La reconquista de la importante plaza musulmana de Valencia, tan costosa en todos los sentidos, colmó, aunque por poco tiempo, las ansias reconquistadoras del rey Jaime I el Conquistador, que apenas si se tomó un respiro en su lucha contra los agarenos.
Lo cierto es que, una vez recobrada Valencia y su tierra de manos de los musulmanes, permaneció allí un cierto tiempo que dedicó a diseñar su defensa, a trazar el plan a seguir para la ocupación y explotación del nuevo territorio y a ordenar las medidas encaminadas al buen gobierno de las tierras ocupadas. Cuando hubo llevado a cabo todo esto, Jaime I el Conquistador pensó en regresar hacia sus tierras aragonesas donde varios asuntos importantes requerían su presencia y actuación.
Durante el regreso hacia Zaragoza, tal como solía a hacer siempre que iba de camino, llevaba consigo, acomodada con mimo y esmero en la silla de su cabalgadura, una imagen no muy grande de la Virgen, a la que es bien sabido cómo el rey aragonés profesaba una gran devoción y a cuya ayuda y amparo decía deberle la reconquista de tres reinos ganados a los musulmanes en más de treinta batallas campales.
Tras algunas jornadas de andadura por las altas tierras turolenses, al llegar con sus huestes y séquito a la altura de Bea y Lagueruela, fue acogido con grandes muestras de respeto y cariño por los pobladores de ambos lugares, de modo que se vio obligado, ante el calor demostrado por aquéllos, a hacer un alto en el camino.
Agradecido por las atenciones y agasajos recibidos, decidió regalarles la imagen que llevaba acomodada en la silla de su caballo y que tanto estimaba.
Sus súbditos de Bea y Lagueruela, sumamente agradecidos y emocionados por el rasgo del monarca, prometieron que la convertirían en adelante en su guía y patrona, dándole el nombre de Nuestra Señora de la Silla, en recuerdo de tan original capilla andante.
Sus súbditos de Bea y Lagueruela, sumamente agradecidos y emocionados por el rasgo del monarca, prometieron que la convertirían en adelante en su guía y patrona, dándole el nombre de Nuestra Señora de la Silla, en recuerdo de tan original capilla andante.
[Bernal, José, Tradiciones..., pág. 94.]
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