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lunes, 11 de septiembre de 2023

Serie III. Apéndice de música.

Serie III.

Apéndice de música.


Aingeru bati.

(Véanse las páginas 212 a 223 del pdf original.)


Aingeru bati
Aingeru bati 2
Aingeru bati 3
Aingeru bati 4
Aingeru bati 5
Aingeru bati 6




María.
Véanse páginas 212 a 217 del libro original


María 1
María 2
María 3







Índices (se omiten). Fin.

lunes, 4 de septiembre de 2023

III. - María, IV. - Aingeru bati, Elizamburu

III. - María,

IV. - Aingeru bati,

por

J. B. Elizamburu.

Dialecto labortano.

Mi estimado amigo el Sr. Elizamburu, a quien conocen antes de ahora los lectores del Cancionero, es uno de los poetas de quienes se enorgullece hoy con más razón la región de Labourd, que le cuenta en el número de sus más notables y predilectos escritores.

Elizamburu, nacido en el corazón mismo de Labourd, en uno de los pueblos en que se conserva más vivo el amor a la lengua y el culto a las antiguas costumbres del país, que no han sido bastantes a entibiar en él treinta años de continuada ausencia; hombre de una muy regular instrucción, y sobre todo de excelente gusto, lleno de cariño hacia las montañas que le vieron nacer y admirador entusiasta de sus patriarcales tradiciones, es uno de los poetas, cuyas producciones, llenas de encanto, se leen con el mayor placer y el más puro deleite.

Elizamburu, dotado de un exquisito sentimiento y de un gran instinto poético, sabe elegir con el mayor tino los asuntos para sus sencillos y populares cuadros, y poseyendo, como posee, una imaginación viva, que le proporciona hermosas alegorías y bellísimas imágenes para adornarlos, un lenguaje dulce y armonioso, y una frase castiza y elegante, no es extraño que sus composiciones encuentren tanto eco en el país, y sean tan apreciadas de los aficionados a nuestra poesía.

Las dos composiciones que reproduzco a continuación, de índole esencialmente distinta dentro de un mismo género, no son de las menos apreciables de entre las que figuran en su pequeña colección.

María es un cuadro de carácter realista, en el que el autor critica de una manera suave y delicada la tendencia de las Jóvenes que empiezan a mostrarse hostiles al trabajo de los campos, en el que han sido siempre las infatigables compañeras, las inteligentes cooperadoras del agricultor bascongado; Aingeru bati, es la descripción, llena de espiritualismo, de un ángel que el poeta ha encontrado en su camino, o lo que es más probable, que ha forjado en su mente, al calor de la inspiración, en uno de sus sueños de poeta.

Ambas son bellísimas producciones, y serán desde luego saboreadas por el lector, que no podrá menos de admirar sus bellezas de estilo.

Elizamburu es, sin duda alguna, el poeta labortano cuyos escritos rebozan más dulzura y delicadeza; es el Vilinch de Labourd; y hasta tal punto encuentro semejanzas entre ambos escritores, que creo, que estudiando detenidamente sus composiciones, no sería difícil encontrar muchísimas coincidencias, y no digo plagios, porque me consta que ni Vilinch ha conocido un solo trabajo de Elizamburu, ni éste tuvo noticia alguna del poeta easonense hasta que vieron la luz los primeros cuadernos del Cancionero.

María fue presentada al Concurso poético del año 1866, en el que obtuvo un premio, y se halla escrita sobre la música de un antiguo aire popular (Ikhazketako mandoa), que, trascrito para canto y piano, incluyo en el Apéndice de música, que aparece al fin de este volumen.

Aingeru bati, ha sido a su vez calcada sobre una romanza de A. Adam (Ópera, Si j' étais roi, Acto I, n.° 2.), de sabor eminentemente bascongado, (como puede apreciar por sí mismo el lector, que la encontrará también en el citado Apéndice), y que indudablemente ha sido recogida en nuestro país.

Las traducciones francesas, que acompañan a ambas composiciones, han sido hechas por el Sr. Elizamburu (1), expresamente para el Cancionero.

(1) Elizamburu, nació en el pueblecillo de Sara en 1828; ingresó voluntariamente en el ejército francés en 1849 (y no en 1829, como por error de imprenta apareció en el tomo II, serie II, página 23), ascendió a oficial en 1858, ingresó más tarde en los granaderos de la guardia imperial, de la que era teniente en 1866, al escribir su composición María, y capitán en 1870, y habiendo pedido su pase al servicio pasivo en 1876, a consecuencia del delicado estado de su salud, obtuvo su retiro definitivo en 1879, regresando a su amado país natal, del que ha vivido alejado durante treinta años, y fijando poco después su residencia en su pueblo nativo, en el que hace una tranquila y modesta vida.


III.

María.


Bertzek erran baitute nik baino lehen:

“Hainitz adituz dela hainitz ikhasten”

Uste dut on den,

Nik dakidan bezala guziek arren

Jakin dezaten,

Beraz aipha dezagun Maria nor den.


Aztal biribil eta zangar hertsia, (1)

Eskuaren betheko zango bihia (2)

Ttiki-ttikia, (3)

Golkho bat aberatsa, (4) lerden gerria,

Erne begia;

Nolako panpina (5) den horra Maria!

Erle bat (6) da Maria etche barnean,

Eta landan orobat hari lanean

Behar denean;

Aphaintzeko pulliki behin astean,

Noiz? Igandean;

Uztai beharrik ez du soinaren pean.

Solas alegera bat errana gatik,

Irri freskorik baizen ez dut izan nik

Maria ganik;

Adizkidekin ez du handitasunik;

Bainan hargatik!

Ez erran Mariari solas arinik!


Mariak baratzean badu berea,

Udan eta neguan lorez bethea

Errek-artea;

Bere loren artean erdi-gordea.

Gacho maitea, (7)

Bera da pullitena hango lorea!


Mariak balinbadu moltsa joria,

Merkatura guateko badu saskia

Churi-churia; (8)

Arroltze lau dotzena, oilasko bia,

Salduz guzia,

Zertako den aberats horra Maria!

Jendek errana-gatik hal'eta hola, ...

Maria batzuetan ez jakin nola

Goibel (9) dagola;

Bertzetan nigartto bat jausten zaiola...

Zer zaio achola?

Baluke nahi balu aise kontsola!


Igandetan Maria zinez panpina;

Zapata chabalekin soin motch urdina

Berak egina;

Elizako bidean arin-arina,

Mila sorgina! (10)

Errege baldin banitz zer erregina!


I.

MARIE.


Comme d' autres on dit avant moi:

Que "c' est en entendant beaucoup qu' on apprend beaucoup"

Je crois qu' il est bon,

Afin que tous sachent comme je le sais

Qui nous disions donc qui est Marie.

Mollet rond et jarret mince,

Pied qu' une main contiendrait,

Tout petit, tout petit,

Riche poitrine, taille svelte,

Oeil vif;

Voilà quelle poupée est Marie!

Dans la maison Marie est une abeille,

Et elle ne dédaigne pas de travailler aux champs

Quand' il le faut;

Pour se parer gentiment une fois par semaine,

Quand? Le dimanche;

Elle n' a pas besoin de cercle (crinoline) sous sa robe.


Si quelque fois j' ai dit une parole gaie,

Je n' ai reçu que frais rire

De Marie;

Elle n' a pas de fierté avec les amis;

Mais, pourtant!

N' allez pas dire à Marie de paroles légères!


Marie possède au jardin, lui appartenant en propre,

Et garnie de fleurs eté comme hiver,

Un carré;

Á moitié cachée au milieu de ses fleurs,

Pauvre petite,

C' est elle qui est la plus jolie fleur du carré.


Si Marie possède une petite bouse bien garnie,

C' est qu' elle a, pour aller au marché,

Une corbeille toute blanche;

Quatre douzaine d' œufs d' un coté, deux poulets de l' autre, 

En vendant le tout,

Voilà pourquoi Marie se trouve être riche!


Malgré que le monde dise et ceci et celà...

Que quelquefois Marie, on ne sait comment

a l' air triste;

Que, d' autres fois, un pleur coule de ses yeux...

Que lui importe?

Elle trouverait, si elle voulait, aisément à se consoler!


C' est le dimanche surtout que Marie est vraiment une poupée 

Avec des souliers plats, robe courte et bleue

qu' elle a cousu elle même;

Parcourant d' un pas si leger, si leger, le chemin de l' église, 

Ah! vertubleu!

Si j' étais roi, quelle reine. (N. E. reïne, royne)


(1) Aztal biribil eta zangar hertsia! La voz aztal-a, se traduce en general en el dialecto labortano por pantorrilla (mollet); en el guipuzcoano por pierna (jambe), jarrete (jarret), y úsase como sinónimo de zanko-a, en el bn., por talón (talon). Pouvreau escribe astal-a, con s. - Su propio autor ha traducido este verso: Mollet rond et jarret mince, frase que no me es dado verter al castellano con la claridad y precisión que deseara.

(2) Zango bihia. La parte baja de la pierna, tan diminuta, que puede contenerse o estrecharse en la mano.

(3) Ttiki-ttikia. Antes de ahora he hablado de repeticiones de este género, tan comunes y expresivas, que se usan frecuentemente en bascuence, a guisa de superlativos. La palabra ttiki, se pronuncia de una manera muy semejante a chiki, dando a la ch inicial (ch francesa) toda la expresión posible de dulzura.

(4) Golkho bat aberatsa... seno rico, es decir, pronunciado. Nótese la delicadeza con que está usada la voz aberatsa.

(5) La voz panpina, significa propiamente en el dialecto labortano muñeca (poupée), y se aplica por extensión en sentido laudatorio a las niñas bien puestas o adornadas. El dialecto guipuzcoano emplea en la misma acepción, y como sinónima de esta, la voz panposa, que dudo se halle en ningún Diccionario.

(6) La voz erle-a (abeja - abeille) se halla usada como personificación del trabajo, de una constante laboriosidad.

(7) Frase dulcísima, e intraducible literalmente. Dice mucho más que la empleada como correspondiente en francés: pauvre petite, y la de pobre pequeñuela, de que uso en mi versión castellana. 

(8) Churi-churi-a. Blanco - blanquísimo.

(9) Goibel-a. d. d., oscuro. Dícese generalmente hablando del

cielo o del horizonte, y procede indudablemente de goi-beltz-a, (alto o altura negra). En sentido figurado se aplica a las personas, en la acepción de sombrío, triste.

(10) Exclamación originalísima que equivale literalmente a ¡mil brujas!


I.

MARÍA.

Como otros han dicho antes que yo, "que oyendo mucho mucho se aprende", creo que es bueno, para que todos sepan como yo sé, que digamos quién es María.

Torneada pantorrilla, reducida tibia, de pie que podría coger en una mano, pequeño, pequeñísimo, rico seno, talle esbelto, ojo vivo y penetrante; ¡hé ahí qué linda doncella es María!

María es una abeja en el hogar, y no tiene asimismo inconveniente en trabajar en el campo, cuando es preciso; y para adornarse graciosamente una vez a la semana, ¿cuándo?, el domingo, no necesita de miriñaque bajo su vestido.

Si alguna vez le he dicho (le he dirigido) alguna frase alegre (festiva), sólo he obtenido de ella una fresca risotada; no tiene vanidad alguna con sus amigos, pero, por lo mismo, no dirijáis a María palabras ligeras (frases atrevidas).

María posee un jardín, propio suyo, lleno de flores, así en verano como en invierno: medio oculta entre sus flores, la pobre pequeñuela, es ella la más bonita de entre todas aquellas flores.

Si María posee una bolsa bien repleta, es que ella tiene una cesta, blanca, blanquísima, para acudir al mercado; cuatro docenas de huevos por una parte, dos pollitos por otra, para venderlo todo... ¡Hé ahí por qué se encuentra rica María!

Aunque el mundo diga esto y aquello... que María, sin saber por qué, está a veces, triste y sombría; que, otras, una lágrima se desliza de sus ojos... ¿qué le importa a ella? Ella encontraría fácilmente consuelo si quisiera.

¡Cuán bella, cuán adornada está María, sobre todo los domingos!; con zapatos bajos, vestido corto azul, cosido por ella misma, marchando ligera camino de la Iglesia... ¡mil brujas! si yo fuera rey qué reina.



II.
Aingeru bati.

Maite dut eta ezin erran
Aingeru bati maite dudala,
Zeru garbiak arratsean
Izarra maite duen bezala! (1)
Zer! ez da bada zorigaitza
Mintzatu nahi ezin mintza?
Non nahi naizen gogoan dut
Gauaz, egunaz, aingeru hori; (2)
Urrundik franko chede badut,
Bainan hurbildik ezin atrebi!
Hurbildik ezin atrebi!
Hurbildu eta ez naiteke atrebi!

Igande bat zen ikustean
Nik aingerua lehen aldikotz;
Haren itchura bihotzean
Geroztik hor dut eta bethikotz!
Meza zen hari aldarean...
Belhauniko zen othoitzean...
Gero behatuz zerueri
Agur ezti bat egorri zuen
Aingeru bere laguneri... 
Ordu beretik maithatu nuen!
Orduan maithatu nuen!
Ondikoz! (3) nik orduan maithatu nuen!

Ez! gehiago mundu huntan
Esperantzarik ez da neretzat!
Hura hain gora! ni herrestan! (4)
Nola gaitezke gu elkarrentzat?
Lurra gizonen da lekhua;
Aingeruena da zerua.
Zertako zare zu zerutik
Lurrera jautsi, nere maitea,
Eta zertako bihotzetik
Hola dautazu khendu bakea?
Zertako, nere maitea,
Khendu dautazu bihotzetik bakea?

Uri ondotik osto-pean
Ikharan dago gaso lantchurda:
Haize dorpheak ematean
Lohi beltzerat eror beldur da;
Maitea, zutaz orhoitzean,
Beldur bera dut bihotzean;
Garbia zare. Oi! behautzu
Lohirat eror, zuk, aingerua!
Ez beha lurra, beha zazu
Lurra ihesiz beha zerua!
Ba! behautzu, aingerua,
Ez beha lurra, beha zazu zerua!

(1) Zeru garbiak... Esta lindísima imagen recuerda completamente a Vilinch.
(2) Non (donde) nahi (quiera) naizen (que me halle), dut (tengo) gogoan (en el pensamiento, en la mente) aingeru (ángel) hori (ese).
(3) Ondikoz! Es una interjección que equivale a la francesa Hélas! y a las españolas ¡Ay! ¡ay de mí!
(4) Hura hain gora! ni herrestan! Ella tan alto y yo arrastrándome!... (Véase esta voz en el Vocabulario final.)


II.
A UN ANGE.

J' aime et ne peux dire
Á un ange que je l' aime,
Comme le ciel pur aime l' étoile le soir!

Quoi! n' est-ce donc pas malheureux
Vouloir parler et ne pas le pouvoir?
Partout où je me trouve, de nuit comme de jour,
Je pense toujours à cet ange;
Quand je suis loin d' elle, l' intention de lui parler ne
Me faut pas défaut; mais de près, je n' ose plus!
De près, je n' ose plus!
Une fois près d' elle, je n' ose lui parler!

C' était un dimanche quand je vis
L' ange pour la première fois;
Depuis lors, son image je l' ai là dans mon
Coeur et pour toujours!
La messe se disait à l' autel...
Agenouillée, elle priait...
Puis, élevant ses yeux vers le ciel
Elle envoya un gracieux salut
Á ses camarades, les anges...
Dès ce moment, je l' aimai!
C' est alors que je l' aimai!
Helàs! oui, c' est alors que je l' aimai!!!

Non! Désormais sur cette terre
Plus d' espérance pour moi!
Elle planant si haut! Moi rampant si bas!
Comment pouvons-nous être l' un à l' autre?
La terre est le séjour des hommes;
Celui des anges est le Ciel.
Pourquoi vous, ma bien-aimée, êtes-vous
Descendue du ciel sùr la terre,
Et pourquoi avez vous, ainsi, enlevé
La paix de mon cœur?
Pourquoi, ma bien-aimée,
Avez-vous enlevé la paix de mon cœur?

Après la pluie, sous les feuilles d' arbre,
Tremble la pauvre petite goutte de rosée:
Un fort coup de vent soufflant,
Elle a peur de tomber dans la boue noire;
Ma bien aimée, quand je pense à vous,
Mon cœur éprouve la même crainte;
Vous êtes pure, oh! prenez garde
De tomber dans la boue, vous, ange!
Ne regardez pas vers la terre; non! en détournant 
Vos regards de la terre, fixez vos yeux vers le ciel! 
Oui! prenez-garde, ange,
Ne regardez pas la terre, regardez le ciel!


A un ángel.

Amo a un ángel, y no puedo decírselo, como el límpido cielo ama de noche a la estrella! ¡Qué! ¿No es desgracia querer hablar y no poder hacerlo? Donde quiera que me encuentre, de día y de noche, tengo a ese ángel en mi pensamiento. De lejos (cuando me hallo lejos de ella) siento bastante resolución (para decírselo); pero cuando la contemplo de cerca no me atrevo. De cerca no me atrevo, una vez cerca de ella no puedo atreverme.

Era un domingo cuando vi por vez primera al (a ese) ángel; desde aquel momento, tengo ahí, para siempre su imagen en mi corazón! Decíase la misa en el altar, ella arrodillada oraba; luego, alzando su vista al cielo, envió un dulce adiós a sus compañeros, los ángeles... ¡Desde aquel momento la amé! ¡Desde aquel momento la amé! ¡Ay! fue desde entonces que yo la amé!

No! No hay ha (ya) esperanza alguna para mí en este mundo! ¡Ella tan alto, yo arrastrándome por la tierra! ¿Cómo podemos ser nosotros el uno para el otro? La tierra es la morada de los hombres, la de los ángeles es el cielo. ¿Para qué, amada mía, has descendido del cielo a la tierra? ¿Para qué me has arrancado así la paz del corazón? ¿Para qué, amada mía, me has arrancado la paz del corazón?

Tras de la lluvia, bajo las hojas (del árbol) está (se oculta) temblorosa la pobre gota de rocío; teme que un fuerte golpe de viento la haga caer en el negro lodo. Amada mía, cuando me acuerdo de ti, el mismo miedo abrigo en el corazón. Eres pura; cuida, ángel mío, no caigas en el cieno! No mires a la tierra, huye de ella y alza tus miradas al cielo! Sí, cuida, ángel mío, no mires a la tierra, dirige tu vista al cielo.

viernes, 18 de agosto de 2023

IV. ANDREGEYA. Edmond Guibert de Ezpeleta.

IV. 

ANDREGEYA. 

Poesía de Edmond Guibert de Ezpeleta.

(dialecto labortano)

ANDREGEYA. 

BALADA. 

Entre los espectáculos con que anualmente ameniza su fiestas locales el pueblecillo de Sara, situado a 28 kilómetros de Bayona, a 13 de San Juan de Luz, y a dos pasos de la raya de Navarra, en la vecina frontera francesa, cuéntanse los certámenes de poesía euskára y los concursos de verzolaris o coblaçaris creados hace ya bastantes años por iniciativa del distinguido vascófilo M. Antoine d' Abbadie, miembro de la Academia 

francesa, con el laudable y patriótico fin de mantener viva la antiquísima lengua vascongada, y de fomentar su cultivo y el desarrollo de su literatura. (1) 

(1) Este año los concursos citados se han celebrado en Saint-Palais, en vez de Sara, los días 27, 28 y 29 de Agosto último, habiéndose presentado hasta diez y ocho composiciones escritas al certamen de poesía, obteniendo el premio, (ochenta francos y un precioso makilla), Mr. Darroupe Harluz, de Urruña, por una preciosa composición, titulada: Chori kayolatic ihes goan dena (N. E. leo iges;), y concediéndose además una mención honorífica a un poeta guipuzcoano, que oculta su nombre con el velo de la modestia, por una poesía que lleva el siguiente lema: 1812. - *Gurutzearen garaitpena euskualdunakin Nabasen. 

Los poetas e improvisadores vascos del otro lado de la frontera se dan cita anualmente para estas fiestas, que conservan todo el carácter y colorido de las antiguas diversiones euskáras, y que además de ofrecer grato solaz al gran concurso de gentes que a ellas acude, mantienen vivo el recuerdo y el cariño a las tradicionales costumbres del país, rindiendo a la vez culto a su idioma y su literatura, que no ganan poco con actos de esta índole, que me holgara de ver imitados en los pueblos vascos de aquende el Pirineo.

Son muchos los poetas que con verdadero entusiasmo y laudable constancia han probado sus fuerzas en estos certámenes, deseosos de conseguir el honorífico makilla agregado por M. de Laborde-Noguez, de Ustaritz, al premio en metálico instituido por M. d' Abbadie, como recompensa al autor de la poesía que el Jurado designado al efecto señale digna de tal lauro; y entre ellos se cuenta Edmond Guibert, autor de la preciosa balada Andregeya, que tengo el gusto de incluir hoy en el Cancionero vasco, trabajo que fue presentado al concurso de Sara, en 1869, mereciendo del Jurado una mención honorífica, ya que superior por sus ideas y su composición a la poesía clasificada en primer término, no pudo concedérsele aquella distinción, a causa de algunas faltas gramaticales de que adolecía.

El joven e ilustrado escritor Mr. Jules Vinson hizo corregir al autor algunos de dichos defectos, y dio a conocer en un folleto la poesía, ilustrada con diversas notas gramaticales y acompañada de una traducción literal en francés, con el objeto sin duda de estimular así más y más al cultivo de la literatura vascongada, para la que mostraba excelentes disposiciones, a M. Edmond Guibert, en cuyo obsequio manifestaba Jules Vinson que sólo había escrito hasta aquella fecha cuatro composiciones en lengua euskara.

Desgraciadamente, Guibert, joven aún y lleno de esperanzas, sucumbió poco después en Burdeos, hace ya cinco años.

Andregeya es una composición tan tierna como sentida, y está presentada bajo una forma verdaderamente dramática.

La amante María, sombría y silenciosa como aquella noche que en pocas frases describe admirablemente el poeta, puesta en su ventana soñando con los dulces recuerdos de su infancia, muerta la sonrisa en sus labios, 

sus ojos hinchados por las lágrimas, triste y melancólica por la pérdida de sus padres, y por el vago presentimiento que agita su alma de la muerte de su prometido, es una figura por demás interesante y simpática al lector, que desde el momento se hace partícipe de las desgracias que la afligen, y teme por la suerte que le espera.

Las quejas que exhala al aire el dolorido corazón de María no pueden ser más sentidas. 

En ellas se deja ver el puro e intenso amor que tiene a aquel hombre tan bello, tan listo, tan fuerte, (¡hain eder zen, hain erne, hain askar!), recuerdo evocado con los ojos preñados de lágrimas por la hermosa doncella; el puro cariño a sus padres, el triste presentimiento que agrava sus penas y su presente y su temor por el porvenir, juntamente con su confianza en Dios, en quien pone su pensamiento, y a Quien se dirige en sus oraciones, que le prestan la fortaleza y la resignación necesarias para vivir, triste y sin dicha, es verdad, pues no tiene noticias de su fiel amante y prometido, pero para vivir al fin, ausente de él, y consagrándole una vida inmaculada de cariñosos recuerdos.

El final de la composición es muy sencillo pero muy dramático a la vez; su desenlace sorprende agradablemente al lector, que ve llegar con gusto el término a las penas de María, y en toda ella reinan una gran naturalidad y un colorido sombrío y melancólico, que ajustan perfectamente a la índole del asunto.

Andregeya es, pues, una bellísima composición, interesante por su fondo, y bien desarrollada en su forma; su lenguaje es sencillo, pero no por eso falto de cierta elegancia que le separa de la vulgaridad, y las 

imágenes empleadas por el poeta están muy en su lugar.

Una que otra ligera incorrección gramatical, y alguna frase un poco dura quizás, son los lunares de que adolece, lunares que bien pueden dispensarse a un poeta joven y principiante, en gracia a su buen deseo, 

y a las felices disposiciones que revelaba para el cultivo de este arte.

La música a que se halla ajustada esta composición, y que verán los lectores del Cancionero, señalada con el número IV en el Apéndice que va al final de este tomo, es la de la antigua y popular canción Inchauspeko alaba. 

He aquí ahora esta bellísima poesía:


ANDREGEYA. (1)

Poesía por Edmond Guibert. 


Gauerdi da (2) herrico (3) orenean; (4)

nihon ez da argirik lurrean;

ez ditake mendian adi (5) deusik, (6)

haizearen harrabotsa (7) baisik.


Yautsia (8) da loa begietarat;

choil (9) halere (10) neskateha (11) gazte bat,

bere (12) leihoan, gau hura (13) bezen (14) triste,

atzarria (15) dago orai arte.


Zazpi urthe bethe dire (16) yadanik,

yoanez geroz maitea herritik,

eta (17) huna (18) urthe bat Mariari

ez diola berriric egorri. (19) 


Idortean (20) lorea laster histen: (21)

tristezian Maria hiratzen; (22)

ezpainetan ya hil zayo irria; (23)

bethea du nigarrez begia.


Urso batek, galduz geroz laguna,

Kantatzeaz eztitzen (24) du phena;

andregeyak, hegaztin (25) bat iduri,

igortzen' tu (26) hitz hauk (27) haizeari:


“Yoan denean, oraino haurra nintzen, (28)

“anaya bat kasik neretzat zen;

“erreztun bat, ait'-amen (29) aintzinean, (30)

“eman darot, (31) adios erraitean. (32)


“Orduz (33) geroz, maiz eguiten dut nigar;

“¡hain (34) eder zen, hain erne, (35) hain azkar! 

"etzuen, ez, mendietan pareric;

“urrundu da... nik ez dut berririk.


"Bihotzean duda bat dut sentitzen:

“maitea hil beldur (36) naiz othe (37) den;

"nere ama gaitzak niri yoan daut yaz, (38)

“oinhazeak (39) gabetu (40) nau aitaz.

“Gelditu naiz nere amasorekin; (41)

"sustengatzen gare elgarrekin: (42)

"nik gidatzen (43) ditut haren urratsak, (44)

“hark chukatzen (45) dait nere nigarrak.


“Emaiten dut ner', ustea Yaunean: 

“indarra dut hartzen othoitzean; (46)

"bainan ez da neretzat zorionik: (47)

"maitearen ez baitut berririk.” 


Kolpez, borthan yotzen du esku batek,

boz batek dio: “Idekazu, idek!" (48)

andregeya, boz hau ezagutzean,

chutitzen (49) da, ikhara zainetan.


Idekitzen du amasok athea:

Mariaren han zagon maitea!

“O! Yaun ona!" et' altchatuz eskuak,

bedeikatzen ditu bere haurrak.


Iduskiak argitzendu (50) men lian...

Mari' orai ez da tristezian;

Elizako ezkilek bozki yotzen (51)

Andregeya egun da ezkontzen.


TRADUCCIÓN CASTELLANA. 

LA PROMETIDA. 

Es la media noche en el reloj del pueblo, = por ningún lado se divisa una sola luz sobre la tierra, = ni un rumor se escucha en la montaña = si no es el ruido del viento.

El sueño ha bajado sobre (todos) los ojos; = sólo una joven doncella, = a su ventana, triste como la noche = vela todavía.

Siete largos años han transcurrido = desde que el bien amado partió del país, = y un año hace ya que a su María = no ha enviado noticias suyas. 

Con la sequía la flor se agosta presto, = con la tristeza María se marchita; = en sus labios ha muerto ya la sonrisa, = sus ojos están llenos de lágrimas.

La paloma, cuando pierde su compañera, = endulza sus penas con su canto, = la prometida, semejante a un pájaro, = la (sic, lanza, da) al viento estas palabras:

"Cuando partió, todavía era yo una niña, = casi un hermano era él para mí; = un anillo, en presencia de mis padres, = me entregó, al darme su adiós. 

Desde entonces, lloro a menudo; = ¡era tan bello, tan listo, tan fuerte!, = no tenía, no, rival en las montañas; = se ha alejado... y no tengo noticias suyas.

En el corazón siento una duda: = tengo miedo, (presiento), si mi bien querido habrá muerto; = la enfermedad me privó de mi madre el año pasado, = el dolor, (causado por esta pérdida), se llevó a mi padre.

"He quedado sola con mi abuela; = nos sostenemos ambas mutuamente: = yo guío sus pasos, = ella seca mi llanto.

Pongo mi pensamiento en el Señor, (Dios), = préstame fuerzas la oración; = pero no habrá dicha para mí = si no tengo, (en tanto no tenga) noticias de mi amado.” 

Golpeando, una mano llama a la puerta, = una voz dice: "Abrid, abrid", = La prometida, al reconocer esta voz, = se levanta, toda temblorosa.

La anciana abuela abre la puerta: = ¡Aquí está el amante de María! = ¡Oh, Dios bondadoso! (dice), y levantando, (elevando), sus manos = bendice a sus hijos.

El sol brilla en la montaña... = María no está ya triste, = las campanas de la Iglesia repican alegres, = la prometida se casa hoy.


NOTAS FILOLÓGICAS Y GRAMATICALES.

(1) Andregeya. Palabra compuesta de Andre, mujer, andrea, la mujer, (N. E. contrario que andros, griego, varón, hombre) común a todos los dialectos del vascuence, y geya (geia), o gaya en el dial. guip. 

(N. E. Gaya : Gea, la gran madre tierra) - La mujer prometida, la esposa, (en la verdadera significación etimológica de esta palabra.)

La palabra andrea en el dialecto vizcaíno expresa la mujer casada, pero en los demás dialectos lo mismo suele significar la casada que la soltera.

(2) Da, tercera persona del singular del presente de indicativo del verbo izan, ser. La a de da suele cambiarse en el dial. lab. en e, cuando le siguen las subfijas n y l: así se dice, dana o dena, lo que es.

(3) Herri, en los dial. lab. y bn., erri en el guip. y vizc., significa pueblo, aunque a veces se toma también en el sentido de país, como en Euscal-erria, el pueblo o país euskaro.

(4) Oren, en los dial. lab. y bn., se emplea por hora. - Orenea, reloj. 

(5) Adi, aditu, aitu, oír, entender. Adierazo, hacer entender o comprender. (N. E. latín: audio, audito, audere, inaudito, &c.)

(6) Deus, lab., bn., Alguna cosa. Con la negación ez, tiene, como en este caso, la significación de nada.

(7) Harrabotsa, lab. abarroxa, bn., abarrots, guip. y vizc., ruido desagradable. De abar o adar, (rama), y ots, otsa, (ruido): ruido o criyido de las ramas al desgajarse.

(8) Yautsi, yauzi, yausi, lab., jautsi, jausten, lab., bn., jatzi, jacsi, vizc., jachi o jechi, guip., bajar, descender. (N. E. jaitsi según el traductor de Google)

(9) Choil, choilk, soil, lab., bn., guip., desierto, desnudo, estéril. La voz choil, solo, lab. y bn., es una variante de soil, soilla, o solla.

(10) Halere, hala-ere, halabere, lab., bn., ala ere, (alare), guip., alambere, (alan-bere) vizc., alarikere, (hala-r-ik-ere), lab., sin embargo, no obstante, a pesar de...

(11) Neskatcha, bn., neskato, lab., bn., nessca, nescacha, guip., nescatilla, vizc., joven, muchacha.

(12) Bere, pronombre posesivo, suyo, suya. En plural, Beren. Se emplea también esta voz como adverbio y con la significación de también, como en el siguiente ejemplo: “Ez bacarric gazteac, baita bere (o baita ere) zarrac.” 

(13) Hura, ura, pronombre demostrativo. Suele emplearse también como pronombre personal de la 3.a persona.

(14) Bezain, bezen, bezin, basen, así, como, tan.

(15) Atzarri, atzarten, lab., bn., velar.

(16) Dire, dirade. Tercera persona del plural del presente de indicativo del verbo izan: Zazpi urthe bethe dire, Hace siete años cumplidos.

(17) Eta, conjunción, y. Suele escribirse y decirse a menudo ta, por contracción, en vez de eta.

(18) Huna, lab., bn., Ona, guip., vizc., He aquí.

(19) Egorri, igor, igorri, igortzen, lab., bn., enviar. Nótese la variación de la vocal inicial. 

(20) Idor, idortu, idortzen, lab., bn.; igar, igartu, guip., vizc., secar, marchitarse.

(21) Histu, histen, lab., hixten, bn., ertsi, vizc., ichi, guip., cerrar. - En la frase “Idortean lorea laster histen," está sobreentendido el auxiliar (da), licencia muy frecuente en la poesía vascongada.

(22) Hiratzen, (hiratu), lab., bn., marchitarse. Lo mismo que en la oración anterior está sobreentendido el auxiliar.

(23) Irria, guip., lab., bn.; hirri, lab., reír. Sustantivo compuesto, farra, la risa.

(24) Eztitzen, (eztitu), endulzar. De eztia, la miel. Una de las particularidades del vascuence es la gran facilidad que tiene de formar verbos de los nombres, ya adjetivos, ya sustantivos, punto en el que, tanto la lengua castellana, como la latina, son muy inconstantes.

El castellano tiene malear, del adjetivo malo, hermosear, de hermoso, afear, de feo, pero no sigue regla alguna para innumerables casos, lo mismo que el latín.

En cambio, en vascuence, de cualquier adjetivo se hace inmediatamente un verbo, sin más que quitarle el artículo final, y añadirle la terminación tu o du. Ejemplos: Ona, ondu; gaistoa, gaistotu; laztana, laztandu;

zucena, zucendu; oquerra, oquertu; etc., sucediendo lo mismo con los sustantivos, como se ve en eztitu, de eztiya; bildostu, de bildotza; otsotu, de otsua; chacurtu, de chacurra; dando de este modo una gran concisión y elegancia a las frases, a la vez que un gran caudal a la lengua, sin necesidad de acudir a verbos extraños para expresar el pensamiento.

Y esto mismo se nota en la formación de los verbos de los pronombres, conjugación muy delicada y común en el vascuence. Así sucede en Neretu o neuretu, zeuretu o zuretu, beretu, guretu, zubendu, eurendu, y otros.

Una lengua que tiene tal flexibilidad en sus voces y obedece a tan sabio organismo, ¿puede decirse con razón que es pobre, cuánto menos que es un guirigay, como han pretendido algunos escritores?

(25) Hegaztin, lab., bn., egazti, guip., vizc., ave.

El Sr. W. J. Van Eys, en su Dictionnaire basque français, (Amsterdam, 1873), manifiesta la opinión de que esta palabra sea un participio derivado de la palabra hegatz, hegax o egats, pluma, suponiendo que quizás la voz egaxquin es una forma mejor conservada de egaxkin por egatz-eguin, es decir, hecho o cubierto de pluma, que no otra cosa es el ave.

Respetando la ilustrada opinión precedente, me permitiré exponer esta duda: La palabra egazkin, o egaztin, (¿) no tendrá tal vez más natural origen etimológico en las voces egaz-eguin, de egoa, ega, ala, egaaz, 

egaatu, volar, y el verbo eguin, hacer. Es decir, el que vuela, o el ave?

'tu por ditu, abreviación muy comúnmente empleada en la conversación, aunque los escritores modernos no la emplean ya en sus escritos. El ilustrado escritor Mr. Vinson, hace notar la falta que existe al usar aquí el tiempo ditu, en vez del diotza o diozka.

(27) Hau, hauk, hunec, lab., hau, hauk, hunek, bn., au, auk (avec), onec, guip. y vizc., esto, esta, de estos, de estas.

(28) Nintzen, contracción de Ni, pronombre personal, e izen o izan. Ni nintzen o nintzan.

(29) Ait'-amen, contracción de aita ta amaren.

(30) Aitzin, l., ainzin, bn., delante. Ait'-amen ain-tzinean, delante de mi padre y madre.

(31) Darot, daut. Son una misma forma, sólo que daut se emplea únicamente en la conversación, y darot es teórica, aunque no por eso menos auténtica y real.

En el dial. guip. se hubiera dicho eman diot, le he dado, o mejor todavía, eman niyon, le di, pues es tiempo pasado.

(32) Erran, erraiten, lib., bn., decir, contestar.

Imperativo. Errok, di. Equivale al verbo guip. ezan.

(33) Orduz gueroz, ordutic. Desde entonces.

(34) Hain, lab., bn., ain, añ, guip., ain, vizc., tan, tanto, si... 

(35) Erne, lab., ernai, ernaya, guip., ágil, vivo, ligero, etc.

(36) Beldur, lab., bn., guip., bildur, guip., vizc., miedo. 

(37) Othe, palabra expletiva de duda o interrogación. - ¿Bai othe? ¿será cierto, será posible?

(38) Yaz, por igaz, guip., vizc., igez, iyez, vizc., jaz, lab. y bn., el año pasado. En tiempos anteriores.

(39) Oinhazea, oñazea, oñacia, dolor.

(40) Gabetu, gabetzen, privar, ser privado.

(41) Amaso, bn., amona, (ama-ona madre buena), ama-andria, amasaba, amagoya, abuela. (N. E. turco: büyükanne, madre : anne)

(42) Elgar, elkor, bn., elkar, lab., elcar, alcar; guip., vizc., uno y otro, mutuamente.

(43) Gidatu, gidatzen, guidatu, guidatzen, dirigir, guiar.

(44) Urrats, urratsac, guip. y vizc., urhats, lab. urhax, bn., paso.

(45) Chukatu, chukatzen, lab. Chukhatu, bn., chucatu, chucatzen, guip., secar.

(46) Othoitza, lab. bn., la oración.

(47) Zori, suerte, fortuna. Esta palabra va siempre acompañada de un calificativo: así zori-ona, equivale a dicha, felicidad, buena fortuna; zori gaistoa (o kaistoa), a desgracia, mala suerte.

(48) Ideki, idiqui, ibiqui, abrir. Idek, es imperativo.

(49) Chut, chutik, chutitu; lab., bn., zut, zutic; zutitu, guip., vizc., de pie, derecho, levantarse, ponerse en pie.

(50) Argitzen du. Sin régimen determinado. Expresión muy vascongada.

(51) Yotzen, (jotzen.) Está sobreentendido el auxiliar.

miércoles, 31 de mayo de 2023

La maña de la mañica. Sainete de costumbres aragonesas. Chapurriau, retacía, mosto, arrope

ARNICHES, ABATI Y G.a MARÍN


La maña de la mañica

SAINETE
de costumbres aragonesas, 
en un acto, original y en prosa.

COPYRIGHT, BY C. ARNICHES Y J. ABATI, 1921
(N. E. Carlos Arniches Barrera, 1866 - 16-04-1943. 
El 16-04-2023 se cumplen 80 años de su muerte.

La maña de la mañica  SAINETE de costumbres aragonesas,  en un acto, original y en prosa.

Carlos Arniches Barrera, 1866 - 16-04-1943


Joaquín Abati Díaz, 1865 - 30/7/1936

Joaquín Abati Díaz, 1865 - 30/7/1936

)

SOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES 
Calle del Prado, núm. 24. 
1921

JUNTA DELEGADA DEL TESORO ARTÍSTICO 
Libros depositados en la Biblioteca Nacional 
Procedencia
N.° de la procedencia 

LA MAÑA DE LA MAÑICA 

Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie podrá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España ni en los países con los cuales se hayan celebrado, o se celebren en adelante, tratados internacionales de propiedad literaria.
Los autores se reservan el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad de Autores Españoles son los encargados exclusivamente de conceder o negar el permiso de representación y del cobro de los derechos de propiedad. 
__

Droits de representation, de traduction et de reproduction réservés pour tous les pays, y compris la Suede, la Norvège et la Hollande.

Queda hecho el depósito que marca la ley.


La maña de la mañica 

SAINETE
DE COSTUMBRES ARAGONESAS 
EN UN ACTO Y EN PROSA
ORIGINAL DE
Arniches, Abati y G.a Marín 
__

Estrenado en el teatro Reina Victoria Eugenia de San Sebastián el día 11 de Septiembre de 1920. 
Reestrenado en el teatro Eslava de Madrid el día 10 de Febrero de 1921.
 
MADRID
IMPRENTA DE LA CORRESPONDENCIA MILITAR
Pasaje de la Alhambra, 1
TELÉFONO 18-40
1921 


REPARTO
_
EN MADRID

PERSONAJES ACTORES

VALENTINA.  Catalina Bárcena.
MARÍA. Ana. M. Quijada.
PILARA. Rafaela Satorres.
ANTÓN. Manuel Collado.
EL TÍO CAVILA. Luis Pérez de León.
SERAFÍN. Manuel París.
GALÁN. Florián Rey.
MOSEN JACINTO.   Juan Martínez Baena.

EN SAN SEBASTIÁN

VALENTINA.  Catalina Bárcena.
MARÍA. Ana. M. Quijada.
PILARA. Rafaela Satorres.
ANTÓN. Manuel Collado.
EL TÍO CAVILA. Luis Pérez de León.
SERAFÍN. Manuel París.
GALÁN. Luis Peña.
MOSEN JACINTO.   Juan Martínez Baena.


Lugar de la acción, un pueblo de la provincia de Zaragoza. Época actual. 

Derecha e izquierda, del actor.
ACTO ÚNICO
__

Decoración. Habitación en casa de labradores, con hogar bajo de pueblo. Muebles adecuados. Al foro, una reja y puerta de entrada. Ambas dan a la calle. A la derecha, puerta que conduce al corral. A la izquierda y a los lados del hogar, dos puertas de habitaciones. Es de día. 

Escena primera 


VALENTINA y MARÍA. La primera atiza y avienta con un soplillo la lumbre del hogar. 
(N. E: Se sustituye Valent. por Valentina)
Valentina. (Impaciente.) ¡Pos hija... esta leñica!... ¡Bendito, qué leña! Por supuesto, que ella podrá no arder, pero lo que es quemar la sangre... 
Si así hubiá sido la de San Lorenzo, aún estaría el probe en las parrillas. (Sopla y zarandea en enfadada.) ¡Vaya una fogata!

María. A la leña verde le pasa lo que a vusotras las mozas, que en tomando una terquedá hay que atizaros mucho pa que deis chispas.

Valentina. (Dándole trastazos a la lumbre.) ¡Ya me carga a mí esto hasta el cogote!

María. ¡Amos, no seas así! ¡Sacas el mesmo genio que tu padre!

Valentina. ¿Pos qué genio quié usté que saque...? Y luego, que el que a los suyos parece... (Avienta la lumbre con furia.)

María. A más, que con esas ventoleras no se alanta na... En este mundo endiablao, pa lograr cualquier cosa tié que ser a pizcas... soplico a soplico... 

Valentina. Algo ha dicho usté ahora, madre... ¡Es verdad!... Por eso dicen aquello de "poco a poco hilaba la vieja el copo"... ¡Soplico a soplico!... 
María. Se pué armar un incendio. ¿Pos no lo ves, tonta? Al echale el soplo s’  agacha la llama, pero a seguida revive con más juerza. 

Valentina. Sí, sí... es la verdá... (Avienta la llama pausadamente.) 
Mire usté... poquico a poquico... al prencipio s’ agacha mortecina y a seguida salta y revive con más juerza... ¡Algo s’ aprende!

María. ¡Algo s’ aprende! ¿Qué quiés decir con eso? 
Valentina. Naa... naa... Yo ya me entiendo. Pué que esto me sirva a mí pa lo de... y pa lograr que... en cuanto vean que...

María. Tú ya ti intenderás, pero el diablo que ti intienda (Vase por la izquierda.) 


Escena II 

VALENTINA, en seguida PILARA por el fondo. 

Valentina. ¡Y bien que me entenderá!... ¡Miá aquí estas flores!... ¡Vaya una ocurrencia que tuvo el padre! ¡Cuánto mejor estaban con la Virgen! ¡Y tan majicas que son! Así juntas, entre el clavel, la rosa y las violetas, paicen una familia encariñadica. (Sacando un cardo de entre las flores.) ¡Pero miá este cardo, que s’ ha metido entremedias!... ¿Quién habrá 
puesto aquí esto?... ¡Cardos a mí!... Sí, sí... ¡Hala... a punchar a la calle! (Va a tirarlo por la ventana a tiempo que entra Pilara.)

Pilara. (Entrando.) Chacha, ¿qué haces? 

Valentina. ¿Qué tengo d’ hacer? Tirando a la calle un sinvergüenza de cardo que he encontrao entre las flores.

Pilara. Y mu rebién hecho que está. Pero anda, que otro cardo que s’ ha metido entre vusotros, quisiá yo que echaras más lejos aún que ese.

Valentina. Déjate, que lo hi de echar... que ya ti intiendo... soplico a soplico... güeno, ¿y tú a qué vienes, si no es mal preguntao?

Pilara. Pos yo venía a ver si tu madre me prestaba media librica d’ aceite del fino, pa hacele a mi Robustiano una (unas) sopicas d’ ajo, que hoy es 
el primer día que se levanta de las calenturas.

Valentina. Aceite no sé si quedará, pero si te es lo mismo vinagre...

Pilara. No: a hacele gazpacho no mi atrevo.

Valentina. Güeno, pos déjate, que ya escurriremos. (Busca entre unas botellas.) 

Pilara. Y dime, chacha, aunque no he venido de preguntona, ni muchismo menos, no te fegures... me acaban de contar que hoy viene el tío Cavila a pedir tu mano pa su pupilo Serafín. ¿Es verdá eso?

Valentina. Así paice.

Pilara. ¿Y tú qué vas a icir?

Valentina. ¿Y qué quiés que diga? Ya conoces a mi padre, que en diciendo que dice que mete la cabeza por un lao, aunque sea en una colmena.

Pilara. Ya lo sé, ya... Pero entonces, ¿qué vas a hacer de Galán, que está el probe que se estozuela por tus piazos?

Valentina. No lo sé; pero yo lo que es dejar a Galán, te digo que no lo dejo, porque mi padre tendrá la cabeza dura, pero esto (Indicando la suya.) es puro adoquín.

Pilara. ¿Y tiés pensada alguna cosa pa...? 

Valentina. Tengo, tengo pensau... entre lo que sale de mi natural celebro y algo que mi madre m’ ha dicho hace un momento... ¡Vaya, que yo me
salgo con la mía! Y ese matraco de Serafín se va a tener que marchar más corriendo que una liebre.

Pilara. ¡Miá que tú casada con ese tontainazo!

Valentina. ¡Primero mi aspan! A Galán me tengo aficionada de güena inclinación, y ya puen venir padres... y ya puen venir madres... que ni el Moncayo que me se echara encima.

Pilara. Mu bien hecho. ¡Tú eres una mujer!

Valentina. Eso me creo.

Pilara. Pos si de algo te sirvo...

Valentina. Agradecida. Y aquí tiés el aceite que he podido escurrir. 
(Se lo da.) 

Pilara. Dios te lo pague; y que sea lo tuyo, chacha.

Valentina. Déjate, que con maña... y soplico a soplico...

Pilara. Adiós. (Vase por el foro.)

Valentina. (Abriendo una alhacena.) Con una miaja de calma y dos miajas de habilidá... ¡Ya verás! ¡Yo pa ese piazo e queso!... Ni en soñación... ¡Calla, mi madre!... (Canta y saca de la alhacena una botella de anís, una copa y una torta.) 


Escena III.

VALENTINA y MARÍA. 

María. (Entrando.) ¿Mi hi dejao po aquí las tijeras?
Valentina. No las hi visto. 
María. Pero tú, ¿qué estás sacando de ahí?
Valentina. ¿Qué tengo de sacar? ¿No lo ve? Preparale el aguardiente al padre.  
María. ¡Pero maña! ¿No sabes lo que dijo anoche el médico, que el aguardiente le quemaba los higádos y que no bebiera ni gota?...
Valentina. Pos por eso mesmamente, pa que no lo beba se lo pongo.
María. Amos, no digas tontadas y quita eso d’ ahí. 
Valentina. Yo ya sé lo qui mi hago con el padre. Verá usté como ni lo preba.


Escena IV 

DICHOS y ANTÓN por la izquierda. Sale con una faja muy larga en la mano. Se dispone a arrollársela al cuerpo.

Antón. (A María.) ¿Quiés teneme un poquico pa la faja? 
María. Dame el cabo y a rodar.
Antón. (Dando vueltas y liándose la faja.) Gracias, maña. (Al acabar el enrollado se abraza a su mujer.)
María. Hombre... que está la chica...
Antón. Si es que mi hi mareau con las güeltas. (A Valentina.) ¿Y tú qué haces, mañica? 
Valentina. Pos servile a usté el anís pa que se lo beba ahora mesmo.
Antón. ¿Ahora mesmo?
Valentina. Ahora mesmo.

María. Y yo le hicía que maldita la falta que te hace el aguardiente, que ya oíste anoche a don Fabián, que a tú el aguardiente, alcanforao y en friegas. 
Antón. Pos eso sí que no me convence a mí, porque mira, las friegas ¿pa qué son? Pa que entre el aguardiente por drento de la piel... pos mejor entra de un trago y te ahorras el fregau... que luego, el aguardiente ya se irá onde haga falta.

Valentina. Pos claro; hala, hala, sópleselo usté y menos parloteos. Hala. 

Antón. Güeno, güeno, no lo digas tan juerte, que a mí con humos, ¡ni la gloria! 

Valentina. ¡Hala, hala! ¿Qué humos ni qué berenjenas? Beba y rematau.

Antón. ¿Ah, sí?...

Valentina. Sí, señor. 

Antón. ¿Y si no me da la gana?

Valentina. Hale, hale; déjese de tontadas y a bebelo, que dispués que m’ hi tomao yo el trebajo... no se va a quedar ahí.
Antón. Pos ya has dicho lo bastante pa que no te salgas con la tuya, ea... Y ahura no me lo bebo, sólo pa date en la cabeza. (Valentina mira a su madre con picardía.) ¡Vaya con la cría! ¡A güen lau vienes!...
Valentina. Hija, tamién, qué genio.
Antón. ¡Como que aquí no hay más genio que el mío! Ya lo sabes. Y a llevase el aguardiente... y hemos callau. ¡Pos hombre!... ¡No rispetar ni a los padres!... 
Valentina. Pero, ¿ni un sorbico?
Antón. Ni lamer el corcho... ¡A llevate eso!...
Valentina. Voy, voy. (Lo guarda rápidamente y como asustada.)
María. (¡Lo que sabe esta mañica!) (Antón enciende un cigarrillo, que saca hecho, cebando la mecha con un pedrusco y un eslabón de a libra, 
a bárbaros golpes.) ¡Virgen! ¡Qué mal güele esa mecha!
Valentina. Ya, ya... ¡Qué peste!
Antón. Pos a goler aprisica.
María. ¿Pa qué?
Antón. Pa que se gaste antes la ulor, porque yo no la cambio, y me queda vara y media. (Enseñando la yesca. Al fumar tose fuertemente.) 
¡Dios con la tosecica!... Maña, sácame una pildóra.
Valentina. ¿Las pastillas del médico, verdá?... 
Antón. No, siñor; una pildóra de esas que mandó el veterinario.
María. Pero Antón...
Antón. Que te digo que mi intiende mejor que don Fabián. Acordase del año pasau, cuando caímos malos el burro y yo de la mesma enfermedá y seguimos el mesmo tratamiento. Pos el burro se murió el angelico, y yo tan tieso. Y es que mi naturaleza me la intienden mejor los veterinarios.
Valentina. Pero tome usté la pastilla, que sabe más bien.
Antón. La pildóra, recontra, y no me repliques, que te has güelto más porfiada que mosca en coronilla e calvo
Valentina. Pos anda, que usté!... ¡Hay que ver lo tozudo! (Le da la píldora.) 
Antón. (A María) ¿Onde anda Celipe?
Valentina. A regar el panicico se ha ido ahora mesmo. 
María. Ya sabes que hoy nos toca el agua.
Antón. Es verdá (.) Pos yo no puedo ayudale, que tengo que ir a la zuquerería a encargar unas confituras. 
María. ¿Pero no t’ acuerdas que tién que venir el tío Cavila y Serafín a pedite la mano de la chica drento de un ratico?
Antón. ¡Miá, pos es verdá! ¿Y qué hora es?
María. Tú sabrás.
Antón. ¿Onde está el reló?
María. ¿Onde te lo dejaste anoche? 
Valentina. Toma, si supiera onde se lo dejó, no le calía buscalo mucho.
Antón. ¡Callar!... Por aquí si oye... (Escuchando.)
María. Pos no se ve.
Antón. (Que aguzando el oído escucha en otro sitio.)
Contra ... Pos agora se oye por aquí... 
Valentina. ¡Idiós!... ¿Pos qué brujería es ésta?... 
Antón. ¡Callase, que me paice que me lo oigo en el cuerpo!... ¿No oís un tacatá, tacatá?... 
Valentina. ¿A ver?... (Le ausculta. De pronto le da un palmotazo en la panza.) ¡Aquí está el condenau! 
Antón. ¡Claro! ¿Y cómo lo iba yo a encontrar, llevándolo encima? (Sacándolo del bolsillo.) 
María. Güeno, ¿y qué hora es? 
Antón. (Consultando el reloj que ha sacado.) Las ocho y media... y un cachico.
Valentina. ¿Pero cuánto cacho?
Antón. Pos... como de un tamaño... que ya no me da tiempo de salir de casa. 
Valentina. (Fingiendo alegría.) Eso, eso... no se vaya, padre, no sea que venga el tío Cavila con Serafín y no lo encuentre a usté.
Antón. ¡Qué! ¿Estás mu enamoraíca de ese esastrau?
Valentina. (Fingiendo entusiasmo.) ¡Lo quiero, que ni usté ni naide me podrían quitar este querer del corazón!
Antón. (Picado.) Mujer... ¡eso!... 
Valentina. ¡Ni usté ni naide!
Antón. Ni naide, güeno; pero en lo que a mí toca... 
María. Hombre, más vale que sea así, porque al fin y al cabo va a ser su marido... 
Antón. Sí, sí... pero es que lo ice con una altanería...
Valentina. ¡Qué altanería ni qué cachiporra! Como le sale a una de adrento y na más.
María. Escucha. Antón; ¿a quién buscaría yo pa que partiera una miajica e leña pal horno, no me se vaya a enfriar la masada?
Antón. Echale una voz po el corral al tío Roque, que te mande al mozo.
María. Más valdrá. (Vase por la puerta del corral.)

Escena V
VALENTINA y ANTÓN 

Antón. Güeno, y tú, mañica, a ver cómo te portas ahura cuando venga el tío Cavila con tu novio. 

Valentina. ¿Cómo voy a portame si ya l' hi dicho a usté que ciego por Serafín? Y no es que me se importe que sea mozo rico, y tenga el bolso bien recatau, no siñor; es que limosna que tuviá qu ’ir a pedir con él, m’ iba a pedila por esos caminos de Dios... Que yo no sé qué m’ ha dao ese mozo pa trastorname de esta manera.
Antón. ¡Chacha, me dejas como de estuco!... Que en jamás de la vida podía yo pensame que el puñalico te hubiá llegao tan adrento, porque, vamos... el mozo... como guapo no es pa denguna isposición.
Valentina. Pero es tan salau, que hace usté así y da sed: (Acción de pasarle el dedo y chuparlo.) 
Antón. Sí; pero tiene unos ojos que paicen dos pirdigones de pequeñicos. 
Valentina. Pero los dispara con una puntería, que aquí tengo clavaos los dos pirdigoncicos.
Antón. ¡Chacha! Cómo me alegras, porque yo estaba en que no lo querías cuasi cuasi.
Valentina. Los güenos quereres, cuanto más callaicos, más firmes son. ¡Vaya si lo quiero, padre! ¡Tanto lo quiero, que ya le icía yo a usté antes... que usté, con ser usté, que es mi padre, que es lo más grande y lo más pesao que hay... pos me había usté de icir que no lo quisiera, y con él me tenía que casar, por encima de usté y de to el mundo...
Antón. Mujer... eso... (Casi gritando y golpeando el suelo con el pie.) ¡Repacho! Porque me lo ices de una manera... que yo quiero... pero, ¡amos!... que si yo no quisiera...
Antón. Si usté quiere, de Serafín tengo que ser, y si usté no quiere, de Serafín mesmamente. Esto no tiene remedio, padre, y s’ ha rematau,
que siendo gustosos los dos, ¿a qué peleanos?
Antón. Dirás gustosos los tres... porque yo... claro que quiero, pero amos... (Ridiez, que me carga a mí tanta cabezonería ... y que aunque yo no quisiera... aunque yo no quiera... ¡Pos si yo no quisiera!...)


Escena VI
DICHOS y MARÍA por la izquierda. 

María. (Entrando.) Ice el tío Roque que a seguida va a venir un mozo a partime la leña.
Antón. ¿Pero no te ha dicho cuál? 
María. No mi ha dicho. 
Antón. ¡A ver si se encaja aquí Galán con esa excusa!
Valentina. ¡No lo quiá Dios!... ¡Vaya un piazo e bruto!
María. Hija, ¡tú tamién! ¡Qué palabricas gastas!...
Valentina. ¿Pos pa qué me echaba encima la mula en la fuente antiayer, que estuvo cerca e media hora que no me dejaba llenar la botija?
Antón. Ah, pero ¿te juguetiaba?
Valentina. Me juguetiaba y me icía unas cosas... porque ese es más bruto que el cospillo. ¡Con dicile a usté que cuando va a la iglesia se persina de abajo arriba!
Antón. A tanto no hi llegao yo. Yo empiezo en la barbilla y acabo onde puedo.
Valentina. ¡Cómo será de bruto, que estornuda y se le vuela el pañuelo!
María. ¡El retrato de su padre! 
Antón. Pos no me paicía a mí tan mal mozo.
Valentina. ¡Aquí que no ponga los pies, porque lo estozuelo!
Antón. Oye, oye... esta es mi casa, ¿estamos?; y a más, lo ha llamau tu madre...  
Valentina. ¡Aquí que no ponga los pies ese cigüeño disecau, ea!
Antón. Mira, maña; aquí mando yo, ¿estamos?... y aquí, cuando yo mande que alguno... 


Escena VII
DICHOS y GALÁN por el foro.

Galán. (Entrando.) ¡Ave María Purisma!
María. ¿Tú vienes?
Galán. (Apocado.) Como s’ han ido los demás mozos a entrecavar las patatas y no había otro que viniera...
Valentina. Pos anda, anda, largo, que aquí no haces nenguna falta.
Antón. ¿Y quién eres tú pa espachar a naide?
Valentina. Soy lo que soy. ¡A la calle!
Antón. (Excitándose.) ¿Es que mandas tú aquí?
Valentina. Soy lo que soy. ¡A la calle! 
Antón. El pegote de la cría.
Valentina. Es que pa echar a éste no es menester ser mucha presona. 
¡A la calle! 
Antón. Pos ahora digo que se queda. ¡Pa que veas!
Galán. Es que yo... no quisiera... (Va a marcharse.)
Antón. (Deteniéndole.) Tú te quedas, y se ha rematau. 
Galán. Yo... no siendo del agrado de toos... (Va a marcharse otra vez.)
Antón. ¡Que te quedas hi dicho, ridiez! (Le sujeta.)
Galán. Güeno, güeno.
María. ¡Hala, hala, pasa al corral, a lo tuyo!
Galán. Ya voy... pero yo no sé qué le tengo hecho a Valentina, que se pone con mí que paice un fajo de aliagas.
Valentina. Calla, calla, que eres más tonto que el chorro de las canaleras. 
Galán. ¡Qué matica e cardos! 
Valentina. Pos miá que tú... Se pué hacer corcho de tu pellejo, conque miá que arbolico serás.
Galán. ¿Pero no está usté oyendo, tío Antón?
Antón. No le hagas caso. Esta es como su madre, que el único piropo que m’ ha dicho en su vida ha sido llamarme riumático, que no sé lo que es.
Galán. Pos es pa dale una contestación de a vara.
Antón. De a cuarta se la dí yo. Amos, amos al corral. Gracias que con mi genio las tengo asustaícas, y aquí no s’ hace más que lo que yo quiero, que si no... (Vanse Antón y Galán por el corral.)

Escena VIII 
VALENTINA y MARÍA 

María. Hijica, me tiés asombrada, que no me s’ alcanza la mira que te llevas pa icir lo que no sientes.
Valentina. Pos hacer lo que me paizca, que caa caminico, madre, hay que andalo con sus pasos calculaos.
María. Sí, güeno; pero...
Valentina. ¿Usté no me icía que con maña se enciende el fuego? Pos con maña se logra el deseo de un buen querer. Le va usté a mi padre por las malas y salimos escalabazaus... pos con maña ya me las compondré yo pa enzarzar a unos con otros, que se deshaga lo de Serafín y arreglame con Galán, que es el que es de mi agrado.
María. ¿Tanto lo quieres?
Valentina. Lo quiero; pero tampoco se lo digo a las claras. A cada campanica, su son.
María. ¡Bendito, lo que sabís las mozas de hoy en día, que talmente paice que nacís enseñadas!
Valentina. Yo estoy en que pa las mañas del querer toas las mujeres nacemos catredáticas.
María. ¡Bendito, bendito! (Vase por la derecha.)
Valentina. (Mirando hacia el corral.) ¡El sale! 


Escena IX 
VALENTINA y GALÁN

Galán. (Entrando.) Chacha, venía a icite...
Valentina. Hale... a partir leña...
Galán. Es que venía a icite que qué oronda estarás porque vienen a hacete la petición...
Valentina. Mucho que te se importará a tú. (Se ríe.)
Galán. Anda, que estarás más güeca que una lenteja con cuco.
Valentina. Tampoco es pa menos; ¡hale, a partir leña!
Galán. ¡Claro, con un novio tan boyante que paice un almú con patas! (Se ríe.) 
Valentina. Pa valer más que tú, cualquiera es güeno; que a tú, si te ponen unos alambricos, sirves pal tiligrafo.
Galán. Te llevas un maño pa lucilo en las fiestas del Pilar.
Valentina. Con las onzas de oro que le sobran, se puen comprar vainte moñacos como tú. ¡Hale al corral!
Galán. No, si tú... ya sé que tiés de corazón una hucha de hurta-ineros.
Valentina. Yo tengo lo que me paice, y Serafín tié posibles, y no tú, que eres un espellejau.
Galán. Oye, mal astral, lo que soy yo...
Valentina. Güeno, ¡a partir leña!... (Mirando a la calle.) Que ya le tengo aquí... ¡Míralo po ande viene!... ¡Con to ringorrango! No me dirás que no está hecho un jaque... y hoy viene hasta guapo... ¡ay, cómo lo quiero!...
Galán. (¿Pero será verdá que lo quiere?... ¡Idiós!... Y si lo quiere a él, ¿por qué me busca a mí pa pelease conmigo?)
Valentina. ¡Mialo que resalao!
Galán. ¡Pero si a ese lo escalzas y es una tenaja!... ¡Miá que icime eso!... ¡Maldita sea!... (Vase por el corral.)


Escena X
VALENTINA, SERAFÍN y el TÍO CAVILA por el foro.

Serafín. (Feísimo, abotijado, vestido de fiesta.) ¡A la güena e Dios!
Cavila. (Que le sigue.) ¡Güenos y regüenos por esta casa!
Valentina. ¡Alante!
Cavila. Hola, mañica. ¿Onde anda tu padre?
Valentina. Por ahí trajina.
Cavila. ¿Y tu madre?
Valentina. Güena. ¿Y la tía Sinforosa? 
Cavila. Güena. ¿Y tú? 
Valentina. Güena. (A Serafín.) ¿Y tú? 
Serafín. Güeno.
Cavila. Güeno... pos amos a sentanos.
Serafín. Güeno. (Se sientan.)
Cavila. Güeno... ¿y qué te paice el maño?
Valentina. ¿Pos qué va a paiceme? (Baja la cabeza fingiendo rubor, después de mirarle y sonreír.) 
Serafín. ¡Je!... (Riendo por cortesía después de mirarla y sonreír con una sonrisa idiota.)
Cavila. (A Serafín.) ¿Entiendes?... Cuando una moza no sabe lo que le paice un mozo y se mira los zapaticos... ¡Güena siñal!
Serafín. ¡Je!... 
Valentina. ¡Je!... (Imitándole con sorna.)
Cavila. Me paice, me paice que vals a hacer una parejica que va a ser la envidia del pueblo.
Valentina. ¡Je!... (En otro tono más guasón.)
Cavila. ¡Ya has visto cómo s’ ha puesto de majico, naa más que pa venir a vete!
Valentina. Es un fegurín luminao. Está pa recortalo y pegalo a la paré.
Cavila. (A Serafín.) Pos anda que ella, tampoco está pa tirala.
Serafín. Está pa tirala... pa tirala a lo alto y ponese debajo a recogela...
Cavila. (Riendo.) ¡Miá el alicortau éste!
Valentina. ¡Je!... (Indignada.)

Escena XI
DICHOS, MARÍA y ANTÓN por la izquierda. Después GALÁN (oculto).

Antón. ¡Hola, maño!... Tanto güeno po esta casa.
Cavila. Hola, Antoñejo.
María. Adiós, tío Cavila.
Antón. (A Serafín.) ¿Y tú tan reondico?
Serafín. ¡Je!...
María. Sentaros, sentaros.
Antón. (A Valentina.) Chacha; sácate la retacía y el chapurriau, que tomen una copica.
Valentina. Voy.
Cavila. Que no se incomode. 
María. No es incomodo.
Valentina. (Que saca lo pedido y sirve.) ¡Qué va a ser! (Al tío Cavila.) ¿De cualo?
Cavila. De éste. (Le sirve Valentina.) 
Valentina. (A Serafín.) ¿Y tú, salao?
Serafín. Metá y metá. Más metá de éste que del otro.
Valentina. Tiés güen gusto. (Le sirve.)
Serafín. ¿Ti tiembla el pulso?
Valentina. ¡De vete a tú!...
Antón. (Bebiendo. A Cavila.) ¿Qué te paice?...
Cavila. ¡Qué güeno es!... ¡Y qué juerza tié el ladrón!... Yo tamién hago un chapurriau que no tié parecido.
Antón. ¿Que no?
Valentina. Este lleva metá de anís y metá de arrope.
Cavila. Hombre, tamién hago yo un arrope que no hay otro que se le iguale. 
Antón. ¿Que no?
Valentina. (Mirando a su padre.) ¡Dice que no! Nosotros lo hacemos del mosto mejor. Este es de la viña moscatel.
Cavila. Pos no será tan majo como el de la mía del Pizarral.
Antón. ¿Que no? 
Valentina. Padre, dice que no... 
Cavila. Miá tú que da un vinico claretico, claretico como agüica dorada; pero anda, anda, metete con él, que no tendrás frío, no.
Antón. (Irónico y molesto.) ¡Tú siempre tiés de lo mejor en to!
Valentina. Se lo fegura él.
Cavila. Es que se pué prebar. Díselo a unos franceses que vinieron por vinos esta Sanmiguelada, que al pronto paicía que lo tomaban a broma, y luego no hacían más que icir, le li, le li... que creo que es que pedían la cama.
Valentina. Pos a un inglés que prebó del nuestro tuvieron que llévaselo en una pollera, pa que no se matara po el camino.
Antón. Conque compara.
María. Güeno, güeno; dejase de peleas y no metamos la burra en las coles, y amos a lo que estamos, que es lo e los chicos, ¿no sus paice?
Serafín. Mejor será.
María. Eso digo yo.
Antón. ¡Por mí!... El es el que tié que escomenzar. 
Cavila. Güeno, pos ya sabís que yo soy el tutor de éste... Y como tú m’ has dicho que no verías con malos ojos que tu chica... amos... y éste... me dijo que viniera a iciros... pos... pos vusotros diráis...
María. Yo por mí no digo na; pero sí digo que a ver lo que icen ellos, que son los interesaos.
Antón. Claro... por más que mi chica, lo que yo le diga... Pero amos.
Cavila. Pos éste, cuando m’ ha hecho dar este paso...
Serafín. ¡Je!...
Antón. (A Serafín.) ¿Quié icirse que tú... quiés a la Valentina? 
Serafín. ¡Más que el enterraor a las pestes!
María. (A Valentina.) ¿Y tú qué ices a esto?
Valentina. Pos eso tamién... que yo... pos... al preguntale a una... no sé si me esplico... 
Antón. ¡Repacho!... Como esplicate... no creas que mucho... ¿Quié icise que tú quiés casate con éste... no?
Valentina. Yo querer... amos... una cosa es querer... y otra... pero amos... ¿qué va a icir una?
Antón. Güeno... en resumidas cuentas... ¿Tú lo quiés pa marido?
Valentina. Hombre, yo... como querelo pa marido... no es que vayamos a icir una cosa ni otra... pero ustés s’ harán cargo...
Antón. ¡Idiós!... ¡Esvanza d’ una vez a ver si te entendemos, porque yo... 
Valentina. ¡Pos me paice que hablo bien claro!... Y como yo tengo palabra, pos digo, lo dicho y na más.
Cavila. Güeno, pero ¿qué es lo que has dicho?
Valentina. Pos eso... porque claro... una no sabe hablar de estas cosas... y una... ustés s’ harán cargo.
María. Güeno, pos en vista de lo satisfatorio del resultao... ahí sus quedáis. (Vase.). 
Cavila. Hasta dispués. 
 
Escena XII
DICHOS menos MARÍA

Cavila. (A Serafín.) Amos, ¿estás contento? 
Serafín. ¡Je!...
Cavila. Tanto que viniera, que viniera... pos ya he venido. ¡Too llega, menos la nariz al chato! 
Antón. El mocico tenía prisa, ¿eh? 
Cavila. Este, onde le ves, tan encogido, es como un reló de paré; por juera paice parao, y por drento no le escansa un menuto la maquenaria.
Antón. ¡Himos d’ hacer una boda que deje memoria! 
Cavila. Eso de mi cuenta corre.
Antón (Ofendiéndose.) ¡Como que nesecito yo a naide! ¡Aún ha e nacer el que mi haiga de ganar a hacer las cosas con rumbo cuando me pongo!
Valentina. Eso de seguro, que pa hacer las cosas como mi padre...
Cavila. Pos lo mismo digo, porque miá que yo, en diciendo esta casa se echa po la ventana, no queda ni el solar.
Valentina. Pos cuando lo ice mi padre, echa la suya y la de al lau.
Antón. Di que sí... Aunque no tuviá otra y tuviese que agarrame a un perro jornal... ¡Rejudas!... ¿Se habrá visto alboroque más juerte que cuando se me casó la entenada?...
Valentina. Que aún se está haciendo lenguas to el pueblo, y va pa cinco años. 
Cavila. Amos, Antón, que cuando la boda de mi hermana, me paice a mí que naa tuvo que envidiar a la de tu entená ni a nenguna.
Valentina. ¡Pero qué va usté a comparar una con otra! ¡Valía más el aguardiente que tiramos nosotros por los suelos pa que goliera...!
Antón. Y yo merqué una de pasteles que se empachó hasta la bandeja. 
Antón. No, si pa tú, ya se sabe que no hay na como lo tuyo.
Cavila. Es que se pué prebar, ridiós.
Valentina. Y tamién se pué prebar lo de mi padre.
Cavila. No te metas tú ahura.
Antón. Se mete porque puede, ¿entiendes?... Y a cualquier hora te puedo prebar yo a tú...
Cavila. ¿Pero qué me vas a icir tú a mí?
Valentina. ¡Pero es que usté se lo quié icir to!
Serafín. (Interviniendo.) Güeno, hombre, güeno... no custionar... s’ ha rematau y a beber... que si esto se enreda, estoy viendo que queamos malicamente.
Cavila. Tiés razón, porque éste...
Antón. Pos miá que tú... (Valentina les sirve vino y beben.)
Cavila. Conque golviendo a la cosa, aquí lo prencipal es que los chicos se quieran. 
Antón. De mi chica, yo respondo.
Cavila. Y yo de éste, porque ya ves tú, si no la quisiera, con lo que hereda este chico de sus padres... Pos si se le hubiá antojao casase en 
Zaragoza con una señorita e sombrero y faldica d’ esas hasta la rodillera... 
Antón. No te lo niego, pero tamién te digo que mi chica no ha nesecitao sombrero pa tener güen recau de pretendientes.
Valentina. Y si a cortar la falda vamos, el día que yo quiera me dejo ésta en la metá... 
Antón. Pretendientes que, no dispreciando a naide, paleaban las onzas de oro. 
Cavila. Hombre, éste, tanto como palear las onzas, no las palea, pero a tu corto conocimiento comprenderás que igual por igual, siempre se casa mejor un mozo que una moza. 
Valentina. ¿Pero usté oye, padre? 
Antón. Pos mira, Cavila; basta que tú ices eso, te vu a icir yo a tú, que si habís venido en el entender de que mi ibais a hacer un favor con llevaros la chica, sus podíais haber escusao el viaje.
Valentina. Porque han de saber ustés que a mi padre no le hago yo ni miaja de estorbo en casa, y mientras él viva y tenga puños pa trebajar, y vainte duros pa comprar simientes, no nesecito yo a naide.
Cavila. No, hombre, no... si estorbo ya lo sabemos que no le haces, pero como paice que quieres dar a entender que ha tenido otros pretendientes de más categoría... ¡caa uno defiende su parte! 
Antón. Si no hubiás dicho tú primero que podía haberse casao mejor con una señorita de sombrero, naide te hubiera puesto las peras a cuarto.
Valentina. Pero, tío Cavila, el que ice lo que no debe, oye lo que no quiere, y yo ciego por Serafín, pero disprecios tampoco puedo aguantalos.
Antón. Porque dispreciala a la chica, es dispreciame a mí.
Cavila. Pos si empezamos de esa manera, vamos a rematar pronto, porque pa mi genio...
Antón. ¡Pos no te reprimas, no, que pal mío!... ¡Y vaya!... Ya se ha rematau... ¡Qué gibar! ¡Yo no aguanto esto!... Conque hacer cuenta que no habís venido. (Todos se levantan.) 
Valentina. (Con mal disimulada alegría.) Pero padre, ¡que estoy loca por él!
Antón. ¡Aunque revientes! ¡Pos güenas tripicas tengo yo! 
Cavila. ¡Repacho, pues las mías no se quedan atrás! ¿Estamos? 
Serafín. (Aterrado.) ¡Tío Cavila!...
Cavila. Caa uno con su caa una. (Indican el mutis.) 
Antón. Así mesmo. Casualmente m’ has ido a tocar un punto...
Cavila. (Indicando.) Ya verás como no es tan fácil que encuentres con quien casala. 
Antón. ¡Se casará con decisáis, si me da la gana!
Cavila. ¡Ya lo veremos! ¡A quear con Dios! (A Serafín.) Hale, a la calle.
Serafín. (Aterrado.) ¡Pero tío Cavila!... 
Cavila. (Llevándole a empujones.) A la calle hi dicho, ridiós, que a mí no me pisa naide...
Serafín. Pero si es que... 
Cavila. Ajuera... (Vase empujando a Serafín.) 



Escena XIII
ANTÓN y VALENTINA 

Valentina. ¡Ay, padre, que se lo lleva!... (Fingiendo dolor.)
Antón. Déjalo que se lo lleve y lo rife a cachos, si quiere...
Valentina. Si es que m’ ha quitao el corazón.
Antón. ¡Ya te compraré otro! Nos han gibao los escalfecidos esos. Gracias a Dios aún no peinas canas, ni te corre por ná miaja e prisa.
Valentina. (Llorando amargamente.) ¡Lo que más hi sintido es lo que han dicho que no encontraré con quien casame!...
Antón. Tamién me ha molestao a mí eso, no creas. 
Valentina. Y que lo irán diciendo por to el pueblo.
Antón. Pos ya verá to el pueblo que no es verdá, porque como yo pueda, te caso mañana mesmo, aunque no sea más que pa dales en la morrera a esos muciégalos.
Valentina. Sí, eso es fácil decilo, pero no hacelo... porque ¿con quién me caso, padre, con quién me caso?...
Antón. ¡Qué sé yo, ricontra!... Con uno... con cualisquiera... ¡con el primero que venga!...
Valentina. (Corriendo rapidísima hacia la puerta del corral, donde se oye ruido de partir leña.) ¡Galán! ¿Pero aún estás partiendo leña?... (Gritando bastante.) 

Escena XIV
DICHOS y GALÁN

Galán. (Sudando, con el hacha en la mano. Cara de asombro.) Ya estaba acabando. ¿Me nesecitan pa alguna cosa?... (Pausa. Se miran todos.)
Antón. (Pensativo.) ¡Ridiez!... Oye, Galán...
Galán. Mande usté. (Se acerca.)
Antón. ¿Los majuelos de Capuchinos son de tu padre, y dispensa la curiosidá?
Galán. Y los de al lau, que se los dejó mi tía.
Antón. ¡Contra!... ¿Y el pradico del Soto el Cura, no era de tu madre? 
Galán. Es mío. Y el de al lau, que lo compré al tío Mingo.
Antón. Y aceite habráis cogido mucho.
Galán. Doscientas arrobicas y la prensa trebajando...
Antón. ¡Repacho!... Ven aquí, Galán... ¿Te gusta mi chica y la de al lau... digo, mi chica sola?, y dispensa la pregunta.
Galán. (Pudoroso.) ¡Que si me gusta!... ¡Más que un rial de salchichón! 
Antón. Pos asiéntate aquí y aguarda. (Lo sienta y va a buscar a Valentina, que está en otra silla, fingiendo que llora.) Oye, mañica... (Valentina levanta la cabeza.) ¿Qué te paice de Galán?
Valentina. (Fingiendo asombro.) ¿Cómo que qué me paice?
Antón. Amos, ¿que si haríais güenas migas tú y él?
Valentina. (Haciéndose la tonta.) ¿Cómo migas?... ¿Migas pa qué?
Antón. Amos, que... en resumidas cuentas, ¿que si haríais güen marido y mujer él y tú? ¿Mi intiendes ahura?
Valentina. (Como aterrada.) ¿Quién? ¡Casame yo con ese espellejau!... Con cualquiera antes que con ese; ¡primero me meto en un convento!
Antón. Tú no te metes en denguna parte.
Valentina. Pos con ese no me caso, padre... ni que quiera usté, ni que quiera naide. 
Antón. Mira, Valentina, no escomiences con cabezonerías, que ya me conoces.
Valentina. ¡Pero si no puedo velo ni en pentura!
Antón. Pos si yo te lo mando, ya te guardarás mu bien de espanturrialo. Es un mozo honrau a carta cabal, y miá que le va la hacienda e sus padres. 
Galán. Y la de al lau.
Valentina. Aunque palee las onzas no lo quiero. 
Antón. ¿Ah, sí? Pos ya mi hi hartau yo; ¡hale!... Y ahura te casas con él a la juerza. (A voces.) Galán... ¿estará conforme tu padre con lo que sea de tu gusto?
Galán. ¡Más contento que yo!...
Antón. Pos te casas con ésta. 
Galán. ¡Pero si ella no me quiere!... Si no tié pa mí palabra güena. No me deja caer de zopenco y de zaburdo y de too lo pior.
Valentina. ¿Y tú, pa qué me ices desgarbada y pisaburros cuando tropiezo con tú?
Galán. ¿Y tú, pa qué me hacías comparanzas con mi cabeza y el bolo del barandau?
Antón. Vaya, a callase, que me da a mí la gana de que éste sea mi yerno, y no hay más.
Valentina. Pues no lo quiero y no lo quiero, aunque mi hagan la juerza que mi hagan; eso es. (Hasta el final de la escena, todo a grandes voces.) 
Antón. Aquí no se ha dicho naa de juerza. Conque decide ahura mesmo u te escrismo. (Coge un garrote de un rincón.) 
Valentina. Que no, y que no, y que no.
Antón. (Amenazador.) ¡Maldita sea!... (Blandiendo el palo.)

Escena final
DICHOS y MOSEN JACINTO vestido de sacerdote, pero cubierto con un gorrito en vez del sombrero de teja. Luego MARÍA.

Mosén. (Entrando.) ¿Pero qué es esto?... ¿Qué ocurre en esta casa para esos lloros y esas voces? 
Antón. Naa, Mosén Jacinto; esta cría que mi ha tomao a mí po’ el palillo e la gaita. 
Mosén. ¿Pues qué ha hecho? 
Valentina. Pos que mi padre me quiere casar contra mi gusto, y yo no quiero. 
Mosén. ¿Eso es verdad?
Antón. No lo es.
María. (Saliendo.) Sí que lo es, señor cura, y en el fondo la chica tié razón. A mí me gusta mucho Galán, pero si ella no lo quiere...
Galán. Si ella no me quiere...
Antón. ¡Pero te quiero yo y basta!... ¿Es que le propongo yo algún desaliñau u algún malhechor?...
Mosén. Hija mía, ten reflexión y no te dejes llevar de los ciegos impulsos de tu testarudez.
Valentina. ¿Sí?... (Con ingenuidad llena de malicia.)
Mosén. ¿Qué puede querer un padre para sus hijos sino el bien y la felicidad en este mundo?... 
Valentina. ¿Sí?...
Mosén. Quieren que te cases con Galán, que es honrado y bueno; pues confórmate. 
Valentina. ¿Sí?...
Mosén. Sí, hija mía, sí, y es preciso que lo aceptes. 
Valentina. (Mirándole y lloriqueando.) ¡Si no hay otro remedio!...
Mosén. Si hoy no estas encariñada con él, ya verás luego cómo el tiempo y la bondad de los dos conciertan vuestras voluntades haciendo nacer un cariño que será como la bendición del cielo, por haber sido sumisa y obediente al mandato paterno.
María. Pero si no se quieren.
Antón. Tú te callas.
Valentina. (Con mucha violencia, como temiendo que su madre le estropee la combinación.) ¡Usté se calla, madre!... ¡Calle!...
Mosén. Conque dadme las manos. 
Los dos. ¿Pa qué?
Mosén. (Juntándoselas.) Para que os prometáis el uno al otro un amor honesto y grande y os queráis siempre con fidelidad y constancia.
¡Estréchale la mano, Valentina! 
Valentina. Si no hay otro remedio... (Obedece.)
Galán. ¡Ay!...
María. ¿Qué es eso?
Galán. ¡Cómo mi ha apretau, ridiez!
Antón. ¡Lo que no hace un sacerdote...!
Galán. ¡Yo reviento de gozo! Valentina, ¿me querrás siempre?
Valentina. Si no hay otro remedio... ¡Hasta que me muera!
Mosén. Conque disponeos a formar aquí vuestra casita para fundar una familia. Ahí tenéis añosa y emparrada la cepa que plantaron vuestros padres. A su sombra celebraron los felices acontecimientos de sus sencillas vidas. Sed dichosos y honrados como ellos para que hagáis honor a vuestra fe y a vuestra sangre. 
Valentina. ¡¡Si no hay otro remedio!!...
Antón. ¡Mi hi salido con la mía! (Muy satisfecho.)
Valentina. (Abrazándose a Galán.) (¡Que se cree usté eso!) 
- Telón. 

FIN DE LA OBRA 


OBRAS DE CARLOS ARNICHES
Casa editorial. 
La verdad desnuda. 
Las manías. 
Ortografía. 
El fuego de San Telmo. 
Panorama nacional. 
Sociedad secreta. 
Las guardillas. 
Candidato independiente. 
La leyenda del monje. 
Calderón. 
Nuestra Señora. 
Victoria. 
Los aparecidos. 
Los secuestradores. 
Las campanadas. 
Vía libre.
Los descamisados. 
El brazo derecho. 
El reclamo. 
Los Mostenses. 
Los Puritanos. 
El pie izquierdo. 
Las amapolas. 
Tabardillo. 
El cabo primero. 
El otro mundo. 
El príncipe heredero. 
El coche correo. 
Las malas lenguas. 
La banda de trompetas. 
Los bandidos. 
Los conejos. 
Los camarones. 
La guardia amarilla. 
El santo de la Isidra. 
La fiesta de San Antón. 
Instantáneas.
El último chulo. 
La Cara de Dios. 
El escalo. 
María de los Ángeles. 
Sandías y melones. 
El tío de Alcalá. 
Doloretes.
Los niños llorones. 
La muerte de Agripina. 
La divisa.
Gazpacho andaluz. 
San Juan de Luz.
El puñao de rosas.
Los granujas.
La canción del náufrago. 
El terrible Pérez. 
Colorín colorao... 
Los chicos de la escuela. 
Eos pícaros celos.
El pobre Valbuena. 
Las estrellas.
Los guapos.
El perro chico. 
La reja de la Dolores.
El iluso Cañizares.
El maldito dinero.
El pollo Tejada. 
La pena negra.
El distinguido Sportman.
La noche de Reyes.
La edad de hierro. 
La gente seria.
La suerte loca. 
Alma de Dios.
La carne flaca. 
El hurón. 
Felipe segundo.
La alegría del batallón. 
El método Górritz.
Mi papá. 
La primera conquista. 
El amo de la calle. 
Genio y figura.
El trust de los Tenorios.
Gente menuda. 
El género alegre. 
El príncipe Casto. 
El fresco de Goya. 
El cuarteto Pons.
La pobre niña. 
El premio Nobel. 
La gentuza. 
La corte de Risalia.
El amigo Melquiades. 
La sombra del molino. 
La sobrina del cura.
Las aventuras de Max y Mino.
El chico de las Peñuelas. 
La casa de Quirós.
La estrella de Olympia.
Café solo.
Serafín el Pinturero.
La señorita de Trevélez.
La venganza de la Petra. 
¡Que viene mi marido!
El agua del Manzanares. 
Las lágrimas de la Trini.
Las grandes Fortunas. 
La mujer artificial.
El conde de Lavapiés. 
La maña de la mañica. 
Los caciques.
No te ofendas Beatriz... 

OBRAS DE JOAQUÍN ABATI

Monólogos 

Causa criminal (de actor). - La buena crianza o Tratado de urbanidad (ídem). - Un hospital (ídem). - Las cien doncellas (ídem). - La cocinera (de actriz) *. - El Himeneo (ídem). - El Conde Sisebuto (ídem) *. - El debut de la chica (ídem). - La pata de gallo (ídem). 

Comedias en un acto

Entre Doctores. - Azucena. - Ciertos son los toros . - Condenado en costas *. - El otro mundo. - La conquista de Méjico. - Los litigantes. - La enredadera. - De la China. - Aquilino Primero *. - El intérprete. - El aire. - Los vecinos. - Café solo. - La maña de la mañica. 

Comedias en dos actos

Doña Juanita. - Los niños. - Tortosa y Soler (R.). - El 30 de Infantería (R.). - El Paraíso. - La mar salada. - La gallina de los huevos de oro (magia). - La bendición de Dios. - Mi querido Pepe. - La gentil Mariana.  
- Jesús, María y José. - Las lágrimas de la Trini.

Comedias en tres o más actos

Tortosa y Soler. - Los hijos artificiales. - Fuente tónica *. - Alsina y Ripoll. - El 30 de Infantería. - Los reyes del tocino (firmada con pseudónimo). 
- El gran tacaño. - Los perros de presa. - Genio y figura. - La alegría de vivir. - La divina providencia. - El premio Nobel. - El orgullo de Albacete. - El cabeza de familia. - La piqueta. - El tren rápido. - El infierno. - El río de oro. - El viaje del rey. - Ramuncho. - Las grandes fortunas. - No te ofendas, Beatriz. 

Zarzuelas en un acto

Los besugos. - Los amarillos. - El tesoro del estómago. Lucha de clases. 
- Las venecianas (la música). - Tierra por medio. - El Código penal. - Tres estrellas *. - EL trébol. - La taza de the. - El aire (R.). - La hostería del laurel. - Mayo florido. - Los hombres alegres. - ¡Mea culpa! La partida de la porra. - El verbo amar. - El potro salvaje. - España Nueva. - El dichoso verano. - Sierra Morena. - Las alegres colegialas.

Zarzuelas en dos actos

El asombro de Damasco. - Baldomero Pachón. - La corte de Risalia. - El conde de Lavapiés. 

Zarzuelas y operetas en tres o más actos

La mulata. - La Marcha Real *. - Los viajes de Gulliver. El sueño de un vals. - La viuda alegre *. - El velón de Lucena. - La mujer artificial.

Las obras marcadas con asterisco, o no se han impreso, o están agotadas. - Las marcadas con (R.) son refundiciones.

Precio: DOS pesetas.