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jueves, 12 de mayo de 2022

Portada, prólogo, índice

Viaje literario 

las iglesias de España.


Le publica 

con algunas observaciones

Don Joaquín Lorenzo Villanueva, 

capellán de honor y predicador de S.M., 

y rector de los reales hospitales general 

y de la pasión de Madrid.


Tomo 1.


Madrid: en la imprenta de Fortanet

Impresor de la Real Academia de la Historia.

Año de MDCCCCII (1902)



/ Nota del editor, Ramón Guimerá Lorente. Se actualiza en gran parte la ortografía de Villanueva, pero no los textos que copia, que dejo tal como los publicó /



Fungar vice cotis.


Es reimpresión de la edición de Madrid, de 1803.


PRÓLOGO DEL EDITOR. 


Los viajes literarios, tan justamente promovidos en nuestros días por lo mucho que contribuyen al fomento de las ciencias útiles a la sociedad, tienen una especial recomendación para los pueblos católicos, cuando se dirigen a extender el conocimiento de la disciplina eclesiástica, y a ilustrar en todo o en parte los ritos y prácticas religiosas de la santa iglesia. Loable es el ansia de los anticuarios y de los artistas por descubrir los tesoros ocultos de la antigüedad profana, que dan luz a la historia, extensión a las ciencias, modelos y estímulos a las bellas artes. Pero aún lo es más la de los fieles ilustrados, porque se publiquen los tesoros literarios de la religión, cuyos intereses son de un orden superior, y transcendentales a objetos más dignos. Notorio es que la santa iglesia en varios puntos no substanciales de su policía exterior ha experimentado, o por mejor decir, ha dispuesto según la variedad de los tiempos ciertas mudanzas y alteraciones, cuya noticia contribuye al más claro conocimiento, así de la unidad del espíritu que la anima, como de la infinita sabiduría que la gobierna.

Lo uno y lo otro resalta igualmente en los siglos sabios y celosos, que en los menos ilustrados y fervorosos, así en el rigor de la antigua disciplina, como en la condescendencia y benignidad de la presente. Porque ambas cosas proceden de un mismo espíritu, que es el de Dios, nacen de unas mismas entrañas, que es la caridad de la iglesia, y van ordenadas a un mismo fin, que es la santificación de sus miembros.

Voy diciendo esto para salir al encuentro a algunos fieles bien intencionados, que por falta de advertencia o de instrucción en estas materias, pudieran sacar tal vez escándalo de lo que se escribe para su instrucción y edificación. Están creyendo algunos que los apóstoles y sus primeros discípulos establecieron uniformemente los ritos, así de la misa, como del oficio eclesiástico, y que la diversidad que se echa de ver en los tiempos siguientes es corruptela digna de ser olvidada para que no dañe su memoria.

Dejo aparte las ventajas de la loable uniformidad que se observa ahora, que de esto no trato. Voy sólo a manifestar la equivocación de los que pretenden que esta uniformidad la hubo en el principio de la iglesia, y que con ella no se ha hecho sino restablecer la práctica de los tiempos apostólicos.

Debemos pues suponer, y a su tiempo se dará demostrado: 1.° que desde el principio de la iglesia ha habido diversidad, así en las ceremonias de la liturgia, como en los ritos del oficio eclesiástico: 2.° que esta diversidad de ritos acompañada siempre de una perfecta uniformidad en las partes más considerables de la liturgia, en nada se opone a la unidad de la religión, ni a la indivisibilidad de su sacrificio, ni a la concordia de los miembros de la iglesia, que debe reinar en la oración pública. Que si esta variedad en algunos casos dio motivo de turbación a los flacos y menos instruidos, procuraron los SS. doctores desvanecer su temor, manifestando que la diferencia externa del rito, lejos de oponerse a la unidad del espíritu, en todo iba gobernada por ella; de lo cual quedan claros testimonios en S. Ambrosio, en S. Gerónimo y S. Agustín: 3.° que aun adoptado en España el orden romano, cada una de nuestras diócesis le acomodó a sus propios ritos, resultando de esto la admirable variedad que se echará de ver en el discurso de la obra principal, a que se dirige este viaje: 4.° que estas ceremonias instituidas por los prelados eclesiásticos son de la clase de otras cosas humanas sujetas a mudanza, como lo demuestran muchas de ellas abolidas, alteradas, restablecidas por sínodos o mandatos de los legítimos pastores, en iglesias conocidas, y en cuyos archivos se conservan documentos que acreditan esta alteración.

Por lo mismo que en esta variedad de ritos ha resaltado siempre la unidad de la fe y de la doctrina católica, algunos varones celosos y doctos han escrito sobre ellos tratados históricos, ya generales de toda la iglesia, ya particulares de algunas provincias, de donde ha tomado nuevas armas la religión para combatir a los enemigos de su unidad y de su doctrina. Entre los primeros deben contarse nuestro S. Isidoro, Hugon de S. Víctor, Agobardo, Rabano, Amalario, Ruperto, Durando, Bona, Martene, Gerbert, Mazzei y otros muchos. Entre los segundos Asseman, Mabillon, Renaudot, Tomasio, Antonelli, Rocha, Sala, Georgi, Borja y Ballerini. A los cuales pudiéramos añadir los escritores de los ritos particulares de algunas diócesis: Blasi de las de Sicilia, Alberico Oliva de la de Nápoles, Juan Francisco de Rubeis y Federico Altan de la de Forli; y de la de Milán Bertoldo, Eustaquio de S. Ubaldo y Luis Antonio Muratori.

Para estas y otras obras de la misma clase, escritas en casi todos los reinos de la Europa católica, se han hecho viajes, se han registrado archivos, se han reconocido documentos, se han sacado dibujos, en suma, no se ha perdonado trabajo ni estudio, tratándose este negocio por gente docta con el decoro correspondiente a la causa de la religión que en él se interesa. Por este medio han visto la luz pública innumerables rituales y sacramentarios griegos y latinos, y otros monumentos litúrgicos, ilustrados por católicos de conocida erudición y piedad.

Tal vez es España el único reino que ocultando los preciosos códices de sus iglesias, se priva de este esplendor de la ciencia eclesiástica escondido en su mismo seno, y de la gloria de comunicarle a otras naciones cultas, que liberalmente han franqueado esta clase de riquezas a todo el orbe católico. 

Sobre lo mucho que ofrecen en esta materia los sínodos de España que no se han publicado, consta que por medio de cartas y decisiones, también inéditas, se reformaron muchos de nuestros códices sacramentarios, se establecieron y suprimieron fiestas, se escribieron nuevos oficios, nuevas preces y oraciones, y se ordenaron varios ritos pertenecientes a la administración de la penitencia, de la eucaristía y de los demás sacramentos. Cierto es que han perecido gran parte de estos documentos anteriores al siglo XI, por las invasiones y el largo dominio de las naciones bárbaras en nuestra península. Pero con algunos de estos documentos se conservan muchos más de los tiempos siguientes, en que con la introducción de la liturgia romana quedó salvo a los obispos el derecho de ordenar las preces, los oficios y las ceremonias de los sacramentos.

Alguna muestra se verá de esto en los primeros ensayos que ofrezco del presente viaje, emprendido por mi hermano Fr. Jayme Villanueva, de la orden de Santo Domingo, en virtud de Real orden S. M., con el objeto de recoger de nuestros archivos los documentos necesarios para escribir la historia que se ha dignado encargarme S. M. de los ritos antiguos de nuestra iglesia. Desde luego cuento con el auxilio que prestarán para esta empresa las colecciones publicadas de nuestros concilios antiguos, las decretales y cartas de sumos pontífices pertenecientes a España, y las obras de los padres españoles. Mas fuera esto poco, si no tuviésemos a mano también los documentos de esta misma clase pertenecientes a los siglos posteriores. Y que estos documentos sean necesarios para la perfección de la obra se colegirá fácilmente de estas cartas que me va escribiendo mi hermano, acompañándome noticias de algunos códices, apuntamientos y extractos de otros, dibujos de inscripciones, alhajas y vasos antiguos, y copias de papeles inéditos, o muy raros, que no pudieran injerirse en la obra principal, y cuya publicación es justo que se anticipe en obsequio de los españoles y de los extranjeros aficionados a este género de letras.

En esta especie de viajes nos van delante Mabillon, Rubeis y otros piadosos extranjeros, a quienes igualamos en el deseo de la ilustración pública, y tal vez en los tesoros literarios con que la quisiéramos promover. Como esta no es obra metódica, nadie extrañará ver en ella tratadas algunas materias aisladamente, otras apuntadas conforme ocurren cuando están a la vista, que a esto se ve obligado el que viaja con la pluma en la mano, por no exponerse al olvido de alguna especie tal vez necesaria, cuyo orden y colocación queda después a cargo del que quisiere aprovecharse de ella.

Tócanse en estas cartas varias cosas por incidencia, otras debo tenerlas por oscuras para algunos lectores; y así me he visto precisado a ilustrarlas con las notas y observaciones que van al fin de cada una de ellas, para evitar confusión. Si alguno extrañare que en estas notas se aleguen prácticas de otras naciones, atribúyalo, no a falta de ejemplares en la nuestra, sino a la escasa noticia que hemos tenido de ellas hasta ahora; las especies que a los doctos parecieren triviales, déjense para los indoctos, que a ellos se dirigen.

Como la historia eclesiástica debe ilustrarse por todos los caminos justos y legítimos, y la de España está diminuta y mezclada de especies inciertas por falta de documentos: para aclarar la verdad de ella en algunos puntos oscuros o no bien averiguados, me ha parecido conveniente ir preparando una colección, así de estos, como de los demás MSS. preciosos que se fueren adquiriendo en este viaje, algunos de los cuales, por ser breves y porque ilustran varios puntos que se tratan en estas cartas, se irán insertando en los tomos a que pertenezcan. De esta suerte, correspondiendo a la liberalidad de los literatos extranjeros, se promoverá en España la erudición eclesiástica por medio de unas obras, que sin ser sabias, estimulan a la sabiduría. 


ÍNDICE 

DE LAS CARTAS QUE CONTIENE ESTE TOMO. 

(Las páginas son las del pdf, en este formato no concuerdan)

Carta 1. Memorias eclesiásticas de la antigua Sétabis. S. Félix diácono, patrono de esta ciudad. Templo que en ella se conserva con su advocación. Sepulcro de jaspe hallado en su recinto. Si fue de cristianos. Inscripciones inéditas. Erección de su iglesia colegiata. Sus reliquias. Fiestas particulares. Antiguo monasterio de Monsant. pág. 1 

Carta 2. Templo del santo sepulcro: si le hubo en Valencia antes de su conquista. Restauración de la silla episcopal en esta ciudad. Esplendor de su iglesia en el nuevo estado. Fundación de la catedral, y su advocación. Circunstancias señaladas de este edificio. Decoro del culto: vestiduras corales de sus prebendados y demás ministros, así de ella, como de las parroquias. Capilla del colegio de corpus Christi. 25 

Carta 3. Catálogo de los prelados de Valencia desde su conquista. 46 

Carta 4. Noticia de los sínodos de la santa iglesia de Valencia, celebrados después de su conquista. Hallazgo del de Santo Tomás de Villanueva. 67 

Carta 5. Códices litúrgicos que se conservan en la biblioteca de la santa iglesia metropolitana de Valencia. 88

Carta 6. Prosigue la noticia de los códices de la santa iglesia de Valencia. 104 

Carta 7. Observaciones sobre el oficio antiguo de Passione imaginis. Crucifijo devotísimo venerado en la parroquia de S. Salvador. Si es el de Berito: si vino a Valencia por el Turia. Preces del Señor Orbe a Benedicto XIII. 117 

Carta 8. De algunos ritos señalados de los oficios antiguos. 132

Carta 9. Imposición de la penitencia canónica. Bendición de los ramos. Origen de los monumentos. Otros ritos singulares del jueves, viernes y sábado santo. Reclusión de las mujeres públicas en la semana santa. Ceremonia actual en la vigilia de la Ascensión, y otra ya abolida en el día de Pentecostés. 146 

Carta 10. De algunos ritos antiguos. 162

Apéndice de documentos. 177

lunes, 24 de septiembre de 2018

JORNADA SEGONA. NOVELA QUINTA.

A Andreuccio de Perusa, Perugia, arribat a Nápoles a comprá caballs, li passen en una nit tres graves calamidats, y salvánse de totes, torne a casa en un rubí.

Les pedres pressioses trobades per Landolfo - va escomensá Fiameta, a qui li tocabe novelá - me han portat a la memória una história que no conté menos perills que la narrada per Laureta, pero es diferén en que aquells potsé en uns cuans añs y estos en una nit van passá, com sentiréu.
Va ñabé, segóns hay sentit, a Perusa, un jove de nom Andreuccio de Prieto, tratán de caballs y bésties de cárrega, que habén sentit que a Nápoles se compraben caballs a bon preu, embutínse a la bossa singséns floríns de or, no habén may eixit de la seua terra, en atres mercadés allá que sen va aná; aon, arribat un domenge al tardet y informat per lo seu messoné, al matí siguién va baixá al mercat, y mols ne va vore y mols li van agradá y va entrá en trates sobre mols, pero no podén dessidís per un, per a mostrá que a comprá habíe anat, com bruto y poc prudén, moltes vegades en presénsia de los que anabe y de qui veníe va traure la bossa aon teníe los floríns. Y están en estos trates, habén mostrat la seua bossa, va passá que una jove siciliana bellíssima, pero disposada per poc preu a contentá a consevol home, sense que ell la veiguere va passá prop de ell y va vore la bossa, y se va di:
- ¿Quí estaríe milló que yo si estos dinés foren meus? - y va seguí cap abán. Y estabe en esta jove una agüela tamé siciliana que al vore a Andreuccio va córre a abrassál; lo que veén la jove, sense di res, la va esperá apartadeta.

Andreuccio giránse cap a la vella la va conéixe y li va fé grans festes prometénli ella vindre a la seua fonda, y sense quedás allí mes rato, sen va aná, y Andreuccio va torná als seus trates; pero no va comprá res pel matí. La jove, que primé la bossa de Andreuccio y después la familiaridat de la agüela en ell habíe vist, per probá si ñabíe un modo de que ella puguere fes en aquells dinés, o tots o en part, li va escomensá a preguntá quí ere ell y de aón, y qué fée aquí y cóm ere que lo coneixíe. Y ella, en tot detalle los assuntos de Andreuccio li va contá, en poca diferénsia de com u haguere explicat ell mateix. Ella habíe estat mol tems a Sicilia en lo pare de éste y después a Perusa, y tamé li va contá aón dormiríe y per qué habíe vingut.
La jove, informada del linaje de ell y dels noms, en malíssia, va tramá lo seu plan; y, giránse cap a casa, va doná a la agüela faena per a tot lo día per a que no puguere torná a vore a Andreuccio; y agarrán a una criadeta seua a qui li habíe enseñat mol be tals servíssis, casi de nit la va enviá a la fonda aon Andreuccio estabe. Y arribada allí lo va trobá sol a la porta, y li va preguntá per Andreuccio; a lo que, diénli ell que ere ell mateix, ella, portánlo apart, li va di:
- Siñó meu, una noble dama de esta terra, si tos apetiguere, voldríe parlá en vosté. Y ell, al sentíla, consideránse un bon mosso, va pensá que aquella dama debíe está enamorada de ell, com si datre milló mosso que ell no se trobare entonses a Nápoles, y va contestá que estabe disposat y li va preguntá aón y cuán aquella dama volíe parláli. A lo que la criadeta va contestá:
- Siñó, cuan tos vaigue be, tos espere a casa seua.
Andreuccio, sense avisá als de la fonda, va di:

- Pos aném, ves dabán; yo aniré detrás de tú.

La criadeta a casa de aquella lo va portá. Vivíe a un barri de nom Malpertuggio, que lo seu nom ya díe lo bon barri que ere (de mal en pijó). Pero ell, com no u sabíe ni u sospechabe, creén que anabe a un honestíssim puesto y a vore a una Siñora honrada, sense precaussións, en la criadeta dabán, va entrá a la casa; y al pujá per los escalóns, habén ya la criadeta a la seua Siñora cridat y dit:

«¡Aquí está Andreuccio!», la va vore a dal de la escala assomás y esperál. Ella ere encara bastán jove, alta de estatura y en una cara hermossíssima, vestida y adornada honradamen. Y al aproximás o arrimás an ella Andreuccio, va baixá tres grasóns a trobál en los brassos uberts y aviánseli al coll un rato lo va está abrassán sense di res, com si una invensible ternura li impediguere féu; después, derramán llágrimes li va besá al fron, y en veu una mica esgarrada li va di:

- ¡Oh, Andreuccio meu, benvingut!

Éste, maravillánse de les caríssies tan téndres, tot parat va contestá:

- ¡Siñora, ben trobada sigáu!

Ella, después, agarránlo de la má lo va portá a baix al salón y desde allí, sense di res mes, en ell va entrá a la seua cámara, que estabe plena de roses, flos de azahar y atres flos y fée mol bona auló, y allí va vore un bellíssim llit encortinat y moltes robes penjades de les vigues de fusta o llumeres segóns la costum de allí, y atres adornos (arreos) mol majos y rics; per estes coses, com ere inexperto, va creure que ella ere lo menos una gran Siñora. Y sentánse damún de un arca que estabe al peu del llit, aixina va escomensá a parláli:

- Andreuccio, estic segura de que te maravilles de les caríssies que te fach y de les meues llágrimes, perque no me conéixes, pero pronte sentirás algo que potsé te faigue maravillát mes, com es que yo soc tan germana; y te dic que, ya que Déu me ha fet una grássia tan gran que abáns de la meua mort hayga vist an algún dels meus germáns, encara que voldría vóretos a tots, me moriré consolada.

Pietro, pare meu y teu, com crec que ya sabrás, va viure mol tems a Palermo, y per la seua bondat y agrado va sé y encara es volgut allí; pero entre atres que mol lo van vóldre, ma mare, que va sé una dona noble y entonses ere viuda, va sé qui mes lo va volé, tan, que apartán la temó a son pare, a sons germáns y al seu honor, se va familiarisá en ell tan que vach náixe yo, y estic aquí, com me veus. Después, arribada la ocasió a Pietro de anássen de Palermo y torná a Perusa, a mi, sén mol chiqueta, me va dixá en ma mare, y may mes, pel que yo sé, ni de mí ni de ella sen va enrecordá: pel que yo, si mon pare no fore, mol lo reprobaría, tenín en cuenta la ingratitut seua cap a ma mare, y tamé l´amor que a mí, com a filla seua no naixcuda de criada ni de vil dona, debíe tíndrem; y que ella, sense sabé quí ere ell, moguda per lo fidelíssim amor va ficá les seues coses y an ella mateixa a les seues máns. Les coses mal fetes y passades són mes fássils de criticá que de arreglá; pero aixina van sé les coses, sin embargo.

Ell me va dixá a Palermo sén chiqueta, aon ma mare, que ere mol rica, me va doná per dona a un de Agrigento, gentilhome y honrat, que per amor de ma mare y de mí va vindre a viure a Palermo; y va escomensá a consertá algún trate en lo nostre Rey Carlos. Aixó, sabut pel rey Federico, abáns de que pugueren portás a bon terme, va sé motiu de fel fugí de Sicilia cuan yo esperaba sé la mes gran Siñora que ñaguere an aquella isla. Agarrades les poques coses que van pugué péndre (dic poques en comparassió a les que teníem), abandonades les terres y los palaus, aquí mos vam refugiá, aon lo rey Carlos, reparats en part los mals que per nell habíem ressibit, mos va doná possesións y cases, y encara li done a ton cuñat bones gratificassións o propines, tal com podrás vore: y de esta manera estic aquí aon yo, per la bona grássia de Déu y no teua, dols germá meu, te vech. Y dit aixina, va escomensá a abrassál un atra vegada, y un atra vegada plorán en tendresa, li va besá lo fron. Andreuccio, sentín esta fábula tan ordenada y contada per aquella a la que en cap momén se li acababen les paraules entre les dens ni se li movíe la llengua, enrecordánse que ere verdat que son pare habíe estat a Palermo, y sabén de les costums dels joves, que de bon agrado amen a la juventut, y veén les téndres llágrimes, lo abrassál y lo besál, va tindre alló que ésta diebe per mes que verdadé. Y cuan ella va callá, li va contestá:

- Siñora, no tos té que paréixe gran cosa que me maravilla; perque en verdat, mon pare no va parlá may de la vostra mare y de vos, y si va parlá de alló al meu coneiximén no ha vingut, yo tenía tal coneiximén de vos com si no haguéreu existit; y me es mol agradable habé trobat aquí a man germana, mes encara perque estic sol aquí y no u esperaba. Pero una cosa vull que me expliquéu: ¿cóm vau sabé que yo estaba aquí?

A lo que va contestá ella:

- Este matí me u ha fet sabé una pobre dona que mol me visite perque en lo nostre pare, pel que ella me diu, mol tems a Palermo y a Perusa va está. Me ha paregut mes honesto que tú vinguéres a casa meua que yo aniguéra a la fonda.
 -
Después de estes paraules, va escomensá ella a preguntá sobre tots los paréns, pel seu nom; y sobre tots li va contestá Andreuccio, creénse mes encara lo que menos li conveníe creure. Habén sigut la conversa llarga y la caló gran, va fé ella serví vi de Grecia y dolsos y va doná de beure a Andreuccio. Después de aixó, volénsen aná perque ya ere hora de sopá, de cap manera lo va dixá ella, va ficá semblán de enfadás mol, y abrassánlo li va di:

- ¡Ay, triste de mí!, qué cla vech que te soc poc volguda. ¿cóm penses que están en una germana teua may vista per tú, y a casa seua, aon al vindre aquí teníes que habét quedat a dormí, y vols anáten a sopá a la fonda? Soparás en mí: y encara que lo meu home no estigue aquí, que mol me apene, yo sabré be, com a dona, fet los honors. A lo que Andreuccio, no sabén qué contestá, va di:

- Vos me sou volguda com té que séu una germana, pero si no men vach me esperarán tota la nit per a sopá y faré una canallada.
Y ella entonses va di:
- Alabat sigue Déu, ¿no ting yo a casa a qui enviá per a avisá que no te esperon? Y encara faríes mes gran cortessía si los diguéres als teus compañs que vinguéren a sopá, y después, si vols anáten, ton podríeu aná tots en compañía.

Andreuccio va contestá que del seus compañs no volíe res per aquella nit, pero que ell se quedaríe. Ella entonses va fé vore que enviábe a di a la fonda que no lo esperaren per a sopá; y después de mols atres raonaméns, sentánse a sopá y espléndidamen servits de mols manjars, van está a la taula hasta la nit tancada: y habénse eixecat de la taula, y Andreuccio volénsen aná, ella va di que “ni hablar” perque Nápoles no ere una siudat per a aná pel carré de nit, y menos un forasté, y que lo criat que habíe enviat a di que no lo esperaren a sopá, tamé habíe avisat als de la fonda. Creénse aixó, engañat per la falsa confiansa, se va quedá. Va sé después del sopá la conversa mol llarga, y habén ya passat part de la nit, ella, dixán a Andreuccio dormí a la seua alcoba en un mosset que li ajudare si nessessitabe algo, en les seues dones sen va aná a un atra cámara. Fée molta caló; per lo que Andreuccio, al vore que se quedabe sol, se va quedá en poca roba y se va traure les calsesy les va ficá al capsal del llit; y sénli menesté la natural costum de tindre que evacuá lo ventre, li va preguntá al mosset aón se fée alló. Ell li va siñalá a un raconet de la alcoba una porta, y li va di:

- Ahí dins. -
Andreuccio va entrá y va ficá lo peu damún de un tauló que se va desclavá de la viga de la part contraria a la que estabe, va volcá, y ell va caure cap a baix: y tan lo va vóldre Déu que cap mal se va fé a la caiguda, y aixó que ñabíe bastanta eixecada; pero en la brutíssia y gorrinada del puesto aon va aterrissá se va embrutá. Este puesto, per a que milló entengáu lo que se ha dit y lo que seguix, tos diré cóm ere:

Ere un callejón o callizo estret com moltes vegades u veém entre dos cases: damún de dos travessés minuts, que anaben de una casa a l’atra, se habíen clavat algunes taules o taulóns y colocat lo assiento del trono. Trobánse, pos, allá baix al carreret Andreuccio, queixánse de la caiguda y del susto, va escomensá a cridá al mosset: pero lo sagal, al sentíl caure ya habíe anat a díu a la Siñora, que, corrén a la seua alcoba, va mirá si les seues robes estaben allí y les va trobá, y an elles los dinés que per sempre portabe damún. Ella, de Palermo, fen vore que ere la germana de un perusino, li habíe parat la trampa aon habíe caigut y no se va preocupá de ell, va aná a tancá la porta per la que ell habíe eixit de cara al váter.
Andreuccio, com no li contestabe lo mosset, va escomensá a cridá mes fort, pero no li va valé de res. Sospechán y massa tart acatánsen del engañ, va pujá per una paredeta baixa que aquella carrereta separabe del carré y va baixá al carré, va trobá la porta de la casa, que mol be va reconéixe, y allí va cridá mol tems, y mol la va sacsá, y va pegá patades, y puñades, tot en vano. Plorán perque ya vee clara la seua desventura, va escomensá a dis:
- ¡Ay de mí!, ¡en poc tems hay perdut singséns floríns y una germana! Y después de moltes atres paraules, va torná a escomensá a fótre cops a la porta y a cridá; y tan fort cridabe que mols dels veíns de la roglada se van despertá, y com no podíen aguantá esta tabalina, se van eixecá, y una de les doméstiques de la dona, que encara estabe mich adormida, assománse a la finestra, va di:
- ¿Quí está fotén tans cops?

- ¡Oh! - va di Andreuccio- , ¿no me coneixes? Soc Andreuccio, germá de la Siñora Flordelís. A lo que ella va contestá:

- Bon home, si has begut massa ves a dormí la mona y torna pel matí; no sé quin Andreuccio ni qué burles són estes que dius. Vésten, au, cóla y díxamos dormí

- ¿Cóm? - va di Andreuccio- , ¿no saps lo que dic? Sí que u saps, y ben be; pero si aixina són les parentéles a Sicilia, que en tan poc tems se olviden, tórnam al menos la roba que me hay dixat ahí dal, y men aniré en Déu de bona gana.
A lo que ella, casi enriénsen, va di:
- Bon home, me pareix que estás ensomián.

Y lo di aixó y embutís cap a dins y tancá la finestra va sé tot a un tems. La gran rábia de Andreuccio, ya seguríssim del engañ, mes la pena va está a pun de convertís en ira, y per la forsa se va proposá reclamá alló que en les paraules no podíe recuperá, pel que, per a escomensá, agarrán una gran pedra, en cops mol mes grans que abáns, va escomensá a fótreli a la porta, que retronabe. Mols dels veíns abáns despertats y eixecats, creén que ere algún pesat y corcó que fingíe per a molestá an aquella bona dona, fastidiats per la sorollina que armabe, assomats a les finestres, com a un gos forasté tots los del barri li lládren, van escomensá a cridá:
- Es de pocavergoñes y sanguangos vindre an estes hores a casa de les bones dones a burlás; ¡Au!, vésten en Déu, bon home; díxamos dormí, y si algo tens que tratá en ella torna demá y no mos dónos este fastidio de nit.
Un bachillé sense bachillerat que ñabíe dins de la casa de la bona dona, y a qui ell no habíe vist ni sentit, se va assomá a la finestra y en una gran veu grossa, horrible y fiera va di:

- ¿Quí está ahí baix?

Andreuccio, eixecán lo cap an aquella veu, va vore al que pareixíe un peix gros, en una barba negra y espessa a la cara, y com si del llit o de un fondo somni se eixecare, badallabe y se refregabe los ulls. A lo que ell, no sense temó, va contestá: - Yo soc un germá de la Siñora de ahí dins.
Pero aquell no va esperá a que Andreuccio acabare la resposta sino que, encara mes fort que abáns, va di:

- ¡No sé qué me frene de baixá y fótret gayatades o brancades mentres veiga que encara te mous, burro, borracho que tens que sé, que esta nit no mos dixarás dormí! Y entornánsen cap a dins, va tancá la finestra. Algúns dels veíns, que milló sabíen la condissió de aquell, en veu baixa li díen a Andreuccio:
- Per Déu, bon home, ves en Déu; no vullgues que esta nit te mato éste; vésten pel teu be. Andreuccio, espantat de la veu de aquell y de la pinta, y espentat per los consells de aquells, que li pareixíe que parlaben moguts per la caridat, tan apenat com may va pugué estáu dingú y desesperán de recuperá los seus dinés y la roba, per aon de día habíe seguit a la criadeta, sense sabé aón aná, va agarrá lo camí de tornada a la fonda.
Y ofenénli an ell mateix la corrompina que de ell mateix li arribabe, va aná cap al mar per a rentás, va tórse a má esquerra y va aná baixán per una carrera que se díe la Ruga Catalana (arruga); y después, caminán cap amún, va vore que veníen cap an ell dos persones en una llinterna a la má. Tenín temó de que foren de la guardia de la corte o atres homes disposats a fé lo mal, per a esquiváls, a una casota que va vore prop, cautamen se va amagá. Pero estos, com si an aquell mateix puesto hagueren sigut enviats, dixán an terra algunes ferramentes que portaben, van escomensá a miráles, parlán de varies coses sobre elles. Y mentres parlaben va di un:
- ¿Qué vol di aixó? Noto la pudina mes gran que may m´ha paregut aulorá. Y dit aixó, alsán una mica la llinterna, van vore al desdichat de Andreuccio y van preguntá:

- ¿Quí ña ahí?
Andreuccio callabe; pero ells, arrimánse en la llum, li van preguntá qué cosa tan asquerosa estabe fen allí. Andreuccio los va contá tot lo que li habíe passat. Ells, imaginánse aón li podíe habé passat alló, se van di:

- Segú que a casa del matón de Buottafuoco (bota foc) li ha passat aixó. Y giránse cap an ell, li va di un:
- Bon home, encara que haigues perdut los teus dinés, tens que doná moltes grássies a Déu de que haigues caigut y no haigues pogut torná a entrá a la casa; perque, si no hagueres caigut, estígues segú de que, una vegada adormit, te hauríen matat y hauríes perdut la vida en los dinés. ¿Pero de qué val ya lamentás? No podríes recuperá los dinés com que ñan estrelles al sel: y encara podríen assessinát si aquell sen que dius una paraula de tot aixó.
Y dit aixó, parlán entre ells un momén, li van di:

- Mira, mos has fet compassió, y per naixó, si vols vindre en natros a fé una cosa que aném a fé, la part que te toco sirá de mes valor del que has perdut.
Andreuccio, com estabe desesperat, va contestá que sí. Habíe sigut sepultat aquell día lo arzobispo de Nápoles, de nom micer Filippo Minútolo, y habíe sigut enterrat en riquíssims adornos y joyes, y en un rubí que valíe mes de singséns floríns de or, y estos volíen aná a robá; y aixina lay van di a Andreuccio, que en mes codíssia que ben aconsellat, en ells sen va aná. Y caminán cap a la iglesia majó, com Andreuccio putíe mes que una putput refregada a un femé, va di un:

- ¿No podríem trobá lo modo de que éste se rentare una mica, per a que no putixque tan?
Va di l´atre:

- Sí, estém prop del pou de Torubio, aon sempre sol ñabé una polea y una galleta o cubo; aném cap allá y lo rentarém en un santiamén.
Una vegada al pou, van trobá sol la maroma, se habíen emportat lo cubo; pel que juns van pensá lligál en la corda y baixál al pou, y que ell allí baix se rentare, y cuan estiguere llimpio estirare de la soga y ells lo pujaríen; y aixina u van fé. Va passá que, habénlo baixat al pou, algúns dels guardies de la siñoría (o pel caló o perque habíen corregut detrás de algú) tenín sed, an aquell pou van vindre a beure; y al vórels estos dos rápidamen van colá cametes ajudéume, sense acatássen los guardies que veníen a abeurás.
Y están al fondo del pou Andreuccio ya rentat, va menejá la corda. Ells, en sed, dixán a enterra los seus escuts, les armes y les túniques, van escomensá a estirá de la corda, creén que estabe penjat an ella lo cubo ple de aigua. Cuan Andreuccio se va vore prop del brocal del pou, soltán la maroma, en les máns se va agarrá a la vora. Veén aixó aquells dos, espantats, van afluixá la soga y van fugí lo mes rápit que van pugué. Andreuccio se va maravillá mol, y si no se haguere aguantat be, hauríe caigut un atra vegada al fondo, no sense gran mal o inclús la mort. Pero va eixí de allí y va trobá les armes que sabíe que los seus compañs no habíen portat, y encara mes se va extrañá.
Pero en temó y sense sabé qué fé, lamentánse de la seua fortuna, sense tocá res, va dessidí anássen; y caminabe sense sabé cap aón. Bambán aixina, se va topetá en los dos compañs, que veníen a tráurel del pou; y, al vórel, maravillánse mol, li van preguntá quí lo habíe tret del pou. Andreuccio va contestá que no u sabíe y los va contá lo que habíe passat y lo que habíe trobat fora del pou. Ells, donánsen cuenta de quí habíe sigut, rién li van contá per qué habíen colat y quí eren aquells que lo habíen tret. Y sense mes paraules, sén ya mijanit, sen van aná a la iglesia, y an ella van entrá mol fássilmen, y van aná al sepulcro, que ere de mármol y grandiós; y en un ferro que portaben van eixecá la llosa, que pesabe mol, només lo nessessari per a que un home puguere entrá a dins, y la van apuntalá. Y fet aixó, va di un:
- ¿Quí entrará a dins?

A lo que l´atre va contestá:

- Yo no.

- Ni yo - va di aquell- , que entro Andreuccio.

- Aixó no u faré yo - va di Andreuccio.

- ¿Cóm que no entrarás? A fe de Déu, si no entres te fotrém blau en un de estos ferros hasta que te veigám caure mort.
Andreuccio, acollonit, va entrá, y mentres entrabe va pensá:

«Estos me fan entrá per a engañám perque cuan los u hayga donat tot, mentres estiga tratán de eixí de la sepultura sen anirán als seus assuntos y me quedaré sense res». Y per naixó va pensá quedás en la seua part; y enrecordánsen del pressiós anell del que los habíe sentit parlá, cuan ya habíe baixat lay va traure del dit al arzobispo y sel va ficá ell; y después, donánlos lo báculo y la mitra y los guáns, y traénli hasta la camisa, tot los u va doná, dién que no ñabíe res mes. Ells, afirmán que teníe que está lo anell, li van di que buscare per tot arreu; pero ell, contestán que no lo trobabe y fen vore que lo buscae, los va tindre esperán un rato. Ells que, per un atra part, eren tan malissiosos com ell, diénli que continuare buscán be, al momén adecuat, van traure lo puntal que aguantabe la llosa y van fugí, dixánlo an ell a dins del sepulcro, com un tort a una lloseta. La angustia de Andreuccio consevol se la pot imaginá. Va probá moltes vegades en lo cap y en los muscles a vore si podíe alsá la llosa, pero se cansabe en vano. Vensut, va pédre lo coneiximén y va caure damún del arzobispo; y qui u haguere vist entonses mal haguere sabut quí estabe mes mort, lo arzobispo o ell. Pero cuan va torná a espabilás, va escomensá a plorá sense consol, veén que o moriríe allí si no veníe dingú a obrí, de fam y de pudina entre los cucs del mort, o si veníe algú y lo trobabe a dins, lo penjaríen per lladre. Y en estos pensaméns y están mol acollonit, va sentí per la iglesia que caminabe y parlabe molta gen, que anabe a fé lo que ell en los seus compañs ya habíen fet.

Cuan aquells van obrí y apuntalá lo sepulcro, van discutí quí teníe que entrá, y cap u volíe fé; pero después de una llarga disputa un móssen va di:

- ¿Quina temó teniu? ¿creéu que to se minjará? Los morts no se mingen als homes; yo entraré dins.

Y dit aixó, va ficá lo pit damún de la vora del sepulcro, va girá lo cap a fora y va ficá a dins les cames per a dixás caure al fondo.
Andreuccio, veén aixó, ficánse de peu, va agarrá al móssen de una cama y va fé vore que lo estirabe cap a baix. Lo móssen va fotre un crit tremendo y rápidamen se va aviá fora del arca: espantats tots los atres, dixán lo sepulcro ubert, se van doná a la fuga com si foren perseguits per sen mil dimonis. Andreuccio, mol alegre, va eixí fora y per aon habíe vingut sen va aná de la iglesia.

Aproximánse ya lo día, en aquell anell al dit, va arribá al mar y desde allí se va adressá a la seua fonda, aon va trobá als seus compañs y al messoné, que habíen estat tota la nit preocupats pel que haguere pogut passáli. Los va contá lo que li habíe passat, y lo messoné li va di que teníe que anássen de Nápoles per seguridat; aixina u va fé y sen va entorná a Perusa, habén invertit los seus dinés en un anell cuan a lo que hi habíe anat ere a comprá caballs.


SEXTA