domingo, 28 de junio de 2020

348. SALMÓN A PRECIO DE ORO


348. SALMÓN A PRECIO DE ORO (SIGLO ¿XV? ALAGÓN)

Alagón era, durante la Edad Media, paso obligado para todas las mercancías que, venidas del norte, tenían como destino último la ciudad de Zaragoza. Eso quiere decir que muchos productos de todo tipo pasaban de largo sin que los vecinos de la villa tuvieran la oportunidad de adquirirlos, a no ser que fueran a comprarlos a la capital del Ebro.

En cierta ocasión, llegó a Alagón, de camino para Zaragoza, un comerciante de pescado con una gran carga de salmones, preciado alimento que siempre veían pasar de largo los alagoneses. Enterados varios vecinos del contenido del cargamento, intentaron adquirir algunos ejemplares para sus mesas. Trataron de convencer al pescatero, pero éste se negó a venderles ni una sola pieza, aduciendo que ya estaban comprometidas en el mercado de Zaragoza y, en buena parte, iban a ir a parar al palacio real.

Ante la negativa reiterada, se apoderaron por la fuerza de buena parte de la carga, comprometiéndose a abonarla al precio que pagaran en Zaragoza. El pago se efectuaría al regreso del comerciante, previa presentación del documento notarial que testificara cuál había sido su precio en la capital. El arriero siguió su camino ciertamente enfadado y aligerado de peso y llegó a Zaragoza. Ya en la ciudad, consiguió que un comprador adquiriera y un notario testificara que el trueque había sido de onza de oro por onza de salmón, precio desorbitado que no respondía a su verdadera tasación.

A su regreso, el comerciante pretendió cobrar la deuda de los vecinos de Alagón, exhibiéndoles el documento notarial. La cantidad a abonar era tan alta que no la podían satisfacer los compradores, ni siquiera el propio concejo, que se reunió para tratar el asunto. Ante esta realidad, el pescatero denunció el hecho y la justicia dictaminó a su favor, condenando a los alagoneses a arbitrar un impuesto anual, a pagar por las familias afectadas, hasta que quedara totalmente saldada la deuda. Esta era tal, que el impuesto se estuvo pagando hasta tiempos de la II República.

[Serrano, Manuel, La leyenda del preciado y costoso salmón de Alagón, en «El Periódico» (9/VI/1994), pág. 24.]

347. SURGE LA JOTA

347. SURGE LA JOTA (SIGLO XII. CALATAYUD)

Fruto de las rivalidades internas a las que estuvieron sometidos los musulmanes hispanos durante el siglo XII, el gobernador valenciano Muley Tarec desterró a un moro llamado Aben Jot, quien, tras deambular por varios territorios musulmanes, decidió, por fin, trasladarse a tierra de cristianos, yendo a parar, tras largo peregrinaje, a Calatayud.

Con él llegó su música, una especie de himno marcial, que tanto servía para ser cantado como para acompañar a un baile bastante movido. Aquella especie de himno era la jota, que luego cantaron y bailaron los cristianos de la zona, primero, y los de todo Aragón, después.

[Beltrán, Antonio, De nuestras tierras..., III, págs. 189-190.]

[Blas Ubide, en 1880, compuso una serie de coplas que hacen referencia a este origen, no admitido por los musicólogos. Según García Arista, un orfeón bilbilitano cantó en Valencia dichas coplas:

«La jota se llama jota
porque la inventó Aben Jot,
cuando de Valencia vino
desterrado p´Aragón».

«La jota nació morisca
y después se hizo cristiana,
y cristiana ha de morir
la jota bilbilitana».

«La jota nació en Valencia
y se crió en Aragón;
Calatayud fue su cuna
en la orilla del Jalón».

«Desde la orilla del Turia
a la villa del Jalón
vino cantando la jota
el desterrado Aben Jot».]


(SIGLO XIV. BORJA)

Corrían los tiempos de la dominación musulmana en España cuando el pueblo de Rivas, asentado en la orilla del Huecha, se encontraba en pie de guerra con el de Maleján, situado un poco más arriba. La causa de esta gran enemistad entre ambos pueblos se hallaba en una serie de amoríos y venganzas, el llamado «secreto de Rivas». Acabó esta pequeña guerra con una crecida del Huecha tan grande que arrasó todo Rivas y llegó a las calles de Maleján, lo que permitió a los rehenes de uno y otro bando escapar de sus «presidios». El Huecha había enfriado los ánimos, pero no calmó los viejos deseos de venganza.
Apareció entonces por Rivas un curioso viajero, un tal Aben-Jot, que decidió asentarse en esta ribera del Huecha. Y aquí compuso las primeras jotas, hermosas coplas cantadas que causaron el asombro y la admiración de los de Rivas. Tan impresionados quedaron que estuvieron ensayándolas durante algún tiempo para ofrecerlas al rey Pedro IV el Ceremonioso con motivo de su llegada a Borja. Todos los pueblos mostraron su folklore ante el rey, el cual quedó maravillado de estas primitivas jotas.


[Tradición oral. Recogida en el Instituto de Borja.]

346. EL QUITAMIEDOS DE ROBRES


346. EL QUITAMIEDOS DE ROBRES (SIGLO XII. ROBRES)

Los éxitos guerreros alcanzados por Alfonso I el Batallador se debieron, sin duda, a múltiples circunstancias, como la debilidad en la que se habían sumido los reinos de taifas moros o la ayuda recibida del otro lado de los Pirineos, pero también a la utilización adecuada para cada caso de los hombres que lucharon bajo sus órdenes.

No existía entonces un ejército regular como ahora, de modo que el rey era socorrido por las milicias que aportaban los señores o tenentes y las universidades (ciudades y villas de Aragón), grupos que tenían cada uno sus propias características, como es natural.

Alfonso I el Batallador hacía estudiar el comportamiento de cada colectivo y, lo mismo que se rodeó de chesos, según la leyenda, que le servían como monteros reales desde que le salvaran la vida durante una cacería cuando era niño, conocía las características y el comportamiento en batalla de los tafalleses, caspolinos, grausinos o bearneses, por citar sólo algunos ejemplos.

Como consecuencia de esa observación minuciosa, uno de los capitanes del Batallador notó la desmedida valentía que demostraban en la lucha los oriundos de Robres. Aparecían, en principio, como fríos y calculadores pues jamás luchaban contra el enemigo de manera precipitada, pero cuando se lanzaban a la pelea su denuedo y arrojo se hacía notar enseguida, de modo que fueron decisivos en algunos asaltos.

Cuando el capitán real inquirió el porqué de aquella valentía desmedida, los de Robres, aunque a regañadientes, le contestaron que se debía al quitamiedos que ingerían antes de emprender la pelea, una hierba comestible que nace espontáneamente en la zona monegrina y que les infundía el valor necesario como para no dar jamás la espalda.

Intentó el capitán, e incluso el rey, saber qué tipo de hierba era aquélla, pero los milites de Robresjamás desvelaron el secreto, pues entendían que para ingerirla había que ser del pueblo, de noble talante y sin traición.

[Datos aportados por Xavier Abadía Sanz, de la Universidad de Zaragoza.]