ELOGIO HISTÓRICO Y BIBLIOGRÁFICO DEL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON FRANCISCO PÉREZ BAYER, presentado en 1828 a la real sociedad de amigos del país de Valencia: se incluye en lugar de artículo en esta biblioteca, añadiendo únicamente el bosquejo de su librería, regalo que hizo a esta universidad, y no se insertó entonces por no ser difuso.
1794.
Immorior studiis et amore senesco sciendi.
Emprendo el elogio de un sabio valenciano, cuyo mérito siempre aparecerá mayor que toda alabanza, y cuya memoria no teme la sucesión de los siglos. Inspírame esta osadía el amor de las letras, y de aquellos sublimes ingenios que las han cultivado para gloria de su patria; y no siéndome dado el ser su émulo, ni aun su imitador, me lisonjeo de ser el panegirista de un don Francisco Pérez Bayer, cuyo nombre aún aparecerá más grande presentado por mi insuficiencia. Esta desproporción debería arredrarme, sellar mis labios, y ceñirme a venerar en silencio respetuoso la agradable memoria de tan ilustre patricio, si no me persuadiese por otra parte, que imponiéndome sobre mis débiles hombros tamaña empresa, le tributo un pequeño agradecimiento al mucho amor que le debí; así es preciso deponer mis temores, confiando que la real sociedad disimulará mi atrevimiento, si no desempeño con la dignidad que merece este elogio, en el que tejiendo la corona a un literato tan benemérito, pueda manifestar sus principales acciones y escritos.
Ciudad insigne, cuna del talento, patria de innumerables literatos; tú, leal y coronada Valencia; tú vistes nacer un hijo de unos honrados y pudientes artesanos, que había de ocupar entre los muchos que ha producido este tan ameno como fecundo suelo. Estaba reservado al ilustrísimo señor don Francisco Pérez Bayer, llevar a todos los países cultos el nombre de Valencia en el siglo diez y ocho. Vio la primera luz en esta ciudad, día 11 de noviembre de 1711 (1): llamáronse sus padres Pedro Pérez y Josefa María Bayer: fue bautizado en 13 de los mismos en la parroquial de los santos Juanes; y como el Todopoderoso destinase esta tierna planta para dar óptimos frutos a la iglesia, al estado y a la república de las letras, dotóla de vigor y lozanía, inspirando a sus padres buscasen un diligente cultivador en Castellón de la Plana, de donde era natural su madre, y poseía allí algunos bienes raíces; en esta villa aprendió las humanidades con el maestro de gramática el doctor en leyes D. Felipe Catalá; las estudia con incansable tesón, hace grandes progresos en ellas, se familiariza con los autores latinos, y el deleite que percibe con su delicado gusto, le abre la puerta para que se aliente a disfrutar los inimitables dechados de elocuencia, poesía e historia, recibiendo tal gusto en su lectura, que desde luego manifestó grande aversión a los divertimentos que con tanta facilidad corrompen la juventud, sirviendo de ejemplo y de estímulo a sus condiscípulos. Restituido a Valencia, empieza a la edad de catorce años la filosofía en esta universidad, bajo la enseñanza del Dr. D. Felipe Calatayud, que después murió cura de la parroquial de Pego, y defendiendo en 1727 las conclusiones de filosofía natural, continuó estudiando cuatro años la teología escolástica en la misma, al fin de los cuales se graduó de dicha facultad en la de Gandía (2). Estudió también un año teología moral, concurriendo a la academia que entonces había en la real congregación de S. Felipe Ner de esta ciudad; y sintiendo los mayores impulsos al estado clerical, se ofrece víctima voluntaria ante el señor del universo, y recibe los sagrados órdenes a título de un beneficio eclesiástico en la parroquial de S. Nicolás de esta ciudad, debido al antiguo arte de sus padres (3),
(1): Nació en la calle de Palomar, casa número 64, manzana 213, tuvo por nombre en el bautismo Francisco, Vicente, Diego, Juan y Pedro.
(2): El M. R. P. Fr. Facundo Sidro Vilarroig, en el elogio fúnebre del Sr. Bayer, que pronunció en las exequias que celebró esta universidad, dice así: Valentiam igitur reversus et severioribus cum philosophiae, tum etiam teologiae studiis deditus, mox supremam utriusque scientie laureum consecutus, in patria primum deinde in Salmaticensi Academia perpetuus Hebraicae linguae Doctor designatus est, pag. 14. Parece que el orador da a entender por el papel de méritos que presentó el mismo Bayer a este ayuntamiento para obtener la cátedra de hebreo, que lo había recibido en Gandía, y esta noticia quita la duda que pudiera producirnos las palabras de nuestro panegirista.
(3): Fue presentado por el gremio de pelaires, con escritura ante Dionisio Diego, escribano de la Curia, y tomó posesión en 15 de marzo de 1731.
que conservó hasta su muerte, sin embargo de sus dignidades, para tener la complacencia de honrarse con esta particularidad, como se lo escuchamos en varias ocasiones. ¡Qué lección tan sublime de humildad para todos aquellos que apenas se ven adornados con alguna leve señal de distinción se desdeñan en volver hacia atrás los ojos altaneros, como temiendo encontrar desagradables recuerdos de su pasada oscuridad! Y esta parroquia contándole siempre como a individuo suyo, entre otras dádivas de su munificencia, posee la de un magnífico terno colorado que mira todavía con estimación. Queriendo estudiar la jurisprudencia, pasa a Salamanca movido de la fama de dos valencianos que poco antes obtuvieron las cátedras de prima de leyes y cánones, don José Borrull y don Matías Chafrion, en cuya universidad cursa la facultad de leyes, manteniéndose en aquella ciudad seis años seguidos: allí acreditó su vasta instrucción graduándose de bachiller en artes y derecho civil: fue admitido con todos los votos, precediendo un examen riguroso, en la academia jurista intitulada de los ángeles, en el colegio de S. Gerónimo de dicha universidad, que presidía entonces don Isidro Camp-rubí, catedrático de leyes en la misma, prosiguiendo en dicha academia cuatro años sin interrupción, y leído en ella doce veces, y en cada una, a las veinte y cuatro, una hora del asunto de los diferentes textos del derecho civil que por suerte le había cabido. La misma academia le nombró para componer y decir la oración latina, que debía durar una hora, en las exequias de su presidente, que se hicieron con toda pompa en el real colegio de la compañía de Jesús de dicha universidad, a presencia de esta respetable corporación y de un autorizado y numeroso concurso. Hizo también en ella tres oposiciones a las cátedras; una a la de artes, y dos a la de derecho civil; pero sintiendo entonces el atractivo más violento por el estudio de las lenguas sabias, y conocimiento de los monumentos de la antigüedad, se dedica a aprender el griego y el hebreo con tal aplicación y aprovechamiento, que mereció los mayores elogios de sus célebres profesores. Los muchos conocimientos que había adquirido en la diplomacia, movieron al cabildo de la catedral de Salamanca a encargarle la traducción y arreglo de las bulas, privilegios, y otros instrumentos antiguos de su archivo, mereciéndole tanta confianza, que le entregó sus llaves, y reteniéndolas cerca de un año, concluyó este trabajo muy a satisfacción de aquella iglesia. No pudieron ocultarse estas bellas prendas del Sr. Bayer al ilustre prelado don Andrés Mayoral, arzobispo de Valencia, estando aún en Madrid por el mes de junio de 1738, y quiso acercarle a su persona, confiándole el decoroso encargo de su secretaría de cartas y de la visita de su diócesis, con cuyo motivo se retiró a esta ciudad. Estas ocupaciones no entibiaron su afición a las antigüedades, y arrebatándole el amor de estas, se hizo descolgar en el año 1744 de una de las torres del lienzo del muro que llaman de la Villavieja de Denia, como lo había hecho en el siglo XVI el cronista Beuter, para leer una inscripción de poco más de vara de largo, y dos tercias de ancho, grabada en piedra berroqueña, colocada al través por lo más ancho, que por estar situada a once varas del suelo, sobre un peñasco escarpado, ninguno había podido descifrar, cuyo hecho refiere el padre maestro Flores en el tomo séptimo de la España Sagrada, capítulo 1, número 11 del tratado 14; añadiendo que si en esto manifestó su propensión a la anticuaria, mejor descubrió la inteligencia por estar mal conservada de letras, y haber sabido darle buen sentido. Presentóse nuestro Bayer en la palestra, aspirando en 1745 a la cátedra de lengua santa vacante en esta universidad; y este magnífico Senado, remunerador imparcial, creyó que la honraba colocándole en ella, sin embargo que tuvo por competidores al padre lector fray José García, dominico, que la había ya regentado por espacio de siete años en su convento, y al Dr. D. Agustín Sales, cronista de la ciudad, que había compuesto un tratado de los pesos y medidas de los hebreos (1: consta por los papeles de méritos que presentaron a este excelentísimo ayuntamiento para el obtento de esta cátedra).
Todavía permanecía en esta ciudad el señor Bayer en 9 de julio de 1746, en que aprobó el Mercurio Sacro y poético de D. Joaquín Castelví (o bien sea el padre Serrano), y vacando la cátedra de lengua hebrea en aquel antiguo y nobilísimo estudio de Salamanca, que admiró la aplicación y ciencia de nuestro Bayer, le propone a su majestad para desempeñar esta enseñanza, y desde luego pasa a establecerse a aquella ciudad. Ve, digno patricio; ve, y adquiere de día en día más y más tesoros; ve, que ya llegará el tiempo en que tornarás a tu dulce suelo nativo, lleno de honores, elevado a grandes dignidades, y estimado de los literatos de Europa; ya llegará el tiempo en que se honre Valencia con tal hijo, su universidad con tal discípulo y maestro, y la de Salamanca con aquel que ahora agrega a su ilustre claustro. Extendióse con este honorífico destino la fama de nuestro Bayer, y aún mucho más con el crédito de su pericia en las lenguas orientales, paleografía y numismática, lo que llegando a noticia del Sr. D. Fernando VI, le encargó en 1750 la amplísima comisión de que acompañado del P. Andrés Marcos Burriel, de la compañía de Jesús, pasase a Toledo para reconocer los copiosos archivos y librería de manuscritos de aquella iglesia, y sacar de entre las tinieblas del olvido preciosos monumentos hebreos, que sirvieran de apoyo a las luminosas observaciones de la real academia de la historia. Ocupóle este trabajo hasta el año 1755, como así lo dice el referido P. Burriel en su carta de 24 de marzo de 1756 al confesor de su majestad. Trabajó el Sr. Bayer con tanta utilidad en este encargo, que el rey quiso manifestarle su aprecio dándole un canonicato de Barcelona. Su diligencia y exactitud le hicieron merecedor de que su majestad le encargase el pasar a Italia, para atesorar códices, monedad, inscripciones y demás preciosidades de la antigüedad. En este viaje examina edificios, visita sabios, lee, medita, compara tan sagaz como infatigable, admira en la biblioteca Vaticana un archivo universal de ciencias, copia en todas partes las honoríficas memorias de ilustres patricios, que llenaron en todos tiempos a la Italia con la celebridad de esclarecidos hechos, especialmente en siglos de oro. Hácese dueño en muy breve espacio de la lengua arábiga: refina su gusto: establece correspondencias literarias con hombres grandes, como fueron José Pasino, Francisco Berta, Doctor Chioni, Vitalino Donati, Porta y Ols Rochi, bibliotecario de la Ambrosiana de Milán, el conde Roncaglia y cardenal Quirini de Bescia, Crisóstomo Trombeli, con otros muchos que trató en Roma, y dejo de referir por no ser difuso: dase a conocer generalmente, y logra la estimación de los literatos. Así obedecía Bayer a los altos designios del que le quería modelo de buenos ciudadanos; así acaudalaba aquella erudición inagotable y exquisita que resplandece en todos sus escritos, aquella crítica tan fina e imparcial como juiciosa, que los hace dignos de compararse con lo mejor de nuestros tiempos; así se hacía más y más benemérito, así miraba por el honor de toda su nación.
No se contentó el señor D. Fernando VI con tan señalado servicio, sino que quiso le prestase otro mayor, valiéndose de sus luces para proporcionar más adelantamientos al célebre colegio español de san Clemente de Bolonia, perpetuo monumento del celoso patriotismo y de las altas miras del cardenal Albornoz, y así dispuso que ejecutara su visita: practícala con aquel discernimiento, con aquella prudencia que le caracterizaban, anhelando a que produjese este tan bien cultivado plantel otros tantos nuevos frutos cuantos había dado en los tiempos anteriores, removiendo a este efecto los obstáculos que es fuerza ocasione el transcurso de muchos años en cualquier establecimiento. Su mismo desvelo en cumplir tan apreciable ministerio, le presenta en el copioso archivo del colegio, materiales no menos abundantes que auténticos para ilustrar en lo sucesivo las memorias pertenecientes a su comisión principal, que registra, disfruta y extracta con igual gusto y prolijidad. Cuales hayan sido el trabajo y esmero de nuestro literato en este viaje, se verá cuando hablemos de él en sus escritos. Habiendo desempeñado felizmente estos encargos, regresa a España este ilustre viajero, y en testimonio de haberle sido gratos sus trabajos, le premia el benéfico monarca, nombrándole canónigo y dignidad de Toledo, demostración que pone a Bayer en estado de comenzar a dar indicios de su grandeza de alma, de su humanidad, de sus bien meditados designios, ora acerca del socorro de los infelices, ora de la magnificencia del culto divino, ora acerca de los progresos de la literatura. Abrióle un anchuroso campo para que ejercitara sus talentos y sus virtudes el señor don Carlos III, que tenía formado un concepto extraordinario del mérito de nuestro Bayer desde el viaje que hizo a Italia. Cuando vino a España este gran monarca, persuadido que tenía en los nuevos dominios que había adquirido uno de los mayores literatos de Europa, no queriendo tener oscurecidas sus luces, le encargó el reconocimiento de los manuscritos latinos, griegos y hebreos de la biblioteca del real monasterio del Escorial, y formar el catálogo de ellos, cuyo penoso trabajo, que era obra de muchos años, sólo le costó tres, y fruto de él fueron los cinco tomos en folio de índices raciocinados que formó, no dejando nada que desear en la materia. El mismo monarca no se detuvo en confiarle el más digno de los encargos y más interesante, cual era la educación de sus hijos, nombrándole preceptor de los serenísimos infantes. ¿Podrá acaso imaginarse elogio más enérgico, más elevado, ni más digno? Logró este gran rey todo el fruto que esperaba; será un perpetuo monumento del acierto de su elección, así el buen ejemplo que dieron con sus arregladas costumbres, y los principios que adquirieron de un refinado gusto, como también la exacta traducción del Salustio, hecha por el serenísimo señor infante don Gabriel, que siempre será la prueba incontestable del alto grado a que llegó su destreza en las letras humanas, la que es elogiada por todos los sabios, y se publicó en Madrid, imprenta de Ibarra, en 1772, en folio, con la magnificencia correspondiente al alto carácter del traductor. Quiso también el señor don Carlos III diese su parecer sobre la gramática latina que en verso quería publicar el célebre D. Juan Iriarte, ya como preceptor de sus altezas, a quienes se dedicaba, “cya como calificado maestro en latinidad, y versado en varia literatura.” Palabras que constan en la vida de Iriarte, impresa al principio de la referida gramática; añadiendo que esta aprobación fue bastante para alentar la genial desconfianza con que la miraba su autor. Satisfecho el rey de las muchas e infatigables tareas en la instrucción de sus hijos, quiso premiarlas nombrándole en 1775 arcediano mayor en la catedral de Valencia, de que tomó posesión en 4 de julio del mismo, empezando su residencia en la tarde del 9 de agosto de 1776; y considerando después ser este un corto premio a sus dignas fatigas, le presenta en 1.° de mayo de 1781 un canonicato de la misma iglesia, condecorándole con los honores de ministro de su consejo y cámara, y después con la cruz de la real y distinguida orden de Carlos III; obteniendo a más Bula de su Santidad para la dispensa de residencia local y personal de ambas dignidades mientras su majestad le necesitase en la corte. En este tiempo sucedieron las dos furiosas y grandes avenidas del río Turia: la primera en 21 de octubre de 1776, y la segunda en la tarde del 4 de noviembre del mismo año, y a causa de estar atravesados en los arcos del puente llamado del Mar (que aunque muy sólido, por ser este, como igualmente los otros cuatro construidos sobre el Turia, de piedra de sillería) muchos maderos que llevaba la corriente por cuenta del gobierno, con dirección al mar para el arsenal de Cartagena; en la madrugada del día 5 rompió, y llevó los tres arcos del medio, y mitad de uno de cada lado del dicho puente, causando grandes daños en los arrabales de la ciudad, especialmente en el de la calle de Murviedro. Reedificado por cuenta de la junta de muros y valladares, se colocó en el nuevo casilicio y en el mismo lugar que anteriormente ocupaba una gran cruz de piedra, la imagen de nuestra señora de los Desamparados, labrada por don Francisco Sanchís, discípulo del célebre escultor D. Francisco Vergara, e invitado por la referida corporación, compuso el señor Bayer la inscripción, que grabada en piedra negra se colocó bajo la expresada imagen, y hemos copiado del original que escribió dicho señor, y es la siguiente:
IX. CAL. NOV. M.DCC.LXXVI.
CAROLO III. P. F. A. P. P.
Turia supra modum excrecens adactis ad Zaydiae pontem
Regiis trabibus quae in mare secundo amne vehebantur,
compressoque proinde aquarum exitu, ripâ effusus
suburbium cui à Sagunto nomen senos circiter pedes solo
altior opplevit ingenti edita, frugum tectorum pecorumque strage.
Nova dein nec absimili illuvione PRID. NON. NOV. easdem
trabes magno adhuc numero in vadis haerentes sustulit
& in profluentem admissit: quibus invicem commissis
contextisque & huic ponti incubantibus stagnantiumque aquarum
fluxum cohibentibus perrupto obice viam sibi aperuit,
quatuor ex interioribus pilis funditus evertens, impositos-
que iis fornices, coronidem, sacrasque Divae Virginis &
Beati Paschalis aediculas secum una volvens.
Seviri moenium, valli, pontium, aggerum,
viarum circa urbem curandarum publico sumtu refici
& in priorem formam restitui.
.F.
M.DCCC.LXXXII.
El tiempo que le dejaban libre sus ocupaciones, lo empleaba constantemente en buscar toda especie de monedas antiguas, así romanas como españolas, de letras desconocidas, godas, griegas, árabes, fenicias y principalmente samaritanas, en copiar inscripciones y otros monumentos de la antigüedad, ilustrándolos con sus escritos; y movido por el ardiente deseo de aclarecer más nuestra historia, coteja los ya publicados por diferentes autores con sus originales; y en descubrimiento de otros emprende en 1782, siendo ya de edad avanzada, un viaje desde Valencia a Andalucía y Portugal; concluyéndole con felicidad, y recibe una nueva prueba del afecto que le profesaba el señor don Carlos III, dándole el honorífico cargo de bibliotecario mayor de la real biblioteca vacante por muerte del erudito D. Juan de Santander, valiéndose su majestad para honrarle de las inestimables expresiones de que ningún soberano se gloriará de tener un literato y anticuario como el suyo: palabras muy superiores al mayor encarecimiento: palabras dignas de entallarse en pórfido y en bronce para perpetua memoria en los siglos venideros: empleo que desempeñó con nuevos trabajos, en crédito de su universal instrucción. La fama de nuestro patricio se extiende por toda Europa: saben quien es don Francisco Pérez Bayer; y las reales academias de las artes de San Petersburgo, y la de ciencias de Gottinga (Göttingen; * lo dice en carta suya a don Francisco Javier Borrull, que la posee de letra del mismo señor Bayer, su fecha en Madrid 23 de diciembre de 1786), le nombran por su socio. El P. Renato Prós-ro (Próspero?) Tasin, benedictino de París, le dice en su carta de 14 de mayo de 1769, sobre los monumentos hallados en Granada, que ninguno había más capaz para descubrir la falsedad o legitimidad, y que habiendo comunicado sus observaciones a los señores de la real academia de inscripciones les parecieron muy juiciosas, e infirieron de ellas que la España como la Francia tiene excelentes anticuarios (1). El P. Juan Andrés, a más de apellidarle doctísimo siempre que le nombra, asegura en el tomo 1.° De l'origine y progresi d'ogni litteratura, capítulo 10, que si en el día hay alguno en Europa capaz de juzgar de los códices antiguos con fino y seguro discernimiento es el doctísimo Bayer. El canónigo Alejandro María Rephati en la vida de Selbagio, le gradúa por un solide erudictionis promuscondus. El francés D'Ansse de Villoisson, citado por Tychsen en su carta de 16 de agosto de 1781, le proclama por el varón más sabio de España; y omitiendo otros muchos que pudiera citar sólo añadiré, que hasta el mismo canónigo D. Cristóbal Medina Conde, acérrimo defensor de los falsos monumentos de Granada, confesó que muchos reparos que contra su legitimidad le había puesto el señor Bayer, no los había oído a otro erudito, que eran muy fundados, como hijos de su grande ciencia y conocimiento práctico de monumentos de antigüedad, adquirido no sólo por la lección de los mejores autores de esta materia, sino también por el manejo de toda especie de documentos originales que ha visto en su famoso viaje a la Italia, y que a esto se llegaba su grande inteligencia de los idiomas hebreo, griego y árabe, tan conducentes para poder conocer a fondo los particulares y frases de la antigüedad (2). La posesión de tan pingües rentas como disfrutaba nuestro arcediano desplegaron de todo en todo su inclinación y liberalidad para hacer bien: él era el asilo de los infelices, el amparo de las doncellas, el apoyo de los ancianos, el bienhechor de los dolientes, el padre de los pobres; empleando gran parte de sus haberes en socorrerles, ya con dinero, ya con ropa que hacía tejer pro su cuenta, manteniendo con ello a varios jornaleros, fomentando de este modo la industria: estimulaba también a los estudiantes a la mayor aplicación, ofreciendo premios al que mejor trabajaba alguna disertación u oración latina sobre los útiles asuntos que les proponía (3); y satisfecho con una frugalidad poco común en hombres acostumbrados al fausto de las cortes, emplea sus riquezas en objetos mucho más importantes. El amor con que mira esta su escuela, el celo que abriga por los adelantamientos de sus patricios y las exactas ideas que posee acerca de los medios eficaces de conseguirlos, no le permiten ver con indiferencia que carezca de un auxilio tan oportuno como el de una biblioteca; no se le presenta otro camino de ocurrir a esta falta, que el de desapropiarse del inmenso depósito de todas las ciencias que a costa de expensas muy cuantiosas, de investigaciones, de fatigas, de solicitud incesante, había logrado adquirir en el prolijo periodo de sus peregrinaciones literarias.
(1): Consta por el libro impreso en Madrid en 1781, intitulado: Razón del juicio seguido contra los falsificadores de monumentos &c... en Granada: página 12.
(2): Página 209 del referido juicio antes citado.
(3): Véase la gaceta de Madrid de 13 de mayo de 1791, página 328, artículo de Valencia, en la que ocultando su nombre ofrece mil y quinientos reales al que desempeñe mejor los asuntos que propone.
¿Mas qué grandeza de ánimo no era menester para este generoso sacrificio? ¿Hay algún literato que no tenga puesto todo su corazón en aquellos libros que fueron siempre sus compañeros inseparables, sus más verdaderos amigos, sus más puras y halagüeñas delicias? Un solo pensamiento de alejarlos de sí le estremece, y mejor se desprendería de sus más preciosas alhajas que de este inestimable tesoro: lo más que hace es disponer de los libros para después de sus días, en beneficio de aquellos que quiere preferir; de esto podremos colegir el heroismo de nuestro Bayer al resolverse a enriquecer esta universidad con toda su biblioteca, objeto de sus delicias: todavía me parece veo brillar en su rostro la alegría al hacer este Don, al presentar a su patria un homenaje tan útil como decoroso. O día 27 de julio de 1785: día feliz; en que la madre patria recibe con ternura tan preciosa dádiva: día por cierto feliz: día que no podrán olvidar jamás los Fastos Valencianos. Autoriza el secretario de la ciudad la escritura de donación, y asisten a este acto el cabildo eclesiástico, los magistrados, militares, nobleza, el claustro de catedráticos, y sujetos distinguidos; celebrando en el día siguiente una misa solemne por este gran suceso, y felicidades de tan benéfico Mecenas; y en testimonio de su gratitud mandó la universidad hacer un busto de mármol al escultor de cámara D. José Esteve, y en 1787 lo colocó en su biblioteca con la siguiente inscripción:
FRANCISCO PEREZIO BAIERIO
ARCHIDIACONO ET CANONICO VALENTINO
A CONSILIIS REGIS ET SANCTIORI CVBICVLO
HISP. INFANTVM PRAECEPTORI PRIMARIO
ORDINIS A CAROLO III INSTITVTI EQVITI
BIBLIOTHECAE MATRIT. PRAEFECTO
DOCTRINA ERVDITIONE LINGVARUM PERITIA
CVM PAVCIS COMPARANDO
QVOD PVBLICVM COMMODVM SVO ANTEPONENS
BIBLIOTHECAM VOLVMINVM COPIA DELECTV
RARITATE INSIGNEM QVAM SIBI MVLTO AERE
VNDIQVE COMPARAVERAT VIVS VALENSQVE
PATRIAE DONO DEDERIT ET ACADEMIAE IN QVA
EDVCATVS ET LINGVAE HEBRAICAE PROFESSOR FVERAT
PERPETVO FRVENDAM TRADIDERIT
S. P. Q. V.
ACADEMIAE PATRONVS BENEFICII MEMOR
CIVI OPTIMO ET BENE MOERENTI
P.
REGNANTE IN HISPANIIS CAROLO III P. O. F
ANNO DOMINI M.DCCLXXXVII
Después con sumo cuidado la fue aumentando siempre con otras preciosas obras (1).
(1): Al fin se pone un bosquejo de lo que era esta librería.
Enterado el rey de esta loable acción, concedió a nuestro Bayer la facultad de elegir durante su vida los bibliotecarios, y eligió a los doctores en sagrada teología don Domingo Mascarós, que luego fue pavordre de esta santa iglesia, en bibliotecario primero, con la cátedra anexa de historia literaria; y en segundos, a don Joaquín Bergón y Navarro con la de árabe, de la que tomó posesión en propiedad día 1.° de octubre de 1789, joven digno de más larga vida, y a don Juan Bautista Pérez Caballero, que murió canónigo magistral de esta catedral.
Ilustró igualmente su patria con muchos monumentos, así de su devoción, como de su amor a las bellas artes, pues a más de construir en las casas de Benicasim, a legua y media de Castellón de la Plana, que poco después por su liberalidad se formó en pueblo (y en el día tiene ochenta y siete vecinos con 309 habitantes), una magnífica posada, para comodidad de los viajantes, y honor del reino, que al presente sirve de casa de postas y parada de la diligencia; de haber invertido crecidas sumas en beneficiar aquellos campos y establecimientos, hecho edificar un templo dedicándolo a santo Tomás de Villanueva, y dotar un vicario en aquella parroquia prioral, para la asistencia espiritual de sus pobres habitadores, colocó en 24 de mayo de 1792 sobre el pecho del busto del mismo santo de esta catedral, la cruz de la real y distinguida orden de Carlos III, adornada con una piedra amatista guarnecida de brillantes, y pendiente de una gran cadena de oro primorosamente construida de florecitas afiligranadas, con sus juegos y enlaces que la hacían flexible, prenda del afecto del señor infante don Gabriel. Manifestó también su munificencia enviando en 1781 desde Madrid a la misma, por medio de su íntimo amigo el canónigo don Joaquín Segarra, una pintura de muy particular gusto del martirio de S. Lorenzo, original del célebre valenciano Francisco Ribalta, y una magnífica alfombra que hizo tejer en la real fábrica tapicería de aquella corte, con otras dos que dio en 1785 y 1787 para los días clásicos y más solemnes; y no contento aún con esto, entregó también un paño de brocado riquísimo con almohada y toalla para la adoración de la cruz del viernes santo; y en 11 de agosto de 1792 regaló otro de setí fuerte con realces de oro, el pie carmesí, circuido de una vistosísima cenefa de cerca de una vara de ancho, y a cada extremo de él una virtud de la virgen, tejida a la mayor perfección, y guarnecido de franja con doce borlas de oro, para la festividad de la Asunción de nuestra señora, que le costó cuatro mil trescientas diez libras, trece sueldos, diez dineros; con cuyo motivo el cabildo de esta iglesia, agradecido a tantos beneficios, por deliberación de 17 de agosto del mismo año celebró una misa solemne de gracias por su salud, con vuelo de campanas a las primeras oraciones y durante este acto sagrado. Costeó también la excelente estatua de mármol de santo Tomás de Villanueva, trabajada por el mismo escultor de cámara D. José Esteve, y se colocó sobre un pedestal y gradas que lo sostiene con una balaustrada que lo circuye, obra dirigida por el arquitecto D. Vicente Marzo, y permanece en la plazuela del convento del Socorro, extramuros de Valencia, con la siguiente inscripción compuesta por el señor Bayer, y entregó para ponerla en su pedestal, añadiendo los religiosos el año:
DIVO THOMAE VILLANOVANO
ARCHIEP. VALENTINO PAVPERVM
PATRI PRAESVLVM EXEMPLO
AGVSTINIANI
SACRA EXVVIAR EIVS CVSTODES
M.DCC.XCV.
Y aunque no pudo verla concluida, dejó cuatro mil trescientas treinta onzas de plata, y treinta y seis mil reales vellón para sus hechuras, y las de una estatua de plata de S. Vicente mártir, que en 24 de mayo de 1792 había ofrecido para que se colocase en su capilla en la iglesia metropolitana (1), y la pintura que le había de cubrir, cuyo borrador hecho por el pintor de cámara D. Vicente López, dejó aprobado con las primorosas estampas que mandó grabar para sus obras. Fue académico de honor de la de S. Carlos de Valencia, y de él se hace muy grata memoria en sus actas del año 1796; y tanto fue el amor que tuvo a sus patricios, que miró con mucho aprecio el ser individuo numerario de la real sociedad económica desde su creación, influyendo poderosamente en la corte para la aprobación de sus estatutos, hasta que logró ver consolidado tan útil establecimiento. Ocupado en tantas y tan grandes obras sin descontinuar sus trabajos literarios, dejando a los pobres por herederos de todos sus bienes, falleció en esta ciudad día 27 de enero de 1794, a las siete y tres cuartos de la noche, en la edad de ochenta y dos años, dos meses y quince días, con sentimiento universal de sus paisanos, de todos los eruditos y de los muchos indigentes, que le veneraban como a su verdadero padre; y aunque murió al mundo, quedará su memoria para ser en lo sucesivo una de las más sólidas bases sobre que se apoyará la gloria de nuestra nación, y vivirá eternamente entre los hombres, en tanto que estos conserven algún amor a las letras; y Valencia podrá siempre gloriarse de haber producido un literato verdaderamente singular, que tanto contribuyó al esplendor de nuestra patria; y por haber sido devotísimo de santo Tomás de Villanueva, fue enterrado en su capilla en la catedral, no pudiendo ser como dejó en su testamento en la de S. Vicente mártir, por no estar concluida su renovación que se hacía a sus expensas. Allí interinamente descansan sus cenizas, bajo una lápida dispuesta para cincelar en ella la siguiente inscripción, que hizo su amigo el canónigo D. Vicente Blasco, y es la siguiente:
(1): Fue su artífice Berardo Quinzá, maestro platero; tiene de alto seis palmos y medio: su peso es de dos mil ochocientas onzas de plata: en 15 de enero se hizo su entrega a la catedral, y en la tarde del 21 de dicho se puso de manifiesto en el presbiterio para la festividad del santo, que se celebra en 22 del mismo con procesión general, que no se verificó por la lluvia, pero se hizo el domingo 26. Para el día del señor, concluida su capilla, se colocó la imagen de mazonería del mismo santo, que sirvió para hacer la de plata, hecha por don José Esteve; y salió en la procesión del Corpus por primera vez en dicho año, en una custodia de plata del convento de santo Domingo, que absorbió la dominación francesa.
D. O. M.
HIC QVIESCIT
IN SPE RESVRRECTIONIS
FRANCISCVS PEREZIVS BAIERIVS
ARCHIDIACONVS ET CANONICVS VALENTINVS
FILIORVM CAROLI III PRAECEPTOR
PRAEFECTVSQVE REGIAE BIBLIOTHECAE
DOCTRINA ERVDITIONE
LINGVARVM ORIENTALIVM PERITIA
SCRIPTISQVE VARIIS
CLARISSIMVS
BIBLIOTHECAM SVAM
LIBRORVM COPIA DELECTV RARITATE MSS
INSIGNEM
IN COMMVNEM CIVITATIS VSVM
VIVENS VALENSQVE
S. P. Q. ET ACADEMIAE VALENTINAE
DONAVIT
BENICASENSEM ECCLESIAM EREXIT
PASTOREMQVE EIDEM INSTITVIT
MARMOREAM STATVAM IN SVBVRVIO
THOMAE VILLANOVANO
ARGENTEAM IN ECCLESIA METROPOL.
VINCENTIO MARTYRI
DEDICAVIT
DENIQVE MORITVRVS
VT TOTVM SIBI SECVM THESAVRVM AVFERRET
PAVPERES HAEREDES INSTITVIT
VIR BONO PVBLICO NATVS
VALENTIAE III IDVS NOV. AN. M.DCC.XI
VIXIT AN. LXXXII MENSES II DIES XV
El mismo señor don Vicente Blasco compuso la siguiente
ELEGÍA
In funere Francisci Perezii Baierii.
Quisquis ades, cineres venerare atque ossa sepulta
Baieri, et meritas fer tumulo inferias.
Tum lachrymas superadde pias, superadde dolorem,
Sitque tibi haec atris annumerata dies.
Baiero extincto ¿quis non fleat? Innuba Pallas
Roravit lachymis tristia busta viri.
Pierides etiam tanti post funus alumni
Flebile dumtaxat pangere carmen amant,
At lachrymas compesce tuas, compesce dolorem:
Non deerunt tanto praemia iusta viro,
Necquae diffundens tenebras praetervolat aetas
Baieri laudes nocte silente premet.
Aeternum resonabit eas Benecasia rupes,
Tuque Valentinae Bibliotheca Scholae
Ast allii extollant donaria; tu quod egenos
Ex asse haeredes scripserit in tabulis.
Non igitur doleas Baierum morte peremtum,
Hoc doleas, tales non superesse viros.
La universidad literaria, en agradecimiento a su liberalidad, hizo unas solemnes exequias, pronunciando el elogio fúnebre el padre maestro fray Facundo Sidro Vilarroig, catedrático de la misma. Séame ahora lícito decir, que en este corto diseño he hecho ver el tenor de vida de nuestro patricio: diseño rudo, diseño mal formado; pero que con pluma imparcial lo expresa la gratitud de mi corazón. Si la elocuencia de un Núñez, de un Pascual, de un Perpiñá, hubiese encarecido estos mismos hechos, ¡cuánto mayor realce hubiesen adquirido! Bástese no obstante la virtud a sí sola, y vea el mundo que no necesita de adornos ajenos el literato que une el desvelo con la prudencia, la entereza con la afabilidad, y que llena la carrera de las letras admirando y enseñoreándose al mismo tiempo del corazón humano, y con más razón aquel que procurando ser en un todo el esplendor y lustre de su patria, hace que esta se honre con tener un hijo, que aún después de muerto, la condecora con tan vastas y preciosas riquezas como las que nos dejó en sus escritos; y la ilustre sociedad, siempre agradecida a su memoria, se acuerda con placer de tan benemérito socio, ofreciendo premios para perpetuar su nombre en testimonio de su gratitud.
Ejus memoria in oblivione nunquam jacebit.
ÍNDICE HISTÓRICO DE LAS OBRAS DEL ILUSTRÍSIMO SEÑOR DON FRANCISCO PÉREZ BAYER, ASÍ MANUSCRITAS COMO IMPRESAS.
1. Instituciones de la lengua hebrea, manuscritas.
2. Origen de las voces españolas derivadas de las hebreas. Tres tomos en 4.° manuscritos. Ambas obras compuso por los años de 1745 y 1747, siendo catedrático de lenguas orientales en Valencia y Salamanca.
3. De Toletano hebraeorum templo.
Presentó esta disertación en folio manuscrita al señor D. Fernando VI, a quien la dedicó en el año 1742 por manos del padre Francisco Rávago, confesor del rey.
4. Reges Tharsis et Insulae, pro explanatione Davidici psalm: Deus juditium tuum da etc. ad amplissimum Almae Barcinonensis Ecclesiae Canonicorum Collegium Oratio postridie festum Sancti Lucae XIV. Kal. Nov. ann. salutis 1753. Se imprimió en Barcelona, por Pablo Nadal, en 4.°
Recitó esta oración después de haber tomado posesión del canonicato de aquella iglesia.
5. Índice de las antiguas monedas que poseía, manuscrito, que trabajó en el referido año 1753.
6. Diario del viaje a Italia de don Francisco Pérez Bayer, desde el día 9 de mayo hasta el 9 de agosto del año 1754. Dos tomos en 4.° manuscritos. El primero contiene el viaje desde Barcelona a León, Ginebra, Chambery, Turín, Génova, Milán, Brescia, Cremona, Mantua, Verona, Vincenza, Padua, Venecia y otras ciudades de su tránsito.
El segundo tomo tiene por título: Diario de su viaje a Italia, desde el día 10 de agosto hasta 17 de noviembre del año 1754, y lo dirigió por Venecia, Ferrara, Bolonia, Imola, Faenza, Rávena, Rimini, Pesaro, Ancona, Loreto, Foligno, Espoleto y otras ciudades de su tránsito hasta Roma. Manifiesta su contenido diciendo en el prólogo: “La descripción de ciudades, puertos y edificios famosos que suelen hacer el primer papel en otros diarios, en este ocupa ligeramente alguna de sus páginas, más con ánimo de amenizar la lectura, que de hacer una relación exacta. Otro cuidado me han debido los monumentos antiguos, los gabinetes, los museos, las bibliotecas, los varones doctos que he visto y tratado, sacando cuantas ventajas he podido, ya copiando enteramente los unos, y ya notando las preciosidades que contienen los otros, dibujándolas, e imitando el carácter de los códigos más raros y antiguos, y especialmente las noticias que he juzgado conducentes a nuestra nación en santidad y doctrina. En lo que toca a monumentos y especies literarias que he visto y aseguro como ciertas, si acaso errase, no merezco excusa ni la pido.”
7. Damasus et Laurentius Hispanis asserti et vindicati. Romae 1756 ex Typographia Josephi et Philippi de Rubeis. En 4.° mayor.
Animados los romanos del deseo de añadir a la serie de los más respetables de sus ciudadanos el nombre del invicto mártir san Lorenzo, recibieron con sumo placer la disertación que había publicado D. José Blanchini, presbítero de la congregación del oratorio, en la que quería probar, en virtud de un sacramentario que él había descubierto en Verona, que este santo fue romano; y otros también creían lo era san Dámaso, apoyándose en el francés Tillemont (1: Memoires pour servir à l'histoire ecclesiastique. Tomo VIII, artículo primero, hablando de este santo), despojando a España de la gloria de contar estos dos santos por hijos suyos. La noble empresa de luchar a la faz del universo con tan esforzados atletas, postrarlos, quitarles las armas y cantar la victoria, estaba reservada a nuestro Bayer, asegurando con esto a España la gloria de que se la quería defraudar. La pureza de estilo, la copia de erudición, el nervio de sus razones, al paso que cerraron la boca al partido opuesto, abrieron las de muchos varones que aplaudieron con entusiasmo esta disertación. El insigne Mamachi no dudó engrandecerla con los mayores elogios; el clarísimo Berti se conformó en todo con ella; el ilustre y laborioso Zacarías dio el asunto por demostrado: tanta fuerza tuvo la lógica y diligencia de nuestro crítico, y tanta fue su destreza en desenvolver el caos de la antigüedad, que superando los obstáculos del interés nacional, obligaron a los mismos italianos, a renunciar para siempre unas tentativas tan lisonjeras.
8. De auctore sacramentarii Veronensis. Manuscrito.
De esta disertación nos da noticia el señor Bayer en las páginas 67 y 131 de la obra anterior, diciendo la tenía preparada para la imprenta.
9. Regiae Bibliothecae Escurialensis M. S. S. Codicum latinorum et Hispanorum quotquot in ea hoc ann 1762 inventi fuere catalogus operum auctorumque in iisdem contentorum ad curatam seriem exhibens indicata unusquisque Codicis aetate et subjecto in ejus confirmationem characteris quo vetustiores atque insigniores codices constant specimine.
Son cinco tomos manuscritos, al tercero agregó los manuscritos hebreos; y el tomo cuarto, escrito en 1763, contiene el catálogo de los manuscritos griegos, con un extracto de ellos.
10. Divina Magni Basili liturgia grecae et latinae cum notis. Carolo III. Hispaniarum et Indiarum Regi Catholico. E Regio Laurentiano Escurialensis Coenobio III. Kalend. Septemb. 1762.
Tradujo esta obra en latín, ilustrándola y adornándola con dos disertaciones: la primera tiene este título: Sitne Basilius verus liturgiae de qua agimus auctor; y la segunda: De notionibus charactere et aetate voluminis in quo habetur liturgia. Un tomo en folio manuscrito.
11. Confutación de la apología con que D. Cristóbal Medina Conde, canónigo de Málaga, intenta satisfacer a las dificultades que en 1765 le propuso y leyó en Toledo don Francisco Pérez Bayer, tesorero y canónigo de dicha ciudad, contra la legitimidad de los monumentos en la Alcazaba de la ciudad de Granada en el año 1754 y siguientes: van adjuntas muchas cartas escritas a los mayores sabios de Europa. Manuscritas. Se publicó un compendio de su dictamen, con el papel que le dejó Medina Conde, en que confiesa la fuerza de sus impugnaciones, y las cartas del benedictino Tassin, en la razón del juicio seguido contra los falsificadores de dichos monumentos. Imprimióse en Madrid, 1781, páginas de 202 a 216, con motivo de haberse pedido informe a nuestro Bayer para sentenciar este asunto.
12. En la traducción del Salustio, hecha por el serenísimo señor infante D. Gabriel, además de las notas que son de Bayer, hay una disertación que se le mandó escribir sobre el Alfabeto y lengua de los Fenicios y sus colonias, para ilustrar más bien aquel pasaje de Salustio en que dice: Ejus civitatis (Leptis) lingua modo conversa connubio Numidarum. De esta disertación se dice en las efemérides de Roma, que su autor hizo ver en ella, no tener igual, especialmente en este género de literatura (1: véase a Sempere: ensayo de una biblioteca española del reinado de don Carlos III. Tomo primero, página 195).
13. De Nummis Hebraeo-Samaritanis. Dissertatio Isagogica ad tractatum de Phenicum et Graecorum in Hispania Nummis quos incognitos vocant. Valentiae, ex officina Benedicti Monfort, 1781, en 4.° mayor, con muchas láminas grabadas a la mayor perfección. Convencido el señor Bayer de que así el idioma y alfabeto de los fenicios como el de los griegos derivaban del hebreo; su mucha pericia en esta lengua le franqueó el camino para la inteligencia de los caracteres de las monedas antiquísimas de España que llamamos desconocidas, y que nadie se había atrevido a descifrar hasta que don Luis José Velázquez escribió su Ensayo. Creyó que para tratar con solidez de los monumentos antiguos hispano-griegos o hispano-fenicios, y particularmente de estos, era preciso hablar antes de las monedas hebreo-samaritanas. Con esta mira recogió cuantas podían hacerle al caso, logrando con una asidua diligencia encontrar hasta treinta y una, cuyo cotejo, su vasta literatura y profunda meditación, le suministraron bastantes materiales para escribir la referida obra. Satisface en ella a los argumentos de Gerardo Tichsen, que en su libro de Nummis Hebraeorum tuvo la osadía de poner en duda y desechar las monedas samaritanas, como fingidas y acuñadas por impostores. Pero nuestro autor hace ver en qué tiempo se comenzó a tratar de ellas en el occidente, y después de varias observaciones habla de los escritores cristianos, advirtiendo que hasta el año 1500 de Cristo no tuvieron noticia alguna de estas monedas propias de su asunto.
De este libro hicieron un extracto con grande exactitud los redactores de las efemérides literarias de Roma de 30 de junio, 14 y 23 de julio de 1781, que corre también impreso en castellano. “La obra (se dice en ellas) es digna del mayor aprecio: la edición, no sólo por la limpieza, primor y buen arreglo de los caracteres, por lo igual y uniforme de la tinta, por lo blanco, terso y consistente del papel, por lo ancho de las márgenes, y en suma por todo el conjunto, es tan bella que, entre las ediciones que hasta el presente han llegado a nuestras manos (que han sido muchísimas, y las mejores), confesamos ingenuamente no haber visto alguna que le iguale... La obra por lo importante del argumento, por el estilo latino puro y uniforme, por el buen orden y método, por lo sólido y robusto de los raciocinios del ilustrísimo autor, por su juiciosa crítica, profunda, vasta y admirable erudición que en todas partes resplandece, es superior a toda alabanza... y según su autor ha de servir de introducción al grande tratado que pensaba publicar sobre las monedas hispano-fenicias, e hispano-grecas, que vulgarmente llaman desconocidas.”
Está dividida esta obra en once capítulos, a los que precede un prólogo.
14. Diario del viaje desde Valencia a Andalucía hecho por D. Francisco Pérez Bayer en 1782. Dividido en dos partes. Manuscrito.
La primera contiene su historia, y copias de las inscripciones y monumentos antiguos que había examinado en las ciudades de S. Felipe, Gandía, Denia, Alicante, Nueva Tabarca, Cartagena, Lorca, Vera, Almería, Guadix, Baeza, Jaén, y en las villas de Martos, Porcuna, Montoro, el Carpio, y otros lugares de su tránsito, con algunas observaciones pertenecientes a la geografía de España.
En la segunda parte, que intituló: Diario del viaje de Andalucía y Portugal, prosigue su historia, y copia las inscripciones y monumentos que había hallado en Córdoba, Antequera, Málaga, Carmona, Marbella, S. Roque, Campo de Gibraltar, Algeciras, Tarifa, Medinasidonia, Cádiz, Puerto-Real, Puerto de Santa María, Jerez de la frontera, San Lucar (Sanlucar), Lebrija, Riotinto, Aroche, Moura en Portugal, Beja, Évora, Lisboa, Mafra, Estremoz, Ellvas, Badajoz, Mérida, Trujillo, hasta Madrid y otros lugares de su tránsito.
15. Bibliotheca Hispana Vetus, sive Hispani scriptores qui ab Octaviani Augusti aevo ad annum Christi M. D. floruerunt. Auctore D. Nicolao Antonio... Curante Francisco Perezio Baierio Valentino, Sereniss. Hisp. Infantum Caroli III. Regis filiorum Institutore primario Regiae Bibliothecae Palatino-Matritensis Praefecto qui et Prologum et Auctoris Vitae epitomen, et notulis adjecit. Matriti, apud Viduam et haeredes D. Ioachimi Ibarra, 1788. Dos tomos en folio mayor. Desde que le nombró su majestad por bibliotecario mayor, se propuso el Sr. Bayer aprovechar el privilegio concedido a la real biblioteca, y seguir el proyecto de su antecesor D. Juan de Santander, de reimprimir la de D. Nicolás Antonio, continuó publicando la biblioteca vetus, que exornó en la parte más abstrusa de nuestra literatura, aclareciendo muchos puntos arduos, esparció en ella una luz inextinguible. Extendióse gustoso en lo perteneciente a la gloria de sus caros compatriotas; y como sabía muy bien que nada le era más grato al Sr. D. Carlos III, que el engrandecimiento del nombre español, colocó a los pies del trono, y a nombre de la biblioteca real, una sencilla y majestuosa inscripción, puesta bajo su retrato, que grabó con tanto primor el valenciano Francisco Selma, y va al frente de la obra, la que amenizó con variedad de noticias, de historia, de geografía, cronología, etimología y antigüedades romanas, evitando al lector el tedio que en semejantes escritos suele causar la sequedad de especies meramente literarias. Refiere también algunos sucesos de la vida del autor, averigua el año cierto de su muerte, y vindica su memoria de algunas emulaciones, colocando al fin de cada siglo los autores, tanto cristianos como hebreos, omitidos por aquel bibliógrafo. Sin embargo de todo esto advierte el Sr. Bayer al principio del prólogo, que por la brevedad en publicar la biblioteca antigua, merecía aquel estudio y trabajo la consideración de una obra improvisada.
16. Confictis Granatensibus monumentis anno 1754 ac deinceps detectis atque in lucem prolatis Synopsis historica. Matriti, apud Viduam et haeredes D. Ioaquimi Ibarra, 1789, en 8.° mayor. Se publicó sin nombre de autor.
17. Francisci Perezii Baieri Archid. et Can. Valent. Seren. Hispan. Infantum Caroli III. Regis filiorum Institutoris primarii, R. Bibliothecae Matrit. Praefecti, Nummorum Hebraeo-Samaritanorum Vindiciae. Valentiae Edetanorum ex Offic. Monfortiana, 1790. Un tomo en 4.° mayor, dedicado al Sr. D. Carlos IV.
Hermosa edición, en un todo igual a la antes citada de Nummis... Hizo tal confianza el Sr. Bayer de D. Joaquín Bergón, catedrático de árabe, que teniendo que ausentarse de esta ciudad, le confió la corrección de esta obra, como él mismo lo dice en el prólogo de ella. El resentimiento y la emulación alentaron a Tychsen, sabio alemán, para que intentase desvanecer el mérito de nuestro Bayer, dando por supuestas las monedas de que habla en el artículo 12. No debe extrañarse esta contradicción y enojo, pues que en el prólogo de la obra de Nummis había impugnado la del alemán, que intituló De nummis hebraeorum, que se lisonjeaba haber demostrado la falsedad de las monedas samaritanas. Resentido Tychsen, dio a luz una refutación de los argumentos que le oponía nuestro Bayer; traducida al castellano por uno de sus émulos, se imprimió y divulgó en Madrid y otras partes de España. Este acaloramiento dio ocasión a algunas contestaciones entre ambos literatos; pero como Tychsen por una parte rehusaba entrar en discusión, y por otra dejaba correr libremente sus escritos, impugnando la legitimidad de dichas medallas, vióse precisado el Sr. Bayer a escribir sus Vindicias, en que después de referir puntualmente todo lo ocurrido, y los artificios con que Tychsen y sus parciales habían procedido en el asunto, demuestra con nuevos argumentos la autenticidad de las medallas hebreo-samaritanas; establece las reglas que se han de tener presentes para juzgar bien en orden a su legitimidad o ilegitimidad, y distinguir las verdaderas de las falsas, mereciendo un nuevo aprecio en dar a luz otras medallas descubiertas después; siendo otras tantas pruebas de la fe que merecen estos raros y preciosos monumentos de la antigüedad. No fue de poca gloria para el Sr. Bayer, que un hombre tan erudito en la ciencia numismática como Juan Cristóbal Rasche, que publicó en Lipsia un diccionario universal de ella en siete tomos en 8.° mayor, en el séptimo impreso en 1789, trata muy a la larga de las medallas samaritanas y de los que han escrito de ellas; impugnando a los que las han tenido por fingidas, y entre ellos a Tychsen, haciendo al mismo tiempo un bien ordenado compendio de la obra de Nummis de nuestro autor.
18. Legitimidad de las monedas hebreo-samaritanas, confutación de la diatriba de nummis hebraicis de D. Olao Gerardo Tychsen, consejero del duque de Mecklenburg, profesor de lenguas orientales, y primer bibliotecario de la universidad de Rostoch (Rostock) etc. Escribióla D. Francisco Pérez Bayer. Valencia, por D: Benito Monfort, 1793, en 8.° mayor.
La muerte no le dejó ver en el público sus tareas sobre las medallas fenicias y griegas, ni otras que estaban ya destinadas a la prensa, como son:
19. Extractos de la biblioteca del escorial. Un tomo en folio manuscrito.
20. Anecdota greca. Dos tomos en 8.° manuscritos.
21. Urbium et Populorum, item Fluviorum, et Montium veteris Hispaniae nomenclatura, è veteribus geographis et poetis, tum graecis tum latinis collecta. Un tomo en folio manuscrito.
Es un diccionario de los nombres antiguos de ciudades, pueblos, montes, ríos de España &c.
22. Typographi Valentini et Valentinenses, quorum extat mentio apud Vincentium Ximenum in praeclaro Bibliothecae Valentiane opera: ab ipsis fere artis typographicae cunalibus, certe ab anno 1484 ad 1748. Manuscrito. Es un tomo en folio todo de letra del autor, que trabajó a principios del año 1776, estando en el real sitio del Pardo. No se comprenden en ella todos los impresores valencianos y libros publicados en Valencia, sino sólo aquellos de quienes habló D. Vicente Ximeno.
23. Discurso sobre el sitio de la antigua Munda.
Está impreso al fin del tomo 9 de la historia de España del P. Mariana, edición de Monfort de 1796 en folio, y tiene este título: Carta que sirve de ilustración al lugar de Mariana, tomo 1, libro 3, capítulo 20, página 293. Su fecha es en Madrid 21 de marzo de 1792. Quería el Sr. Bayer refundirla a manera de disertación, pero murió antes. Prueba la incertidumbre del sitio en que se dio la célebre batalla de Munda, para demostrar así la equivocada opinión que había adoptado Mariana siguiendo a otros varios historiadores, deslumbrados por el sonido del nombre del pueblo Munda.
24. De la voz Granada. Conjeturas acerca de su etimología, y del tiempo en que comenzó a llamarse así la ciudad de este nombre, en 4.° manuscrita.
25. Apéndice a la obra intitulada: Marmora Taurinensia, en 4.° manuscrita.
26. Historia de los colegios mayores. Cuatro tomos en folio manuscritos.
27. Representación al rey sobre el mismo asunto, que intituló: Por la libertad de la literatura española: representación al rey D. Carlos III, Pío feliz Augusto. No pudo el Sr. Bayer mirar con indiferencia que estos colegios, que habían dado a la iglesia y a la monarquía varones insignes en santidad y doctrina, tanto crédito a los tribunales de justicia, y honor a los principales empleos, hubieran sufrido una gran decadencia, y contra el tenor de las constituciones que les habían dado sus sabios fundadores, se hubiesen introducido muchos desórdenes y abusos, y así trabajó estas dos obras descubriéndolos, deseoso de que se remediasen, y pudieran elevarse los colegios al alto grado de esplendor que anteriormente tenían. Para esta representación en dos tomos en folio manuscritos en poder de D. Domingo Bayer y Segarra, del consejo de su majestad, alcalde honorario de la real casa y corte, sobrino del autor.
28. Etimologías de la lengua castellana, en 4.° manuscrito.
29. Excerpta Escurialensis, en folio manuscrito.
30. Refundió, examinó, coordinó, y también acrecentó con muchas notas dignas de su exquisita y profunda literatura, erudición y juicio los: Apéndices que trabajaron los Sres. D. José Ortiz, y D. Lorenzo Tadeo Villanueva, con algunas notas al tomo séptimo de la obra del Mariana, antes citado, de la edición de Monfort.
31. Disertación acerca de los códices, pinturas, diplomas y demás monumentos antiguos, que se conservan en la iglesia primada de Toledo. Año 1752, en 8.° manuscrito.
32. Elogios de los españoles ilustres. Roma, 1756, manuscritos.
33. Diarios de los viajes, y principalmente los que comprenden los años 1771 hasta 1777. Cuatro tomos en folio, que siguen a los dos del memorial citado al número 27.
34. Antigüedades españolas: obra no concluida, un tomo en folio manuscrito.
35. Cartas a Benedicto XIV. á Orsi, Mamachi etc. Doce volúmenes.
36. Índice de las obras del Sr. Bayer, que escribió en 1789.
Se conserva una copia escrita por su mano en la biblioteca real, que dejó siendo su bibliotecario.
37. Tratado de las monedas españolas antiguas desconocidas: obra que no concluyó.
Para que el lector pueda hacerse cargo de lo grandioso de la dádiva de su librería hecha a esta universidad, copiaremos lo que dice D. Martín Fernández de Navarrete en la página 132 de su obra: Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV... Madrid, imprenta real, en 4.° y es lo siguiente: “De las bibliotecas de Valencia nos han comunicado el Sr. D. Mariano Liñán, pavordre de teología de aquella universidad, y bibliotecario que fue de ella y catedrático de árabe, la siguiente noticia que copiaremos a la letra.” - “Las bibliotecas de la universidad y del arzobispo de Valencia fueron abrasadas y enteramente consumidas el día 7 de enero de 1812 por las bombas, en el sitio que puso a la ciudad el mariscal Suchet.” La biblioteca de la universidad se componía de la que el Sr. Bayer dio a la ciudad, patrona de la escuela, para uso de la misma en 27 de julio de 1785, y de varias adquisiciones que hizo el claustro, en especial de los libros y manuscritos de D. Juan Bautista Muñoz. El número de sus volúmenes ascendería a veinte y siete mil, de los cuales pertenecían a la biblioteca Bayeriana veinte mil. Se distinguía esta por la elección, por el gusto, y por el lujo en ediciones y encuadernaciones. Era abundantísima la colección de Biblias, pues además de las políglotas de Cisneros, Arias Montano, Lejay y de Walton, se encontraban doce biblias españolas, desde las dos de Ferrara primitivas, hasta la última hebreo-española de Amsterdam, las tres de Roma de 1592, 93 y 98, y una colección muy apreciable de hebreas, griegas, arábigas, siriaca y arménica (armenia), y de versiones en las lenguas principales de Europa, como en la francesa, italiana, inglesa, portuguesa, holandesa, alemana, sueca y grisona; siendo apreciasble esta última, aunque de impresión moderna, por el idioma en que está escrita, que tiene mucho parentesco con el lemosín o antiguo valenciano, de cuyo idioma se conservaba una versión de los salmos hecha por Juan Ruiz de Corella (1).
(1): Esta traducción la encontró en la librería reservada del Santo Oficio de esta ciudad el inquisidor mayor D. Matías Bertrán, y consiguió del Sr. Arce, inquisidor general, licencia para colocarla entre los libros prohibidos de la biblioteca de la universidad. Es obra tan rara, que no hablan de ella ni D. Nicolás Antonio en su biblioteca, ni el Sr. Bayer en las notas, ni Rodríguez ni Ximeno en sus bibliotecas valentinas. Por cuya razón copié el título, que es: “Psalteri trellat de lati en romanç, per lo reverent Mestre Corella.” - Y al fin dice:”Açi feneix lo Psalteri aromançat (arromançat) per lo reverent Mestre Johan Roiç d'Corella, mestre en sacra teología. Corregit è fielment smenat per Johan Fernando de Guivara, prevere. Emprentat en Venezia per Mestre Johan Herteiog (Hertzog), tudesch, á XXX dies de Abril, any de la Nativitat de nostre Senyor Deu Jesu Crist mil è CCCCLXXXX. Laus Deo.” En esta última temporada que estuve en Madrid vi un ejemplar en la biblioteca real, que tal vez será el único que se conserva en España, y la he encontrado después citada por Méndez en su Tipografía Española. (Nota del Sr. Liñán. Véase la biblioteca valenciana, tomo 1, página 43.)
Hallábanse las mejores ediciones de los concilios generales, de los de España, de Francia, de Inglaterra, Alemania y otras. Era muy completa la colección de los padres y escritores eclesiásticos. Estaban todas las obras publicadas por la congregación de S. Mauro, y muchas de ediciones anteriores; todos los tomos de los Bolandos, y la Bibliotheca Veterum Patrum, con su aparato. En el ramo de antigüedades, se veían las griegas y romanas de Grevio, Gronovio, Mazochi, Gori, Muratori, Montfaucon y otros; las hebreas de Ugolino, cuarenta y dos tomos de la historia bizantina, con los raros libros de Gesta Dei per Francos, y la gran conquista de ultramar. Hallábanse completas las actas de la real academia de las ciencias de París, las de Lipsic, Berlín, San Petersburg, Bolonia, Dijon y otras: el diario de los sabios, el tesoro de inscripciones y bellas letras, los viajes del abate Prebost, y los nuevos y últimos descubrimientos, con otras obras del mismo objeto; varios y escogidos diccionarios, así históricos como técnicos, y algunas obras misceláneas de suma erudición. Era muy numerosa y escogida la colección de obras sobre la historia natural, con primorosas estampas, en la mayor parte iluminadas, como las de Seba, Catesby, y Buffon; la descripción de los insectos de Colonia, de las plantas americanas, y casi cuanto se conoce en este ramo en que han sobresalido los extranjeros modernos; y además las obras de Dioscórides, de Ulises, Aldobrando, y de otros escritores que llamamos antiguos. Adornaban también la biblioteca muchas obras de teología, de jurisprudencia civil y canónica, de física, de medicina, de matemáticas, de arte militar, de náutica, la colección llamada Artes y Oficios, la física sacra, o historia natural de la biblia de Juan Jacobo Scheuzers con láminas; varios viajes pintorescos, muchas obras de numismática, diferentes actas, varios grabados, como la columna de Trajano, las batallas de Alejandro; algunas obras de veterinaria, entre ellas una en francés de magnífica impresión. De los autores clásicos griegos y latinos no faltaba uno, y estaban completas las colecciones ad usum Delphini; las de Jack, las de los Elzevirios, las de Lipsic, y las ediciones de Burmau y Drakembore. Había mucho perteneciente a la historia general de España y de Indias, y a provincias y ciudades particulares, libros raros escritos en castellano y lemosín, y una grande colección de las mejores bibliotecas sagradas, profanas, generales y particulares, tanto antiguas como modernas, griegas, latinas, arábigas, y de gran parte de los pueblos y provincias de Europa; varias obras de rabinos, impresas unas en castellano, otras en hebreo, y el Talmud. Como el Sr. Bayer consiguió licencia del inquisidor general para que la biblioteca pudiera adquirir y retener toda especie de libros prohibidos, se encontraban casi todos los de los impíos del siglo pasado y de los heresiarcas de los anteriores. Finalmente había como unos doscientos volúmenes impresos antes del 1500. El más antiguo era un Cicerón de Officiis, publicado en 4 de febrero de 1466 por Juan Fust o Fausto (Faust), uno de los inventores del arte de la imprenta, cuya edición es la misma que la del año 1465, y dos ejemplares del Salustio impreso en Valencia en 13 de julio de 1475. Se conservaban las obras trabajadas por el Sr. Bayer y no impresas, todas de letra del mismo; a saber: de Toletano hebraeorum templo, índice y explicación de las monedas antiguas que poseía, un tomo en 4.° de etimologías de la lengua castellana, una gramática hebrea, dos tomos en 4.° de su viaje a Italia en 1754, en que hablaba principalmente de los monumentos antiguos, de los gabinetes, de los museos, de las bibliotecas, y en el cual había recogido cuantas noticias juzgó conducentes a la España, y a sus varones ilustres en santidad y doctrina; una disertación de auctore sacramentarii veronensis, cinco tomos en folio de los manuscritos hebreos, griegos, latinos y castellanos de la biblioteca del Escorial, la liturgia de S. Basilio, traducida al latín, con dos disertaciones, la una sobre si S. Basilio era su verdadero autor, y la otra sobre el carácter y el tiempo en que se escribió el manuscrito; un tomo en 4.° contra la legitimidad de los monumentos descubiertos en la alcazaba de Granada en 1754; dos tomos en 4.° del viaje en 1782, el primero contiene el viaje desde Valencia a Andalucía, y el segundo el de Andalucía y Portugal. En la academia de la historia ha de haber una copia de este viaje. Un tomo en folio intitulado: Excerpta Escurialensia. Dos en 8.° Anecdota graeca. Uno en folio Urbium et populorum, item fluviorum et montium veteris Hispaniae nomenclatura, è veteribus geographis et poetis tum graecis tum latinis. Uno en 4.° de la voz Granada, y conjeturas acerca de su etimología, y del tiempo en que empezó a llamarse así. Apéndice de la obra intitulada: Marmora taurinensia. Seis tomos en folio sobre los colegios mayores, los tres primeros contienen una representación al rey, y los otros tres el diario de los años 1771, 72, 73, 74, 75, 76 y 77, y setenta legajos de apuntaciones, notas, observaciones y una que otra disertación. Se conservaban también varios códices manuscritos bastante antiguos de la Biblia hebrea, otros de rabinos en hebreo y en castellano con caracteres hebreos, otros árabes, y muchos castellanos, y monedas antiguas de varias clases. Formaban el fondo de la biblioteca de Muñoz, libros de humanidades, filosofía e historia. Entre sus manuscritos había una impugnación de la respuesta de Pozzi, muchas y recónditas noticias pertenecientes a Luis Vives, cuya vida pensó escribir; varias apuntaciones relativas a la historia literaria de España; una lógica en latín, que era el primer tomo del curso de filosofía que empezó a trabajar, y lo abandonó para atender a la historia del Nuevo-Mundo; varias cartas latinas; una vida suya puramente literaria, y otras muchas cosas que no tengo presentes.