lunes, 22 de junio de 2020

263. LOS CONDES DE SÁSTAGO CREAN LA CARTUJA DE FUENTES


263. LOS CONDES DE SÁSTAGO CREAN LA CARTUJA DE FUENTES
(SIGLO XV. LANAJA)

263. LOS CONDES DE SÁSTAGO CREAN LA CARTUJA DE FUENTES  (SIGLO XV. LANAJA)


En un árido lugar de los Monegrosaunque salpicado de abundantes fuentes, hubo en tiempos una posadapara caminantes situada a unas tres leguas de Sariñena, en donde un día se encontró una imagen de la Virgen que, por tal circunstancia, se veneró desde entonces en aquel paraje con el nombre de Nuestra Señora de las Fuentes.

La nueva ermita levantada alcanzó cierta fama y no eran pocos los peregrinos y caminantes que se acercaban a descansar allí y a solicitar favores a la Virgen. Entre otros asiduos visitantes, se encontraban el noble caballero don Blasco de Alagón y su esposa, doña Beatriz de Luna, condes de Sástago, quienes tuvieron la idea de crear allí una cartuja, para lo que dispusieron una buena parte de su fortuna.

Qué motivos movieron a don Blasco y a doña Beatriz a llevar a cabo esa fundación no se sabe a ciencia cierta, pero dos parecen ser las explicaciones más plausibles:

Unos cuentan que, en una ocasión, el joven Artal, hijo de los condes, se había citado en la ermita con unos caballeros, pero no puedo acudir al encuentro por haber caído gravemente enfermo. Cuando murió como consecuencia de aquel mal, los padres decidieron enterrarlo junto a la Virgen para guardar el honor de la palabra dada acudiendo al lugar aunque muerto.

Otros dicen que la cartuja nació como consecuencia del cariño que el conde tomó a los habitantes de la ermita cuando, herido de cierta consideración en el transcurso de una cacería, fue acogido afectuosamente por aquéllos, decidiendo incluso, cuando muriera, ser enterrado allí, como así fue.

Lo cierto es que el matrimonio quiso dignificar más la primitiva y menguada ermita de Nuestra Señora de las Fuentes y convertirla en una cartuja, aunque sólo puso el convento en pie doña Beatriz quien, una vez fallecido el conde, logró del rey Fernando II el permiso correspondiente.

[Supervía, Miguel, «Notas históricas sobre la cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes», Linajes de Aragón, III (1912), 63-64.]

262. LA FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE SANTA FE


262. LA FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE SANTA FE
(SIGLO XIV. ZARAGOZA)

262. LA FUNDACIÓN DEL MONASTERIO DE SANTA FE  (SIGLO XIV. ZARAGOZA)


Los monjes del monasterio de Fuenclara—cenobio que cierta tradición sitúa en las proximidades del río Cinca, en la diócesis de Lérida— estaban siendo molestados constantemente por los hombres de los condes de Urgell, así como permanentemente por los bandoleros que tenían atemorizada la comarca.

Ante una situación tan difícil como aquella y tras mucho meditarlo, decidieron aceptar la propuesta que les hizo Miguel Pérez Zapata, señor de Cuarte, Cadrete y Purroy, y, a la sazón, gobernador de Aragón: les ofrecía que se trasladaran a una pequeña ermita levantada en Santa Fe, junto a Zaragoza, en el lugar que llegaría a ser importante monasterio cisterciense.

La comunidad de Fuenclara —ante los reiterados ataques que padecía y deseando vivir en paz para dedicarse por completo a la oración— encomendó a dos de sus más jóvenes monjes para que viajaran a inspeccionar el lugar que se les brindaba. Nada más salir del convento para emprender el viaje, fueron perseguidos y hostigados por los hombres del conde de Urgell (Urgel) hasta acorralarlos en la orilla del río Cinca, desbordado por las recientes lluvias torrenciales y, por lo tanto, imposible de vadear. Cuando estaban a punto de ser alcanzados por sus perseguidores, y ante la admiración y el asombro de aquellos desalmados, ambos monjes lograron atravesar el río tendidos sobre las cogullas de sus hábitos, que hicieron de embarcación segura.

Una vez solventado el peligro prosiguieron viaje hacia Zaragoza y de allí a Santa Fe, donde inspeccionaron el terreno. Estaba situado en la huerta que riega laHuerva y el paraje era rico y feraz, capaz de proporcionar el alimento necesario a la comunidad, así es que fue de su agrado.
Regresaron los dos monjes emisarios a su convento de Fuenclara y relataron a sus compañeros la excelencia del paraje que se les ofrecía, de modo que la comunidad entera decidió trasladarse a Santa Fe, donde crearon el monasterio que sería nuevo reducto de sus rezos.

[Zapater, Alfonso, Aragón...., tomo 15, págs. 2243-2244.]

261. GIL DE ATROSILLO, SEÑOR DE ESTERCUEL, Y LA APARICIÓN DE LA VIRGEN


261. GIL DE ATROSILLO, SEÑOR DE ESTERCUEL, Y LA APARICIÓN DE LA VIRGEN (SIGLO XIII. ESTERCUEL)

261. GIL DE ATROSILLO, SEÑOR DE ESTERCUEL, Y LA APARICIÓN DE LA VIRGEN (SIGLO XIII. ESTERCUEL)


Era un día de entre los años 1250 y 1258. Don Gil de Atrosillo era señor del castillo de Estercuel, entre cuyos muros se había recluido en busca de sosiego, tras haber participado en las campañas de Mallorca, Valencia y Morella, entre otras. Aquella tarde recibió a un forastero que decía llamarse Pedro Novés, oriundo de las montañas jaquesas y experto en la conducción y cuidado de ganados. Tras la conversación, lo tomó a su servicio como mayoral, poniéndole al frente de sus múltiples pastores y numerosos rebaños. Pedro Novés se ganó pronto el respeto de todos, desde el señor hasta el último pastor. Por eso no daban crédito a la repentina locura de tan cabal persona cuando les quiso hacer creer que se le había aparecido la Virgen.

En efecto, ocurrió que una noche estando durmiendo en el monte de la Redonda, donde habían llevado el ganado en busca de pastos, se desveló cuando al otro lado del río vio brotar una intensa luz y oyó hermosos cánticos. Despertó a los pastores y les hizo observar el extraño fenómeno, pero al poco rato, creyendo que podrían ser algunos muchachos del pueblo, volvieron a dormirse. Pedro Novés no se contentó y, cuando todos dormían, fue a inspeccionar la zona.

Quedó anonadado: sobre el tronco de un olivo, estaba una imagen de la Virgen, aparición que se repitió durante las dos noches siguientes. Pedro no sabía qué hacer. Fue Nuestra Señora la que le dijo que se lo comunicara a don Gil y así lo hizo, pero el señor de Estercuel, a pesar de la estima en que tenía a Pedro Novés, le creyó un iluso y un visionario, rogándole que olvidara todo aquello. Volvió el mayoral al lugar de la aparición y refirió a la Virgen lo sucedido: no le creían. Entonces tomó la mano de Pedro, la puso en su mejilla y le rogó que regresara a Estercuel. Nadie podría separar la mano de su cara y entonces le creerían, como así fue.

Llevaron la imagen solemnemente a la iglesia parroquial, pero en tres ocasiones desapareció, apareciendo siempre sobre el mismo tronco de olivo sin que nadie la transportara. La intención estaba clara y así es cómo Estercuel levantó el monasterio de Nuestra Señora del Olivar.

[Andrés de Ustarroz, F., Chronología..., págs. 51-52. Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 81-84.
Guallar, Santiago, «Nuestra Señora del Olivar», Aragón, 165 (1940), 30-35.]