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jueves, 7 de septiembre de 2023

V. ¡¡Arrats izugarria!! por Serafín Baroja. 31-8--1813

V.

¡¡Arrats izugarria!!

por Serafín Baroja.

(Dialecto guipuzcoano.)

¡Noche terrible, tristes horas, las que atravesó el vecindario de la noble ciudad de San Sebastián en el tristemente memorable día 31 de agosto de 1813! Ocupada la plaza durante varios meses por un ejército invasor, y después de un largo sitio que convertía a sitiados y sitiadores en enemigos de sus indefensos habitantes, cuando esperaban éstos hallar la salvación y el ansiado término de privaciones sin cuento, encontráronse aquel infausto día, en que fue asaltada la Ciudad por el ejército aliado, y especialmente durante su noche, con el cuadro más horrible, con la más espantosa de las catástrofes.

Parecían haberse desencadenado contra la leal Ciudad todas las furias y todas las desdichas. Asaltada por una soldadesca indisciplinada, ebria de codicia y llena de desenfreno, viéronse sus moradores atropellados, insultados y escarnecidos de la manera más torpe, despojados de sus haciendas, privados de sus intereses, amenazados en sus vidas, y heridos en sus más caras afecciones, y en sus más delicados y profundos sentimientos.

La Ciudad, casi entera, desapareció presa de las llamas, convirtiéndose en un montón de ruinas y de escombros; los robos, las violaciones y los asesinatos se sucedieron con bárbaro atropellamiento, y en aquella sangrienta hecatombe ni fue respetada la vida de los decrépitos ancianos, los afligidos enfermos y los inocentes niños, ni escaparon al desenfreno de la soldadesca, madres, hijas ni esposas, que sufrieron los tormentos de la más inicua y bárbara de las injurias, y de los más horribles tratamientos.

¡Cuadro siniestro que no han bastado a borrar de la mente los años ni los sucesos, y que hace aún agolpar las lágrimas a nuestros ojos con sus tristes recuerdos!

En ellos ha bebido su inspiración para la sentida oda elegíaca, a la que sirven de prefacio estas breves líneas, el simpático poeta y entusiasta hijo de San Sebastián, Don Serafín Baroja, cuya composición, escrita para el Certamen celebrado en su ciudad natal en el mes de septiembre de 1879, obtuvo en él el accésit a uno de los premios.

¡Arrats izugarria! describe perfectamente, y con el tétrico colorido con que nos muestra la historia, las tristes escenas de que fue víctima la leal Ciudad en aquel desdichado día, en el que esperaba su salvación y halló su ruina, y el poeta, que la ama con el entrañable cariño de un buen hijo, ha sabido trasladarse con la imaginación a aquellos terribles momentos, ha contemplado el siniestro cuadro con los ojos arrasados en lágrimas, y ha arrancado a su paleta los más sombríos colores para darle nueva vida y legarlo a las generaciones venideras, revestido con las galas de la poesía, como un tributo de admiración a las virtudes cívicas de nuestros padres.

Era verdaderamente extraño que a ningún poeta bascongado le hubiera ocurrido hasta ahora ocuparse de este culminante hecho, uno de los más trágicos y memorables que registran los anales de la historia de la Ciudad, y grato es confesar que Serafín Baroja ha vencido con habilidad las principales dificultades que el asunto ofrecía.

Su oda, escrita en estrofas iguales de a nueve versos de a doce y cinco sílabas, simétricamente combinados con rima perfecta, es muy apreciable como descripción, su versificación es muy correcta y el lenguaje bastante puro.

¡Arrats izugarria! merece, pues, contarse entre las mejores composiciones poéticas de su autor, y tengo un verdadero placer al incluirla en esta serie del Cancionero, acompañada de una traducción castellana hecha con este objeto por el mismo autor.

¡Arrats izugarria!

1813 garren urteko Abostuaren azkeneko gabari.


Gorriak daude goiak urrutiraño;

Ageri dan guzia gorria dago,

ta lurrak baño

izutzen du zeruak azkoz geiago.

Argitan zabaltzen da zeru goibela

illargi gabe,

¡zer doakabe!

odoiak su garretan balitz bezela,

ta infernuak balira gabaren jabe.


¡Arrats izugarria! ¡Ordu tristeak!

¿Nora begiak jaso, penen kupiran

malkoz beteak,

zeruak ere bada etsai baziran? (1)

¡Uri leial gaisoa (2) garretan dana!

ta zeru gorrak,

agitz gogorrak,

irabiatzen ditu berriz gu gana

elementen boaldan suzko kanborrak.


Itsasotik sortuko lanbro dokaitzak,

burrunbadan igoak turmoi tartean,

ziran ekaitzak,

eta zartatu orduko, chimist kolpean,

odoi gañeko labe sutu artatik

jasa ta ujola,

eurizko errola,

amiltzen zan lurrera, iduriturik

isurtzen ote ziran sua ta odola.


¡Sua ta odol gorria! Naga ta ikara,

sutunpadak, ansiak, illkintza nun nai,

chimist dardara,

biziak ta bizitzak garren errakai

ta isil-isil, zijoan odol erreka,

karrikan bera

itsas aldera

iturria geiturik illak taldeka

ez bazetorren sua eragoztera.


Zeru lurrak aserre... Ustez anaiak

atserritik ziranak gu gana etorri (3)

ziran etsaiak.

¿Nora bada begiak jaso ta egorri?

Ez lur, ez eche, ez esku, biotz tristea

noraganatu?

nun anparatu?

¡Burniz edo berunez laster iltzea,

noralderik onena zan aukeratu!


Gizon ordi taldeak askai likitsan (4)

echerik eche dabiltz leian iñoren

diru irritsan,

onraren zale, burniz pasatu ondoren

arpegi eman duen aita, semea

edo gizona

iltzen dagona,

sentiturik batean agoni epea

ta ansi triste larri bat deitzendiona.


Zarrak, naiz egon zarrez obiko atean,

ez ziran barkatuak, ain guchi eriak,

beren oyean

illak ziraden; ume jaio berriak,

gorde nairik, gaisoak, amen kolkoan,

bien biotzak

burni zorrotzak

urratzen ditu, ta amak iltzerakoan

igaro bear ditu laidozko lotzak.


¡Lotsa ta illkintza ...! Baña nora naiz eldu?

Ez, erritar maiteak, ez det nai zuen

beta goibeldu.

Gure asaben gaba gurtu nai nuen,

jarriaz begi aurrean aien kondaira,

birtute aienak

danik onenak,

zer diran bizia utsi ta argi joaira

beti ikusi zazkigun beren izenak.


¡Asaba zar gureak joanak mundutik,

Numanzitar errutsu aien modura

bizia emanik,

igo ziñaten zuzen zeru altura!

Jaunak bere saria dizute ematen

ordu ezkero;

bai, errauts bero,

martireak bezela igo ziñaten

sugar Donostikotik pasa ta gero!


(1) Zeruak ere bada etsai baziran, si hasta los mismos Cielos eran (mostrábanse) enemigos.

(2) Uri leial gaisoa... La ciudad de San Sebastián.

(3) Atserritik ziranak gu gana etorri... Los que de extrañas tierras vinieron en nuestro socorro, y creíamos hermanos, eran enemigos... Alude a la legión inglesa, que fue causa de tantos tormentos para la noble capital de Guipúzcoa en aquella tristemente célebre noche.

(4) Askai likitzan, en infame regocijo. Askai, es una contracción de asekai, buscando donde hartarse.


¡Horrible noche!

A la última noche de agosto del año 1813.

Rojo está el ancho espacio de los cielos; cuanto la vista abarca rojo está, y, más que la tierra, espanta el encendido firmamento. La luz lo invade sin luna que ilumine las tinieblas. ¡Cuán fatídica! Las nubes se agolpan candentes, como si la noche se hallara en dominio de una infernal potestad.

¡Horrible noche! ¡Horas menguadas! ¿A dónde tornar los ojos, arrasados de lágrimas, si el cielo se hallaba preñado de rencores? La leal ciudad arde en las llamas, y sordos los crueles cielos, invierten hacia la tierra, bajo el ímpetu de la tempestad, las llamas que se levantan de la inmensa hoguera.

Las densas nieblas, surgiendo del mar, escalan los cielos, impulsadas por el retemblar de los truenos; ruge la tempestad, y al estallar herida por el rayo, del horno en que se abrasa el firmamento, precipítase la lluvia sobre la tierra, roja y encendida, como si cayeran torrentes de sangre y de fuego.

¡Fuego y roja sangre! ¡Abominación y espanto! Detonaciones, lamentos, la muerte por dó quier; el resplandor del rayo, las vidas y las viviendas pasto de las llamas. Y quedo y silencioso, un reguero de sangre baja hacia el mar, creciendo en el montón de cadáveres, o deteniéndose ante el incendio que ataja su curso.

¡Enemigos cielo y tierra...! Los que procedentes de extrañas naciones los creíamos hermanos eran enemigos también. ¿A dónde volver y alzar los ojos? Sin tierra, sin hogar, sin auxilio, ¿a dónde acude el corazón doliente? En dónde refugiarse? ¡Morir, herido por el hierro o por el plomo, era el mejor recurso!

Manadas de hombres ebrios, en infame regocijo corren a porfía de casa en casa, sedientos de oro y de híbrico deleite, después de atravesar con el hierro al que con ellos se encara, padre, hijo o esposo, que mueren sintiendo a la vez el trance de la agonía y el triste grito de las que les llaman.

La ancianidad, a pesar de hallarse al borde del sepulcro, no es respetada; los enfermos son asesinados en sus lechos; el tierno niño ocúltase en el pecho de su madre; el hierro atraviesa el seno de ambos, y la madre recibe al morir afrentosa injuria.

¡Vergüenza y mortandad...! ¿pero a dónde me encamino? No, paisanos míos; no quiero nublar vuestro pensamiento. Quiero recordar con veneración aquella horrible noche de nuestros abuelos, poniéndoos ante los ojos su historia y sus virtudes, su desprecio a la muerte y su resplandeciente aureola, para que les tengamos siempre presentes.

Vosotros, antepasados nuestros, que dejasteis la tierra a la manera de aquellos bravos Numantinos, subisteis al alto Cielo. El Señor os dio su recompensa, sí, abrasadas cenizas, alcanzasteis la gloria inmortal después de pasar como mártires por medio de la inmensa pira en que ardió San Sebastián.