La expansión de la lengua valenciana en Cataluña.
Este verano, en una tórrida tarde en la Universidad de Barcelona, comprobé lo interesante que era el manuscrito Ms. 1010. Terminado hacia 1637, con caligrafía semejante a batallones de inquietas hormigas, trataba sobre la "lengua catalana materna". Ahora, ya en el Reino, he consultado los comentarios sobre el citado manuscrito en la "Historia de la Lìteratura Catalana", de D. Martí de Riquer, y algo no concuerda; la única cita referente a nosotros es para recordar que en los años del manuscrito estudiaban en Lleida más de "300 valencianos que hablaban y entendían, como es lógico, el catalán" (HLC, V, p. 430). Por supuesto que entendían el catalán y el latín, pero ¿hablaban catalán o valenciano?
El Ms. 1010 confirma que las lenguas habituales en Lleida fueron el catalán, el latín (círculo universitario) y el valenciano; conclusión que no sorprendería si la
inmersión no censurara originales.
La Universidad de Lleida fue autorizada en 1300 por Jaime II en un lugar a salvo de ataques costeros y de la peligrosa frontera castellana, aunque alejado de Valencia, Zaragoza y Barcelona.
El monarca nacido en Valencia concedió a Lleida el monopolio de los estudios universitarios de todos sus estados; hecho que explica la nutrida presencia de valencianos en la diminuta ciudad.
La tradición persistió incluso en el XVII, cuando el Estudio General de Valencia superaba a Lleida en prestigio y alumnado.
La Universidad reconocía a los valencianos múltiples inmunidades y por privilegio de Alfonso III (año 1428), elegían al rector independientemente de aragoneses y catalanes. Lérida vivía de su Universidad y, necesariamente un colectivo que oscilaba de 300 a 800 valencianos sobre una población que, por ejemplo en
1708 no superaba los 3.000 habitantes, tuvo que influir lingüísticamente a lo largo de los siglos, desde 1300 hasta 1705.
El avispado gerundense Onofre Pou se percató del negocio que supondría un diccionario en las tres lenguas habituales y, tras estudiar en Valencia, editó en 1575 un vocabulario valenciano-catalán-latín. Convertido en bestseller, sirvió de texto en la universidad catalana hasta el siglo XVIII, según reconoce la propia Enciclopedia Catalana.
Precisamente los que discuten en el Ms. 1010 sobre las lenguas maternas son dos ilerdenses ilustres: el canónigo Alexandro Ros y el catedrático Diego Cisteller. El primero advierte que si los sermones sólo se imparten en catalán no gustará a los extranjeros, incluso a los valencianos. Y añade que "en el Reyno de Valencia los más son bilingües, sin que se hagan estorbo en la pronunciación las dos lenguas valenciana y castellana" (Ms. 1010). A estas consideraciones (censuradas por Riquer, claro), se opone Cisteller, que convivía con valencianos en Lleida y disponía del Thesaurus de Pou para despejar dudas en los tres idiomas. En él, por ejemplo, se aclaraban incluso nimiedades como que el latín pastanaca o el catalán pastanaga equivalían al valenciano safanoria (f. 31 v). La copiosa información sobre léxico y ortografía del idioma valenciano (carchofa, pechines, picher, chic, eixida, otonyo, charrador, etc.) explicaría el éxito del trilingüe vocabulario en las universidades condales.
El constante trasiego valenciano por la ruta de Lleida se efectuaba lentamente, con frecuentes descansos y pernoctaciones en las mismas y poco pobladas aldeas
desde el medieval año 1300. Estudiantes y familiares, cultos y acomodados en relación a los aldeanos, eran modelo a imitar por su refinamiento e idioma. No es
ilógico, pues, que la cuña lingüística valenciana amenazara extenderse desde Lleida hacia la parte oriental de Cataluña, hecho denunciado en 1628 por el catalán Andreu Bosch ("Títols d'Honor', Perpinya, 1628).
La valencianización en la ruta valenciana llegó a un punto en que los predicadores regnícolas usaban el valenciano en sus sermones, no el catalán. El doctor Cisteller, desde Lleida, testificaba que "los padres Lorenzo San Juan, y Blanch (...) y otros apostólicos varones de la Compañía de Jesús son valencianos, y predican en valenciano en Cataluña" (Ms.1010).
Quien esto dice, recordémoslo, era catedrático de la Universidad de Lleida, y lo afirma en su "Memorial en defensa de la lengua catalana" (Ms. 1010) dirigido a
la Generalidad de Cataluña en 1636. Con él contestaba al también ilerdense Alexandro Ros, que opinaba: "Es fuerza estén retirados en Cataluña sus predicadores, porque rompidos (sic) en la lengua catalana, no han de ir si fueran cuerdos a Valencia, donde falta en el estilo o vicio en la pronunciación ofende grandemente". En otro párrafo del Memorial dirigido a la Generalidad, el letrado Cisteller deja claro que el idioma de los valencianos era independiente de cualquier otro peninsular al recordar que las leyes de Castilla "están en castellano; en Valencia, en valenciano; y en Cataluña, en catalán". Esto también lo censuran, científicamente, los inmersores.
Es lógico que, tras graduarse en Lleida, los universitarios que regresaban a Mallorca y Cataluña añoraran la clásica lengua de los valencianos; de ahí que los catalanes Pere Posa y Pere Bru publicaran en Barcelona en 1481 la "Historia de Alexandre" "en la present lengua valencìana". O que a Gregori Genovart, canónigo de Mallorca, agradeciera la edición del Blanquerna, "traduyt, corregit y estampat en llengua valenciana"; traduccìón efectuada de los manuscritos provenzales de Llull por el catalán Bonlabi en 1521.
La franja de influencia idiomática valenciana fue un tormento para Cataluña hasta 1862, cuando el astuto Milá i Fontanals inventó lo del dialecto catalán occidental.
Hoy, atrapada en el tarquín inmersor, la bisoña Universidad de Elche ya edita folletos en puro catalán.
Articulo publicado en "Las Provincias" 11 de Septiembre de 1997.
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