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sábado, 2 de septiembre de 2023

II. Poesía bucólica. Églogas. - Idilios. églogas I y III de Virgilio, Agustín Iturriaga.

II.

Poesía bucólica.

Églogas. - Idilios.

Traducciones en berso bascongado,

dialecto de Guipúzcoa,

de las églogas I y III de Virgilio,

por D. Agustín Iturriaga.

De entre los trabajos literarios que nos ha legado este ilustrado escritor, merecen señalarse en primer término, así por su importancia como por las dificultades sin cuento que ofrecen tareas de esta índole, las excelentes versiones de las Églogas I y III de Virgilio, incluidas en las últimas páginas de su colección de Fábulas, con los títulos de Artzai Koplak, y Koplarien tema Palemon Juez dutela, que creo de mi deber reproducir en esta sección a la cabeza de las poesías bucólicas.

Empresa tan difícil como meritoria es siempre la traducción de producciones de este género, que ofrecen grandes escollos por su misma popularidad y por el renombre que han alcanzado a los autores que las crearon, y estos escollos y estas dificultades crecen de punto cuando se trata de verterlas a una lengua tan original y tan flexible, sí, pero tan poco cultivada literariamente como la lengua bascongada.

El Sr. Iturriaga intentó, no obstante, la empresa, y como si las dificultades que ofrece la versión aun en prosa no fuesen ya por sí solas bastantes, quiso aumentar todavía el mérito de sus traducciones, realzándolas con las galas de la versificación.

En cuanto a su ejecución, están hechas con tal esmero, hay tanta naturalidad en aquellos diálogos, tal espontaneidad en la frase y tal facilidad en el verso, que si no fuera por ciertas alegorías y alusiones, pasarían ciertamente por originales. Y este es el mayor elogio que de ellas puede hacerse.

El Sr. Iturriaga ha tenido la fortuna de dar en sus versiones con el suspirado justo medio, quitándoles la aridez y aun la oscuridad de que generalmente adolecen las traducciones literales, demasiado apegadas al texto, y huyendo del extremo contrario, no menos peligroso, de que éste no se dé a conocer sino como una mera imitación, con todos los defectos de tal, y sin ninguno de los primores del original, como acontece en muchas de las versiones que se han hecho a casi todas las lenguas de las obras de Virgilio y de otros escritores clásicos.

En comprobación de ello, y para que de este modo pueda apreciarse mejor todo el mérito de los trabajos del insigne escritor hernaniense, ofrezco frente a frente de sus versiones, su traducción interlineal basco-castellana, que el lector curioso o erudito puede luego cotejar con algunas de las muchas versiones que de Virgilio se han hecho al castellano, desde Juan de la Encina, hasta nuestro paisano D. Eugenio de Ochoa. (1: Obras completas de P. Virgilio Marron, traducidas al castellano por D. Eugenio de Ochoa, de la Academia Española. Madrid, 1869.)

El lector profano en el bascuence no debe perder de vista al hacer este estudio comparativo, que las versiones de Iturriaga no han podido menos de desvirtuarse bastante al hacerse de ellas una nueva traducción, y traducción interlineal por añadidura.

El escritor y presbítero hernaniense ha encontrado además otra ventaja no despreciable en el fondo mismo y en la forma de las dos églogas elegidas para su versión: su carácter y corte especial.

Sobre todo, la titulada Palemon (Koplarien tema) refleja admirablemente esas luchas de bersolaris o koplakaris (improvisadores), tan comunes en el país bascongado, y gracias a esta circunstancia, sus traducciones han alcanzado una popularidad que no ha cabido en suerte a otras versiones del poeta mantuano, y tienen la fortuna de ser leídas con verdadero deleite aun por nuestros más rústicos e incultos aldeanos, que creen así presenciar una de esas lides a que están ellos tan acostumbrados.

Tengo entendido que hay también una traducción de las Églogas hecha en prosa guipuzcoana por D. Baltasar de Mendía, pero no conozco dicho trabajo, ni he podido adquirir de él otra noticia que la de su existencia.

Para terminar estos ligerísimos apuntes, he aquí ahora sumariamente expuesto el argumento de las dos Églogas en cuestión.


ÉGLOGA I.

Virgilio (o más bien su padre, según casi todos los intérpretes), bajo la figura del pastor Títiro, encarece à Melibeo su gratitud al emperador Octavio, por haberle restituido las tierras que perdió en el reparto que de las de Cremona y Mantua se hizo entre los veteranos del Triumviro, después de la batalla de Filipos, en pena de haberse adherido la primera de aquellas ciudades a la parcialidad de Casio y Bruto, jefes del partido republicano, vencidos en aquella sangrienta jornada. No bastando las tierras de Cremona para todos los veteranos, se les agregaron en el reparto, según la bárbara costumbre de aquellos tiempos, las de los territorios limítrofes, y entre ellas las de Mantua, en que radicaba la modesta heredad de Virgilio.

Melibeo, que personifica a los labradores cruelmente desposeídos, llama dichoso a Títiro, y llora su desgracia, como quien va sin esperanza de volver a ver su patria y su hogar, lamentándose ambos con este motivo de las desgracias que acarrea la guerra civil.

ÉGLOGA III.

Los pastores Menalcas y Dametas, después de decirse groseras injurias, se desafían a cantar. Elegido Palemon árbitro de la contienda, no se atreve a decidirla, declarando a los dos iguales.

Pertenece esta bella composición al género llamado amebeo, que consiste en que improvisen dos alternativamente, diciendo el segundo algo más, o siquiera tanto como el primero, sobre el mismo tema u otro diferente.


I coplas de pastores - artzai koplak


II koplarien tema Palemon juez dutela

III laborariaren dohatsutasuna

IV artzaingoa Joanes Berjes

V artzain dohatsua Mendibil