miércoles, 4 de enero de 2023

CARTA CXI. Reliquias, alhajas y ornamentos antiguos: fábrica antigua y moderna de la Catedral de Lérida.

CARTA CXI. 

Reliquias, alhajas y ornamentos antiguos: fábrica antigua y moderna de la Catedral de Lérida. 

Mi querido hermano: La reliquia más notable que se halla en esta iglesia es un trozo de pañal en que dicen fue envuelto nuestro Redentor, llamado comúnmente el Sant Drap. Es un tejido grosero, tanto como el sayal más despreciable. Presenta un color ceniciento, y es un trozo casi cuadrado de dos palmos poco menos. Está extendido dentro de una cajita cuadrada de plata, cuyas labores parecen de fines del siglo XV. He copiado la escritura de entrega de esta alhaja, que hizo a esta iglesia y a su Obispo Don Geraldo de Andriano un vecino de esta ciudad llamado Arnaldo de Solsona, año de 1297, en la cual se contiene toda la historia de ella, y los varios caminos por donde vino a parar aquí (a: Ap. núm. XIX.). Este Arnaldo de Solsona suena ya en 1272 y 74, aunque con otra mujer llamada Ermengarda

Desde ese tiempo son continuas las memorias de la existencia y veneración de esa reliquia en esta Catedral. En 1324 el Obispo Ponce de Vilamur hizo con su Capítulo una constitución sobre su custodia, prohibiendo que nadie cortase ni quitase de él la parte más mínima, como con estos piadosos hurtos se hallase notablemente disminuida. Va copia de ella (a: Ap. núm. XX.). En 1351, día 4 de enero, los prohombres y Consejo general de esta ciudad, con la ocasión de ir a Roma el oficial general de Lérida, le encargaron, entre otras cosas, que alcanzase indulgencia à pena et à colpa à tots aquels que veuràn lo Drap de nostre Senyor de certa part dels pecats mortals. A 25 del febrero siguiente, con el aviso del oficial desde Roma, resolvieron que li sie tramesa ay tanta moneda com aurà mestèr per havèr la dita indulgencia al Drap de nostre Senyor. No tuvo efecto esta solicitud ni otras muchas veces que se intentó, y de ello se quejan sentidamente los mismos en otra deliberación del día 21 de mayo de 1434. Poco después los Papas Nicolao V y Calixto III concedieron amplias indulgencias para su veneración. Sábese por varias visitas que en la Catedral antigua estaba custodiado en un armario dentro de la pared lateral del presbiterio, al lado del Evangelio, de donde sólo se extraía en fiestas señaladas y lo llevaban a la sacristía para la adoración del pueblo. En un Misal de esta iglesia, manuscrito en el siglo XIV, se conserva el rito con que era sacado de la sacristía a la pública veneración el día de Navidad en la misa mayor, y lo mismo sucedería el día de la Ascensión. Se manda pues que, dicha la Epístola, el celebrante entre en la sacristía, y tomando el Santo Pañal salga cantando el Te Deum, y continuándolo suba al púlpito y muestre al pueblo la reliquia. Hecho esto diga el V) Post partum, y la siguiente oración: Omnipotens sempiterne Deus, qui hunc diem per Incarnationem Verbi tui, et Partum Beatae Mariae Virginis, ac per ostensionem panni tui consecrasti: da populis tuis, in hac celebritate consortium ut qui gratia tua sunt redempti, tua sint adoptione filii. Per. etc. Tras esto uno de los principales del coro entonaba la antífona Ave stella matutina, y el sacerdote volvía a dejar la reliquia a la sacristía, y luego se continuaba la misa. Antes de eso estaba mandado por Don Geraldo de Requesens, que floreció a fines del siglo XIV, con su Capítulo, que esta reliquia se mostrase al pueblo dicho día de Navidad después del sermón, que sólo se permitía predicar en la Catedral para que los fieles acudiesen a este acto, estimulándolos además con indulgencias. Andando el tiempo, en 1427, se revocó la constitución de que se mostrase al pueblo esta santa reliquia sólo una vez al año; y aun después se añadió al día de la Natividad de nuestro Señor el día de la Asunción de nuestra Señora, como se ve en la constitución hecha a 28 de diciembre de 1453, mandando que estuviese expuesto a la veneración del pueblo en la sacristía durante las octavas de ambas fiestas. De allí a dos años, a 29 de diciembre, se mandó sacar a la adoración pública en el día de la Ascensión del Señor. Hoy sólo se muestra en la Natividad y Ascensión, y ya se guarda de continuo en el armario de las reliquias en la sacristía. Para averiguar la verdad de la tradición de que este pañal es incombustible se han hecho algunas pruebas jurídicas ante varios Obispos, y hasta nuestros tiempos, y se ha hallado ser así la verdad. De la historia y circunstancias de esta insigne reliquia se conserva en el archivo una larga Disertación escrita en 1773 por Don José Javier Mari, canónigo penitenciario de esta iglesia. ¿Qué diré de la preciosa planeta que aquí se conserva atribuida a San Valero, Obispo de Zaragoza? Que cierto, aunque no tuviese esta recomendación es por sí misma muy apreciable, y de las pocas alhajas de esta clase que nos ha conservado la antigüedad eclesiástica. Está enteramente cerrada, y con todas las circunstancias que nos pintan los ritualistas. Tendrá unos siete palmos de alta, y de área de quince a diez y seis. Es un tejido de oro y seda con labores uniformes y prolijas. Otra había de igual forma, la cual deshicieron y acomodaron al uso actual con el deseo de que sirviese al Santo Sacrificio. Devoción que no merece ser aplaudida ni imitada, y de que no se hubiera dejado arrastrar el que esto hizo, si hubiera tenido presente la constitución de su misma iglesia del día 4 de febrero de 1499, en que se mandó quod honorabilis D. Johannes Franciscus de Olivo, hornamentarius hoc anno dictae Sedis reparari faciat vestimenta SS. Valerii et Vincentii Sedis Illerdae propter antiquitatem in tantum vetusta ad finem ut conserventur, et quod ab inde non vestiantur, sed conserventur in futurum; et quod die sive festo S. Valerii, ponantur super altare, ut de his memoria ab omnibus habeatur. Antes de esto, en 1489, en el libro de cuentas de ornamentos y sacristía, se lee: Item ponit in receptis 10 sol. 6 den. qui processerunt ex et de ofertorio die Sancti Valerii, eo quia fuit facta processio cum sancto brachio et vestimentis, etc.

Del mismo santo Obispo se cree ser también una capa pluvial con el triangulito en lo alto de ella en el lugar de la capilla, mucho menor que el que dije de San Raimundo de Roda. Las labores del tejido de oro y seda parecen arabescos. En las dos caídas de ella se ve tejida una inscripción árabe cúfica. Lo cual hace ver que esta es pieza posterior al siglo de aquel Santo. Salváronse estas reliquias del general incendio que abrasó la sacristía hacia los años 1480, consumiendo las llamas una riquísima porción de pluviales y casullas y otras alhajas que los inventarios anteriores suponen existentes, las cuales ahora servirían bien para la liturgia. De este fatal acontecimiento hay varias memorias: tal es el breve de Inocencio VIII mandando no se negasen al actual Sacrista las distribuciones en castigo de aquella ruina, en que le supone inculpable. Item se aumentó a treinta libras la tasa de veinte que hasta allí pagaban los canónigos en su ingreso para reparar aquellos daños. Otras noticias se darán en el pontificado del Cardenal Luis Juan del Milà. Nada diré del lignum Crucis, santa espina, huesos del brazo de San Valero, del de San Lorenzo, San Raimundo de Roda, etc.; porque nada hay que añadir a lo sabido, y de esta clase se podían (podrían) hacer largos catálogos. En el armario donde ellas se guardan está la custodia de plata para el día del Corpus, obra de labor y gusto gótico, prolijamente ejecutada por Ferrer Guerau, platero de Barcelona, año 1513. Habíase hecho con él la concordia siete años antes, tratándose que tuviese cien marcos de plata a cuatro ducados de oro por marco. Otra alhaja se guarda de mucho más valor y mérito, y es una pila pequeña de agua bendita para la cabecera de la cama. Es un óvalo de poco más de un palmo de diámetro mayor. En el centro tiene una imagen de nuestra Señora de miniatura pintada sobre cartulina, pegada en el fondo, y al rededor un follaje de lo mismo trabajado a tijera. El marco está rebutido de pedrería exquisita con seis camafeos o sellos grabados en piedras preciosas. Entre ellos descuella en la parte superior uno que representa una fortuna redux con su correspondiente cornucopia, abierto en ágata: un Cristo en lapislázuli: un jinete como el de las monedas celtibéricas o sea San Jorge: una cabeza de Reina y otros. Dicen que fue regalo hecho por la Emperatriz de Austria al Obispo Don Valero Alfonso de Santa María, el cual la entregó a su iglesia, cuando vino de Viena en 1700. 

Son también notables en la misma sacristía cuatro cuadros exquisitos, comprados de la almoneda del Infante Don Gabriel por el canónigo Don José Salas, entonces procurador de esta iglesia en Madrid, año 1791, y son: uno de la agonía de Cristo en el huerto, obra de Mengs, y contado en el catálogo de sus obras, pintado sobre tabla de caoba: otro de nuestra Señora, obra sobre caoba, copia de Martínez, pintor de dicho Serenísimo Infante: otro de borra de paño, que representa a nuestra Señora con el niño en brazos, del que huye San Juan Bautista: dicen que trabajó en él dicho Infante y es copia del de Rafael en el Escorial, y un Ecce-homo, regalado al mismo Príncipe por el Papa Ganganeli por mano del Señor Azara, y se dice ser de Guido Rheni. De la misma almoneda se compró también un excelente cuadro de un crucifijo de autor desconocido, que hoy está colocado en el testero de la iglesia sobre el confesonario del canónigo penitenciario. 

Gracioso es también y digno de memoria el aguamanil de la sacristía, ejecutado en mármoles y jaspes de Génova por el acreditado profesor de Barcelona N. Gurri. Es un templete aislado en medio de la sacristía, elevado sobre un basamento circular, sobre el cual hay ocho columnas pareadas que sostienen una graciosa cupulita. En el centro está colocada una buena estatua de un ángel, y a su rededor los cuatro grifos que suministran el agua. De la restante fábrica del templo actual, nada tengo que añadir a lo que Ponz dijo en su viaje. Y digo el templo actual, porque conocida es la traslación de la catedralidad desde lo alto del castillo, donde antes estuvo, al sitio actual, verificada casi en nuestros días. Comenzó la fábrica el Obispo Don Manuel Macías Pedrejón, poniendo la primera piedra a 15 de abril de 1761, la cual se concluyó y consagró de allí a veinte años a 28 de mayo el Obispo Don Joaquín Antonio Sánchez Ferragudo (Ferragut).

Por venerable que fuese el templo antiguo y su lugar eran notorios los motivos que hubo para esta traslación. Entre ellos era notable la incómoda residencia del clero y asistencia del magistrado y pueblo, que vive en gran distancia de aquella altura. Ya de antiguo, sin duda para estimular a la asistencia del pueblo, no se permitió más parroquialidad en toda Lérida sino la Catedral, precisando a los fieles a subir a ella para recibir los sacramentos del bautismo y el matrimonio. Esta costumbre aprobó ya el Papa Celestino III, año primero de su pontificado, a 16 de las calendas de agosto. Quia vero, dice, eadem ecclesia in civitate Illerdae sola baptismalis esse proponitur, apostolica auctoritate sancimus ut sicut ad haec tempora noscitur observatum, in ea tantum baptismus et nuptiarum benedictio celebretur (Lib. ver. fol. 25). Renovó y confirmó esta práctica el Obispo Don Pedro de Rege, mandando que ni sus sucesores ni el Capítulo pudiesen dar licencia para que nadie se bautizase o casase en otra iglesia, exceptis Regibus et filiis Regum. Dio además la razón de esta prohibición, porque a lo menos con este motivo visitasen los fieles la iglesia Catedral, a la cual no iban por estar edificada in montis celsitudine. A 4 de enero de 1351 hallo en el registro de Consejos generales de esta cuidad, que resolvieron pedir al Santo Padre ques poquesen (poguesen) fer babtismes et nupcies (: noces) per totes les parroquies de la ciutat. Aún ahora, habiendo aumentado tanto la población, sólo se ha puesto otra pila bautismal en la parroquia de San Juan.

Acerca del templo y canónica antigua hay que distinguir dos épocas: la primera es la de la conquista de esta ciudad, cuando apenas verificada, a los seis días precisamente de su ocupación, hallamos que ya se consagró la Catedral, y en los años inmediatos hay ya memoria de canónica y claustros. Porque no permitiendo la brevedad del tiempo ni la pobreza de la iglesia en sus principios que se hiciesen tan grandes y costosos edificios, es preciso confesar que debió uno y otro acomodarse en los que estaban ya hechos, y yo entiendo que la situación de todo ello fue en la fortaleza más alta, llamada la Zuda, donde aún hasta nuestros días ha subsistido la iglesia, y se ven todavía vestigios de claustros, refectorio y varias oficinas. Particularmente de los claustros consta que los había ya en 1214, cuando un Raimundo de Segarra eligió sepultura en esta Catedral intus in claustra (Lib. ver. fol. 155). No hay noticia de cuerpo alguno religioso que haya poseído aquel edificio; y el atribuirlo a los Templarios, como hace el vulgo, es una de sus hablillas despreciables. Esta religión estaba establecida y bien heredada en la vecina montañuela, llamada Garden: suficientísimo premio de lo que había contribuido a la conquista de esta ciudad. Y si el Conde multiplicara en ella sus fundaciones hubiera sido despertar los celos de los que igualmente trabajaron. Bien mirado todo, y la dignidad de la iglesia matriz y de su clero, tengo por cierto que la primera Catedral fue la mezquita que tenían los Moros dentro de su mayor fortaleza, y que los edificios inmediatos se acomodaron para la vivienda del clero. Donde por consiguiente el culto divino, objeto principal del piadoso conquistador, estuviese a cubierto de cualquier invasión o alarma en una tierra recién conquistada, y todavía llena de enemigos sujetados. Con este sitio que digo cuadra literalmente la expresión de los Obispos, que decían que la Catedral estaba in montis celsitudine. Para aliviar las varias incomodidades de esta situación emprendió el tercer Obispo Gombaldo de Camporrells la fábrica de una nueva y magnífica Catedral, sin esperanza de verla concluida. Escogiose para esto la colina más baja que domina la ciudad, donde el arquitecto Pedro Dercumba o de Cumba (de Coma o Cescomes) (N. E. de Cumbis también) planteó el nuevo templo, cuya primera piedra pusieron el Rey don Pedro II de Aragón y el Conde de Urgel Ermengol VIII, Conseñores de Lérida, día 22 de julio del año 1203. Noticias que nos conservaba una piedra escrita en el presbiterio de la iglesia, al lado del Evangelio; y ahora ni allí existe ni en parte alguna. Razón porque no la pongo aquí, aunque he visto varias copias de los que la vieron y trasladaron. En la continuación de la fábrica trabajó el arquitecto Pedro de Peñafreyta (Pinna freyta, Penna frigida, peña fría, pedra o pera freda), que murió en 1286. Los Prelados que sucedieron a Gombaldo aplicaron todos los medios acostumbrados para adelantar la obra con tanta diligencia, que en el año 1278 pudo ya consagrar la nueva iglesia el Obispo Don Guillermo de Moncada, como lo efectuó día 22 de octubre, señalando la celebridad anual de su dedicación en la Dominica primera, después de la fiesta de San Lucas.

No deja de admirar la pronta ejecución de este edificio, compuesto todo de piedras sillares traídas de muy lejos, cortadas con gran simetría, y labrado gran parte de él con no poco lujo. Consta el cuerpo de la iglesia de tres naves, separadas entre sí por tres arcos, a que corresponden en las paredes laterales otras tantas capillas, parte profundas y parte no. El crucero es grandioso, y de casi tanta longitud como la iglesia, adornado de un cimborio o cúpula graciosísima que honra la solidez de aquella arquitectura, compatible con los adornos más sutiles e ingeniosos. La cornisa se corre por lo interior de las paredes: súbese a ella por una escalera exterior y volada, que a mi entender es lo mejor de todo el edificio. El presbiterio es capacísimo. 

En él y en todo lo demás suben gruesas columnas pareadas y amarradas a recibir los arcos mayores, que todos son apuntados, guardando solamente la figura semicircular los pequeños de puertas, etc. Los capiteles no son como otros del siglo XIII puros pelotones, informes y sin labor, sino al contrario, labrados caprichosamente como los usados en los dos siglos anteriores, parecidos al orden corintio, y algunos enteramente tales. El coro estaba, según costumbre, en medio de la iglesia. Su pavimento, capillas y paredes llegaron a estar llenos de sepulcros respetables por las cenizas que encerraban y por la excelencia de su construcción. Vese todavía uno de un ciudadano titulado de Lérida, bienhechor famoso de todas las iglesias, llamado Berenguer Gallart, que quiso ser depositado a cuarenta palmos de elevación sobre el pavimento, y todavía suben hasta los sesenta y más los costosísimos adornos de su sepulcro. Mas que todo esto era la santa memoria de los Obispos de los siglos XII y XIII, la del Rey Don Alfonso IV de Aragón, la de muchos nobles canónigos, arquitectos y otras personas de que se conservaban insignes y curiosos epitafios, que eran una viva muestra de la literatura y paleografía de los seis siglos anteriores. Todo pereció, y la proximidad o inclusión en la fortaleza que se dio al templo en el siglo XII para su seguridad vino a parar en su daño. Desde que en los tiempos de Felipe V obligaron las guerras a trasladar la catedralidad a la parroquia de San Lorenzo en 1707, comenzó aquel apreciable edificio a experimentar el abandono que se completó, cuando resuelta la construcción de la nueva Catedral, se destinó todo lo antiguo para almacenes y parques de artillería, y de todo lo necesario a la fortificación. Salvadas únicamente las paredes, que ni balas ni bombas pudieron derribar, todo el ámbito de iglesia, capillas adjuntas, claustros, etc., está cortado en varios edificios, paredes, techos, donde los montes de maderos, cuerdas, cureñas, etc., ocultan los sepulcros, altares, inscripciones, una de ellas romana, ya publicada por Finestres y Ponz, y cuanto el curioso pudiera desear. Digo que oculta los que permanecen, que según noticias deben ser muy pocos, porque es cierto que destruyó la ignorancia, o sea la inadvertencia, lo que a toda costa debía conservarse, aunque fuese trasladado a otra parte. Y en este punto me llevé gran chasco, confiando hallar las memorias sepulcrales que Ponz dijo se trasladaron a la Catedral nueva en 1781 (Viaje de Esp., tom. XIV. pág. 197), porque cierto es que ni una sola se trasladó, pudiéndose colocar todas en el magnífico pórtico. Pero a mí no me toca hablar sino de lo que hay o lo que no hay. Y esto, como digo, es poco, y también en los claustros y otras oficinas, a quienes ha cabido la misma suerte. Más fácil me será acotar algunas noticias curiosas de los tiempos y circunstancias de su construcción, arquitectos, etc., y con esto aliviaremos la pesadumbre de la inutilidad y pésimo estado de edificios tan respetables, aunque siempre vendrá a parar la cosa en lamentaciones. 

El retablo mayor de esta iglesia era de mármol, o sea alabastro, decorado con varios relieves, construido a mitad del siglo XIV por el escultor B. Robio, de lo cual hay noticias en los libros de cuentas de la 

obra. Una u otra tabla de aquel altar anda en casas particulares; lo demás sirvió en gran parte a la granjería de la tropa suiza por sus frutas y labores de sobre mesa. El claustro se comenzó a continuación de la iglesia, y ocupa todo su ámbito anterior, de modo que de él se entra al templo por tres puertas correspondientes a sus tres naves. Entendíase en su construcción en 1322, y aun en 1335 Ponce de Ribelles, Vicario general del obispado, que estaba ausente, dio comisión para recoger limosna pro maximo et sumptuoso opere claustri ecclesiae Catedralis. Hállanse cortados con almacenes, como se dijo de la iglesia. La puerta exterior de ellos se conserva bastante bien, y sólo faltan de allí las estatuas de los doce Apóstoles, que se trasladaron a una pequeña iglesia llamada de San Pablo. Diligencia loable, pero que recuerda con dolor el descuido que hubo en lo demás. 

Hay memoria de haber labrado algunas de ellas el escultor y arquitecto Guillermo Çolivella en 1391 por precio de 240 sueldos cada una. Ni rastro queda del gran pórtico que delante de esta fachada construyó el arquitecto Francisco Gomar en 1490 por precio de diez y seis mil sueldos. Muy firme y vistosa se conserva a un ángulo exterior de los claustros la magnífica torre de las campanas, de las cuales se sirve todavía la catedral. Construyose a fines del siglo XIV y parte del siguiente. Trajéronse las piedras de las canteras de Cugullada y del río Daspe. En los libros de gasto de 1397 se mandaron cortar CCCL. pedres al riu Daspe per ops de la torre: ço son, xambranes, et pinyacles, et pedres de fil. En otra data se lee: DC. pedres de fil. C. croes è C. filloles. Con esto verás que si de tan lejos y a tanta costa se conducían las piedras de construcción, no era tan abundante Lérida en este género como dicen los escritores que suponen levantados sus muros sobre roca viva, que cierto lo he mirado con curiosidad y apenas se descubre una u otra piedra; lo demás es un monte de tierra. En la torre trabajaron los arquitectos Guillelmo Çolivella y Carlos Galtes de Ruan. Concluyose antes de 1416, en que ya se trató de fundir una gran campana para el relox, la cual se encargó a Juan Adam, de burgo Sanctae Mariae, Turlensis diocesis, regni Franciae. Fundiose en 1418, y después de varias resoluciones salió de peso de 160 quintales. En un certificado que dio el Capítulo al fabricante dicen de ella: cuius sonitu et mentis vulnera sanari, et divinitatis singularis gratia possit conquiri con otros elogios. Efectivamente, es enorme campana, que tendrá de ocho a nueve palmos de diámetro. Hay en ella la siguiente inscripción: Christus Rex venit in pace, et Deus homo factus est. Chtus. vincit, Chtus. regnat, Chtus. ab omn. mal. nos defendat. Fuit factum per magistrum Joannem Adam anno Dni. 1418 in mense aprili. = 

Sigue otra linea entera de Te Deum laudamus, repetido infinitas veces. La torre tiene catorce campanas, siete grandes y siete pequeñas. La mayor hecha en 1405 in mensi octobri. Item tiene hasta las campanas 132 gradas, y de aquí hasta el remate 100 gradas más. Toda la torre 232 gradas. Sin ello hay en el centro y cuerpo principal de la torre estas catorce campanas armoniosas, de las cuales el seny major es del 1405, y otras hay de ese tiempo, y acaso habrá alguna de las que construyó en 1391 Tibaut Rahart (o Rabart, la h y la b no siempre se ven bien), maestre de senys de Cervera (seny : signum : señal : campana). De este último año hallo que se enviaban a componer y fabricar las lenguas de las campanas (badajos) à les fargues (forjes, forges) de Belsa, herrerías (forjas) de Vielsa (Bielsa), según yo entiendo. En 1390 hállase ya construido un gran relox (reloj) por Antonio Core, Boloñés. 

Carta CX. Restauración de la iglesia de Lérida, su orden interior, y otras curiosidades pertenecientes a ella.

CARTA CX. 

Restauración de la iglesia de Lérida, su orden interior, y otras curiosidades pertenecientes a ella.

Mi querido hermano: Presupuestas las noticias civiles que di el correo pasado, vengamos ahora a decir de la restauración de esta iglesia, su orden interior, y otras curiosidades que caben y deben caber en mi plan. El primer cuidado del piadoso conquistador, y mucho más del Obispo Don Guillermo Pérez, fue el culto de Dios, a quien principalmente confesaban deber tan insigne conquista. Así el dia 30 de octubre, seis solamente después de entrada la ciudad, hallamos que se consagró su iglesia Catedral. Y no habiendo espacio suficiente para construcción de nuevo edificio, es regular que purificasen alguna de las mezquitas de los Moros, mientras el tiempo permitía tratar de nuevo edificio. En ese día está fecha la primera escritura de dotación de esta iglesia, hecha por el Conde Don Ramón, con acuerdo del Arzobispo de Tarragona Bernardo Tort, y de los Obispos Pedro de Redorta de Vique, Guillermo Torroja de Barcelona, Bernardo Sanz de Urgel y Bernardo de Zaragoza. Dio pues el Conde al Obispo y a la iglesia en el día de su consagración todos los diezmos y primicias de la ciudad y territorio de Lérida, con los diezmos de molinos, leudas y pasajes, y todas las mezquitas, con arreglo al breve de Urbano II. Va copia de esta escritura, confirmada después por Don Alfonso II, hijo de dicho Conde (a: Ap. núm. XII.)

Tras esto el sabio Obispo aplicó sus cuidados al establecimiento del clero. Por de contado se trasladaron acá como a su Sede propia los oficios o dignidades que todavía se conservaban en la de Roda, es a saber, los arcedianatos de Ribagorza, Terrantona , Benasque y Pallás y la precentoría, quedando allá los oficios esenciales de aquella canónica reglar, y algunas otras dignidades que le estaban anexas de iglesias extrañas. Con esto quedó ordenada por de pronto la canónica Ilerdense, y ya se halla una u otra admisión in canonicum de los años 1156, 58 y 64, sin que por eso nos conste, ni sea muy necesario averiguar, cuál fue el carácter de dicha canónica en los diez y nueve primeros años de su restauración, no siendo inverosímil que así los trasladados de Roda como el mismo Obispo continuasen en la profesión de la canónica agustiniana, que allá observaban, ya que la gravedad de las circunstancias les obligaba a no cumplir la estabilidad de lugar que habían ofrecido. Mas esto no bastaba para el orden de la nueva canónica. Era preciso fijar su constitución acomodada a la localidad y otras circunstancias: constitución peculiar y no mendigada de otra parte. Esto hizo el Obispo Don Guillermo Pérez en el año 1168, día 29 de abril, estableciendo, con el parecer de los canónigos de Lérida y Roda, y de los Abades de la diócesi, que en esta catedral sólo hubiese veinte y cinco canónigos en el primer decenio siguiente, quedando a la discreción de los sucesores aumentar dicho número, si las rentas de la iglesia lo permitiesen. Todo esto con la condición de que los nuevos canónigos nullo modo recipiantur nisi in habitu Beati Augustini, et hoc in Assumptione Beatae Mariae habita communi convenientia totius Capituli. Sigue dotando la mensa canonical, y confirmando lo que en otra constitución tenía ya establecido acerca de las porciones que debían administrarse a los veinte y cinco canónigos. Fija la dotación de la limosna y de varias iglesias, asignando la del Sacrista, Arcediano y Prepósito: todo lo cual dirá mejor la copia adjunta (a: Ap. núm. XIII.). Es de observar que en esta constitución se suponen ya instituidos y existentes los oficios de Prior, Sacrista, Arcediano mayor y Prepósitos propios de la iglesia de Lérida. Item en ella se hace mención de otra anterior, en que se había señalado la porción canonical. Por consiguiente se ha de creer que no es esta la primera ordinación de la iglesia de Lérida; y que aunque ahora se arregló el plan económico de sus rentas, hubo antes de esto otra constitución, sea de escrito o de palabra, que directa y solamente ordenase el género de vida, los oficios, señaladamente la creación de las preposituras, que en otras iglesias reglares de Cataluña no se instituyeron sino en tiempo de la decadencia de la vida reglar, y aquí las hallamos en su primer establecimiento. Mas esta escritura y ordenación anterior no parece, ni aun se sabe de ella. Nueve días después de esta constitución hizo otra más circunstanciada sobre el número, cantidad y calidad de las porciones de comida que debían dar los Prepósitos a los canónigos y clérigos en los días festivos y no festivos de todo el año. Es documento curioso. Va copiado con el antecedente (a: Ap. núm. XIV.). El número sobredicho de canónigos, con el priorato, precentoría y tesorería se confirmó, andando el tiempo, por el Obispo Don Berenguer de Eril y su Capítulo año 1232, añadiendo que los Arzobispos, Obispo, Abades, y aun los legos nobles, que por honor eran admitidos en canónigos, y percibían la porción canonical, no por eso tenían derecho ni voz en Capítulo ni en el gobierno de la iglesia. Va copia de esta escritura original (b: Ap. núm. XV.). 

Aun estas porciones reales, dadas para canonicatos honorarios, prohibió cinco años después el Obispo Don Pedro de Albalat en constitución del día 3 de diciembre de 1237. Poco después, en 1254, se suprimió el oficio de Prior y se erigió en su lugar la dignidad de Deán, la cual obtuvo el primero Arnaldo de Vernet. 

Todo esto, y la ninguna memoria que aquí hay de profesiones en el siglo XIII, dan a entender claramente que no se introdujo esta vida con el rigor con que se había establecido diez o doce años antes en Tarragona y Tortosa. Y así fue fácil que tomase antes de cumplirse un siglo el aspecto de secularización, como acabamos de ver en la supresión del priorato y erección del deanato, carácter indubitable de iglesia secular. Mayor y más clara prueba de lo mismo son los testamentos de algunos canónigos del siglo XIII, hechos a la hora de la muerte, disponiendo libremente de sus bienes y legando algunas cosas a sus criados y sirvientes (a: Ap. núm. XVI.). Item las compras y ventas hechas por algunos de ellos mismos en particular. Entre las cuales es curiosa la escritura que existe aquí original, hecha V. idus septembris, año 1267, en que el citado Arnaldo de Vernet, primer Deán de esta iglesia, compró a Miguel Dagrefuy manens in Alcanicio de fronteria, una Sarracena blanca, llamada Axa, por precio de setenta y dos sueldos jaqueses. Asegura el vendedor que dicha Sarracena non mingit in lecto, nec est tolta, rapta sive furata, nec est de pace vel treuga Domini Regis Aragon. vel Regis Castellae, nec de aliquo loco suspecto, nec est demoniacha seu gula cadens, nec stulta, aut christiana, immo est Sarracena et filia Sarraceni et Sarracenae. 

Consiguiente a todo esto es el modo con que el Capítulo en algunas deliberaciones de principios del siglo XIV habla de la vida regular de sus antepasados como de una cosa ya enteramente desusada. Así que no es extraño que no se halle bula de secularización de esta iglesia ni disolución jurídica de su regularidad. Instituyose esta porque el Obispo y Arcedianos vinieron de Roda, donde se observaba: mas no pasó su observancia más allá del siglo XII. Sin embargo, se mantuvo en esta iglesia como en otras muchas seculares la práctica de colaciones en el claustro antes de completas hasta todo el siglo XV y otros usos monacales; las cuales, como he dicho muchas veces, nada arguyen a favor de la regularidad. También conservaron ambas iglesias la hermandad, y los dos Capítulos se reputaron por uno solo en cuanto a la elección de Obispos, hasta que se introdujeron las reservas pontificias; como ya quedó establecido en las cartas anteriores.

El titular ha sido siempre la Asunción de María Santísima. Pintaba este Capítulo en su sello la imagen de nuestra Señora sentada con el niño en brazos. En el que se conserva en una escritura de concordia con Pelay Periz, Maestre de Santiago, IV non. maii 1262, se ve la imagen sobredicha, y en el reverso un lirio sostenido de una mano con este lema: Dirige Domine vias meas. La memoria más antigua de hábitos corales en esta iglesia es del año 1369, en que en Capítulo general hicieron la constitución quod nullus canonicus et beneficiatus audeat intrare in chorum, aut ibi manere cum capell de sol, nec cum serboyx, neque mantello seu tabardo albo, viridi seu alterius coloris inhonesti. Yo no puedo decir ahora qué clase de sombreros eran los capells de sol, ni mucho menos qué era serboyx. De lo primero hallo entre las Consuetudines Ilerdenses (Costums de Lleida), ordenadas por Guillermo Botet, una De capellis solis que dice: In capellis solis nulla fraus fiat vel aliquid misceatur: sin autem XX solidorum cotus est. Ducange interpreta esta palabra por lo que decimos quitasol, mas en las dos constituciones citadas es claro que significaba otra cosa muy distinta, y que más bien parece ser algún gorro o bonete tejido o hecho de lana como nuestros sombreros.

Guillermo de Ivartio, canónigo, en testamento de 1270 dice: Dimitto Pontio de Bioscha caputium plumbe pavonis meum solis. En 1484 el Capítulo dispuso que los canónigos no entren en el coro sin capas, ni los beneficiados sin almuzas. En otra constitución de 20 de diciembre de 1578 se ve que ya era costumbre de esta iglesia quod a festo omnium Sanctorum ad Pascha incederent canonici cum capis nigris fodratis de grisis; et a festo Paschae ad omnium SS. cum almutiis fodratis de cetino carmesino. En 1595 se estableció el uso de los armiños en invierno en lugar de las de gris, como verás en la copia adjunta (a: Ap. núm. XVII.). En 1598 a 4 de noviembre mandaron que se trajesen de Murviedro o de Valencia pannos sericos pro arminiis induendis, y que si no llegaban acá antes del día 16 del mismo mes, cada canónigo vistiese ad libitum, dummodo sit de tafetà. Juntamente se ordenó que para recibir a Felipe III saliesen los canónigos hasta la era subtus Gardeny, vestidos de bayeta. A 18 de marzo de 1690 deliberaron que en lo temps de estiu aporten manega justa de tela davall les manegues grans del sobrepelliz. El hábito actual es como el que dije de las iglesias de Vique y Urgel. De la biblioteca antigua de esta iglesia quedan pocos vestigios, si no son algunos Breviarios y Misales manuscritos del siglo XIV o fines del XIII, y otros impresos de que se hablará en su lugar y cuando digamos algo de ritos y reliquias. A 30 de diciembre de 1457 hallo que se mandó construir una pieza destinada para su colocación. Aun antes de eso hay memorias en 1415 de grandes gastos para estantería y pieza. Hay también memorias de varios libros recibidos y entregados en ese siglo y siguiente, cuya noticia no sirve a la bibliografía. Sólo diré de la entrega que hizo este Capítulo a 4 de enero de 1578 de un códice manuscrito de las Etimologías de San Isidoro Hispalense para enviar al Rey Felipe II; el cual, deseando que se publicasen correctas las obras del Santo doctor, pidió a esta catedral los códices que aquí se hallasen. Va copiada esta carta de 14 de julio de 1577 (a: Ap. núm. XVIII.). En otra de 20 de agosto decía al Capítulo Juan López de Velasco: Por orden de Su Magestad está á mi cargo la solicitud y cuidado de la correction de las obras de Sancto Isidoro. Entiendo que no era este el corrector y editor, sino el encargado de lo material del negocio, o como le llama el procurador de este Capítulo en Madrid en carta de 29 de agosto, el que tiene á su cargo los libros de Su Magestad. Debió volver el códice, mas no parece (devolver; aparece). 

El archivo está colocado con toda la grandiosidad y decencia que corresponde a su clase y al decoro de esta iglesia. Los anticuarios de nuestros días suelen hablar muy mal en este artículo, y conforme a lo que en ello les pasó, degradando para con los extranjeros el concepto y honor. Yo, que no les llevo ventaja en las circunstancias de los tiempos, los he hallado abiertos para todo cuanto he querido aprovecharme de sus tesoros. En este he merecido, no sólo la franqueza que yo podía apetecer, sino también que los señores comisionados Don Eduardo María Sáenz de la Guardia, Deán, Don Rafael Barnola y Don José Salas, canónigos archiveros, me hayan ayudado en mis investigaciones, poniéndose de parte del bien común que me anima, y anima a estos señores y a todos los cabildos de España. El archivo, como decía, está completo en todo lo que toca al estado moderno de esta iglesia, es decir, de mitad del siglo XII acá. Consérvanse además las deliberaciones capitulares desde fines del siglo XIV, gran depósito de noticias, aun civiles, que he aprovechado. Dejo de decir de los Tumbos, o libros verdes, y colecciones de Constituciones sinodales y provinciales, y otras curiosidades comunes a todas las iglesias. Con estos auxilios he podido apurar e ilustrar algunos puntos de la historia de esta iglesia, tal cual lo dio Dios; y además se han rectificado los Episcopologios de otras. Cosas, que el público disfrutará, sin que yo lo diga.

martes, 3 de enero de 2023

Carta CIX. Noticia de códices, pinturas y otras curiosidades que poseen algunas personas de la ciudad de Lérida.

CARTA CIX.

Noticia de códices, pinturas y otras curiosidades que poseen algunas personas de la ciudad de Lérida. 

Mi querido hermano: No sólo los archivos y depósitos públicos son los asilos donde se han salvado los monumentos de la historia y literatura. Tal vez en las casas de no pocos sujetos particulares se hallan algunas curiosidades literarias, tanto más apreciables, cuanto son recogidas en pocos años, supliendo el afán y pericia de sus dueños a toda la espera y lentitud con que el tiempo suele reunirlas. De algunas de estas riquezas parciales he hablado en tal cual correo; y el de hoy se empleará en dar razón de las que posee Don Anastasio Pinós, abogado de los reales Consejos de esta ciudad de Lérida. Y comenzando por la noticia de los libros raros que posee, sea el primero:

La nombrada Tragicomedia de Calisto y Melibea, o sea la Celestina, de edición desconocida y mucho anterior a las sabidas hasta aquí. Que si por las que se hicieron en España desde el 1534, Don Nicolás Antonio y el Abate Andrés probaron el aprecio que los españoles hicieron de este drama; mucho mejor se evidencia lo mismo por esta edición hecha en Barcelona por Carlos Amorós, año 1525, como lo expresa la siguiente estrofa al fin del libro:

El carro de Febo: sus vueltas ha dado

mil y quinientas: y XXV en rueda

ambos los hijos: entonces de Leda

a Phebo en su casa: tienen posentado

cuando este muy dulce: y breve tratado

después de revisto: y bien corregido

dentro Barcelona: pintado y leído

por Carlos Amorós: impressa acabado.

Del prefacio que se puso en esta edición se infiere que hubo también otras anteriores; porque hablando de la diversidad de pareceres que había sobre esta comedia, dice: aun los impresores han dado sus punturas poniendo rúbricas o sumarios al principio de cada acto, narrando en breve lo que dentro contiene: una cosa bien excusada según lo que los antiguos escritores usaron. Por donde parece que son muchas las ediciones españolas de este drama anteriores a la primera conocida de 1534. El corrector de esta impresión fue Alonso de Proaza, el cual puso al fin algunas estancias en loor de la comedia, como la copiada arriba del año de la impresión. En una de ellas indica el secreto con que ocultó su nombre el continuador de esta pieza en las iniciales de las once coplas que puso al principio, las cuales unidas dicen: el bacriller (bachiller) Fernande de Roias (Fernando de Rojas) acabó la comedia de Calysto y Melybea: fue nascido en la Puebla de Montavan (Puebla de Montalbán, Toledo). Este comenzó su continuación desde el segundo acto, donde dice: Hermanos míos, etc., reduciendo a un acto solo todo lo que halló en Salamanca, donde estudiaba la jurisprudencia, escrito, según algunos dicen, por Juan de Mena, et segun otros Rodrigo Cota. Esto y lo demás que hay sobre el mérito intrínseco de este drama, es sabido entre los literatos. 

Los dichos y hechos de Alfonso V de Aragón. Esta obrita, bien conocida en latín, en cuyo idioma la compuso Antonio Panormitano, no lo es tanto en la traducción castellana que aquí hallo hecha por un anónimo, que indica haber ya hecho otras versiones en lengua española. Esto dice el mismo en la dedicatoria a un sobrino del Infante Don Enrique, hermano de dicho Rey. Al fin, después de la alocución de dicho Príncipe a los Cardenales sobre su empresa contra el Turco con que acaba el libro IV, añade el triumpho que al Rey Don Alonso fue dado en la misma ciudad de Nápoles despues de todo el reyno conquistado. Finalmente, por cumplir algunas hojas que quedavan vacias se puso una adición de varios casos y sucesos históricos, o más bien cuentos, etc. Todo fue impreso en Zaragoza en casa de Agustín Millán, a costas de Miguel Çapilla, en 1552, en 8.°

Perutile Danielis Sisonis grammaticale compendium ad generosum Franciscum de Luna dicatum incipit feliciter. Este es el epígrafe de un vol. fol. impreso a dos columnas sin nota del lugar y editor. El Don Francisco de Luna era hijo del famoso Don Juan de Luna. La patria y oficio del autor consta del epígrafe final: Danielis Sisonis Fragensis, Montissoni gymnasii magistri maioris perutile grammatices compendium ad humanisimum virum Franciscum de Luna delectum. Anno christianae salutis MCCCCXC. tertio (1493) kal. octobrias feliciter explicitum. Deo gratias. El carácter de la edición es de las de España en aquel tiempo. El autor se propuso extender el gusto de la latinidad, que había introducido el Nebrisense (Nebrija). Entiendo que ni el autor ni la edición es conocida. Tú lo dirás.

Allí mismo vi un tomo en 8.° de 318. fol., intitulado: Consuelo de nuestra peregrinación, obra del Cartujo y después Obispo de Urgel Don fray Andrés Capilla, impresa con la aprobación de Don Antonio Agustín en Lérida en 1574 por Pedro de Robles y Juan de Villanueva. Esta es la que creyó Don Nicolás Antonio ser el tratado de Passione Dominica. Consta de 33 capítulos: 1.° del origen de los errores y del principio de la religión christiana. Último: de la sanctidad y perfección de la ley evangélica quanto a lo que en ella se manda.

También posee el mismo las dos raras traducciones españolas que hizo el canónigo de Urgel Don Jaime Bertomeu: 1.a Historia de los XII Césares de Suetonio Tranquillo, impresa en Tarragona, 1596, 8.° 

2.a Historia de las guerras civiles de Apiano Alejandrino en Barcelona, 1592, en 4.°, por Sebastián Cormelles. Esta última tiene la continuación que indicó Pellicer (Bibliot. de traductores).

Item una edición no conocida del siglo XV, que contiene dos opúsculos en 4.°: 1.° Incipit liber Lotarii levitae et Cardinalis de vilitate conditionis humanae, qui Lotarius postea Innocentius Papa III dictus est. 2.° D. Bernardi Abbatis ad humanae conditionis cognitionem meditationes: ambos impresos en Barcelona por Pedro Posa en 1499.

Otras ediciones raras tiene el mismo recogidas. Tal es la de Aulo Gelio en fol., de Roma, de 1469, conocida en el Orlandi. Las categorías y predicamentos de Fr. Francisco Mairón, franciscano, enmendadas por Bartolomé Granyo, maestro en artes, impresos en Lérida por Enrique Teutónico (Heinrich en alemán) año 1485. Este impresor es el Enrique Botel, que como dije ha algunos meses, publicó allí mismo el Sacramental de Clemente Sánchez de Verceal. Es indubitable que este artista había fijado aquí su oficina, como lo prueban las ediciones que de él se hallan, y según exigía esta ciudad, ilustrada con la famosa universidad que en ella florecía había ya casi dos siglos.

Dejo de decir de otras ediciones y libros curiosos, como también de una buena colección de monedas, así romanas como de los tiempos medios, que posee dicho señor. Entre las primeras hay algunas inéditas, y de solas las de Lérida hay cinco o seis no conocidas. 

Vi ademas una porción de sellos grabados en cornerinas y en piedras preciosas y bronces y otras antiguallas, entre las cuales merece particular memoria una taza de cobre árabe con curiosos relieves, de la cual llevaron dibujo los señores del Viaje pintoresco.

Allí mismo leí una breve disertación, trabajada por el mismo Pinós, sobre una inscripción romana que hoy día se conserva en la calle de la Palma, y según dice el historiador Pujades estuvo antes en la parte exterior de la muralla, junto a la puerta de Boteros. Dice así:

AFRANIA

L.    L. 

CRHOCALE

S. 

Hablan de ella Antonio Agustín, Marca, Finestres. Este último interpretó la palabra Crhocale (o como debió escribirse Crocale), apellido de la liberta Afrania, dándole la correspondencia de pulchri-color. Pinós añade que Crozallis en Plinio significa una piedra preciosa,  que cerasum representat, y que a este color determinadamente se alude en dicha palabra. Trae para esto varia erudición que omito. De modo que la lectura de este letrero sea: Afrania Lucii liberta Crocale sibi. 

Un fragmento de otra inédita me hizo ver en casa de un amigo suyo; la cual descubrió el Segre años pasados en una de sus inundaciones, y es como sigue, suplida en su rotura por otras de esta clase:

NERO. CLAVDIVS (DIVI)

CLAVDII. F. GE(RMAN. CAES. AVG. NEPOS)

TI. CAES. AVG. (PRON. DIVI)

AVG. ABN. C(AES. AVG. GERMANICVS)

PONT. MAX. T(RIBVN. POT.)

IMP. VIA. AVG(VSTA)

Su lectura e inteligencia es notoria, y también el objeto con que se debió poner, que fue algún reparo hecho por el Emperador en el camino público. No sé si habrá otras inscripciones de Nerón que escapasen como esta de la general proscripción con que se mandaron quitar todas sus memorias públicas. 

También me franqueó otro fragmento de una inscripción inédita y todavía enterrada en una caballeriza, la cual gozó un momento de la luz del día, mientras a beneficio de una excavación la leyó dicho Sr. Pinós, y luego volvió a quedar sepultada en sus ruinas y obscuridad. Poco es lo que dice, porque sólo se lee en ella: 

MARCIAE

TEMPESTIVAE 

Pero eso poco ¿qué mal haría a la vista de los literatos, ofendida a cada paso con objetos indecorosos a la nación?

En casa de Don Ignacio Gomar vi algunos buenos cuadros, entre los cuales son de mérito un Sansón en el seno de Dalila (pone Dálila), de escuela romana, y ocho grandes láminas de cobre con asuntos apaisados, de los cuales son graciosos un David, a quien salen a recibir las doncellas, y el rapto de Europa. En este último parece estar indicado el autor de todos ellos con las siguientes iniciales: A.W. IN. F.

Otro cuadro de mucho menor mérito representa a San Pablo, primer ermitaño, visitado por San Antonio, cuyo autor no quiso ser ignorado, escribiendo al pie su nombre: Pedro Martir Atanasio faciebat.

Algunas otras buenas pinturas vi en otras casas y sujetos de varias clases aficionados a ellas. Cuando se extiendan más los influjos que ha comenzado a esparcir la Academia de Barcelona, merecerá esta ciudad subalterna una escuela de dibujo que proporcione a su gran vecindario esta nueva carrera tan brillante en la sociedad.

Por último, remito un extracto de un códice ms. del archivo de esta ciudad (a: Ap. núm. XI.)