domingo, 21 de junio de 2020

221. EL NACIMIENTO DE UN MUDÉJAR, Graus

221. EL NACIMIENTO DE UN MUDÉJAR (SIGLO XI. GRAUS)

221. EL NACIMIENTO DE UN MUDÉJAR (SIGLO XI. GRAUS)


A pesar de la muerte del rey Ramiro Ien pleno asedio de Graus, los cristianos consiguieron rehacerse del drama que tal desgracia supuso y terminaron por forzar las defensas de la villa, que tuvo que rendirse. Tras el estruendo de las armas, como en tantos otros lugares, se impuso la negociación entre vencedores y vencidos, pactando o imponiendo, según los casos, las condiciones de la transferencia del poder. Gracias a estas negociaciones, buena parte de los moros vencidos optaron por permanecer en los pueblos donde habían nacido.

Cuando Graus pasó a manos cristianas, los aragoneses permitieron que el antiguo alcaide moro permaneciera en la tierra que tanto amaba, aunque con dos condiciones: que accediera al bautismo su hija Zoraida y que ambos vivieran extramuros de la villa. Amaba tanto a su pueblo, en el que deseaba seguir viviendo, que el ex-alcaide transigió. Así fue cómo la joven pasó a ser Marieta y el antiguo alcaide acondicionó y se instaló en una cueva cercana.

Vivía el antiguo alcaide de un pequeño huerto, de unas cuantas cabras y del trabajo de la forja y talla de la madera que dominaba a la perfección. Al cabo de dos años, le permitieron los grausinos que entrara en la población, donde no sólo vendía el fruto de su trabajo, sino que enseñaba tales artes a los cristianos. Él era respetado y querido por moros y cristianos y de la muchacha no había zagal grausino que no estuviera enamorado de ella. 

Cuando las campanas de la iglesia tocaban a retiro cada tarde, padre e hija cruzaban la puerta de la muralla y se retiraban a su cueva.

Un invierno extremadamente frío, una intensa nevada y hielos persistentes hicieron intransitable el camino de la cueva al pueblo. Cuando amainó el tiempo y después de tres días de bonanza, los grausinos echaron en falta a padre e hija y decidieron ir a la cueva. Nadie había en ella, así es que recorrieron todos los rincones, hasta que encontraron los cuerpos helados de ambos al pie del torreón de la Peña del Morral, con la mirada puesta en el pueblo y una amplia sonrisa en la cara.

La muerte del antiguo alcaide moro y de su hija Zoraida, Marieta para todos, consternó a los grausinos, que todavía les recuerdan.

[De Fierro, Lucián, «La Coba los Moros», Programa de las Fiestas. Graus, 1985.]


El Llibré de Graus. Disponible para la venta y consulta de ediciones desde 1970. El Llibré es el tradicional libro de las fiestas de Graus, en honor al Santo Cristo y a San Vicente Ferrer, y declaradas de Interés Turístico Nacional en 1973. En estos libros o llibrés se encuentran los respectivos programas de fiestas, escritos en grausino, artículos diversos, relatos cortos, poemas, publicidad, las fotografías de los repatanes, etc.

220. LA ENAMORADA DEL CID, Griegos

220. LA ENAMORADA DEL CID (SIGLO XI. GRIEGOS)


220. LA ENAMORADA DEL CID (SIGLO XI. GRIEGOS)


Un rey moro del altiplano hoy turolense, sin duda de Albarracín, tenía una joven y bella hija que se había enamorado perdidamente de un caballero cristiano, que algunos aseguran que no era otro que el mismísimo Cid Campeador, tan asiduo visitante de estas tierras que le encaminaban a Valencia. No obstante, entre ambos jamás había mediado palabra alguna, puesto que nunca se habían visto, aunque la muchacha estaba resuelta a verle y declararle sus sentimientos.

Un día —enterada de que el caballero cristiano merodeaba por las tierras de su padre y que pretendía hostigar al rey islamita— la bella mora, conocedora del terreno, decidió acudir a un paraje en el que manaba una fuente por la que, sin duda, tendrían que pasar los cristianos. Allí esperaría la llegada de su enamorado y hablaría con él.

Se enteró el rey de la ausencia de su hija y, en un intento desesperado de evitar que cayera en manos del cristiano y aun a trueque de perderla, invocó a un mago para que la convirtiera en estrella. El hechicero procedió al encantamiento, pero en el último momento, apenado por el triste futuro que se le imponía, introdujo una variación en la fórmula ritual, pues la clarividencia connatural a estos nigromantes le hizo ver tiempos mejores y más felices para la bella dama.

Así ocurrió y desde entonces todas las noches se asoma en forma de estrella a los reinos de su padre para contemplarlos desde el cielo. Cada cien años toma de nuevo la forma de una hermosa doncella y, sentada junto a la fuente donde fuera encantada, peina sus cabellos pausadamente con un peine de oromacizo y piedras preciosas.

Se cuenta que un pastor coincidió con una de esas apariciones y, acercándose a la joven, oyó que ésta le preguntaba a quién prefería, si a ella o al peine. El pastor, tentado por la codicia, prefirió el peine de oro y pedrería, así que ella se lo arrojó y desapareció. Pero el peine se convirtió en astilla de pino y la princesa, que sigue brillando en el cielo como estrella, hace ya tiempo que le perdonó y sólo espera el día de volver a la fuente por si aparece el caballero al que sigue amando.

[Beltrán, Antonio, Introducción al folklore aragonés (I), págs. 108-109.]


Domina la vista sobre Griegos la imponente Muela de San Juan, uno de los miradores más privilegiados de la Sierra de Albarracín, pero además de estas impactantes vistas, donde se ubican las pistas de esquí de fondo, los alrededores de Griegos conservan una rica biodiversidad: la dehesa boyal es, en primavera, un estallido de flora que atrae a numerosos fotógrafos y naturalistas. Abundante fauna se puede avistar en cualquier época del año y para aquellos que prefieran contemplarla a resguardo, queda la visita a su Museo de Mariposas. Griegos atesora también entre sus hitos, ser el segundo pueblo más alto de España, otro atractivo más para este pueblo encalado.

219. LOS AMORES IMPOSIBLES DE ZOMA Y MARÍA, Daroca


219. LOS AMORES IMPOSIBLES DE ZOMA Y MARÍA (SIGLO VIII. DAROCA)

219. LOS AMORES IMPOSIBLES DE ZOMA Y MARÍA (SIGLO VIII. DAROCA)
Foto: Julio E. Foster


Conquistada Daroca por Tarik, uno de sus primeros alcaides fue Zoma, al que se le recuerda tanto por la torre de la mezquita que mandara edificar como por sus amores imposibles con la cristiana María. En efecto, cuando un día caminaba Zoma hacia la mezquita, se cruzó en la calle con una muchacha que iba a por agua. A partir de ese momento fue incapaz de orar con recogimiento ni de dormir con sosiego, pensando en la muchacha del ánfora. Al día siguiente, Zoma contó al santón Abú-Amer la promesa que hiciera de edificar una mezquita si Mahoma le concedía la fortuna de hallar una mujer hermosa con la que desposarse, hablándole del encuentro del día anterior y el sueño subsiguiente, en el que el ángel Azrael le presentaba a la joven a la par que unos genios del arte construían una pequeña pero hermosa mezquita.

El santón preguntó a Zoma si la joven era mora o nazarena, contestando éste que cristiana, lo cual dificultaba la posible unión, máxime siendo él la primera autoridad musulmana. No se arredró el alcaide y, confiando en que la podría convencer para que renunciara a su religión, comenzó a edificar la mezquita, que pronto estuvo finalizada junto a su bello minarete. Entre tanto, Zoma y María, sin que jamás mediaran palabra, buscaban todos los días el encuentro fugaz de la calle de la Gragera (Grajera), aunque sabían ambos cuantas cosas les separaban.

Todo continuó así hasta que un día un joven cristiano fue denunciado ante el alcaide de maldecir contra Mahoma. Si era verdad, significaba su condena de muerte, a pesar del levantamiento de la población mozárabe en su favor. El destino quiso que el presunto condenado fuera hermano de María, la joven enamorada de Zoma.

La muchacha, por salvar a su hermano, solicitó audiencia al alcaide, que desconocía el parentesco. Los enamorados se hablaban por primera vez. Zoma prometió a la joven salvar a su hermano si ésta accedía a ser su sultana favorita. La negativa significaba la condena, como así fue. No obstante, María le dijo a Zoma que si él se convertía al cristianismo sería su esposa. A pesar del amor, no podía haber acuerdo. La religión les separaba... Pero cuando María descendía llorosa por la escalinata del palacio, Zoma, que no podía resistir la pena de su amada, la llamó: «No llores más, tu hermano será salvo». Y María, agradecida y enamorada a la vez, cayó en sus brazos.

[Beltrán, José, Tradiciones y leyendas de Daroca, págs. 48-54.]


Nombrada Colegial en el año 1377, es Basílica desde 1890. Su primitiva fábrica fue románica, pero se amplió y remodeló en repetidas ocasiones durante la época gótica, rehaciéndose casi por completo, a la vez que se cambiaba la orientación de su cabecera a fines del siglo XVI. La iglesia actual se hizo entre 1585 y 1592, según trazas renacentistas, pero con tradición gótica y fue su constructor Juan Marrón. La puerta principal es obra de 1603, realizada por los canteros Laroza, Pontones y Aguilera. Es una iglesia de tipo de salón, de tres naves con capillas entre los contrafuertes y cabecera con coro; igualmente se hizo un baldaquino a imitación del que se halla en el Vaticano. El grupo de la Anunciación fue esculpido por el zaragozano Francisco Franco en 1682. El coro y órgano pertenecen a la antigua iglesia y son obra del siglo XV. Este órgano está considerado como de los mejores de España y en él fue maestro el célebre Pablo Bruna. Del edificio románico -posiblemente construido sobre la Mezquita Mayor de Daroca una vez reconquistada la ciudad por Alfonso I en 1120- sólo se conserva el ábside orientado hacia el este, una ventana del crucero y la moldura con ajedrezado del primitivo lado del Evangelio. Su cabecera corresponde con la actual capilla de los Corporales; opuesta a ella, la puerta principal, del Perdón. Es obra de los últimos años del siglo XII y de los primeros del XIII. Llama la atención, al exterior, el particular sistema de montar el tejado, sobre modillones que apean en arquillos. La puerta del Perdón presenta en su tímpano la visión del Apocalipsis: Cristo triunfante entre el sol y la luna, y ángeles que portan los instrumentos de la Pasión; es adorado por la Virgen y San Juan, que interceden por los hombres, los cuales son despertados de sus tumbas por ángeles trompeteros. Es obra del siglo XIV que fue remodelada arquitectónicamente en el siglo XV. La torre es de piedra sillar, obra de 1441, costeada por doña María, la mujer de Alfonso V, y enfunda otra anterior, mudéjar, de los siglos XIII y XIV. CAPILLAS En el interior de la iglesia, comenzando a la mano derecha de la entrada, se suceden distintas capillas. La primera, la capilla del Patrocinio, está cubierta con bóveda estrellada, acogiendo un retablo con mazonería renacentista, obra muy posiblemente de Juan de Palamines, en cuyo interior destacan grupos escultóricos policromados con figuras y relieves en alabastro, representando el Nacimiento de Jesús, la Coronación de la Virgen y la Adoración de los Reyes entre otros, todo obra del s. XV. A ambos lados se encuentran la sepultura en alabastro de una canonesa de Rueda, obra de finales del s. XV, y el sepulcro bajo arcosolio de un caballero yacente en sarcófago de rasgos renacentistas y ángeles góticos. La capilla se cierra con una verja del s. XVI. Sigue la capilla de la Anunciación, mandada construir en 1609 por Pedro Terrer de Valenzuela. El retablo es obra de Juan Miguel de Orliens, concluído el 31 de octubre de 1609 dentro de un estilo romanista. En los muros laterales aparecen pinturas relativas a Melquisedec y Moisés. En las cuatro trompas aveneradas de la capilla se representa a los cuatro Evangelistas en altorrelieve, obra también de Orliens. En el pavimento está la lauda sepulcral de bronce perteneciente al arzobispo Terrer de Valenzuela. La verja que cierra la capilla, de bronce dorado con las armas de los Terrer, es obra del rejero de Zaragoza Juan Blanco con diseño de Juan Miguel de Orliens, quedando manifiesta la colaboración del escultor en la concepción total de la capilla. La tercera, la capilla de los Corporales, es la antigua cabecera de la iglesia románica. Es una afortunada (y rara en España) construcción de tipo franco-flamenco. Toda la capilla forma parte de un conjunto unitario con decoración gótico-flamígera, siguiendo el concepto de capilla-relicario, donde se custodian los Corporales. Parece que se empezó por encargo de Juan II de Aragón y se terminó con el Rey Católico; en ella pudo trabajar el escultor darocense Juan de la Huerta y asimismo Pere Johán, que trabajaba en el retablo de La Seo de Zaragoza. A finales del siglo XVII se abrió el óculo que sirve de ostensorio y se pintaron las figuras con ribetes y lunares dorados. Llaman la atención los relieves que narran la historia del milagro de los Corporales, con un hábil y gracioso trabajo lleno de detalles documentales de la época. Acto seguido nos aparece la capilla de Santa Ana, resto del edificio medieval y lugar por donde se entra a la sacristía. Fue posesión del señor Esteban Lop y sus descendientes. Son de interés las cinco laudas sepulcrales que aparecen en el pavimento. Linda con ésta la capilla de Santo Tomás, edificada en la reforma del siglo XVI y entregada al canónigo Salvador Bádenas. El altar principal es del siglo XVIII. A ambos lados, los retablos de San Juan Evangelista y de San Joaquín y Santa Ana, obras platerescas del s. XVI, este último mandado hacer en 1586 por Francisco Balaguer. La siguiente capilla, hoy dedicada a San Miguel, en un principio fue llamada de Nuestra Señora la Coronada, pues tuvo el retablo y la imagen de la Virgen Goda, trasladada allí en el s. XVII cuando se hizo la capilla de los Terrer. Esta Virgen, obra del s. XIII, se expone en el Museo de la Colegial. Actualmente la capilla la ocupa el retablo de San Miguel procedente de la iglesia del mismo nombre, obra gótica de estilo sienes realizado a fines del siglo XIV. A ambos lados contemplamos el retablo de la Magdalena (siglo XVII) y el lienzo de San Jerónimo en el desierto (siglo XVI). Dejando a la derecha la entrada al Museo, penetramos en la capilla de la Purísima. Su interior acoge un retablo del s. XVII. El muro se abre lateralmente comunicando con el coro, situado en el centro de la cabecera del templo, en el que destaca la sillería capitular de madera, perteneciente al templo gótico, obra del fustero zaragozano Juan Lañes, realizada entre 1494 y 1495. Frente al coro se encuentra el Altar Mayor, de estilo barroco, inspirado en el baldaquino de San Pedro de Roma. Se compone de cuatro columnas salomónicas de mármol negro, colocadas en 1677, sobre las que descansa un entablamento con las imágenes de los cuatro Doctores de la Iglesia, rematado en cúpula calada con linterna similar y armas de la Colegial y del obispo Terrer, mecenas de la obra. El interior se completa con el grupo escultórico de la Asunción, tallado en madera blanca por los zaragozanos Francisco y Pedro Franco en 1682 y quizá no terminado hasta cinco años más tarde. Ya en el lado del Evangelio, comunicada con el coro, aparece la capilla de la Soledad con un retablo del siglo XVII. A continuación se pasa a la capilla del Cristo, que mandó construir mosén Domingo Moros, donándola en 1607. El retablo actual, con esculturas policromadas, data del siglo XVII. Ante él una serie de laudas sepulcrales. Por último, la capilla de San José, entregada a la familia Celaya, en cuyo frontal luce su blasón heráldico. El retablo, en madera dorada, pertenece al siglo XVIII. A ambos lados encontramos varios lienzos, representando uno de ellos a «San Jorge triunfando en la batalla de Alcoraz». Las pinturas de la cúpula las realizó Mariano Miguel en 1897.