOR EN CANDESPINA  (SIGLO XII. SORIA)


El matrimonio entre el rey Alfonso I el Batallador y Urraca de Castilla era un auténtico fracaso, habiéndose llegado, incluso, a la reclusión de la reina en la fortaleza de El Castellar, junto al Ebro, como es sabido. Mas temeroso de que escapara dadas las escasas medidas de seguridad que ofrecía este castillo, el monarca aragonés decidió confinar a doña Urraca en Soria, plaza recién reconquistada por el aragonés, confiando a varios nobles de esta ciudad la custodia y cautiverio de su esposa.

Aunque la reina, en apariencia, pareció resignarse a su triste suerte, lo cierto es que en secreto mandó sendas misivas solicitando ayuda tanto a don Pedro González de Laracomo al conde don Gómez de Candespina, ambos prohombres castellanos enamorados de ella, que no dudaron en acudir en su socorro y, aunque enemigos, aunaron sus esfuerzos con la esperanza de merecer cada uno los favores de doña Urraca. De modo es que convinieron entrar juntos en la fortaleza y confiar la decisión última a la dama.

Una noche sin luna de octubre, sin que los centinelas lo advirtieran, dos sombras escalaban sigilosamente el muro del palacio hasta alcanzar la estancia donde esperaba preparada la reina. Pasados unos instantes, y tras cerciorarse de que no habían sido descubiertos por la guardia, los dos caballeros y doña Urraca burlaban juntos toda vigilancia para salir galopando en dirección a Sepúlveda.

Cuando clareaba el día, encabezaba la comitiva don Pedro González de Lara, quien, por deseo de ésta, llevaba a la grupa de su cabalgadura a la hermosa soberana de Castilla, mientras al final del cortejo, malhumorado y pensativo, cabalgaba derrotado de amor el conde don Gómez.

Enterado Alfonso I de la evasión de su esposa, organizó hueste en los primeros días de noviembre, alcanzando a los fugitivos en el campo de Espina, en tierras aledañas de Sepúlveda. Don Pedro González de Lara, advertido a tiempo de la presencia del Batallador, con fortuna logró huir camino de León y ponerse a salvo con la reina castellana, pero el conde don Gómez de Candespina se vio obligado a presentar batalla.
Junto a sus hombres, luchó de manera valerosa y denodada hasta que fue herido de muerte por una lanza que le atravesó el pecho y le partió el corazón, para entonces malherido también de amor.

[Zamora Lucas, Florentino, Leyendas de Soria, págs. 202-205.]

Panteón de Reyes de San Isidoro de León, donde fue sepultada la reina Urraca I de León.
Panteón de Reyes de San Isidoro de León, donde fue sepultada la reina Urraca I de León.


EL RETO DE LA VARONA A ALFONSO I EL BATALLADOR


101. EL RETO DE LA VARONA A ALFONSO I EL BATALLADOR
(SIGLO XII. SORIA)

EL RETO DE LA VARONA A ALFONSO I EL BATALLADOR  (SIGLO XII. SORIA)


Alfonso I el Batallador, el rey que saliera victorioso de tantas batallas campales frente a los moros ensanchando el reino de Aragón hasta casi llegar al mar Mediterráneo, se jactaba un día ante el rey Alfonso VI de Castillade que ningún caballero castellano sería capaz de vencerle, incluido el famoso Cid Campeador.

El monarca castellano reconocía el valor, la fortaleza y la técnica del Batallador en la lucha personal, pero también estaba seguro del coraje de los suyos, de modo que ideó la manera de hacer cambiar de criterio al rey aragonés humillándole con una derrota, humillante a poder ser.

Para ello hizo llamar a María Pérez, una mujer de tierras de Soria y de valor temerario, que había salido victoriosa en muchas lides personales frente a los hombres más aguerridos, invitándola a pelear contra Alfonso I de Aragón.

Cuando la soriana aceptó, habló el rey castellano con el Cid y le explicó la trama que había urdido. Éste retaría al Batallador, pero quien realmente vestiría su armadura sería María Pérez, de manera que si vencía en la pelea la derrota sería más vergonzante.

La pelea fue dura, como teóricamente correspondía a dos buenos gladiadores, de modo que fue la fortuna quien decidió, y decidió que el vencedor fuera el teórico Cid, que acabó desarmando al rey aragonés.

Si el orgullo de Alfonso I el Batallador se sintió profundamente herido por ser vencido por un caballero castellano, hay que imaginar qué pasó por su mente cuando se descubrió que, en realidad, había sido vencido por una mujer, pues cuando aún estaba tendido en el suelo vio llegar al Cid.

Alfonso VI de Castilla no sólo regaló un anillo a la dama vencedora, sino que además le otorgó el título de Varona, de donde parece derivar el nombre de Barahona, lugar donde al parecer tuvo lugar el singular combate.

[Zamora Lucas, Florentino, Leyendas de Soria, págs. 205-207.]









EL EXILIO SORIANO DE DOÑA URRACA


100. EL EXILIO SORIANO DE DOÑA URRACA (SIGLO XII. SORIA)

EL EXILIO SORIANO DE DOÑA URRACA, SIGLO XII. SORIA, torreón


El matrimonio de Alfonso I el Batallador y Urraca de Castilla había hecho crisis una vez más, y el rey aragonés, que ya confinara anteriormente a su mujer en El Castellar, lo hizo ahora en la recién reconquistada plaza de Soria, cabeza de la nueva «extremadura», en un palacio del que todavía queda hoy el torreón conocido como de «doña Urraca».

// Palacio de los Beteta o Sorovega  
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Si el monarca pudo dar origen a ciertos rumores acerca de sus inclinaciones sexuales, la reina adquirió fama por sus constantes devaneos amorosos, uno de los cuales debió desarrollarse, según la leyenda, en su destierro soriano. El caso es que, en una de las estancias del palacio, vemos a doña Urracatendida en un escaño de nogal, a cuyos pies reposa Pedro, un doncel, un trovador, un apuesto muchacho del que se ha prendado la dama. Entre trova y trova, la reina compromete con la actitud y con sus palabras al joven que manifiesta sentir solamente admiración por la reina, quien no entiende la falta de deseo del joven por ella, lo cual le solivianta.

La escena íntima entre la reina y el trovador había llegado a un punto crucial cuando, de repente, sonó hiriente el sonido de un cuerno que anunciaba la llegada de gente armada al palacio. Transcurren unos instantes y hace acto de presencia en la estancia don Ato Garcés, señor de Barbastro y alférez mayor del reino, y, a la sazón, padre del doncel Pedro.

Ato Garcés había sido enviado por Alfonso I el Batallador a tierras de Tarazona, Ágreda, Soria y Almazán para reclutar caballeros y peones con los que enfrentarse con garantías de éxito a los moros de Fraga, Morella y Tortosa y, con su llegada a Soria, pretendía que su hijo Pedro fuera armado caballero para ir a cumplir con su señor, como hacían los jóvenes de su edad.

Doña Urraca, todavía disgustada y acalorada por la escena que acababa de vivir con el joven Pedro, sin decir palabra se lo entregó a Ato, despidiéndose desdeñosamente con un gesto. Una vez sola, la reina cayó sobre la alfombra presa de un ataque de histerismo seguido de llanto, mientras el ruido de los caballos que se alejaban iban perdiendo intensidad.

[Zamora Lucas, Florentino, Leyendas de Soria, págs. 197-202.]