CARTA CXXV.
Universidad de Barcelona. = Bibliotecas públicas. = Academias, escuelas y museos. = Comercio de libros. = Escuela gratuita de sordomudos. = Biblioteca de Don Ignacio Dalmaces y Ros, y sus preciosos códices. = Inscripción Romana muy rara. = Otra sepulcral. = Muchas otras relativas a Santa Eulalia. = Descuido en los cementerios. = Noticias del famoso arquitecto Pedro Blay. = Baños públicos en el siglo XII.
Mi querido hermano: Cuando los Reyes de Aragón hubieron asegurado sus estados y engrandecídolos con las conquistas de Mallorca y Valencia, pensaron también en ennoblecerlos con un estudio general donde acudiesen sus vasallos sin necesidad de expatriarse para aprender las ciencias. Así Don Jaime II erigió en el año 1300 la universidad de Lérida, situada casi en el centro de sus estados, cuyos estatutos, privilegios y otros papeles tocantes a su establecimiento, recogí y envié ya en el Viaje a aquella iglesia. Creciendo después la población fue necesario crear otras universidades, para mayor comodidad de cada reino en particular. Barcelona, como otras ciudades episcopales, se contentó en lo antiguo con las escuelas eclesiásticas. La catedral tenía maestro de gramática desde principios del siglo XIII, según lo dispuesto por el concilio Lateranense III. Ejerciendo este oficio murió en 1327 el maestro Andrés Baquer. Poco después de este año se estableció allí mismo la lectura de teología, que obtenían sujetos doctos de cualquiera orden religiosa, a elección del Obispo y Capítulo. Mas no bastando esto para su vecindario, que ya en el año 1464 era de más de 7.160 vecinos (a), trató de proporcionarse el estudio general, bien que ya disfrutaban Valencia y otras ciudades.
(a) En un Diario manuscrito antiguo se halla la nota siguiente: “En el mes de juliol de 1464 io Jaume Çafont, notari, desitjos de saber ab veritat quants fochs avia en la present ciutat de Barcelona, personalment me despongui en cercarho; he de fet parti la ciutat en quatre corters en creu, fahent la dita creu a la plasa de Sent Jaume, ço es, lo del Pi, de la Seu, de Santa Maria, e de Sent Jaume; e trobo que ab tota veritat en Barcelona avia 337 illas de alberchs, en las quals avia 7,160 fochs habitans, menys de moltas casas vuidas, en les quals noy avia ningun llogater.”
Esta gracia alcanzaron del Rey Don Alfonso V, el cual impetró en 1450 la correspondiente bula del Papa Nicolao V, en que concedió a la nueva universidad las mismas gracias que disfrutaban las de Lérida y Tolosa. Así se lee en las Constituciones de la universidad de Barcelona, impresas por Don Pedro Lacavalleria en 1629. No debió tener por entonces efecto este establecimiento, puesto que a principios del siglo XVI se trató de lo mismo, como si de nuevo se ordenara. De algunos Diarios de aquel tiempo se sabe que en 1507 deliberó el Consejo de esta ciudad que hubiese en ella estudio general, y se destinase para ello la torre llamada de Santa Eulalia, que entonces era el Portal de Bocaria (Boqueria actual). Comenzáronse las lecciones públicas ese año, día de San Lucas, todo a costa de la ciudad. Más adelante, en 1535, se aumentó el estudio, así en lo material como en lo formal, y en cierto modo puede decirse que entonces comenzó. Construyose un nuevo edificio al extremo de la Rambla, en la plaza llamada dels Bergants, cuya primera piedra se colocó solemnemente día 18 de noviembre por Mosen Berenguer Desvalls, Conseller primero (Conseller en cap), habiendo para ese acto acudido al lugar en procesión el clero de la iglesia catedral, y celebrado allí mismo de pontifical el Arzobispo de Tesalia Don Juan de Miralles, auxiliar, a lo que creo, de esta diócesi (a: En un Diario coetáneo se refieren sobre esto las circunstancias siguientes: “En lany 1535 per algunes persones devotes y lletrades fonch festa oferta als Conselles de algunas rendas e pecunies comptants per fer e principiar un estudi general en la present ciutat: y entes per los Conselles lo tal benefici per la cosa publica, feren eleccio de persones de tots estaments per concertar lloch y mestres y llisons, hoc encara per anar per ciutat per cercar mayors caritats. E lo dia de S. Llorens, a 10 de agost, entre la renda que ia la ciutat tenia ab antiquo, que era 150 ll. t. per lo studi, fonch trobat tenia 500 ll. t. de renda, y 1000 ll. t. comptants pasades per obrar lo collegi. E fonch donat lloch al cap de la Rambla, del portal de S. Sever, aont se pesaba la palla, fins al portal aont estaven los bergants brasers. E lo iorn de S. Bertomeu comensaren a duri pedra, etc.”)
Floreció luego en letras esta ciudad, buscándose de varias partes maestros que las enseñasen, entre los cuales es uno el Valenciano Pedro Juan Núñez, de quien por esta causa hay por acá algunos manuscritos. No obstante esto, se quejaba amargamente el sabio Cosme Damián Ortolá de la poca afición de los nobles a la literatura y a la nueva academia. Sobre lo cual dijo una elegante oración latina en la abertura del curso, día de San Lucas del año 1554, tomando graciosamente por tema lo de San Pablo: Lucas est mecum solus (II ad Timoth.), la cual se imprimió el mismo año por la viuda de Juan Carlos Amorós. Dejo de contar los sabios que ha producido esta academia de Barcelona en los dos siglos no completos de su duración. Cosa tanto más para admirar, cuanto es innegable, que de esta ciudad, como de plaza de armas, fronteriza y de mucha importancia, han huido en varias épocas las musas, que a la postre, por la misma razón, han trasladado y fijado su domicilio en Cervera. Artículo de gran dolor para la literatura Catalana, en que debe interesarse la de toda la nación. Cuanto se ha declamado contra la corrupción moral de los estudiantes en las grandes ciudades, no demuestra que estén exentos de igual riesgo en las pequeñas. Por otra parte, ¿qué progresos no deben esperarse en las letras cuando estas se enseñan en uno de los grandes teatros del mundo, donde cada día se presentan extranjeros, que juzguen de maestros y de discípulos, donde el estímulo de honor es continuo, las escuelas varias, las bibliotecas copiosas, y los sabios en crecido número? Pocas ciudades hay en España que puedan presentar tantos auxilios para una universidad como Barcelona. Cuatro bibliotecas públicas cuenta dentro de su recinto, es a saber: la del Seminario episcopal, y las de los PP. Dominicos, Franciscos y Carmelitas descalzos, bien provistas de libros, y la última muy rica de códices manuscritos. Hay en ella varios establecimientos literarios, que mutuamente pueden y deben estimularse en los progresos de su objeto. Tales son la academia de bellas letras, sucesora de la antigua de los Desconfiados, cuyo objeto es expurgar la historia Catalana de las fábulas con que la han viciado nacionales y extranjeros: la academia de ciencias y artes, que es como una sociedad de amigos del país: y las acreditadas escuelas de cirugía, química y matemáticas. Esto sin contar las de gramática, filosofía y teología en el Seminario episcopal, y casi todas las comunidades religiosas: cuyos ejercicios y actos públicos son el más vivo estímulo de la juventud. Ennoblece además a esta capital la casa llamada de la Llotja, o de contratación, donde el Consulado ha sabido reunir las escuelas de las nobles artes, frecuentadas diariamente de más de seiscientos discípulos, la de náutica, de taquigrafía, de maquinaria y otras, expendiendo sobre los caudales que para esto se necesitan grandes sumas en los pensionados que por varios ramos está actualmente manteniendo en Roma, Florencia, París, Valencia y otras ciudades, donde brillan las artes. Tampoco faltan aquí literatos dedicados a ciertos puntos de erudición recóndita y costosa, como son la numismática y la historia natural. Pons elogió como debía el museo del boticario Salvador, que en el día se halla mucho más aumentado. En su línea es muy respetable el monetario que ya dije del P. M. Fr. Juan Izquierdo, del orden de San Agustín, el cual es muy de desear que concluya las adiciones, que tiene muy adelantadas, a la obra de las medallas del P. M. Flórez, produciendo muchísimas inéditas, las cuales él posee, sobre las que tiene recogidas el capitán Don Vicente García de la Huerta. Sobre todo esto florece en Barcelona el comercio de libros, y sus impresores pudieran ser, y lo serían sin duda, los Venecianos de España. Dejo de hablar de otros establecimientos literarios y artísticos, cuyas luces se propagarían más, y ayudarían no poco a las reunidas aquí, en el punto céntrico de un estudio general.
Y ya que estamos en ello no puedo dejar en el tintero la noticia de la escuela gratuita de sordo-mudos, que con tanto amor y pericia regenta en su propia casa el presbítero Don Salvador Vieta, beneficiado de la catedral. En el discurso de las Antigüedades de España de Ambrosio de Morales (que ahora no tengo a mano) me acuerdo haber leído en otro tiempo lo que en este punto adelantó no sé qué monje Español, de la orden de San Benito. Sin embargo, se ha llevado un extranjero la gloria del invento, merced a la desconfianza y timidez española. A lo menos ningún extranjero podrá negar a este eclesiástico Catalán la gloria de haber adelantado en esta enseñanza hasta el punto de hacerles leer cuanto se les presenta y pronunciar el debido nombre de los objetos que se les señalan. Hablo de los más provectos, que llegarán sin duda a vencer del todo la dificultad de la naturaleza y hablar aunque tardamente un discurso seguido. La enseñanza es muy sencilla, aunque de gran paciencia. Cada letra tiene su signo, que consiste en cierto movimiento y aptitud de la mano, lo más semejante que puede ser a la de la lengua y labios en la articulación de vocales y consonantes. El mudo observa la lengua y labios y mano del maestro, y conforma con ellas las suyas: y echando afuera la voz o sonido natural, articulan casi con tanta claridad como nosotros; sólo experimentan todos gran dificultad en pronunciar la I vocal. Vencida esta primera barrera, sigue el silabario y lo demás como en las otras escuelas, haciendo en estos los signos lo que en los otros hace la voz del maestro. Con este ejercicio, a que son extremamente aplicados aquellos infelices, llegan a pronunciar las palabras con sólo verlas escritas, sin tener ya necesidad de signos del maestro, aunque ellos por la costumbre acompañan regularmente con sus manos lo que pronuncian, a no ser algunos más adelantados que ya no necesitan de este auxilio. Para remediar la escasez que padecen de los nombres propios de cada cosa, les está formando su maestro un Diccionario donde pinta con un ligero dibujo los objetos más obvios con su nombre propio al canto, a cuyo repertorio acuden ellos siempre que les presentan algún objeto, cuyo nombre no saben, y hallado lo pronuncian seguidamente. Por este camino han aprendido no sólo a contar, sino todos los rudimentos de doctrina cristiana, sirviendo ya los más adelantados de maestros para los nuevos. No puedo ponderar la complacencia que tuve con la especulación de este establecimiento tan benéfico de la humanidad y tan honroso para toda la nación en sus progresos; los cuales serían mucho mayores, si el autor pudiese dedicarse a este objeto con más comodidad y sin las obligaciones de residencia personal a la catedral, y en lugar público y bajo la protección del gobierno. Dos cosas hacen resaltar el mérito de esta escuela: una es la humildad del maestro, que está en la firme persuasión de que cualquiera puede hacer por sí mismo otro tanto, y extraña que nadie lo haya hecho hasta aquí: otra es que esta no es cosa discurrida por él después de establecida la escuela Francesa, sino ejecutado ya ha más de quince años, cuando servía de vicario en la parroquia del lugar de Vilanova, donde con el mismo método enseñó a una niña muda, llamada Josefa Martí, lo necesario para salvarse. En resolución, así el invento como la ejecución merecen toda la atención de nuestro gobierno, como cosa tan útil a la humanidad y tan honrosa para la nación.
Entre las cosas notables de Barcelona lo ha sido en tiempos pasados la biblioteca que recogió Don Ignacio Dalmaces y Ros, autor de un tratado sobre la patria de Orosio. De ella se aprovechó hacia los años 1740 el Ab. Xaupi para publicar sus Recherches historiques sur la noblesse des citoyens honorés de Perpignan et de Barcelone. Poco después de la muerte de dicho Don Ignacio se deshizo aquella colección, que debía ser curiosa y apreciable según parece por las reliquias que de ella quedan en casa de Don Ramón Dalmaces. Tal es un cód. 4.° vit., adornado con curiosos dibujos, que contiene varias poesías provenzales muy parecidas en el lenguaje al romance de la rosa de Juan de Mena. Las que componen el cuerpo principal de la obra son de autor desconocido: su epígrafe final dice así:
Cy fenissent les cent balades
et apres sen suivent les responses:
et premierement Regnault de Trie.
Balada se llama una canción de tres estrofas de varia rima, que finaliza en un mismo verso. Las respuestas a dichas cien baladas lo son ellas también. Sus autores se indican al principio de algunas de ellas con letras de oro o de bermellón así: Regnault de Trie, Chambrillart, Monseigneur Dorleans, Jaquet Dorleans, Tignonville, Monseigneur de Berri, Jehan de Mally, Yury, Duey, La Trimoulle, Auberchicourt, Le batart de Coussy.
No es menos curiosa una oración latina ad probandum iura digestorum pene innumerabilia post Christi adventum fuisse constituta, dedicada por su autor Juan Raimundo Ferrer, Catalán, al Arzobispo de Tarragona Don Pedro, con fecha de Bolonia de 15 de marzo de 1448. Es propiamente una disputa entre el dicho Ferrer et Antonium Siculum, ambos estudiantes en aquella universidad, los cuales nombraron por jueces a algunos catedráticos de ella, cuyos pareceres y sentencia a favor del primero existen al fin originales. Sus nombres son Antonius de Pratoveteri (prado viejo, Prat vell), Scipio de Gozadinis, Baptista de Santo Petro, hijo de Florián de S. Pedro, Gaspar de Arrengheria y Johannes Lamola.
Entre varios libros tocantes a la historia y literatura de este país hay un códice vit. fol. del siglo XIV y acaso de fines del anterior, que comprende las Consuetudines Illerdenses (Costums de Lleida), divididas en tres libros, recogidas por G. Botet en 1228, siendo cónsules de aquella ciudad el mismo Botet, G. de Çagraa, P. de Offegat y G. de Solsona. Las he copiado enteras por ser importantísimas para la historia de la legislación. En el libro II hay este título: De eo qui vadit sine lumine. = Pulsata campana de nocte nullus vadat sine lumine per villam: alias det V. solidos, vel V. azotos accipiat in platea. Esta especie me hizo acordar la costumbre que está muy en su vigor en el reino de Valencia, donde por la noche, media hora antes de la señalada para el toque de almas, se toca lentamente una campana, y a esto llaman la queda; como si dijeran, la señal de recogerse y no andar por las calles. Es de notar que cuando el Rey Don Jaime el I echó a los Moros de Valencia y su reino hacia el año 1260, poco más o menos, fueron a repoblarle gran parte de los vecinos de Lérida y su diócesi; y acaso introdujeron en esta su costumbre con algunas otras. En el mismo códice hay dos Cronicones, que he creído dignos de ser ingeridos en nuestra colección: uno de ellos comienza como el que publicó Baluzio, llamado Barcinonense, y está continuado con grande exactitud y prolijidad hasta entrado el siglo XV por Guillermo Mascharó, beneficiado de la catedral, que murió en 1452. Vi en la misma biblioteca una copia buena del Discurso sobre la moneda de vellón, que al presente se labra en Castilla, y es traducción hecha por el mismo P. Juan de Mariana, que lo publicó en latín. Item hay allí un volumen fol. vit. que contiene las actas del concilio Efesino, general tercero, las cuales ha cotejado con las impresas el señor Don Ramón Ignacio de Sans y Rius, doctoral de esta iglesia, y ha formado un juicio muy aventajado de la importancia de este códice. Omito la noticia de otros códices, débiles reliquias de la grandeza antigua de dicha biblioteca.
¿De qué trataremos ahora? No ocurriéndome por lo pronto otra cosa te hablaré de una inscripción Romana. En un esquinazo de la casa de Don José Llauder, junto a la parroquia de San Justo, está colocada para su mal y total destrucción la famosa inscripción de L. Cecilio Optato, en que hizo un legado a favor de los baños y espectáculos Romanos de Barcelona; piedra rara y de las más estimables de España, que mereció la declarara difusamente el sabio Don Antonio Agustín en el Diál. IX, de las medallas y antigüedades. Otros muchos la han copiado posteriormente, y yo hubiera hecho lo mismo si no estuviera ya derrotada y en estado de durar poco. He oído a muchos eruditos de esta ciudad lamentarse sentidamente del abandono con que son miradas esta y otras antiguallas, y de la paciencia con que se ha sufrido que los zapateros aguzasen en esta piedra sus trinchetes, y los muchachos hiciesen con ella su genio y lo que acostumbran. También sé de cierto que el erudito señor Don Mariano Oliveras, Capiscol de esta iglesia, propuso a quien podía verificarlo el proyecto de reunir esta y las demás antiguallas de todas clases en un paraje público, que podía ser el paseo que llaman de la Esplanada, levantando de trecho en trecho los pedestales correspondientes, que al mismo tiempo servirían a la decoración y honrarían la ciudad, y por la noche podían ser guardadas por los mismos guardas del paseo. Igual proyecto podía adoptarse en todas las ciudades, recogiendo los monumentos antiguos en las casas de ayuntamiento, o aduanas, o escuelas, o colegios, o paseos; lo cual, sobre ser tan conforme a las sabias providencias que sobre esto ha tomado el Gobierno, honraría mucho a las ciudades, y ahorraría infinito trabajo a los forasteros. En este plan debían comprenderse también todas las inscripciones hasta el siglo XV, a excepción de las que están fijadas en su debido lugar, v. gr., memorias de la época de edificios, de consagraciones de iglesias y de sepulcros, que aún subsisten, y otras así. Pero todas las demás que se hallen sueltas y dislocadas, así de los Romanos como de la edad media, siendo, como son, documentos de la historia, merecen ser recogidas en un lugar, poco menos que lo merecen los instrumentos y escrituras de los archivos. Aunque no sea de este género, copiaré aquí un letrero sepulcral que se halla en mármol en la casa procura del monasterio de Ripoll en esta ciudad, que acaso antes debió ser propia del de San Cucufat del Vallés, por lo cual en él verás que, reducido a nuestra lectura común, dice así: Cespite sub duro ubi cubat corpus Gescafredi monachi filium condam Senofredi et fratri Ramioni presbyteri, qui obiit VI. id. Jni. era DCCCC.LXXXVII. Dni. anno DCCCC.XXXVIIII. anno III. regnante Lodoici Regi, intercede per eum Cucufas beate. Amen.
Cualquiera que sea el mes en que falleció este Gescafredo, sea enero o junio (Jni.), es cierto que el año 939 corresponde exactamente al III de
Luis Transmarino (Ultramarino), que comenzó a reinar a 20 de junio de 936; y así es claro que el cantero añadió un X de más al cómputo de la era, que no ha de ser 987, sino 977. Es notable el mismo aumento en la era, en la piedra que dije de la parroquia de San Justo, que es del mismo tiempo. Te envío copiada otra, que del 1387, está en el patio del palacio del General, junto a la puerta de la Aduana o del mar.
Dimecres a XIII. de Noembre
Del any de la nativitat de nostre Señor
M.CCC.LXXXVII. regnant lo molt
Alt Senyor Rey En Johan, lo primer
Any de son regne fo comensat
Aquest portxe per ço quel gra
Se venes a cubert; e fo acabat
et XV. Dagost del any M. =
CCC.LXXXIX.
Muy modernas son las que se hallan grabadas en el pedestal de la pirámide erigida en la plazuela llamada antiguamente del Blat y ahora del Ángel por la estatua del que hay sobre dicha pirámide. Este monumento recuerda el milagro que sucedió en la traslación de Santa Eulalia, referido en sus actas, que fue la inmovilidad del cuerpo hasta que se restituyó un dedo que se le había hurtado (a: Ap. núm. IV.).
Las inscripciones que lo dicen son estas:
I.
Ab investigabili antiquitate
Pervetusta PP. religione
Erectum
Hoc
Illabilis et gratae memoriae
Labile monumentum
Etsi marmoreum
A saeculorum caducitate
Redemtum et refectum.
anno MDCXVIII.
Tandem
Viciniae rubina oppressum
Diuque sepultum
III.is Ad.m Barchinonen. Senatu
D. D.
Praetoris et Decurionum
Jussu
Resurgit
Anno Dom. M.DCCXLVIII.
II.
Discite Cives
Integritatem in moribus,
Quam nec in sacris exuviis,
Vel in minimo
Passa est laedi
Integerrima Virgo
Locum venerare,
Viator
Et virtutem.
III.
Angelicus testis
Rursus
In monumento marmoreo,
Ingentis prodigii
Adstruit fidem
Utrumque mirum:
Et quod
Nuper a cruce depositum corpus
E loco ubi posuerunt illud,
Recesserit
Virtute propria:
Et quod
Jamdiu cruce passa Eulalia
Ex hoc
Sustolli non posset
Aliena.
IIII.
Stator Sacer
Ubi olim
Angelicae Eulaliae corpus
Sublato pio latrocinio digito
Haesit immobile
Restituto sublatum est.
Tanto misterio
Dedicatum locum
Indigitat (.)
Ya que hemos tratado de Santa Eulalia y de inscripciones, añadiré las siguientes que en honor de la misma Santa se leen en otra pirámide erigida a la entrada de la puerta de San Antonio entre el convento de Gerónimas y la iglesia del hospital de San Lázaro, vulgo el Padro (Padró).
Frente a la puerta de San Antonio.
I.
Siste Viator
Ac limen hoc urbis sacrum
Martirij ubi palmam
Fauste Eulalia meruit
Ovantem
Summa Pietate
Prosequere.
Anno nascentis ecclesiae
CCC.III.
Eulalia virgo prius martyr quam
Pubes
Post carceres, flagella, aculeum,
Flammas ac crucem
Ab hoc solo ad coelos usque
Ad instar columbae
Evolavit non diu hic vivens ut
In eternum viveret.
Obstupesce viator et vide in
Duello Puellam
Nedum dimicantem
Sed et victricem.
A la derecha entrando por dicha puerta de San Antonio.
II.
S. P. Q. B.
Sub excelso Eulaliae patrocinio tutus
Hoc marmoreum fastigium
Ad inmortalem eius famam extruxit.
Anno M.D.C.LXXII.
Erecta Piramis
Ut faelici auspicio
Sic religione
Consulum
Raphelis GIRMOSACH
Civis honorat.
Gasparis Sabater
Civis honorat.
Don Josephi Peguera
Y Vilana
Petri Pont Mercatoris
Josephi Marti Miro
Pharmacop.
Josephi Torner Sutoris
Duret
Eternum crescat q.3 pos-
teris in monumentum
Eulaliae Divae
Et cultum martirii.
A la izquierda, a saber, a la parte que mira a la pared de las Gerónimas.
III.
Immorare parumper hospes
Et hanc constructam
Eulalie molem
Tuis extolle votis
Ut quae attrita
Martirio Deo crevit
Ad meritae laudis
Cacumen evehatur.
Anno M.D.C.LXXXVI.
Piramis jam pridem erecta
Meliora forma data
Pervigili cura
Consulum
Josephi Melich civis honorati
Nob. D. Dominici de Vardier V. J. D.
Michaelis Natali Medicinae Doctoris
Josephi Duran
Raphaelis Roca Pharmacopei
Josephi Rafar Tintoris Pannor. Lanae
Perennet
In gratum assequuti per Eulaliam
Triumphi monumentum.
Detrás de la primera y frente a la iglesia del hospital de San Lázaro.
IIII.
D. O. M.
Et Barcinonensis huius centum vitalium voto
Civitatis
Eulaliae inclitae
Ad superos usque triumphatrici
Sacratur Patronae.
Anno M.D.C.LXX.III.
Perfecta Piramis
Ut venustate publica
Sic devotione Consulum
Nobilis D. Caroli de Calders
Francisci Respall, civis honor.
Josephi Melich, civis honor.
Pauli Feu Mercatoris
Jacinthi Borras Notar. Publicar.
Jacobi Vintro Pannor. Paratoris
Perennet
Et tutamine divo
Eulalia nostra
Regnans in coelis
Vivat in cives.
Otra cosa quiero notar que me ha dado en rostro en esta ciudad, y es que no sólo no se ha adoptado el plan de cementerios, sino que los de las parroquias están abiertos por todas partes, a excepción del de la catedral, y expuestos a las irreverencias de los muchachos y a los insultos irregulares, pero no imposibles, en las pasiones del hombre.
El de Santa María del Mar sirve de calle y muy frecuentado de gente.
En el de San Pedro de las Puellas hay una piedra que dice haberlo renovado no sé qué parroquianos en el siglo XV; está muy destruida y dentro de pocos años nada se podrá leer, y algún curioso sospechará si es piedra Romana u otra cosa muy importante.
Ya se me pasaba darte las noticias que he podido recoger del arquitecto Pedro Blay, mientras no se publica el Diccionario de arquitectos Españoles. Sábese que era vecino de Barcelona, de donde pasó a construir la iglesia de la villa de la Selva, diócesi de Tarragona, que es la mejor que tiene aquel arzobispado. En ella entendió el año 1584, cuando a 21 de noviembre resolvió el Capítulo de aquella metropolitana que con otros comisionados pasase a revisar algunas obras construidas en Puigdelfí y el azud de cantería de Francolí. En la resolución capitular le llaman: Magistro fabricae ecclesiae de la Selva.
En 1591 estaba avecindado en Tarragona, como director de las obras de la catedral. Permanecía allí mismo en marzo de 1595, en que presentó dos diseños para el monumento de la Semana Santa. Tiénese por obra suya el sepulcro de Don Antonio Agustín, en lo cual y en la conclusión de la capilla del Sacramento entendió como sucesor del arquitecto Bernardo Caseres, de quien se sabe ciertamente que comenzó aquella excelente capilla. También serán sin disputa del Blay las dos capillas elegantes de San Fructuoso y San Juan Evangelista, y aun sospecho que entendería en el gracioso sepulcro del señor Teres (Terés), aunque en tiempo de la muerte de este Prelado ya estaba ocupado en Barcelona en la fábrica celebrada de la diputación; la cual, como dice Feliu (Anal. tom. III, página 220), estaba ya muy adelantada en el año 1597. "Propusieron, dice este escritor, al Rey algunos poco afectos al principado que fabricaban en Barcelona una casa fuerte que dominaba a la ciudad. Envió la diputación a Pedro Blay, mi visabuelo, y al doctor Juan Sentís para poner en manos del Rey la traza y modelo de la obra de la diputación y explicar la forma que había de tener, etc.” Bien claro se ve aquí que Blay era el arquitecto, como quien había de dar razón de la obra, aunque Feliu calló esta circunstancia que era tan honrosa para él. Dicha obra se concluyó en 1620, y Pedro Blay murió el año siguiente, según consta de un Diario coetáneo muy exacto en todas las noticias, que dice así: A 3 de juliol de 1621 mori mestre Pere Blas, mestre de casas, que ha fet la obra nova de la diputacio a la part de San Jaume, gran arquitecto.
No es de omitir la cruz que fabricó en 1609 a la parte exterior de la puerta del mar.
A Dios. Barcelona, etc.
P. D. La memoria que hago en esta carta de la piedra que habla y dota los baños de Barcelona, me obliga a no omitir la noticia de haberlos establecido en la misma ciudad el Conde Don Ramón Berenguer IV, concediendo al Alfaqui Abram un huerto que el Conde había comprado de Pedro Ricard para que plantificase allí los baños, y cediéndole una tercera parte del producto, entrando también el Conde por dos terceras partes a los gastos de cubis, de vassis, de galletis, de mandilis, de caldariis, etc. Fue esto a 9 de junio, año 23 del Rey Luis el Joven (1160) (a: Ap. núm. V.). Poco más de treinta años (después), es a saber, en 1199, pasó este establecimiento a manos de Guillermo Durfort, a quien el Rey Don Pedro II de Aragón cedió sus dos terceras partes. Van los documentos citados, de los cuales ni de otros que he visto, no consta donde estaban situados dichos baños: sólo se sabe que estaban junto al castillo nuevo (a: Ap. núms. VI y VII.).
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