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sábado, 11 de febrero de 2023

CARTA CXXIX. Prosiguen libros y papeles preciosos, biblioteca Carmelitas descalzos Barcelona.

CARTA CXXIX. 

Prosiguen las noticias de libros y papeles preciosos, que se conservan en la referida biblioteca de Carmelitas descalzos de Barcelona.

Mi querido hermano: Poco queda que examinar en la biblioteca de los PP. Carmelitas descalzos de esta ciudad. Mas no sé si lo podré hacer con pocas palabras. Hay aquí un códice fol. ms. más conocido por el nombre y la materia, que por otras circunstancias dignas de publicarse. Contiene la historia del Rey Don Jaime I de Aragón, escrita en latín por el P. Fr. Pedro Marsilio, Dominico, y dedicada a Don Jaime II en el año 1314. Aunque este códice es de escritura de ese mismo tiempo, mas no es el original, pues este debió quedar en el archivo de mi convento de Mallorca, como pidió su autor al Rey. Tampoco es la copia que de orden del Rey mandó sacar su tesorero, en pergamino, adornada con letras de oro, y varios dibujos; copia que presentó el autor a dicho Príncipe estando oyendo misa en la iglesia de Santo Domingo de Valencia, día de la Santísima Trinidad, de 1314; y el Rey la recibió, y aun leyó después un capítulo paseando por el claustro. Consta todo esto del memorial, decreto del Rey y nota de la presentación que se hallan al principio de este códice. La obra se divide en IV libros. El I trata del nacimiento, infancia, matrimonio, cortes, y otros hechos del Rey Don Jaime, hasta el año 1229 en XXVI capítulos. El II habla de la conquista de Mallorca, Menorca e Iviza, en XLIX capítulos. El III, de la conquista del reino de Valencia, en LXXVIII capítulos. El IV, de la del reino de Murcia hasta la muerte del Rey, y son LIX capítulos. Es de notar que faltan al fin del libro algunas hojas, desde el capítulo 45. Por de contado, y mientras no se dispone otra cosa mayor, envío copia de todos los títulos, sacada de los que están al principio de cada capítulo, porque al índice que hay al principio le falta una hoja perteneciente al libro II y III. También va el prólogo, que es curioso, con las notas que antes decía. Con esto podrás formar alguna idea de lo que es esta obra (a: Ap. núm. XIII.) 

Rey Don Jaime I de Aragón, Bernardino Gómez Miedes
(Libro sobre Jaime I de Bernardino Gómez Miedes)

Lo que yo veo en ella es una casi total identidad con la llamada: Comentarios del Rey Don Jaime I, que corre en lemosín, y aun se dice ser obra del mismo Rey. Había pensado hacer palpable esto, poniendo en dos columnas ambos textos, digo, algunos de sus lugares. Pero creo que descansarás sobre mi palabra, que los he cotejado en muchas partes que la suerte me ha ofrecido. De modo que no hay más diferencia entre las dos obras, sino que el P. Marsilio habla del Rey Don Jaime I en tercera persona, y en la lemosina habla este Príncipe en persona propia.

De esta identidad en obras de diferente idioma resulta la cuestión, quién fue el autor y quién el traductor. La importancia de la materia, y la celebridad del nombre del Rey Don Jaime, merece todo el trabajo que me he propuesto emplear en su declaración. La opinión común es que la obra lemosina lo es de aquel Príncipe, el cual a imitación de Julio César, escribió todos sus hechos políticos y militares; y por consiguiente, que el P. Marsilio, que florecía en los tiempos de Don Jaime el II, tradujo aquella obra en latín. No se puede negar que antes del P. Marsilio existían algunas memorias en lemosín de los hechos de Don Jaime I, las cuales él ordenó y puso en latín. Dícelo él mismo en su prólogo por estas palabras: valde consonum in oculis illustrissimi Domini Jacobi Regis (Don Jaime II) ... apparuit, ut victoriosissimi avi sui gesta pristinis temporibus, veraci stilo sed vulgari collecta ... reducerentur in medium, atque latino sermone discreta et per capitula iuxta conclusionum varietatem distincta, unum ystorialem et cronicum redderent codicem. Ni era posible que el P. Marsilio, que comenzó a escribir más de treinta años después de la muerte de aquel Rey, dijese con tanta puntualidad sus hechos, y hasta las semínimas de ellos, si no las tomara del que las escribía al mismo tiempo que sucedían, y que sólo parecen bien en boca del que las presenció. Así que es indubitable que el P. Marsilio tradujo y ordenó en latín ciertos escritos lemosines extendidos en vida del Rey conquistador. Y en este sentido no es autor sino traductor de la crónica del Rey Don Jaime. Mas si la cuestión versa sobre la obra del citado Padre, comparada con la que corre escrita en nombre y persona de aquel Monarca, es otra cosa. Porque yo sospecho que esta se zurció muchos años después de la de Marsilio; y tengo por cierto que el Rey Don Jaime ni escribió esta su Crónica lemosina, ni aun aquellas otras memorias que sirvieron a Marsilio de original. Yo me guardaré bien de reproducir aquí los argumentos con que Don José Villarroya probó esta que parecerá paradoja en las cartas que imprimió en Valencia en el año 1800. Se reducen a que aquel Príncipe calló y dijo lo que no debía, e incurrió en anacronismos que no caben en quien escribe su misma vida. Cosas que según las reglas de críticas, deben deducir las dudas de esta especie. A esto tengo yo que añadir un argumento negativo tomado del silencio del P. Marsilio, donde debía decir que aquellos Comentarios lemosines eran obra del Rey Don Jaime. Habla en su prólogo de la escasa noticia que tenía el mundo de las hazañas de aquel Príncipe, y se queja amargamente de que el Arzobispo Don Rodrigo tocase tan ligeramente en las alabanzas de héroe tan famoso; y por esto dice que le mandó Don Jaime II poner y ordenar en latín los hechos de su abuelo veraci stilo sed vulgari collecta, ac in archivis domus regiae ad perpetuam suae felicitatis memoriam reposita. Pues si estas escrituras vulgares que él se proponía ordenar y traducir al latín, hubieran sido obra de Don Jaime el I, ¿cómo era posible que lo ignorara el P. Marsilio y que lo callara, siéndole tan importante el decirlo para autorizar más su traducción, y siendo esta la mayor alabanza de aquel Príncipe, a quien elogia tan encarecidamente en el prólogo ¿Ni cómo había de permitir y aprobar este silencio Don Jaime II, que tanto amaba las glorias de su abuelo? Además, si ya existían los Comentarios, obra de dicho Rey, ¿cómo pudo quejarse Marsilio de la falta de su Crónica y del silencio de la de Don Rodrigo que con tanta ventaja compensaba esta de que se trata? ¿Y qué causa tan urgente había para traducirla en latín en un tiempo en que el lemosín era el idioma de las cortes de Aragón, Provenza y Sicilia y entendido en la de Castilla? Especialmente los mallorquines, ¿qué necesidad tenían de esa traducción, para los cuales parece se hizo principalmente? ¿Había más que sacar varias copias de aquella obra para extender la memoria de las hazañas de este Príncipe tan famoso? Por otra parte, el P. Marsilio en las palabras citadas dice que ordenaría por capítulos las memorias lemosinas, de modo que formasen un códice de Crónica seguida. Supone, pues, que no tenían orden ni división de capítulos. ¿Quién conocerá por estas señas los Comentarios que corren en nombre del Rey Don Jaime? Los impresos están divididos por partes y capítulos, y los manuscritos que he visto, aunque carecen de esta enumeración, forman una narración crónica continuada. De modo que podemos creer que ni Marsilio, ni Don Jaime II, ni personaje alguno de la corte conoció esta obra lemosina, sino otras escrituras que debió componer alguno de los que acompañaron al Rey Don Jaime I en sus expediciones. Pues Marsilio, que tan llanamente confiesa la existencia de estas y que las vertía al latín, ¿qué interés podía tener en ocultar las otras? Y si hubiera sido justamente reprendido por Don Jaime II y los de su corte en caso de callar el paradero de aquellas memorias y arrogarse el título de autor, ¿cuánto más lo debía ser callando la obra de tal Rey, si tal hubiera? Cuanto más vueltas doy al prólogo de la obra de Marsilio, más fuerte me parece el argumento que nace de su silencio en esta materia. Qué será si añadimos el del principal cronista de Cataluña Ramón Muntaner, que nació once años antes que muriese Don Jaime el Conquistador, y comenzó a escribir su Crónica en 1325 a los sesenta de su edad? Pues ello es cierto que llegando Muntaner al capítulo VII y excusándose de la brevedad con que escribía las cosas de aquel Príncipe, dice así: no ho vull tot comptar per ordre, e per ço menstich (men stich, me 'n estic) com ya seu (sen, s 'en) son feyts molts libres de la sua vida, e de les sues conquestes, e de la sua bonesa de caballeries e asaygs e proeses. 

Aquí, donde no debía, calla Muntaner que aquel Rey hubiese escrito de sí y de sus cosas, y sólo excusa su brevedad con los libros que hablaban de él, que eran sin duda los de Marsilio, publicados ya doce años había.

Adelantemos un paso más. ¿Dónde quedó esta obra original del Rey? 

En el archivo real no estaba; porque en él sólo había ciertas memorias, que, como acabamos de ver, no eran obra de aquel Príncipe. La opinión común es que quedó en el real monasterio de Poblet, de donde al (el) Arzobispo Pedro de Marca la sacó y llevó a París. Y aun sé que en esta inteligencia se escribió desde aquí los años pasados al embajador de España en aquella corte, el Excelentísimo Señor Don Nicolás de Azara, para que buscase alhaja tan preciosa. Confieso que me irritan las calumnias de esta clase que oigo cada día por acá contra la memoria de tan grande hombre como era el Señor Marca. Vean los archiveros respectivos si les falta algún documento de los que él cita y publica; y si falta, otra será la ocasión, que hartas ha tenido esta frontera para perder del todo sus archivos, no la vileza que suponen, sin probarla jamás.

Y por lo que toca a nuestro propósito, necesariamente hemos de confesar que tal obra manuscrita no existía en Poblet en los años 1314 y 1325, puesto que ni Marsilio ni Muntaner hacen memoria de tal cosa. ¿Y quién dirá que podía ser ignorado el paradero del libro por personas que debieron visitar algunas veces aquel depósito del cuerpo del autor, y que trataban de publicar lo mismo que en él estaba escrito? Tampoco existía en 1343, época que debes tener muy presente para lo que se ha de decir. 

En este año el Abad de Poblet, Don Ponce de Copons, mandó escribir el ejemplar de los Comentarios lemosines del Rey Don Jaime I, que existe en esta biblioteca de los PP. Carmelitas descalzos (H. 335). No puedo dejar de copiar aquí el epígrafe final. Dice así: Aquest libre feu scriure lonrat en Ponç de Copons, per la gracia de Deu Abbat del honrat monestir de Sancta Maria de Poblet. En lo qual monestir iau lo molt alt Senyor Rey en Jacme, aqueyl de que aquest libre parla dells feyts que feu, ni li endevenguerem (endevengueren, esdevingueren) en la sua vida. = E fo escrit en lo dit monestir de Poblet de ma den Celesti destorrens (d' es, dez Torrens, Torrents), e fo acabat lo dia de Sent Lambert a XVII dies del mes de setembre en lany de M.CCC.XLIII. (1343) No hay aquí la menor expresión que diga ser copia del original que existiese en Poblet, ¿Y no era muy regular que se autorizase con esto una copia hecha en aquel monasterio y por mandado de su Abad? 

Y pues advirtió lo que era notorio, es a saber, que el cuerpo del Rey Don Jaime yacía en aquella casa, y que de él y sus hazañas hablaba el libro, ¿cómo pudieron olvidar lo que tan honroso era al Príncipe y al monasterio? Conjetura lo que quieras de este silencio: la consecuencia que yo saco es que no había tal original, y acaso ni otro ejemplar de quien sea esta copia, pues no dice que lo sea.

En resolución y acabemos con esto, antes de ese año 1343 nadie que sepamos conoció esta obra, escrita en nombre y persona del Rey Don Jaime I. Vémosla comparecer entonces sin decir de dónde se tomó, y eso que se escribió donde suponen que estaba el original. ¿Qué diremos? ¿qué entonces se forjó y zurció de los Comentarios latinos del padre Marsilio, poniendo en lemosín y en primera persona lo que aquel escritor dijo en tercera? Yo no lo afirmo; pero las sospechas son vehementes.

Lo cierto es que hasta ahora no se ha encontrado otro ejemplar más antiguo que este. De él es la copia que sacó en 1619 el Presbítero Ramón Vila, como se ve en el epígrafe final, que copió a la letra, y en las miniaturas y todo él. Y en el prólogo dice este copiante que le dejó aquel códice un caballer desta ciutat de Barcelona anomenat Jotxim Llatzer Bolet, que era un llibre molt antich de sa casa escrit de ma en pergami de lletra molt antigua y conforme me habia certificat molt temps abans son pare Pere Pau Bolet … fonch copiat lo seu llibre del original que lo matex Rey Don Jaume escrigue de sa propia ma que esta recondit en lo monestir de Sta. Maria de Poblet … com ia en alguna manera consta de altra part per las darreras clausulas de la fi del present llibre. 

Estas cláusulas son las que ya dije del códice de los Padres descalzos. 

En las cuales no sé como el copiante Vila halló que el original del Rey Don Jaime estuviese en Poblet, porque allí nada hay que aluda a ello. 

Por otra parte el testimonio de Pere Pau Bolet, que floreció a fines del siglo XVI, no sé como pueda servir de prueba de lo que pasó a mitad del siglo XIV. Oyendo, pues, en esta obra hablar al Rey de sí mismo, fue fácil creer la obra suya, y como tal la han citado siempre los historiadores, aunque los más cautos como Zurita, nunca se la han atribuido absolutamente sino con la restricción de corre en su nombre, escrita en su nombre y otras semejantes. Expresión muy verdadera; pero que tampoco se halla en los tres testigos que alegué del siglo XIV. Si verifico el viaje que tengo proyectado a Mallorca, acaso podré adelantar algo en este punto con el escrutinio de los ejemplares de la obra del Marsilio que dicen hay en aquellos archivos (a: En Mallorca sólo está el libro II, copiado allí con lujo en 1330, y luego traducido al lemosín. Luego no había tal historia lemosina del Rey Don Jaime. Porque a haberla ¿a qué traducir en vulgar la latina de Marsilio? Item ¿por qué con tanta ansia pidieron copia del texto latino de este padre, si ya tenían la historia del Rey?)

De Don Antonio Agustín no he hallado aquí tantos manuscritos como me habían ponderado en Tarragona. Sólo hay suyos los Diálogos de las armas y linajes de España. Es una copia (M. 530) como de fines del siglo XVII: están incompletos, como los que publicó Mayans en 1734. Sólo tiene de notable que como explicando las cifras de los interlocutores A. B. C., que van impresas, las aplica a Arzobispo, Beneficiado y Canónigo; cosa que no dice bien con la explicación que dio Andrés Scoto a las mismas iniciales de que usó en los Diálogos de las medallas, y aun creo que en los De emendatione Gratiani. Hállase también en este ejemplar un prólogo breve del que lo escribió, que no dice otra cosa sino que esta copia se sacó, como otras muchas, de la que tenía Don Galcerán Albanell, Arzobispo de Granada.

Más interesante es para las noticias del Don Antonio Agustín la colección de cartas que aquí se conserva (D. 292) de varios sujetos ilustres de su tiempo, muchos de ellos sus amigos. Ya tuvo de ellas noticia Don Gregorio Mayans; y si las hubiera podido disfrutar no hay duda que saliera mucho más completa la vida que publicó de aquel Prelado. 

Tienen esta ventaja las cartas familiares de los grandes hombres, que no sólo deleitan con su lenguaje y erudición, sino que suministran muchas noticias pertenecientes a su vida política y literaria, que acaso no existen en otra parte. De las que aquí hay, publicó la mayor parte Don Ignacio de Aso. Mas quedan todavía algunas inéditas que, halladas después, se encuadernaron junto con las publicadas; y aun omitieron tres de estas. Son en todas cuarenta y cuatro, es a saber: una de Alvar Gómez, ocho de Don Rodrigo Çapata, una del Obispo de Segovia Covarrubias, dos de Gerónimo Zurita (Cronista aragonés, Anales de Aragón); y por no detenerme en esto, las hay de Andrés Darmaro, su famoso amanuense, de Martín Vaylo, de Sebastián de León, de Luis Pons de Icart, de varios Obispos y otros de menos cuenta; las hay latinas, castellanas y griegas, todas útiles, y algunas de ellas muy importantes. Apenas se halla una que no trate de literatura y literatos, ediciones de libros, lápidas, monedas, manuscritos, etc. No obstante, te envío por ahora cinco que me han venido a las manos, a saber: dos de Gerónimo Zurita, una de Zapata, otra de Vaylo y otra de Marsá (a: Aps. núms. XIV, XV, XVI, XVII y XVIII.). Cuanto he dicho será regular que dispierte en ti un gran deseo de ver estas cartas. Pronto se cumplirá, y las verás impresas e ilustradas con notas por mi erudito amigo y favorecedor el señor Don José de Vega y Senmanat, vecino de esta ciudad. Este caballero, estimulado con el ejemplo del sabio Español Don Juan Andrés, que acaba de publicar en Italia varias cartas latinas de Antonio Agustín, con un prolijo examen de las noticias que resultan, ha emprendido publicar las que hay aquí de sus amigos: y porque las que publicó el señor Aso (Asso) están en gran parte malamente copiadas, ha tomado la resolución de imprimirlas todas, y en ello está entendiendo ahora. Cosa que el público debe aprovechar, y a mí dispensarme de un trabajo superfluo, para el cual no tengo ahora todo el ocio que esto requiere. Porque ponerse a averiguar las vidas de los que escribían a Antonio Agustín, y de los personajes que mencionan, y las causas de ciertas expresiones, y de las disputas literarias, y combinar fechas y pareceres, que todo esto es menester, y aun más, ni yo lo puedo ahora hacer, ni tampoco debo.

El parecer que el mismo Don Antonio Agustín dio de un manuscrito que se guarda en esta biblioteca (O. 293), me obliga a hacer mención de él. Es el Catálogo de los Arzobispos Tarraconenses, que escribió Luis Pons de Icart, ya conocido por su libro impreso de las Grandezas de Tarragona. Yo esperaba que medraría algo con la lectura de aquel catálogo, el cual, con no poco trabajo, formé yo de aquellos Prelados. Pero he visto verificado el juicio que de ello hizo Don Antonio Agustín, que en carta a Zurita de 8 de diciembre de 1577, decía del libro que estaba escrito con alguna diligencia, pero no sin errores; y no merece que se imprima por muchas causas que serían largas de contar (a: Vid. Mayans Vida de Don Antonio Agustín, núm. 96.).

De Arias Montano se halla aquí el tratado que intituló Joseph sive de arcano sermone, incompleto, copia muy cercana a aquel tiempo, idéntica con el impreso. A este sigue otro con este título: Communes et familiares hebraicae linguae idiotismi (idiotismos), Benedicto Aria Montano auctore: habla de ello en cuatro hojitas gramaticalmente, y luego siguen los idiotismos ordine alphabetico digesti; que sólo llegan a la C., y la palabra Cervix donde acaba el libro.

Por último daré noticia de un códice (B. 273) muy apreciable a lo que entiendo. Su título es: Sozomeni Presbiteri Pistoriensis, ac Florentie educati Cronice incipiunt. Principio: Scripturus ab orbe condito, etc. Divide su obra en dos volúmenes: el I hasta C. César y la batalla de Farsalia; y el II desde esa época hasta su tiempo, que era del siglo XIII. Este códice es el volumen I completo y muy bien conservado, manuscrito fol. max. vit. Precede a la obra una descripción del orbe en general y particular de todas las ciudades de Italia. La conclusión del libro es un elogio de un cierto Vespasiano, que debía ser uno de los doctos escribientes que llamaban librarii. Dice así: Haud te Vespasiane liberarie (librari), urbisque Florentine civis, silentio praeterire in huius primi voluminis calce mihi est consilium. Nam si Ciceronis coetaneus fuisses, te peroptime dignum suis aureis litterarum monumentis decorasset, inmortalemque fecisset. Tu profecto in hoc nostro deteriori saeculo hebraicae, grecae atque latinae linguarum omnium voluminum dignorum memoratu notitiam eorumque auctores memoriae tradidisti. Quam ob rem ad te utique omnes Romanae, atque aliarum ecclesiarum Pontifices, Reges, Principes, aliique trium linguarum eruditi, si humanitatis cognitionem habere cupiunt, gressus suos dirigunt. Ego autem ipse, ut pro veritate loquar, auxilio tuo in doctorum virorum documentis ab eis relictis potissimum usus sum: quorum multa mihi a te demonstrata, ac deinde diligenter perquisita, in hoc primo nostro volumine conserui. Esto ergo inmortalis, ut ita dixerim, dumodo (dummodo) haec mea scripta satis inepte pro ingenioli mei facultate prolata, tu etiam permanebis.

Este códice es sin duda el de que hablaba Luis Pons de Icart a Don Antonio Agustín, en carta fecha de Tarragona a 7 de mayo de 1573, con estas palabras: En Barcelona en casa de un sastre o remendó qui ven tambe libres, y te casa a las voltas devant Sant Sebastia, trobi sis ho set dies ha un libre de pregami (pergamí) tot, de forma gran, scrit de molt bona lletra de má, y es una historia de Sosomeno presbitero … Yo lin donave trenta sous, y no lam volgue donar. Dix lo desfaria per fer cubertes a librets; yo li encareti, que non (nou : no ho) fes, que creye que es libre que no es estampat; y perquen volie cinquanta reals lo dexi. Puis me paregue libre molt curios y raro, y V. S. te lo poder y es amich de tals libres, me ha paregut ferho a saber a V. S., perque si li parra, scriure a Barcelona a mestre Nunnez ...

Un códice muy raro y curioso he hallado asimismo en esta biblioteca (O. 405) de un tal Albertano, abogado de Brescia en Italia, que vivía a mitad del siglo XIII. Está dividido en tres libros: 1.°, Comienza: Albertanus. 

De doctrina dicendi et tacendi, filio Stephano. 

En lemosín. In fine sub M.CCXV. (1215) 2.°. También en lemosín, concluye: Explicit liber consolationis et consilii, quem Albertanus, Causidicus Britxensis de Ore S. Agatae compilavit, atque composuit sub M.CC.XLVI. (1246) in mensibus aprilis et madii. Dicat. filio Johanni, qui in arte cirurgiae meditando te exerces. 3.° concluye: Explicit liber de amore et dilectione Dei et proximi, et aliarum rerum, et de forma vitae, quem Albertanus, Causidicus Britxiensis (Brescia) de Ore S. Agatae compilavit ac scripsit, cum esset in carcere Dni. Imperatoris Frederici in civitate Cremonae, in qua possitus fuit, cum esset capitaneus Gavardi ad deffendendum locum ipsum ad utilitatem communis Brixie, anno Domini M.CC.XXX.VIII. de mense augusti, in die S. Alexandri, quando obsidebatur civitas Britxiae ab ipso Imperatore. Fuit directus filio suo Vincentio.

A Dios. Barcelona, etc.