299. UN ANTÍDOTO CONTRA LA SEQUÍA (SIGLO XII. CAPELLA)
La pugna entre el obispo de Huesca y el barbastrense Ramón se saldó, como es sabido, con la victoria del primero, apoyado por el propio monarca aragonés. En juego estaba la asignación de varias feligresías a uno u otro obispado y la cuestión de los límites entre ambos. El obispo Ramón se vio obligado a huir hacia la Ribagorza donde era muy respetado y querido, y donde protagonizó, al decir de las gentes, auténticos prodigios.
Cuenta la tradición que san Ramón, tras ser arrojado de la ciudad del Vero, fue perseguido con encono por los sicarios de su enemigo cuando iba camino de Roda. Después de pasar por Perarrúa, donde todavía se recuerda su presencia, llegó a Capella, donde tuvo lugar un hecho insólito pues las campanas anunciaron su llegada tañidas por sí solas, creyendo algunos incluso oír una voz que decía: «Llega mi siervo Ramón,escuchadle».
El clero y todos los habitantes del pueblo de Capella salieron al camino maravillados para recibir procesionalmente al santo obispo, a quien hallaron descansando de la caminata sentado en un poyo de piedra en las afueras de la población, donde dejó impresas algunas huellas.
Todos trataron de hacer olvidar a Ramón los sinsabores que acababa de vivir y le ofrecieron su hospitalidad y sus casas. Agradecido a los moradores de Capella por los honores que le habían prodigado, les dijo que le pidieran una gracia y los ancianos del pueblo solicitaron que les alcanzara de Dios el beneficio de la lluvia en tiempo de sequía. San Ramón prometió que así sería siempre que recurriesen a su patrocinio y amparo, pero sólo después de recibir los sacramentos de penitencia y comunión.
[Castillón, F., «San Ramón, de Capella», Folletón Altoaragón, 62 (1982), pág. XIII.]