CARTA XXXII.
Verdadero patrono de Xátiva: fragmento de una cruz antigua de piedra: cual fue la iglesia mayor de Xátiva después de su conquista: erección de su colegiata y sus primeros canónigos: noticias de Calixto III y de algunas cartas suyas inéditas: entrada de Alexandro VI en Xátiva siendo legado de la santa sede: documentos de un sínodo de Valencia del año 1400 y del de Santo Tomás de Villanueva ya publicado: vestigios de la capa pluvial antigua: época de la situación actual de Xátiva: su acueducto llamado de Bellus: inscripción romana de La Enova.
Mi querido hermano: Aprovecho estos cortos momentos para darte noticia de algunas otras antigüedades importantes de Xátiva, que he adquirido estos días, sobre las publicadas en el principio de mi viaje. Hablaré primeramente de S. Félix, patrono de esta ciudad, que no hallo ya razón para dilatarlo hasta Gerona como me propuse en mi primera carta. Afirman varios escritores que el S. Félix mártir, venerado como patrono en este y otros pueblos del reino, es el presbítero discípulo de S. Ireneo, obispo de León de Francia (Lyon). Dejando lo que la crítica juiciosa ofrece contra esta opinión, vengo sólo a lo que resulta particularmente de los monumentos antiguos de esta ciudad. Sábese que la iglesia antigua situada en la falda superior del castillo estuvo dedicada a S. Félix mártir, y así se ve en algunos documentos de los siglos XIII y XIV, que alegaré después. Mas que este santo fuese el diácono, consta ya desde los principios del siglo XV, en que se hallan varias fundaciones de doblas para el día de la fiesta de S. Félix, la cual expresan que se celebraba aquí a 1.° de Agosto; por donde se ve que era la del diácono de Gerona, porque la del presbítero se hubiera fijado en su día propio, que es el 23 de Abril (también de San Jorge, Sant Jordi). De estos tiempos es la nota que dejó de su mano un canónigo de esta iglesia, que dice así: Yo Garces digui (diguí, pasado de decir, dije; vaig dir) missa el (y no lo) primer dia (día sin tilde) de Agost a St. Feliu de Girona. Es pues indubitable (dubitare : dudar : indudable) que antes del siglo XV cuando aún no era colegial esta iglesia, ya se celebraba en ella fiesta a S. Félix de Gerona, y no al presbítero de Francia. Estos datos constan del acuerdo capitular de este cabildo de 15 de Octubre de 1643, que he visto original, y es otro argumento muy poderoso. De él, y de una relación que le acompaña, resulta que deseando el magistrado obedecer al decreto de Urbano VIII, puso en manos del cabildo el nombramiento de patrono de la ciudad, asegurando que se conformaría con la elección. Habíanse ya publicado por aquel tiempo los falsos cronicones y la historia de Escolano y otras que dan por cierta la predicación de S. Félix presbítero de León, y de su diácono Archilleo (archi + Leo, León, Lyon) en España, y especialmente en Sétabis. Pretendían algunos que fuese electo patrono de la ciudad este santo mártir, creyendo que con esto quedaría más ennoblecida. Mas el cabildo procediendo con la debida madurez, examinó las memorias de su archivo: y hallando que de tiempo inmemorial se había celebrado (1) fiesta a S. Félix diácono de Gerona en el día 1.° de agosto, eligió por patrono a este santo mártir. Conformóse con esta elección el magistrado, y dos días después, en 17 de octubre, hizo el acuerdo siguiente: “Nombramos por patrono de la presente ciudad al glorioso S. Félix; y asimismo mandamos que se haga otra estatua de San Félix presbítero, y que se coloque al lado del otro que está en el altar mayor de la ermita de dicho santo (a).” (a) Nomenam en Patro de la present ciutat al glorios S. Feliu; y axi matex ques fasa altre S. Feliu prevere, y ques pose al costat del altre que está en lo altar maior de la hermita de dit sant.
Confieso que este es un acuerdo vago, y que en él debiera haberse hablado con mayor expresión y exactitud. Mas no cabe duda en que la ciudad eligió por patrono a S. Félix el diácono de Gerona; porque además de ofrecer que se conformaría con el parecer del cabildo, las palabras de su acuerdo dan a entender claramente la posesión inmemorial en que estaba este santo; cuya imagen suponen colocada ya muy de antiguo en el retablo mayor de la ermita. Tampoco cabía que contra una prescripción tan autorizada, despojase el magistrado a este pueblo de su gloria tan antigua como verdadera. Que si mandó hacer otra estatua de S. Félix presbítero, y colocarla en dicho altar mayor, fue por satisfacer a la devoción de algunos, persuadidos de la venida de este santo a España; condescendencia que ha traído la equivocación en que está ahora el pueblo de que estas dos estatuas son de S. Félix presbítero de León y de su diácono Achilleo; no siendo sino las de los dos Felices de que tratamos. Otro inconveniente mayor ocasionó aquel acuerdo indefinido; porque como la estatua del presbítero ocupa debidamente la mano derecha, aun los que saben que la de la izquierda es de S. Félix de Gerona, creen que el primero es el patrono de la ciudad: y así en la procesión que se hace en su fiesta sale la imagen del santo con casulla, y no con dalmática: ha venido a ser tan general esta persuasión, que los predicadores sólo hablan de él, y de su supuesta venida a Xátiva y de su martirio en Valencia, no acordándose siquiera de que en ese día hace fiesta toda la iglesia a S. Félix diácono de Gerona, y la del presbítero es a 23 de Abril. Ahí te envío copia de los documentos que atestiguan cuanto llevo dicho (a: V. el Apénd. número VI), a los cuales convendría que cediesen los que desean acertar en cosas tan graves. Me acuerdo de lo de Plinio: Reverere gloriam veterem, et hanc ipsam senectutem, quae in homine venerabilis, in urbibus sacra est (b: Plin. Jun. lib. VIII. epist. 21 ad Maximum). Si esto es verdad respecto de las piedras muertas que andan tiradas por esos campos, ¿cuánto más lo será en los monumentos de la religión, canales por donde se bebe el agua de la doctrina y de los ejemplos de Jesucristo y de sus santos?
Con estos ojos debe ser mirado un fragmento (2) de una cruz de piedra blanca, de las que llamamos griegas, que se conserva en la pared exterior de dicha ermita hacia oriente. No queda de ella mas que el brazo superior y el derecho, y en el centro (3) un bajo relieve, que representa un corderito con una cruz de las que llaman immissas (4), tal como se suele pintar en los cuadros de S. Juan Bautista: en el adjunto dibujo verás lo que ello es, y si pudo o no pertenecer a nuestra catedral antigua (5), y a la costumbre de aquellos tiempos de colocar cruces de piedra en lo alto de los templos.
El antiguo de S. Félix pereció sin duda con las guerras y el furor de los bárbaros.
Tampoco es inverosímil que el edificio actual sea el mismo que ya existía a mediados del siglo XIII, en el cual el rey D. Jayme I sentenció un pleito sobre ciertos viñedos entre Balduino de Baldoví y Guaresques de Gerona, vecinos de Xátiva: Lata sententia, dice, in ecclesiam S. Felicis IIII.° kals. Febroarii anno Domini 1268. Así por esto como por la fundación de una capellanía que hicieron Guillermo Sentín y Jordana su mujer el año 1275 (a: V. el Apénd. n. VII), parece cierto que esta misma iglesia era por entonces la mayor de la villa, en la cual residía el clero, y se celebraban los oficios diurnos y nocturnos. Pocos años después debió trasladarse el clero a la iglesia que antes fue mezquita de los moros en la parte baja de la ciudad, pues ya en el año 1323, en la colación de la sobredicha capellanía, que dio D. Raymundo Gastón, obispo de Valencia, a Francisco Pich, se expresa la iglesia mayor distinta de la de S. Félix. Advierte de paso en este documento, cuya copia incluyo (b: V. el Apénd. n. VIII), que la colación beneficial se daba en Valencia per birreti impositionem: cosa desusada por entonces, como noté hablando de Segorbe. He dicho que la nueva iglesia era obra de los árabes; los cuales fundaron la parte baja de la ciudad, si no hallaron ya trasladada a ella la antigua Sétabis, que estuvo primero a la falda superior del castillo, como diré luego: en estos edificios modernos dejaron varias inscripciones arábigas. Habíalas también en su mezquita; y aun tengo entendido haber sido esta una de las causas que obligaron al magistrado a emprender dos siglos ha la fábrica del nuevo templo, suntuosa, de buena arquitectura; mas por desgracia harto distante de su conclusión. Esta iglesia fue erigida en colegial por Benedicto XIII (Luna) el año 1414. Consérvase en su archivo el proceso que se formó para evidenciar la utilidad y necesidad de esta erección, como también la bula expedida en Peñíscola V. id. Decemb. pontific. anno 20., y la comisión que se dio al deán de Barcelona, al tesorero de Cartagena, y a Francisco Ferrer, canónigo de Mallorca, para la ejecución de esta gracia. Los primeros canónigos de ella fueron Pedro Figuerola deán, Juan Bertrán sacrista, Martín Martínez chantre, Bernardo Boluda, Bartolomé Valls, Andrés Colom, Pedro Simón, Luis Sarañana, Francisco Bosch, Pedro de la Guerola, Pedro Darenys, Nicolás Caranyana, Juan Carbó, Juan Palomar, y Juan Ganer. (como el texto está difuminado, se lee también Ganet)
Esta iglesia tiene la gloria de contar entre sus hijos a los dos papas Calixto III y Alexandro VI; el primero nacido en una quinta vecina, llamada la torre del canals, fue bautizado en esta iglesia. Confiesa esto él mismo en la bula que envié tiempo atrás, y en tres cartas que escribió a este cabildo, que incluyo copiadas de mi mano (a: Se hallarán en los Apénd. núm IX. X. XI.); en la primera da cuenta de su elección y consagración en obispo de Valencia: está fecha en Peñíscola a 21 de agosto sin expresar el año, mas consta que fue el de 1429, así por los episcopologios MSS. de Valencia, como porque en 14 de agosto de ese mismo año había asistido sólo como doctor en derechos y como testigo particular, a la renuncia que hizo el famoso Gil Muñoz del supuesto pontificado en la villa de S. Mateo de este reino (b: V. las actas del concilio de Tortosa de 1429 que publicó el cardenal Aguirre). Había trabajado mucho nuestro Alfonso y ayudado en gran manera al legado Pedro de Fox en la conclusión de aquel cisma: la doctrina y virtud que mostró en esta y otras ocasiones, le elevaron luego a la silla de Valencia; el nombramiento del rey llegó a S. Mateo donde aún estaba el cardenal día 15 de agosto, que fue el siguiente al de la renuncia de Muñoz. Acompañó el electo al legado en el viaje a Tortosa; y estando en Peñíscola el día 20 del mismo mes, recibió el orden de presbítero, y fue provisto en la nueva dignidad, y al día siguiente consagrado. Todo esto consta de la carta. Por donde se ve que este es el episcopus valentinensis que firma en el citado concilio, comenzado en septiembre siguiente; siendo cierto por otra parte que su antecesor D. Hugo de Lupia y Bages había fallecido en 1427. Al din de la carta, mostrando su afecto a la colegial de Xátiva, dice In qua pabulum sancti baptismi assumpsi. La segunda carta la escribió siendo cardenal al mismo cabildo, enviándoles la provisión de su sobrino D. Rodrigo de Borja en chantre de esta iglesia, a la cual reconoce por su madre, ubi, dice, pabulum baptismatis suscepimus (1: Para que se vea claramente la equivocación que acerca de esto padecen algunos aun en nuestros días, copiaremos las palabras de un cronicón o diario MS. de los tiempos del papa Calixto, que comprende casi trescientos años desde 1178 hasta 1458. Dice así: “En dit any 1455 a 2 de Març mori en Roma papa Nicolau, e a 7 del mes de Abril fonc elet papa ab concordia de tots los cardenals, e encara a plaer del poble romá, micer Alfonso de Borja, que fon fill de un bon hom laurador de Xativa de regne de Valencia; lo qual la ora era cardenal e bisbe de Valencia. E vench la nova a Valencia en 18 iorns per correu que lo dit papa hi trames ab letra de sa ma. Lo qual correu fon vestit de carmesi e ach grans strenes, ab que pogue maridar dos o tres filles que tenia, quen altra manera era empachat. Per la qual raho en Valencia feren profesons, e alegria gran, et axi matex a Xativa. Fon son nom de dit papa apellat Calixte Terç, que axi li vench lo nom en lo libre." (Indica sin duda el voto que tenía hecho en las tapas de un libro, llamándose Calixto.) Y al fin añade: “En dit any 1458 mori lo desus dit papa Calixte a 6 de Agost. Fonch bisbe de Valencia, e pres la posesio de dit bisbat a 21 del mes de Agost del any 1429.” Posee este MS. el P. Lr. Ribelles.
Se muestra en ella muy complacido de la reforma de las costumbres que aquí se había hecho, según los informes que le daba su vicario general el maestro Antonio Bou, del cual hablé en mis cartas anteriores. Finalmente manifiesta el deseo de que los cabildos no se tuviesen en la capilla que él había edificado. Era esta la que conocimos con el nombre de papal, la cual se derribó pocos años ha para dar lugar al nuevo edificio. Mas he oído que para conservar la memoria de tan ilustre fundación, mandó el magistrado sacar y depositar en su archivo un diseño de ella con copia de todas sus inscripciones.
La tercera carta es breve, la cual escribió siendo ya papa al cabildo, recomendándole la posesión de un beneficio que había conferido a Ausias Ferrán su pariente y doméstico, su fecha es de 14 de Julio de 1458. Estas cartas, con las dos bulas del mismo papa que ya envié, acreditan algunos hechos de su vida. Sobre la certidumbre en que vivió de que llegaría a ser papa, como se lo tenía profetizado S. Vicente Ferrer; y sobre el voto que como papa y con nombre de Calixto tenía hecho muchos años antes de serlo de perseguir al Turco, pueden leerse los escritores de su vida, entre los cuales merece el primer lugar Fr. Pedro Ransano, que se halló presente a su elección, y habla de esto como testigo en la vida de San Vicente, que dirigió a su amigo Fr. Juan Pistoriense, ambos de la orden de predicadores. Me acuerdo haber visto este precioso MS. inédito entre los varios de tu librería (a: Se publica en el Apéndice n. XII.).
La memoria de este esclarecido español me trae a las manos la ocasión de suplir un olvido que tuve hablando de los sínodos de la iglesia de Valencia: entre los cuales no conté el que celebró este prelado en 1432 a los tres años de ser promovido a aquella silla. Y ciertamente fuera fácil decirlo, puesto que Ximeno en los Escritores del reino de Valencia (Tomo I . p. 45.) con el testimonio de Rodríguez, asegura que se conserva este sínodo MS. en folio en el archivo de la curia arzobispal, y que Don Josef de la Torre y Orumbela, obispo de Orihuela, tenía copia de él en su librería. De esta inadvertencia mía me avisó el Dr. D. Félix Josef Adelantado, cura de la villa nueva de Castellón, que como aficionado a las antigüedades eclesiásticas de este país, aprovechó la ocasión que tuvo los años pasados de registrar el archivo arzobispal de Valencia. Suyas son las palabras siguientes: “En el libro en folio registro de las colaciones y otras provisiones de la corte eclesiástica de Valencia del año 1432, que se conserva original en su archivo a fs. 4, bajo la jornada de 11 de enero, se halla a nombre del ilustrísimo señor Don Alonso de Borja la convocación del sínodo para el día 2 de febrero del mismo año (a: V. el Apénd. n. XIII.), y a fs. 37 se halla extendida una circular, su fecha 8 de Mayo, mandando la observancia y ejecución de las constituciones hechas en el referido sínodo (a), y con especialidad la de que los beneficiados celebrasen mensualmente las misas que debían por los fundadores de sus beneficios, que comúnmente se llaman misas del tercio...
(a) Buscada con toda diligencia esta circular, no ha podido hallarse hasta ahora. Lo que hay en el fol. 5 del mismo libro son las relaciones de los nuncios de aquella curia eclesiástica de haber presentado la convocatoria de este sínodo al abad de Valldigna, al prelado de la Vall de Jesús, al maestre de Montesa, al prior del monasterio de esta villa, y otros, con la fecha de 19 de enero de 1432.
También he oído decir que los gaudes a María santísima, que se cantan todos los sábados del año después de
la Salve en las parroquias y algunas comunidades religiosas y colegios de la ciudad y arzobispado, traen su origen de las constituciones de este sínodo."
Ambas especies confirma una nota que se lee en una edición de los santos de esta diócesis de 1738, hecha en Valencia en casa de Antonio Valle fol. 150: Valentina synodus sub Illmo. et RR. D. D. Alphonso de Borja, episcopo (qui postea ad summi pontificatus apicem electus, Calixtus III est apellatus) anno à Nativit. Domini MCCCCXXXII. celebrata, constitut. I. de septem gaudiis BB. V. Mariae cantandis, edita, de consilio et assensu RR. capituli, et synodo approbante, in perpetuum ordinavit, in choro almae sedis, et in reliquis inferioribus parochialibus ecclesiis cantari septem gaudia B. B. V. Mariae; et singulis illa canentibus et confessis quadraginta dies de injunctis sibi poenitentiis idem Illmus. et RR. D. episcopus relaxavit.
Debo esta noticia al erudito D. Rafael Anglés. Siendo pues cierta la celebración y existencia de este sínodo, debe añadirse a los veinte y siete que contamos de esta diócesis. Y te prometo hacer las diligencias posibles para conseguir una copia, que con los otros papeles inéditos de este papa honran nuestra colección.
Estos gaudes, que todavía se cantan concluida la Salve de los sábados, son la prosa que copiaré aquí según se halla en los oficios de los santos que dije, poniendo las variantes de un MS. que me comunicó dicho señor Adelantado.
Pro statione B. Mariae in sabbato.
“Ad honorem summi Patris,
Et Virginis summae Matris,
Quae nostra est medicina,
Cantemus: Salve Regina &c.
Et eam finitam dicitur:
"Gaude, Virgo, Mater Christi,
Quae per aurem concepisti,
Gabriele nuncio.
Gaude, quia Deo plena
Peperisti sine poenâ
Cum pudoris lilio
Gaude, quod oblatio
Regumque devotio
Exhibetur Filio (a).
Gaude quia tui nati,
Quem dolebat mortem pati,
Fulget Resurrectio.
Gaude Christo ascendente,
Et in caelo, te vidente,
Motu fertur proprio.
Gaude quod Paraclytus
Missus (b) fuit coelitus
In tuo collegio.
Gaude, quae post Christum scandis,
Et est honor tibi grandis
In coeli palatio.
Ubi fructus ventris tui
Per te detur nobis frui
In perenni gaudio. Amen.
Monstra te &c. postea dicitur v. et oratio conveniens.
(a) MS. Gaude quod oblatio Regum,
Jam dimissam curam rerum,
Exhibetur Filio.
(b) MS. Dimissus.
El otro papa Alexandro VI nació en esta ciudad en la casa de los Borjas, de donde
tomó nombre la plazuela que hoy llaman de Olomar: que fue bautizado en la iglesia parroquial de S. Pedro, consta de la sumaria información que se hizo en esta ciudad cuando llegó la noticia de su promoción al sumo pontificado, la cual envié hablando de la universidad de Valencia. Otros documentos he hallado ahora de lo mismo; es una relación de lo sucedido en Xátiva cuando entró en ella este famoso hijo suyo de vuelta de su legacía en Castilla. Verificóse esto a 5 de Agosto de 1473, entrando con mucha pompa por la puerta llamada de Cocentayna, plazuela de S. Pedro, vers la plaza dita de en Rodrigo de Borja, avui (y no hui o huy) del dit reverendissim señor cardenal. Una de las diligencias previas que practicó la ciudad, fue escribir a Jayme Rosell, abogado de ella en Valencia, para que dijese su parecer acerca del ceremonial con que debía ser aquí recibido al tenor de su entrada en Valencia. En su respuesta, cuya copia incluyo (a) expresamente asegura ser el legado natural de esta ciudad. También lo confesó él mismo en su partida de ella, que fue a 11 del mismo mes y año, cuando pidiéndole los jurados algunas gracias para esta ciudad e iglesia, respondió ser cierto que era hijo y natural de esta ciudad, y que la amaba tanto y la tenía tan en memoria, que con todo su poder haría fuese complacida en lo que pedía, y que se dejase esto a su cuidado (b).”
(a) V. el Apénd. número XIV.
(b) Que es veritat ell esser fill e natural de aquesta ciutat, e que la tenia en tanta amor e memoria, que per tot son poder faria fos complaguda del supplicat; e que fos lexat a son carrech.
Es de notar que la visita que hizo a esta ciudad, no fue porque le viniese al paso, sino que vuelto de Castilla y otros reinos, retrocedió de intento desde Valencia, adonde volvió para restituirse a Roma el 12 de Septiembre de ese año. No he podido encontrar en el archivo de esta iglesia ninguna carta o bula de este papa. Mas registrando para el objeto varios papeles, hallé otras curiosidades, y algunas de ellas muy dignas de saberse. Tal es la de que el obispo D. Hugo de Lupia y Bages celebró un sínodo en Valencia por el mes de Octubre de 1400. Así consta de la carta auténtica en que concede al clero de esta diócesis ciertas gracias, al tenor de la que ya has visto en los sínodos de Segorbe.
Consérvase aquí original, fecha a 15 de octubre de dicho año. Y por ser esta la única reliquia y noticia que de aquel sínodo tenemos, la he querido copiar (a: V. el Apénd. n. XV.), aunque añade poco a lo que ya sabíamos de la disciplina de aquel tiempo. Otra constitución hay del mismo prelado, relativa al orden de las distribuciones en esta iglesia, es del año 1425. Más apreciable es lo que he encontrado tocante al sínodo de Santo Tomás de Villanueva. Ya dije en mi carta sobre los de Valencia que este santo prelado sólo había celebrado un sínodo, y deshice los argumentos de los Bolandos, que suponen dos, uno en 1545 y otro en 1548. El M. Salón, que insinúa la celebración del primero, acaso habló de los deseos del arzobispo; y sin duda estuvo convocado, pues en los libros capitulares de esta iglesia se halla un acuerdo del día 1.° de Mayo de 1545, en que nombran al chantre Baltasar Villaplana por síndico y procurador de esta iglesia para el sínodo convocado por Santo Tomás de Villanueva para el lunes siguiente. Pero es cierto que a pesar de la convocatoria no se celebró, porque he hallado la que expidió el santo para el sínodo tres años después, y en ella dice que en más de cien años no se había celebrado ningún sínodo en esta diócesis. Lo cual no fuera cierto, si tres años antes hubiera tenido el suyo. He copiado este documento original, que es buen preliminar del sínodo, y no se imprimió con él. La acompañó el santo con una carta castellana al cabildo, exhortándole a enviar procurador: todo va copiado (a: V. el Apénd. n. XVI.).
Entre los inventarios antiguos de la sacristía he encontrado que Felipe Johan, familiar de Alexandro VI, regaló a esta iglesia, de donde era canónigo, en 1499 una capa de brocat carmesi ras ab la capilla levadiza... Es extraño que tanto durase el uso de estas capillas sueltas, que dieron el nombre de pluvial a la planeta, que luego se mudó en capa. Reliquia es de aquella capilla el escudo que ahora llevan pendiente estas capas.
De las antigüedades seculares que se conservan en esta población, hablé ya en
otra carta. Sobre lo cual sería bueno poder averiguar la época de su traslación desde la falda del castillo a la parte baja que ocupa ahora. La primitiva situación era muy a propósito para tiempos de guerra, en que los vecinos mal seguros se guarecían del
castillo que aún está en pie, aunque en alguna parte de él se ha ensangrentado la codicia de los hombres, destruyendo lo que el tiempo no destruía, y arruinando los monumentos que, honrando la patria, ilustraban la historia, y servían de modelo a las artes. En todos los pueblos que han tenido nombre en la antigüedad, convendría destinar, como se ha hecho en Murviedro, un noble y hacendado que con el título de conservador protegiese los vestigios antiguos de la injuria del tiempo y de la inconsideración del vulgo. Volviendo a lo que decíamos, no se hace creíble que los godos se contentaran con las estrechuras de la ciudad antigua cuando ya pudieron establecer y asegurar su imperio; ni aun los romanos que la dominaron por muchos siglos, dejarían de tener edificios en lo llano de la vega, no sólo para su recreo, sino para las fábricas de telas, que aquí eran muchas y famosas. Todo esto induce a sospechar que la traslación de la ciudad, o de gran parte de ella, sea anterior a la época de los árabes. Contra esto nada vale el no hallarse rastros de conducto de agua fabricado en aquellos tiempos; porque tampoco se hallan del tiempo de los árabes, los cuales es indubitable que vivieron donde ahora está la ciudad; y aun después de conquistada esta, no hay memoria de acueducto hasta principios del siglo XV; ¿quién dirá por esta razón que no tuvo la situación de ahora? Es cierto que la primera memoria auténtica que hay de acueducto, es el privilegio que concedió el rey D. Martín para la acequia llamada de Bellus, fecho en Valencia a 12 de Julio de 1404, en que llama al acueducto nunc noviter constructum. Mas esto no prueba que antes no le hubiese; y no son menester para esto conjeturas, sino copiar aquí el extracto que hizo el maestro Diago del libro de Consejos de Xátiva del año 1409. Le he visto entre sus apuntamientos inéditos; dice así: "La ciudad de Xátiva emprendió en tiempos pasados después de la conquista traer encañada la fuente de Belluz; y con haber hecho innumerables gastos, no salió con esta empresa con entera perfección; porque aunque llegó la fuente a la ciudad, no parecía negocio de durada, ni llegaba con el ser que convenía. Y así por avenidas de agua se destruyó el caño, y se perdió el agua cerca del año 1400 con harto sentimiento de la ciudad; porque sin ella quedaba como sin vida y salud y hermosura. Porque en el verano los ayres calientes, que solían refrescarse con aquella agua dividida por la ciudad para no serle de daño, perdieron este regalo y medicina. La ciudad avezada a aquel regalo, tuvo de esforzarse a emprender aquel caño otra vez, y por diferente parte y camino, para que estuviese libre y seguro de avenidas de agua; y hallose que se podía labrar el caño en la misma roca donde nace el agua, y encañarle allí mismo y por la falda del monte adelante. Y fue cosa extraña que no faltó quien emprendió la fábrica del caño hasta la ciudad por mil y quinientos florines. Emprendióla a la fin en 1407, y túvola acabada en dos años y medio a los primeros de Abril de 1410."
Por aquí se ve que el privilegio del rey D. Martín no recayó sobre acueducto nuevo y hecho por primera vez, sino sobre los reparos del antiguo, y que se expidió años antes de comenzarse la fábrica del actual. Nada más he hallado sobre este punto.
Acabaré mi carta con una inscripción que he visto estos días en un pueblo cercano a esta ciudad llamado la Enova. Debió ser población antigua, y quedan vestigios de ello: entre otros una piedra romana de jaspe de buscarró, harto maltratada por haber servido de lavadero. Lo que queda dice así:
(a) … LICINIVS...
GAL * PRISCVS
...ICINI... I T E
MARCELLA VXO...
Puede leerse así: Junius Licinius....Galeria, Priscus: Licinianus Junii Filius: Marcella Uxor. Sin duda pertenece esta inscripción a la familia de los Licinios, de que hablé en la carta primera con motivo de la inscripción que se conserva en el despoblado de Ternils; mayormente considerada la proximidad de ambos pueblos. Y así pudo ser la de Ternils llevada allá de este lugar de la Enova, sin ser necesario recurrir a la conjetura de que se sacó de entre las de Xátiva. No más por hoy.
A Dios. San Felipe &c.
(a) Aquí sólo se descubre la parte inferior del palo vertical, que debía ser de las letras I, o F, o T; juzgo que debía ser I, como se ve en la línea tercera.
NOTAS Y OBSERVACIONES
(1) Había celebrado fiestas a S. Félix, diácono de Gerona. A este S. Félix mártir de Gerona confunde Baronio (die XVIII. Martii) con el diácono de S. Narciso que tuvo el mismo nombre, cuya equivocación desvanecieron Solerio y Cupero, demostrando que el nuestro llamado por Berengario el obispo de Gerona santísimo doctor, apóstol y profeta, fue africano, el cual desde Argel donde estudiaba las buenas letras, cum fideli relatu, dice San Eulogio, persecutionem catholicorum, quae apud Gerundam Hispaniae urbem, confinem Galliae, gerebatur, comperiret, .... praepeti navigatione aequore transmisso, praedictum oppidum adiit, ibique martyrium, quod patriae suae deerat, devotus miles Christi triumphabiliter consummavit (S. Eulog. lib. I. n. 15.).
De grande edificación fue el triunfo de S. Félix para toda la iglesia, especialmente para España, a lo cual aluden aquellas palabras del antiguo breviario mozárabe:
Hispaniarum ecclesias
Felix martyr inclytus
Roboravit eloquio,
Et ornavit martyrio.
Pinio y Cupero dudan que sea de este S. Félix la cabeza que con su nombre se conserva en el relicario de S. Lorenzo el Real, traída de Colonia por Fr. Baltasar Delgado. Los fundamentos de esta duda pueden verse en el § III del comentario que precede a las actas de S. Félix mártir (Act. SS. I. Aug.). Pero se halla a mi juicio desvanecida con lo que sobre esto dice Vega en sus eruditas Memorias para la historia de S. Félix M. Gerund. p. 64. 65.
(2) Un fragmento de una cruz de piedra blanca, de las que llamamos griegas.
Al principio me ocurrió si sería este fragmento de la cruz que en la antigua iglesia catedral de Sétabis debió de estar como en otras en la parte superior de la capilla o tabernáculo, donde se guardaba la Eucaristía para los enfermos, llamado por los escritores eclesiásticos ciborium, y por el orden romano tegimen y umbraculum: práctica antiquísima de la Iglesia Latina, a la cual alude S. Paulino en la carta XXXII. a Severo (n. 7 op. pág 204.), describiendo el tabernáculo de una iglesia por estas palabras:
Divinum veneranda tegunt altaria foedus,
Compositis sacram cum cruce martyribus,
Cuncta salutiferi coeunt martyria Christi
Crux, corpus, sanguis, martyris ipse Deus....
Sic ubi crux, et martyr ibi: quà mártir, ibi et crux.
Sobre el cual lugar dice Mabillon: “Crux in summo, corpus et sanguis, id est reliquiae martyris in imo, scilicet subtus altare; ipse Deus, hoc est, ipsum Domini corpus in columbam appensum in medio." ( Mabillon de liturg. Gallican. lib. I. cap. IX. pág. 94.)
Tuve presente también lo que Paulo Silenciario en la descripción del templo de santa Sofía (Part. II. v. 322. ad calc. hist. Joann. Cinnami pág. 517.) dice que en la parte superior del tabernáculo crux supereminens conspicitur: y aquellas palabras del segundo concilio Turonense, celebrado en el pontificado de Juan III hacia los años 570. (Can. III. t. VI. concil. Labb. pág. 533.) Corpus Domini in altari non in imaginario ordine, sed sub crucis titulo componatur. (V. Rosveyd. in S. Paulin. epist. XXXII N. CXLVI et Steph. Borg. de cruce velitern. pág. 218, seq.)
Pero luego reflexioné que aquellas cruces por lo común no eran de piedra, sino de metales preciosos, ni estaban fijas en la pared como debió de estarlo la nuestra, sino colgadas en el aire, llamadas por lo mismo en varios escritos antiguos pendentes y pendulae, lo cual consta claramente de lo que acerca del papa León III escribe Anastasio el Bibliotecario (in Leone III. tem. I. n. 66.) que en el oratorio de la santa Cruz hizo una corona maciza y cerrada por arriba de las que solían ponerse colgadas sobre los altares con una cruz en medio: regnum Spanoclystum ex auro purissimo cum cruce in medio pendens super altare; y de lo que dice S. Gregorio de Tours (de miraculis S. Juliani lib. II. cap. XLIII.) pendebat super ipsum altare crux holoerysa, eleganti opere facta. (V. Paciaud. diatrib. de veteri Christi crucifixi signo et antiquis crucibus quae Ravennae sunt in t. I. crucis dominicae edit. Gorran. et Borg. de cruce vaticanam pág. 7.)
Parece más verosímil que esta cruz sea de las que ya muy de antiguo se fijaban como ahora en las paredes de los templos en su consagración, la cual práctica supone Jac. Pamelio hallarse recibida ya en occidente en los tiempos de S. Paulino (Pamel. liturgic. latinor. t. I. p. 502.), o acaso de las que en los siglos anteriores fijaban solemnemente los obispos en el sitio donde se había de edificar algún templo, o en los gentiles cuando se purificaban para dedicarlos al culto del verdadero Dios, a lo cual alude la ley del emperador Teodosio para que los adoratorios que quedaban de gentiles, se consagrasen al culto divino, collocato in iis venerandae religionis signo (V. Gothofred. in l: XXV cod. theodos. lib. I. tit. III.), y la prohibición de Justiniano para que nadie fundase iglesia ni oratorio, nisi episcopus civitatis interveniens... crucem *figeret (Authent. LXVII.). Iguales leyes hicieron Carlo Magno, Ludovico Pío y otros príncipes (Capitul. lib. V. cap. CCXXIX.).
Puede verse lo que dice Rufino de las cruces colocadas en el sitio donde estuvo el templo de Serapis (Rufin. lib. II. cap. XXIX.) De esta práctica inmemorial de poner cruces en los templos y oratorios trata largamente Gretsero (de cruce Christi tom. I. lib. II. cap. VII. X.).
(3) Y en el centro un bajorrelieve, que representa un corderito con una cruz. Este símbolo le descifra elegantemente S. Paulino, diciendo:
Sanctam fatetur crux, et agnus victimam.
(Epist. XXXII. ad Sever. n. II. op. pág. 206.). El cordero como imagen de víctima, la cruz como el ara donde fue inmolada.
Otra explicación se halla alrededor de un cordero semejante al nuestro, esculpido en una puerta antigua del templo romano de santa Pudenciana:
Hic agnus mundum restaurat sanguine lapsum.
Mortuus et vivus, idem sum pastor et agnus.
(Ciampin. veter. monim. p. I. cap. III. pág. 27.)
Supuesta la antigüedad de este monumento, si tratásemos de fijar la época de su construcción, pudiera servirnos de guía lo que acerca de este símbolo en las cruces y vasos sagrados ofrece la historia eclesiástica. Pondré uno u otro ejemplo.
Un cordero semejante tiene esculpido la patena de San Pedro Crisólogo, que se conserva en Imola, cuya alusión declararon Juan Patricio en una disertación que publicó en Roma el año 1706, y Sebastián Paulio en otra impresa en Nápoles el año 1745.
Marangonio hace memoria de un monumento de mármol sacado del cementerio de Priscila, en que se ve otro bajorrelieve en todo semejante al de nuestra cruz (Marang. Act. S. Victorini episc. Amiter. et M. p. 43.)
En el mosaico antiguo de la tribuna de la basílica vaticana, cuyo dibujo publicó Ciampini (de sacris aedificiis à Constantino M. constructis cap. IV. sect. II. pág. 42.) se ve también una cruz, y al pie de ella un cordero. En Narni, ciudad episcopal de la Umbría, en el centro de la losa donde está el epitafio de S. Casio, que floreció por los tiempos del emperador Justiniano, hay una con dos corderos (Baron. Martyrol. XXIX. Jun. Grestser. de sancta cruce lib. II. cap. XI.).
Otro bajorrelieve igual al nuestro tiene la cruz de plata dorada que dieron a la iglesia vaticana el emperador Justiniano el mozo, llamado comúnmente Curopalata, y su esposa Sofía, sobre la cual escribió Esteban Borja una erudita disertación impresa en Roma el año 1779.
Por estas y otras tales memorias antiquísimas (V. Ciampin. in laud. op. et Trombelli de cultu SS. Dissert. IX. cap. XLV II. t. II. p. II. pág. 208.), y por lo que dice S. Paulino acerca de esta práctica general en su tiempo (S. Paulin. laudatam epist. XXXII. ad Sever. V. Du-Cang. Dissert. de inf. aevi Numism. pág. 153.) se ve que los primeros cristianos aun cuando privadamente y para su particular devoción tuviesen imágenes de nuestro Señor Jesucristo, en las cruces expuestas a la veneración pública le pintaban comúnmente bajo el símbolo de cordero, para no dar ocasión de mofa a los gentiles y a los judaizantes, y no retraer o escandalizar a los flacos con la vista clara de la crucifixión, cuya infamia no se había borrado aún enteramente (Borg. de cruce vatic. cap. V. pág. 40.) De otras varias imágenes y alusiones simbólicas, que solían esculpirse también en la cruz, habla Juan Ciampiani en su Investigatio histórica de cruce stationali, impresa en Roma en 1694. Venida la paz a la iglesia, como todavía durase esta costumbre, el concilio Trulano celebrado el año 692, declaró que mudados los tiempos eran ya de más aquellos símbolos, y que convenía presentar a los fieles sin figuras con claridad la imagen del crucificado: Ut ergo quod perfectum est, vel colorum expressionibus omnium oculis subjiciatur, ejus qui tollit peccata mundi, Christi Dei nostri humanam formam caracterem etiam in imaginibus deinceps pro veteri agno erigi ac depingi jubemus (Synod. Trullan. can. LXXXII. V. Baronio ad ann. 692, n. I. et seq.). Otro tanto y casi con las mismas palabras dijo el papa Adriano I en la carta a Tarasio, patriarca de Constantinopla, publicada por Labbé entre las actas del segundo concilio Niceno (Coll. concil. t. VIII. p. 767.). Balsamon (in VI. synod. can. LXXXII.) juzgó haber sido prohibido este símbolo por el concilio Trulano. Del mismo parecer fue nuestro arzobispo Carranza, que dice: Patres voluerunt cessare typos praesente veritate. Hinc prohibuerunt... Christum sub vetere agno (figutari) sed humanam formam (in can. Trullan.): Gretsero y otros juzgan que esta no fue prohibición de aquel símbolo, sino pura preferencia de las imágenes de Cristo en forma humana. Como quiera, en esta prohibición conjetura Borja
haberse fundado en el siglo IX Claudio, obispo de Turín, imbuido en los errores de Ario y de Nestorio, para calumniar a los latinos de que agnos vivos, como decía él, volunt vorare, et in pariete pictos adorare: contra el cual escribieron Dungalo, y Jonás, obispo de Orleans. Merecen leerse a este propósito las observaciones de Cristiano Lupo sobre el citado canon del concilio Trulano.
Desde aquella época comenzó a sustituirse en las cruces la imagen del mismo Salvador a la del cordero, del pez, y otros tales símbolos, hasta que andando el tiempo vino a ser general como lo es ahora esta práctica.
He dicho esto, para que por el bajo relieve del cordero solo, sin la imagen del Salvador, se colija que la cruz de cuyo fragmento se trata, cuando menos es del siglo séptimo. Tengo presente que Ciampini, fundado en la misma razón, conjetura ser del siglo VI o VII el bajo relieve del cordero con la cruz que arriba dijimos conservarse en la antigua puerta del templo de Santa Pudenciana (Ciampin. loc. laud. pág. 28.). Porque aunque en los tiempos siguientes se hallan cruces con este símbolo, pero regularmente llevan también la imagen del crucificado, como se ve en la cruz de plata que en el siglo X dio el papa Sergio III a la basílica reedificada de S. Juan de Letrán, habentem, dice Juan Diácono, crucifixum totum de auro, et agnum de auro cum gemmis. (Joan Diac. lib. de eccles. Lateranens. cap. XVII ap. Mabillon Append. Ord. Rom. Mus. Ital. t. II. pág. 575.)
(4) Cruz de las que llaman immissas. Así llamaron los antiguos a la cruz más conocida entre nosotros, compuesta de un palo largo, y de otro pequeño clavado en él hacia uno de los extremos, de suerte que quede la parte menor del palo vertical sobre la cabeza del crucificado, la más larga hacia los pies, y los dos cabos del madero pequeño hacia los brazos. Por lo cual la comparan algunos santos al arado, a la entena de la nave, al estandarte m¡litar, y al hombre cuando nada o hace oración. A esta forma de cruz immissa alude S. Justino M., explicando las palabras de la bendición de Josef: Cornua rhinocerotis (rinoceronte) cornua illius: in ipsis ventilavit gentes (Deut. XXXIII. 17.).
Dice así: Unicornis enim cornua nemo dicere aut demonstrare possit in aliam re aut figuram inveniri, nisi in ea quae crucem exhibet. Rectum enim lignum unum est, à quo summa pars in cornu attollitur, cum adaptatum fuerit aliud lignum, et utrinque extrema, veluti cornua uni adjecta cornu, apparuerint. Et illud quod in medio figitur, ut ei insideant qui crucifiguntur, ipsum etiam veluti quoddam cornu eminet, et cornu speciem exhibet cum aliis cornibus conformatum et fixum. (S. Just. M. Dial. cum Tryph. Jud. n. 91 op. pág. 188. V. apol. I. ad Antonin. n. 55.)
De ello habla también S. Gerónimo en el comentario de S. Marcos, diciendo: Ipsa species crucis quid est, nisi forma quadrata mundi? aves quando volant ad aetera, formam crucis assumunt: homo natans per aquas, vel orans, forma crucis visitur. Llamábase immissa esta cruz, a diferencia de la sencilla, que consta de un solo madero, de la decussata compuesta de dos atravesados oblicuamente a semejanza de la X, de la cual dice nuestro S. Isidoro: In figuram crucem, et in numero decem demonstrat (Orig. lib. I. cap. III.) y de la commissa semejante a la T, cuyo palo menor estaba clavado en el mismo extremo del mayor; de la cual dice Tertuliano: Littera graecorum Tau, nostra autem T, species crucis (lib. III. adv. Marcion.), y S. Isidoro: Tau littera speciem crucis demonstrat (de Vocat. gent. c. XXV.). Lo mismo dicen S. Gregorio, S. Agustín, S. Paulino el de Nola, y otros Padres y escritores eclesiásticos; por cuya causa se cree haberla tomado los cristianos de Egipto como distintivo de la religión, con la cual aún hoy día pintamos a S. Antonio Abad, famosísimo entre sus monjes. Si esta divisa fue usada en los monumentos gentílicos de los antiguos egipcios como conjunto de muchas letras, o como jeroglífico de la vida venidera, no pertenece a nuestro propósito; es materia tratada por los primeros historiadores eclesiásticos, e ilustrada después por Justo Lipsio en el lib. I. de cruce cap. VIII., por Kircher (Interpret. obelisci Aegypt. hicogl. 5.), Muratori (Anedoctor. t. I. diss. XXI. de cruce Nolana.), y Marco Velsero en su carta a David Hoeschelio (apud Christ. Aug. Heumann. Poecile t. I. lib. IV. p. 578.) Otras memorias de esta cruz commissa publicó Boldettio en sus observaciones ad Caemet. urbis p. I. lib. I. cap. XIX. y en otros lugares.
Que Cristo nuestro Señor fue crucificado en cruz immissa, y no en las otras, es sentencia de S. Justino M., de S. Basilio, de S. Agustín, de Sedulio, de S. Juan Damasceno, y de otros Padres y escritores eclesiásticos. Pueden leerse sobre esto Lipsio (de cruce lib. I. cap. X.), y Gretsero (de cruce Christi lib. I. cap. II. III.)
(5) La costumbre de aquellos tiempos de colocar las cruces de piedra en lo alto de los templos. Aun cuando fuera cierta esta conjetura, nada puede colegirse de ella contra la antigüedad de este monumento, constando ser antiquísima en la iglesia la colocación de cruces en lo alto de los templos. De lo cual quedan memorias en S. Gerónimo (in Sophoniae cap. I.), y en Cedreno (in compend. historic.) hablando del templo del monte Olivete, en Nicéforo Grégoras (lib. IX.) tratando de los templos de Constantinopla, y en otros antiguos.
No faltará acaso quien incline a que fuese cruz sepulcral de las que solían ponerse en los sepulcros de los primeros cristianos, de cuya práctica hablan Baronio (ad ann. 395.) y Gretsero (de s. cruce lib. II. cap. XV.) tanto más que en estos sepulcros solía también esculpirse el cordero representando a Cristo, como del famoso sarcófago de Junio Basso que está en el vaticano, lo dice Felipe Bonarota (Osservazioni sopra alcuni frammenti di vasi antichi di vetro, ornati con figure, ritrovati ne cimiteri di Roma ad fig. I. tab. VI.)