Tago hijo de Brigo, sucedió a su padre, y parece más ajustado que buscar otra linea en Gomero primogénito de Japhet: puede elegir el lector, que para todo hay abogados. (1: Beut. Lib. 1, c. 69. Garib. Lib. 4, cap. 9, defiende ser hijo de Brigo. Annio lib. 1, cap. 15. sup. 5, de Beroso Cass. p. 2. cons. 19. Marín, de reb. Hisp. lib. 6. Tarafa de Tago.)
Sacó mucho pueblo de esta tierra para poblar otras provincias, como Albania, Libia, parte de África, Fenicia, Suria, donde se halla la ciudad de Tiro, y que estos pueblos desciendan de los españoles lo aseguran Varron, y Plinio. (2: Plinio, Nat. Hist. lib. 3. Tarafa de Tago fol. 7. Pujades lib. 1, c. 15.)
De este rey, tomó nombre el río Tech; murió en Rosellón, año del Mundo 2094, habiendo reinado 30 años.
El Rey Tagus y la leyenda del destino guardada en el Tajo.
Toledoth, Toletum, Tolaitola, Toledo ciudad en que por generaciones se dará grandeza a Dios, capital de un imperio en el que no se ponía el sol, ciudad visitada por hombres ilustres del presente y del pasado, dicen que personas de antiguas leyendas la visitaron, que la misma magia se apellidó Toledana en su honor y que tanto el Sabio Rey Salomón, como el Hércules hijo de dioses, quedaron fascinados a sus pies y cuentan que fue elegida por los antiguos para dejar en ella sus secretos.
Esta es una leyenda sobre los secretos que guarda la fundación y el nombre de Toledo.
Cuentan que poco después del diluvio Noé llegó a la península para visitar a su nieto Tubal establecido. En los montes de Toledo primer rey de Iberia ya que llamo así a la península en honor de su hijo Ibero.
En este viaje Noé fundaría varios pueblos y ciudades (Noela, Noia, Noega y otros ...). Y dejaría a su nieto un cofre en el que guardo un secreto que le diera el propio Dios, Con mandato de que nunca abriera el cofre, quien lo abriera sufriría el castigo divino.
Este cofre fue pasando a los descendientes de Tubal. Ibero, Idubea, Brigo hasta que casi 300 años a.C. Reino el Rey Tago (Tagus) Rey de los Olcades, Uno de los pueblos carpetanos quien tenía la capital de los en Althia cerca de Cuenca.
Ante la invasión de los cartagineses y de los romanos, se alió Tago con los cartagineses pero escondió el cofre en una cueva, está se encontraba cerca de un entonces pequeño pueblo fundado por su antepasado Tubal.
El cartaginés Asdrúbal sabiendo de este cofre torturo a Tago y ante su negativa a decirle el sitio en que lo había escondido crucificó a Tago, y trató infructuosamente de que sus sirvientes le dijeran el sitio,
Uno de estos sirvientes vengando a su Rey asesino a Asdrúbal, esté hecho daría lugar a los actos de este tipo de conozcan como la Devotio Celtíbera. Aníbal sucedería a Asdrúbal y en venganza acabaría con casi todos los Olcades destruyendo sus ciudades, no quedando más que algún pequeño poblado que fue absorbido por los otros pueblos Carpetanos,
Los romanos, en honor de Tago llamaron Tajo al río en que se encontraba la cueva en que Tago escondió el cofre, pero aunque supieron de la cueva, nunca encontraron el cofre.
Pasarían siglos hasta que de nuevo fuese encontrada la cueva y el cofre por el Rey Visigodo Teudis, la encontró en la ciudad que los romanos llamaban Toletum. Este Rey trasladó la capital del reino visigodo a la actual Toledo, conocedor y temeroso de la prohibición impuesta por Noé, no abrió el cofre y mandaría que todos y cada uno de sus sucesores aumentase el cierre de la cueva colocando cada uno de ellos, un candado nuevo en ella.
Así se convirtió en tradición que los reyes godos colocasen candados en la entrada a la cueva. Pasarían los años hasta que Roderico (Rodrigo) un nefasto rey alcanzase el trono, este quería ser superior a todos los anteriores y pensó que el secreto guardado en la cueva sería bien una gran fortuna lo que le proporcionara riquezas sin fin o como decían las leyendas de su tiempo el propio secreto de la creación lo que le convertiría en un hombre dios superior a los demás hombres.
Este Rey rompería los candados anteriores y penetraría en la cueva, encontrando un altar construido por Teudis y encima de él el cofre de Noe.
Abrió el cofre en él encontró un rollo de tela en el que se veían desafiantes figuras de hombres con turbantes y espadas. dicen que estas figuras empezaron a flotar en el aire.
En ese mismo momento se produjo un temblor Asustados corrieron el Rey Rodrigo y sus hombres, mientras una avalancha de rocas tapaba la cueva y un sonido de una voz infernal procedente del mismo y cercano río que decía.
"O desdichado Rey tú que no seguiste los mandatos ni de tus antepasados ni del mismo Dios.
He aquí que esos mismos hombres que viste darán muerte a tu ejército en aguas lejanas.
Esos mismos hombres que has visto mandarán en tu casa y en tu reino.
Tú irás a llorar tus penas y a morir a sitio lejano donde nadie llorara tu tumba"
Se hicieron promesa de no decir lo que habían visto y escuchado pero he aquí que poco tiempo después, estando Rodrigo y su ejército en Pamplona, Preparándose para enfrentarse a los vascones, llegó un mensajero de la bética para informar al Rey de que hombres procedentes de África habían cruzado el estrecho en Algeciras invadiendo España. El Rey Rodrigo se dirigió al sur para enfrentarse a los invasores en las aguas lejanas del Guadalete.
Aunque antaño eran enemigos, ante el temor de una invasión y conquista los hijos de Witiza, Sisberto Y Abba, parecen apoyar a Don Rodrigo. Pero los acontecimientos dan un giro dramático; una vez Rodrigo tiene desplegados sus ejércitos de manera organizada, en alas, y una vez están enfrente de los musulmanes, las alas lideradas por Abba y Sisberto se pasan al bando enemigo, quedando las tropas de Rodrigo en inferioridad numérica y rota su estrategia.
Hay quien dice que él Rey no murió en el mismo Guadalete, si no que herido logró llegar a Portugal y así cuentan algunas crónicas, que apareció un tumba en Viseu (Portugal) con al inscripción "Aquí yace Roderico, rey de los godos." dando cumplimiento completo a lo indicado por la voz del Tajo.
Y siempre quedará el recuerdo de su nefasta osadía.
Los árabes cual castigo divino conquistaron en solo nueve años unas tierras habitadas por gentes ingobernables que los romanos tardaron casi 300 años en conquistar.
De igual modo cuenta la leyenda que el rey y quienes con el entraron a la cueva solo vieron una parte del rollo de tela y que en él aún permanece el resto de cosas que guarda el porvenir de esta tierra y del mismo hombre permaneciendo aún oculto en el interior de una tapada cueva junto al río Tajo.
De la obra intitulada Marca Hispánica. De las historias particulares de ciudades e iglesias. Falta que hace la biblioteca de escritores catalanes: algunas condiciones con que debe escribirse esta obra.
Mi querido hermano: Varias veces me has dicho, como para alentarme en la pesadísima carga que he tomado sobre mí, que puedo ayudarme de lo que se haya publicado en la Marca Hispánica, y en las historias particulares y generales de Cataluña, y en la biblioteca de escritores de esta provincia. Mas yo te juro que si estuvieras con las manos en la masa, verías por experiencia que no son estos auxilios lo que te imaginas, y que algunos de ellos dejándolo de ser, pasan a ser estorbos.
La Marca Hispánica, por ejemplo, es sin disputa obra de mucho mérito, por contener investigaciones curiosas sobre las antigüedades geográficas y políticas de este país, y un copioso número de sus memorias eclesiásticas y civiles. Mas Pedro de Marca que la trabajó, y Esteban Balucio que la publicó añadiéndole el libro IV, se muestran alguna vez mal animados contra las glorias de España, y ajenos de la imparcialidad que tanto debe resplandecer en la historia. Fijados en el congreso de Ceret los límites entre España y Francia en virtud de las paces generales del año 1659, para justificación de lo resuelto en él parecioles preciso escribir la obra sobredicha. En la cual influyó más de lo que debía ser el espíritu de partido que reinó en las conferencias de los enviados por ambas partes. Y esto lo conocerá cualquiera que lea dicha obra, en que desde su prefación se descubre la jactancia francesa, muy fuera de propósito en quien al mismo tiempo incurría en equivocaciones, que más desdoran al que las escribió, que a la reputación de una nación amiga. Pero esto no es lo que hoy quería decir. Mejor será guardarlo para cuando haya humor de reunir en un punto de vista los renuncios de Balucio. Lo que digo es que eso mismo estorba lejos de ayudar; porque cosa es de nuevo trabajo estar cada momento rectificando fechas, aclarando equivocaciones, desvaneciendo calumnias, en suma, volviendo a la historia lo que es suyo, esto es, la verdad que le robaron los que quisieron enriquecer su casa a costa ajena. Otra cosa hay que observar en esta obra de que hablo, y es que la mayor parte de los documentos que en ella se publican, están tomados, no de los originales, sino de los traslados de ellos. Esto también advertirá cualquiera que tenga proporción y paciencia de hacer algunos cotejos, como yo los he hecho con el fin de ahorrar trabajo en nuevas copias. Hállanse en las iglesias y monasterios cartorales, o como llaman en Castilla tumbos y becerros, donde en los siglos XII y XIII se usó copiar todas sus escrituras importantes: hállanse en los mismos archivos los originales de ellas. Pues las publicadas en la Marca están por la mayor parte conformes con las escritas en aquellos libros, esto es, tienen todos los defectos de los que allí las trasladaron, de los cuales carecen los pergaminos auténticos. Con esto yo que repetidas veces tengo hecha esta observación, ya no puedo fiarme en documentos de importancia, aunque los halle impresos en esa obra: es preciso cotejarlos, y algunos de ellos copiarlos de nuevo. Y así no hallo en ese libro todo el auxilio que de él se debía esperar. En lo que puedo me sirvo de él, citándole para que leas allí ciertos documentos que contienen la verdad de los hechos, aunque entre inexactitudes paleográficas y diplomáticas. Porque ¿cómo atenderá a la mayor perfección de lo ya publicado, quien tiene a la vista tantas riquezas inéditas?
Mucho menos que esto me han ayudado las historias particulares de algunas ciudades e iglesias. Casi todas ellas se escribieron cuando tenían gran crédito los falsos cronicones; y así las hallarás atestadas de obispos y santos y sucesos fabulosos, amén de la longura (extensión, largo, longo) de las narrativas, exornadas con erudición de toda especie menos de la histórica. Poquísimo es lo que he leído de tales libros; y si algo he visto, ha sido después de haber examinado los archivos respectivos, y de haber ordenado la historia de cada punto, y no antes, en ninguna manera; porque la experiencia de una o dos veces me escarmentó para siempre. Los archivos, esos son los libros que leo; lo que en ellos queda, eso enseña la verdad. Narración sin prueba al canto, y más en cosas de antigüedad remota, no merece ser creída. Bien veo que con este plan que sigo, no sale completa la historia de cada ciudad, iglesia o monasterio, esto es, no contiene junto con lo que yo he hallado, lo demás que hallaron o escribieron otros sin hallarlo. A lo cual responderé dos cosas: 1.a que más vale saber lo poco con entera certidumbre de su verdad, que muchas cosas con duda y sospecha.
2.a Que a mí no me encarga el Gobierno reunir en un escrito cuanto haya que decir de cada punto, sino solamente recoger lo que el tiempo y la ignorancia permitieron que llegase a nosotros en códices, escrituras, piedras, monedas y demás monumentos de nuestra literatura. Y cierto que para desempeñar este encargo no son muy del caso los libros que digo. De cuya clase por lo que toca a esta provincia, exceptúo el episcopologio de Barcelona, escrito por el P. Aymerich, y las memorias de los MM. de Gerona ordenadas y analizadas por el sabio canónigo de aquella iglesia D. Francisco Dorca. Estas obras sí que son apreciables, y de ellas me he servido bien.
Por último la biblioteca de escritores catalanes todavía no existe, y de ellos no se sabe más que lo que en la general de España dijeron Nicolás Antonio, y su anotador Pérez Bayer, y lo que acá y acullá publicaron algunos aisladamente y por incidencia. Cosa es esta que a muchos ha de parecer increíble. Una provincia como la de Cataluña que tanto floreció en todas las ciencias y artes en sus dos siglos de oro XIII y XIV, contando a centenares los escritores de jurisprudencia, teología, política, filosofía moral, poesía y otras mil cosas, en número mucho mayor que cualquiera otra de España: una provincia dominada de un gusto, y digamos del genio tutelar de la música, y donde las nobles artes han hallado un asilo tan opulento, que ya no hay corte en la Europa donde no haya catalanes pensionados por el consulado de Barcelona para perfeccionarse en la estatuaria, pintura, arquitectura y grabado; cuya capital encierra en sus muros tantos objetos de lujo literario, escuelas particulares de cirugía, química, física, matemáticas, sordo-mudos, museos, monetarios y otros muchos establecimientos, sin contar los públicos de artes y ciencias: pues digo, ¿esta provincia todavía ha de estar sin biblioteca de sus escritores? Tienen la suya los aragoneses escrita por Latassa, y los valencianos las dos de Rodríguez y de Ximeno, a las cuales va a imprimirse un tomo de adiciones y correcciones recogidas por D. Justo Pastor Fuster (N. E. libro que he editado, está online https://librosmoncho.blogspot.com/2022/01/biblioteca-valenciana-hasta-1700-justo-pastor-fueste.html y en Amazon), encuadernador de libros: y Cataluña que fue la cuna del saber de la antigua corona de Aragón se está sin publicar la suya, y sufre con paciencia que al paso que se saben las proezas militares de sus mayores, y su pericia en la náutica, y su ingenio en las artes, queden ignoradas las producciones de su ingenio y erudición. El siglo de oro de los catalanes tuvo la desgracia de preceder a la invención de la imprenta; y esta es la causa principal porque se ignoran los progresos de la literatura de esta provincia tan fértil en ingenios (N. E sobre todo si añaden los occitanos, mallorquines, valencianos etc).
Pero ella misma debía ser la que más estimulase a los sabios del día a indagar y hacer públicas las obras de sus maestros.
Que ora sean MSS. o impresas, la noticia de los literatos trae consigo la de la literatura en que brillaron los siglos pasados, sin cuyo conocimiento ni la patria tiene el honor que le corresponde, ni nadie debe tenerse por sabio. Este fruto no se adquiere si no se reúnen en un cuerpo y cronológicamente todos los escritores domésticos, que es como una escuela y digamos espejo del progreso que hicieron los conocimientos humanos.
Estas quejas he manifestado francamente desde mi entrada en Cataluña, sin cesar en ellas hasta que traté en Barcelona a D. Ignacio Torres y Amat, bibliotecario del colegio Tridentino de Belén, al cual hallé dedicado con fruto a este trabajo. Entonces supe que ya el difunto P. D. Jaime Caresmar había recogido muchas noticias de escritores antiguos, y supe que de los que aún viven ayudaban algunos a la empresa, cada cual con lo que podía. Yo he querido también ser de este número, ofreciendo comunicar notas puntuales de los escritos y escritores que en mis investigaciones me viniesen a mano, con tal que se me den las particulares que tocan a la biblioteca de mi orden. Así se está cumpliendo por ambas partes; y yo vivo persuadido que dentro de dos o tres años podrá ya salir a luz la deseada biblioteca catalana, atendida la actividad y lectura infatigable de dicho sujeto, junto con el tino necesario para analizar las obras y formar de ellas el debido juicio (a).
(a) Poco después de escrito esto el citado D. Ignacio Torres fue hecho deán de la santa iglesia de Gerona, de cuya ciudad sitiada por los franceses pudo escapar no sin riesgo, para servir a la patria en cosas análogas a sus conocimientos. Mas habiendo sido destinado tesorero de los hospitales militares, trabajó en ello con tanto ahínco, que vino a ser víctima de su celo. Murió en Sallent su patria a 26 de Mayo de 1811, a los 43 años de su edad. La falta de este sujeto está dispuesto a suplir su hermano D. Félix, a quien en 1804 traté siendo rector del seminario de Tarragona, y hoy se halla de sacrista en la catedral de Barcelona. Si este sujeto no iguala al difunto en la diligencia escrupulosa y digamos nimia prolijidad para ciertas pequeñeces necesarias a la bibliografía, en mi dictamen le excede en la erudición y sólidos conocimientos científicos, tan precisos para que la biblioteca sea de una lectura provechosa y deleitable. Y cierto no le cede en el amor a la ilustración de su patria, con el cual ha logrado ya en la biblioteca de Belén que se haya destinado un salón para reunir todas las obras MSS. e impresas de autores catalanes, de los cuales en breve dará a luz la descripción correspondiente.
Porque claro está que de estas bibliotecas, si no son más que una noticia seca de la vida de los autores, y de los títulos e impresiones de sus libros, algún fruto sacará la bibliografía, pero muy escaso la literatura; y cierto parece justo que pudiendo ser, se procuren las dos cosas a un tiempo. La erudición de un bibliotecario debe ser mayor que la de un comerciante de libros. Al que estudia física, por ejemplo, de poco le serviría saber que N. escribió un libro de esa ciencia, y que murió tal año, y que tuvo esta o la otra suerte. Lo importante es dar a conocer los libros, más que los autores de ellos. Por esto son justamente elogiados Nicolás Antonio en la biblioteca española antigua, y Quetif (lo escribe con dos ff) y Echard en la de mi orden; y por la falta de ello nunca lo será Latassa en la suya de Aragón.
Otra cosa entiendo yo que deberá tenerse presente en la formación de esta nueva biblioteca; y es que no se dé lugar en ella sino a los que hayan escrito alguna obrilla que merezca ese nombre, o pueda hacer figura en la historia de las ciencias y artes. Difícil es fijar en esto una regla segura; pero no lo es señalar el extremo en que han caído algunos bibliógrafos, colocando entre los escritores a cualquiera que haya impreso no más que un sermón o un soneto, y aun al que dejó MSS. estas piezas de oratoria y poesía. Cosa por cierto insufrible, que sólo puede tener cabida en la pluma del que piense que el mérito de las bibliotecas se mide por el número de los escritores y no por la calidad de sus escritos.
Tampoco deben olvidar los señores catalanes que no todos los escritores que tienen ese nombre, lo son; el cual suelen dar los bibliógrafos extranjeros al que escribió en idioma lemosín que ellos siempre llaman catalán, aunque sea natural de Mallorca o de Valencia o de otros puntos donde se habló aquel idioma (N. E. ni siquiera cita Limoges, o la Provenza, como para tomarle como conocedor de la lengua occitana, de òc, och, incluso hoc). Así a S. Vicente Ferrer llamaron catalán algunos historiadores antiguos, y aun de los modernos hay quien tenga por catalana la biblia que a ese santo se atribuye, y no es sino de su hermano el cartujo D. Bonifacio, también valenciano. (N. E. Véase https://librosmoncho.blogspot.com/2022/03/apendice-2-sagrada-escritura-biblias-lemosinas-fragmentos.html … la qual fon trelladada de aquella propia que fon arromançada en lo monestir de portaceli de lengua latina en la nostra valenciana per lo molt reverend micer bonifaci ferrer doctor en cascun dret e en facultad de sacra theologia: e don de tota la Cartoxa: germa del benaventurat sanct vicent ferrer del orde de predicadors: en la qual translació foren altres singulars homens de sciencia...)
Asimismo los condados de Rosellón, Conflent, Vallespir &c. estuvieron antes unidos a la corona de Aragón, y como tan pegados a Cataluña, aún hoy día se habla en ellos el idioma de esta provincia. (N. E. ¿y en la vall d'Aran, dentro de Cataluña, qué se habla aún en 2022?) Lo cual podía ser ocasión de que en escritos de antigüedad remota, la misma escasez de noticias ciertas, obligara a que sus autores fuesen tenidos por catalanes, no siéndolo. Digo pues que supongo habrá en esto la debida discreción, y que no se dará lugar, como en otras bibliotecas ha sucedido, a que se verifique la tan manoseada fábula de la corneja.