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viernes, 10 de febrero de 2023

CARTA CXXVI. Noticia de varias iglesias y conventos de la ciudad de Barcelona.

CARTA CXXVI.

Noticia de varias iglesias y conventos de la ciudad de Barcelona. 

Colegiata de Santa Ana.

Mi querido hermano: La iglesia colegiata de Santa Ana fue en lo antiguo de monjes o canónigos del Santo Sepulcro de Jerusalem, cuya fundación se ignora, pero verosímilmente se puede fijar hacia la mitad del siglo XII y muy poco después del 1141, porque se sabe que a 29 de agosto de este año W., Patriarca de Jerusalem y P., Prior del Santo Sepulcro, enviaron a G. su canónigo para hacer fundaciones de aquella orden en España. Vino además este sujeto como encargado de aquellos Prelados para firmar la concordia que aquel monasterio del oriente había hecho con el Conde Don Ramón Berenguer IV sobre la parte que pretendía poseer en el reino de Aragón por el testamento de Don Alfonso I

Existe esta carta en el archivo real de esta ciudad, de la cual además de este apunte saqué copia que ahora no tengo a mano, pero me acuerdo que estaba sin fecha. Esto no obstante, debe ser del año 1141 o siguiente, puesto que en 1140 vino acá otro canónigo llamado Raimundo para tratar de la cesión de aquel derecho a favor del sobredicho Conde. Así que G., que la confirmó y autorizó con su firma, debió venir después. Y él es sin duda el que introdujo dicha orden en estos dominios; pues en la citada carta dicen aquellos Prelados, que le instituían Prior en estos reinos, y ruegan al Conde que le señale lugar e iglesia in quibus convenienter conversare secundum Deum valeat.

No me atreveré a decir que este monasterio de Santa Ana fuese el primero que por acá se fundó, pero sé que existía ya formado en el año 1184, en que el Rey Don Alfonso II le hizo donación del castillo de Palafurgell (: Palafrugell) en la diócesi de Gerona. Al mismo concedió Don Jaime I a 20 de julio de 1266, que se cerrase una calle inmediata y sin salida, donde se cometían muchas torpezas y había ruidos que estorbaban la observancia regular. Era entonces Prior Fr. Pedro Canals. (Archivo real, registro IX, Jacobi I, folio 22).

A este monasterio se unieron otros dos o tres andando el tiempo, de los cuales es preciso dar la noticia que he podido adquirir. Había en esta ciudad un monasterio de la orden de la Penitencia, conocida en este país con el nombre dels frares del sacs (de los Sacos), como les llamaba el Infante Don Pedro en 1270; entre los gastos que hizo estando en Lérida: Item als frares dels Sacs X. sol. (Ibid. Reg. VII. Infan. Pet. fol. 63 b).

Esta orden fue suprimida en el concilio Lugdunense de 1274, como lo dice un Cronicón de Ripoll que he copiado, con estas palabras: 

Cassatus fuit ordo Saccorum. Parece que en dicho concilio se permitió a esos religiosos continuar en el usufructo de sus casas y posesiones, según dicen ellos mismos en la escritura de que voy a hablar. Según todas las señas y por varias y fundadas conjeturas estos religiosos vivían donde hoy están las monjas Franciscas de Jerusalem, cuya casa fundó en 1453 Rafaela Pages (Pagés), natural de Sarria (Sarriá), cediéndole el terreno el Prior de Santa Ana, que entró a ser señor de él por las incorporaciones de que voy hablando. En ese lugar, pues, vivían todavía algunos de aquellos frailes o hermanos (frater) del Saco en 1293, cuando con anuencia del Papa y mediación del Obispo y Capítulo de Barcelona quisieron pasar a ser canónigos reglares de San Agustín, incorporándose con el monasterio de esta orden que aquí había, llamado de Santa Eulalia del campo. Verificose esto de la manera que expresa la escritura cuya copia incluyo (a: Ap. núm. VIII.), y me excusa decir más.

Esta reunión se hizo con grandes ventajas del monasterio de Santa Eulalia (de Mérida), el cual estaba situado extramuros de la ciudad, cerca de los molinos reales, camino de Vique, donde dicen que antiguamente hubo un templo dedicado a Venus. Esta canónica Agustiniana fundó en 1155 el Obispo de esta iglesia Guillermo de Torroja; y allí existía aún en 1210 cuando el Rey Don Pedro II de Aragón le concedió que pudiese regar ciertas tierras con el agua de aquellos molinos. Mas como aquel sitio, según consta de la citada escritura, fuese pantanoso y ocasionase muchas enfermedades mortales a los que allí vivían, trataron de trasladarse a la casa de sus nuevos hermanos los exfrailes del Saco al paso que los recibían en su obediencia; y de esta traslación trata la citada escritura de 1293.

Después de esta traslación consta, aunque no he podido averiguar la época fija, que pasó esta canónica de Santa Eulalia a la casa donde hoy viven las monjas Dominicas de Monte Sion, las cuales primero estuvieron en los arrabales de la ciudad por fundación del Cardenal Don Fr. Nicolás Rosell de mi orden, y consta que se trasladaron al sitio actual en el año 1423, dos después que la canónica de Santa Eulalia se reunió a la de Santa Ana, como diré: porque en este año 1423 Don Alfonso V, renunciado el patronato que tenía del priorato de San Vicente de Garraf, de canónica Agustiniana, fundado en 1163 por Don Alfonso II, lo unió a Santa Ana para dotar la precentoría, con pacto que dejasen para las monjas de Monte Sion el convento de Santa Eulalia del campo. Todavía se ven en este convento de monjas algunos rastros de aquella canónica, como también conservan copia auténtica del testamento de dicho Cardenal y algunas reliquias que él les dejó. Pues como digo, en 1421 a instancias del Rey Don Alfonso V y con la autoridad del Papa Martino V fue incorporada dicha casa de Santa Eulalia a la de Santa Ana, quedando ambas bajo la única dirección del Prior del Santo Sepulcro; y así continuaron hasta que Clemente VIII secularizó en 1592 todas las iglesias reglares canonicales de Cataluña, Cerdaña y Rosellón, en cuya época fue erigida en iglesia colegial.

El edificio de la iglesia y canónica de esta colegiata es en alguna parte del siglo XII, en cuyo tiempo se construyó, como puede colegirse del Necrologio de ella misma, donde el día 11 de enero se nota el óbito de un canónigo venido de Jerusalem, llamado Carfilio, con estas palabras: Obiit Carfilius, frater Sancti Sepulchri, qui edificavit ecclesiam Sanctae Annae. A pesar de ser muchas las notas que he recogido tocantes a sus Priores, me parece oportuno omitir el catálogo de ellos, porque temo equivocarme confundiendo los Prelados de las dos casas reunidas, y más que esta clave es muy pequeña y de poca falta para la historia, aunque pudiendo ser, no la defraudaría de ese auxilio.

Con el deseo de adquirir algunas de estas noticias pasé a casa del canónigo de esta colegial Don Ramón Iglesias, donde entre otras preciosidades que no esperaba, encontré una colección muy respetable de pinturas. Este instruido eclesiástico supo sacar el debido fruto de varios viajes que hizo fuera de España en su juventud, y parte expendiendo algunos caudales, parte sabiéndose aprovechar de algunas felices casualidades, ha recogido hasta cien cuadros originales de profesores célebres. Tal es un Buen Pastor, que algunos creen de Ribera y yo no extrañaría fuese de Murillo. Del primero es indudablemente un San Antonio Abad de estatura colosal, y del segundo una bellísima Anunciata: de Lucas Jordán una Rebeca y Eliecer: de Carlos Marata una Virgen con el niño durmiendo en brazos: de Guido Rheni un San Juan Bautista, que está por concluir: del Catalán Viladomat una Santa Ana, un San Francisco Javier y dos figuras excelentes de Jesús y María con otros muchos cuadros: de Simón Vovet una Diana y Endimión, tres cuadros de Sátiros, el carro del Sol y un Marte y Venus: de Joanes un Jesús coronado de espinas: una bellísima Concepción que parece de Mateo Cerezo: un San Francisco de Paula de Sebastián Conca: el convite del Fariseo de Rubens. Y basta porque no puedo contar todo lo que allí hay, ni tampoco te servirá mucho esta noticia, si no vienes a verlo, como hacen todos los curiosos e inteligentes que pasan por Barcelona, donde no es esta la única colección de preciosidades que llamen la atención. Pero quise decir algo de ella, aunque esto no toca a mi viaje, ya que pasé allí un rato tan alegre, sin el polvo y taciturnidad de los archivos.

Santa María del mar.

Santa María del mar.

La iglesia parroquial de Santa María del mar es en su parte material lo que dijo Ponz en su viaje, y sólo se equivocó en atrasar un siglo la fábrica, diciendo que comenzó en el año 1429 y se concluyó en 1483. 

En la puerta que mira al mediodía hay dos inscripciones colaterales, una en lengua latina y otra en la laica o materna, que expresan como el edificio comenzó día 25 de marzo de 1329, y de otras memorias del archivo consta que se concluyó muy en breve, como cosa de treinta años. Puso la primera piedra Bernardo Llull, Arcediano de Santa María del mar y el primero que obtuvo esta dignidad, creada en 1324 hasta el 1348 en que murió. Está enterrado en la capilla de Corpore Christi, que construyó a sus expensas. El edificio es uno de los atrevimientos más brillantes y bien ejecutados de la arquitectura gótica.

Ponz se admira, y con razón, de lo extravagante y chabacano que es el nuevo altar mayor, construido desde el 1772 al 1782. A mí me asombra todavía más que esta obra se emprendiese y perfeccionase sin contradicción en un tiempo en que en Barcelona se construía por tan buen gusto la casa nueva de contratación o de la Lonja. Así que yo no echaría la culpa al común de la ciudad, sino a la ignorancia de los que aprontaron los caudales y a la prepotencia del arquitecto bárbaro, cuyo nombre no merece ser conocido.

Con la ocasión de esta obra se colocó el coro tras del altar mayor, como antes estuviese en medio de la iglesia al estilo monacal. Y yo no sé por qué se adoptó esta práctica en iglesias seculares, donde había de concurrir el pueblo, para el cual apenas hay lugar y proporción en el crucero y naves colaterales, ocupando la del centro las inmensas cavidades de los coros para cuarenta o cincuenta residentes que acuden a ellos. Tampoco son conformes al buen gusto de arquitectura los coros elevados en el testero de los templos, que roban al espectador una buena parte de él y hacen sus entradas mezquinas y lúgubres. De ambos defectos carece este templo de Santa María del Mar, que con otro altar mayor bien ejecutado podría atraer a los menos devotos. Su titular es la Asunción de nuestra Señora, y sobre la puerta principal en la parte interior se conserva la imagen colosal que había en el altar viejo. Pero la fiesta principal de la parroquia se hace a nuestra Señora en el día de la Circuncisión, y así no faltan doctos oradores que han dicho que la titular es Santa Maria ad praesepe. En los libros antiguos se llamó la iglesia Santa Maria de mari por la proximidad a él, y de las arenas por estar sobre ellas todo el edificio.

Este es el templo o parte de él donde estuvo enterrado el cuerpo de Santa Eulalia. Algunos quieren señalar, como con el dedo, que el sitio fue la capillita que hay debajo del órgano con la invocación de Santa Eulalia de Mérida y San Ivo conf., la cual por su pequeñez parece parte de otro edificio y verosímilmente del antiguo, que quisieron conservar al tiempo de construir el actual. Todo es adivinar, y acaso el sitio de tan venerable depósito está hoy profanado por los vecinos contiguos a la iglesia.

En la sacristía hay alhajas muy ricas, pero no antiguas. Es graciosa una portadita que allí sirve de tránsito de una pieza a otra. La pila bautismal es una pieza prolongada de mármol sin otro dibujo en sus fachadas cuadradas laterales que unas espirales concéntricas y muy parecidas a un sepulcro que vi en el jardín del palacio arzobispal de Tarragona. Y así no extrañaré que fuese bautizada en esta misma pila Santa María de Cervelló, llamada vulgarmente del Socós. 

Hay en esta iglesia un gran número de residentes entre beneficiados y clérigos, que no lo son, los cuales en el día llegan a 129. Tiene su capilla propia de música, con lo cual y lo despejado del templo se celebran fiestas de mucha pompa y lujo. En los días ordinarios el canto de las horas es precipitado con demasía, como en la catedral y otras iglesias.

El archivo es moderno, y así conservan pocos códices. Entre ellos está el Misal impreso en 1498, de que ya dije en el pontificado de Don Pedro García. Hay en él una nota sobre haber mandado el Obispo Don Juan Dimas Loris en 1596 que se guardase este ejemplar en el archivo, y que nadie celebrase con él. Tienen también un libro en vitela, que llaman de les Llunes por las (lunas) que hay chapadas en las tapas, y es Registrum B. Mariae de mari, ordenado en 1341; contiene en cinco libros las obligaciones del Arcediano y de los beneficiados, sus respectivos derechos, percepciones de emolumentos, etc., excelente guía para el gobierno de la parroquia. Otro libro en papel de principios del siglo XVI, donde están copiadas todas las ordinaciones municipales sobre pesca y pescadería, hechas a fines del siglo XIV y principios del siguiente. Item libro de aniversarios y Consueta, muy bien conservada, de la cual me he valido para completar los artículos litúrgicos que quedaron imperfectos con el ejemplar casi inservible de la catedral. Esta de acá se copió o extractó de aquella para el uso propio de la parroquia, como consta de mil lugares: y fue esto en 1450, que es el año en que empieza la tabla pascual. La fiesta de la dedicación de su altar se manda celebrar en la dominica III de octubre, y dice: Fiat officium ut in dedicatione ecclesiae; tamen ubi fit mentio de dedicatione domus, fiat mentio de altari; et ubi dicitur: Fundata est domus, dicatur: Consecratum est altare, et ubi dicitur: Domus mea, dicatur: Altare meum, prout melius poterunt verba aptari. Al fin hay un tratado: quid agere debeant curati, primicerius, mannerius, scolares, sacrista. A los escolares manda que desde el lunes de la primera semana de cuaresma hasta el Viernes Santo teneant ornatum altare maius, et retrabulum, et imagines de cortinis et pannis albis et velum templi. Item que desde el primer domingo de octubre hasta la Pascua a las cuatro de la mañana tangatur squilla quae vocatur de prima ad avisandum parrochianos qui negotiare habent. Al sacristán se le mandan preparar ornamentos de color verde en las fiestas de San Juan Bautista, Santa Cruz de mayo y de todas las Santas Vírgenes: en las de las continentes, morados: en la de los SS. Confesores, Papas u Obispos, lividi: en los que no lo fueron, pallidi: en las dominicas de cuaresma, negro, y en las ferias de la misma, blanco. A este tenor hay otras curiosidades rituales que quedan apuntadas en su debido lugar.

Al bajar del archivo topé con una inscripción sepulcral moderna que hay detrás del coro, y dice así:

Plorantibus

Partum suum Charitibus, Cupidini fratrem,

Alumnum unice dilectum Musis, nepotem Mavorte, 

Risu et jocis amicum

Plaudentibus Angelis atque Archangelis:

Inter Hispanorum, Belgarum, Gallorum, Italorum 

Gemitus et suspiria:

Vectus innocentiae pennis.

Ad coelos die 18 maii 1739 emigrabat

Ill. D. D. Josephus Leopoldus de Glimes de Brabante

Anno aetatis suae decimo

Wallonianae regiae cohortis secundum Ducis locum tenens. 

(En el centro)

Quam bene mortalitatem exuit, qui induit immortalitatem. 

En la mano derecha dice que puso esta inscripción el Conde de Glimes, Capitán General de Cataluña, padre del niño.


San Pablo del Campo.

Uno de los monasterios más antiguos de Barcelona es el de PP. Benedictinos de San Pablo del Campo, llamado así por estar antes fuera de la ciudad, distante como un tiro de cañón de sus primitivos muros. Ahora se halla dentro de ellos, hacia el poniente, al extremo de la calle de su nombre. Dicen que esta casa es del siglo IX (a: Vid. Tristany Corona Benedictina.), y que fue restaurada a principios del XII por Guiberto y su mujer Rotlendis. De esto último puedo acotar dos documentos. Uno es la inscripción del siglo XIV que se halla sobre un sepulcro de piedra en los claustros, junto a la puerta del Capítulo antiguo, que dice así: VI. nonas madii anno Dni. MCCCVII obiit G. de Pulcro loco, qui anniversarium hic constituit, et est cum suis parentibus hic sepultus. Et fuerunt hic translatata corpora spectabilium Guibberti Guitardi, et uxoris eius Rotlendis, qui hoc cenobium fundaverant, et Romanae ecclesiae obtulerunt IIL kal. mai. anno MCXVII. Otra urna hay junto a esta de la misma familia de Belloc (Belloch, Bello loco o Pulcro loco), de la cual eran sin duda los citados Guiberto y su mujer. El nombre de estos, y lo que hicieron a favor de esta casa, consta de la escritura de su unión, o más bien sujeción, a la de San Cucufat del Vallés, y a su Abad Rolando, hecha en 1127 por los prohombres de Barcelona y su Obispo San Olegario, a cuya custodia la encomendaron los dichos Guiberto y Rotlendis. Ecclesia, dice, S. Pauli de Campo, quae a constructoribus suis Domino Guiberto et uxore sua Rollendi (Rotlendis) oblata est Deo et B. Petro, et Apostolicae Sedi. Va el documento que hablará por mí (a: Ap. núm. IX.). Son muy de notar en él las causas que obligaron a esta resolución, es a saber, la decadencia en la regularidad, y en la recta administración de las posesiones. Cosa que no cabe suponer en solos los diez años que pasaron desde la construcción de Guiberto a la incorporación sobredicha. Así que tengo por evidente que es más antigua esta casa; y que las palabras fundaverant y constructoribus, que se aplican a Guiberto y su mujer, se han de entender con alguna extensión por restauración. Pero debió ser casi total, puesto que ninguna parte del edificio parece anterior al siglo XII, si no es la arca de la iglesia y su portada principal, compuesta sólo de un arco de medio punto, con un grueso bordón concéntrico, sostenido todo por columnas amarradas, con capiteles al modo de los corintios. En lo alto de la puerta se ve en un óvalo una mano de relieve en ademán de bendecir. En el lintel de piedra, que es como el diámetro del semicírculo, y sirve para ajustar las puertas cuadradas, se halla un letrero que merece alguna consideración, donde suena un Renardus con su mujer Raimunda, cuyos nombres no se escribieran en parte tan principal, si no hubieran tenido gran parte en la fundación de esta casa.

Dentro de la iglesia, que es una cruz de brazos casi iguales, en la capilla de San Galderich se halla una inscripción de carácter enteramente gótico, que dice así: Pro alodiis, domibus, atque averis, quae huic cenobio ego Petrus Pincerna trado, quidam monachus augeatur in hoc cenobio, qui pro me et pro defunctis fidelibus in hoc altari Beati Nicolai missas cotidie celebret. Quod si aliter factum fuerit, Hospitalariis et Barchinonensibus civibus licitum erit quod traditum est huic, ad alium religiosum locum transferre, per sexaginta dies monachis istis prius id emendare amonitis. Este altar de San Nicolás pasó a ser de San Galderich Confesor, con la ocasión de haberse depositado en esta iglesia su cuerpo, traído desde San Martín de Canigó, antes del año 1665, con motivo de las guerras de Francia; y cuando se restituyó allá el sagrado depósito en el año sobredicho, quedaron acá dos huesos de las piernas, y parte del cráneo. Aunque el carácter de esta inscripción parece del siglo X, o por ahí; mas el señalar sesenta días de término a los monjes, como también lo hizo San Olaguer en la citada escritura, y el encargar la observancia de esta manda a los Hospitalarios, que no se establecieron por acá hasta el siglo XII, me hace sospechar que no tiene esta piedra tanta antigüedad como parece. El claustro es pequeño, y todo de la restauración de Guiberto. Consérvase bien la puerta y dos ventanas colaterales del Capítulo, de cuya área y cavidad se han aprovechado para hacer la escalera nueva por donde se sube al resto del edificio, que todo es nuevo. Al pie de una de esas ventanas que decía hay esta inscripción: Frater Berengarius de Solicrupo, Prior huius domus constituit hic anniversarium, et flocos monachorum; qui obiit, anno Domini MCCXCIII. XIII. kal. octob. R. pater eius stabilivit hic anniversarium. Obiit. VII. idus aprilis anno Dni. MCCLX. Otras  muchas inscripciones sepulcrales hay por allí de poca importancia para la historia y paleografía. El flocos de esta que he dicho, era como una cogulla, u otra parte insigne del vestido monacal: tú lo verás. Puesto ya aquí quise leer de nuevo el letrero del sepulcro del Conde Wifredo III, aunque ya publicado tantas veces por nuestros historiadores.

SVB AC TRIBVNA ( JA )

CIT CORPVS CONDAM ( WIFRE )

DI COMITI FILIUS WIFREDI SIMILI MODO CONDAM COMITIS BO

NE MEMORIE DIMITTAT EI DNS AMEN. QVI OBIIT VI KL MADII SVB

ERA DCCCCLII ANNI DNI DCCCCXIIII (914)

ANNI XIIII REG KARVLO REGE POST ODONEM. A+Ω 

Hállase esta piedra fuera de la iglesia, al lado de su puerta colateral, bastante maltratada, y expuesta a que acaben con su letrero los muchachos. Por lo mismo oí con gusto la resolución que se va a tomar de entrarla en la iglesia, de orden del muy ilustre señor Don Fray Jaime de Llanza y de Valls, Pavordre del Llobregat y Prior de este colegio. Porque colegio es ahora este monasterio, y de toda la congregación Tarraconense, donde se envían de varios monasterios los catedráticos y colegiales, cuya educación literaria está en un pie respetable, como he oído a gente imparcial.

San Justo

A la iglesia parroquial de San Justo atribuyen sus feligreses toda la gloria y antigüedad propia de la primitiva Sede de Barcelona. En su área, dicen, estuvo el cementerio de los mártires, y la cripta o iglesia subterránea de los primitivos fieles, sobre la cual se edificó en tiempos más pacíficos la única iglesia Barcinonense, Sede de los Obispos en ambas épocas. Prueban esto con la deposición de testigos en un proceso actuado en esta curia eclesiástica a 12 de abril de 1346; y con no sé qué cavidades subterráneas que hallaron en 1723 al tiempo de abrir una sepultura para el clero. Apoyan lo mismo con la autoridad de Tomich (Cong. de Catal., cap. 29) y de Carbonell (fol. 48). Añaden que enviando no sé qué Obispo de Barcelona a Roma a no sé qué embajadores para que trajesen de allá reliquias, les respondió no sé qué Papa: Volved a vuestra patria, tomad tierra del pavimento de San Justo, exprimidla y saldrá sangre de mártires. Y lo bueno es que así se hizo y se llenó una redoma; pero no parece. Esta y otras antiguallas se predican frecuentemente en el púlpito de esta iglesia en obsequió de sus parroquianos. ¡Ojalá se dijeran igualmente en obsequio de la verdad! En las cartas anteriores se dijo ya que en el siglo VI había ya aquí iglesia Sedes S. Crucis, título que jamás tuvo esta parroquia. Pues a principios del siglo IX suena el clero del mismo título que acompañó a Ludovico Pío en 801 cuando entró triunfante en Barcelona. Y el Obispo Frodoino en 878 no llevó el cuerpo de Santa Eulalia a la iglesia de los Mártires, sino a la de Santa Cruz, como se ve por el documento adjunto (a: Ap. núm. X). Y la continuación de este santo depósito prueba evidentemente que aquella iglesia es la misma que la catedral actual, con la diferencia de la fábrica. Y si ya era entonces intitulada Sanctae Crucis, ¿por qué no sería ella misma la Sedes S. Crucis donde se tuvo el concilio en 599? ¿Y por qué no lo sería en los siglos primitivos? Para deshacer esta identidad de iglesia es menester algo más que estas hablillas y glorias buscadas con el amor a partidos, que condena la caridad. Muy diferente principio que esta pretendida antigüedad tienen algunos privilegios que goza esta parroquia. Uno es el uso de los estandartes idénticos con los de la catedral, esto es, cruz blanca en campo colorado. Otra singularidad de esta iglesia es el privilegio concedido al altar de San Félix sobre los testamentos sacramentales. Llámanse así los que se hacen por deposición de uno o dos testigos que oyeron al difunto intestato en cualquier época de su vida una u otra palabra suelta sobre la disposición de sus bienes. Jurando luego estos testigos sobre el altar de San Félix en esta iglesia, extiende el escribano esta disposición, como si él la recibiera. Hállase autorizada esta costumbre entre las antiguas de Barcelona (a: Vid. Constituciones de Cataluña, vol. 2, tit. Consuetuts de Barcelona, c. 48. ). En el día se está construyendo de nuevo el altar mayor. El que se ha quitado era de principios del siglo XVI, bendecido por el Obispo auxiliar Don Juan de Cardona a 27 de diciembre de 1522. En el provisional vi un buen cuadro del Salvador, que será, a lo que entiendo, de Viladomat. Venéranse en el altar de San Paciano las reliquias que dicen ser de este Santo: la piedad suple en esto lo que acaso fallará a la verdad. Entrando en la iglesia, a mano izquierda, sobre la pila de agua bendita se halla una inscripción sobre piedra mármol con letras mayúsculas, y a renglón seguido, que dice así: Hic requiescit Witiza filius Teoderedi. Dimittat ei Deus. Amen. Era DCCCCXXXVIII. ab Incarnatione Domini anni DCCCXC. anno II. regnante Karulo Rege die XIII. klds. aprelis sic obiit. Precisamente hay equivocación en el año de Cristo 890, en el cual no era Rey ningún Carlos. Lo era Carlos el Simple en el año 900, y es puntualmente el segundo de su reinado post Odonem; y como con él cuadra bien la era expresada 938, diremos que en ese año 900 murió el Witiza; y que el cantero añadió por error en los años de Cristo la nota numeral X.

En testamento de Bonfill, levita, año 1007 (Arch. de la catedral de Vique), entre otras mandas hizo la siguiente: "et ipsas XI. uncias de auro, quod debebat illi Sendredo frater suus concessit ad domum Sancti Justi: ipsas uncias V. propter Deum et remedium animae suae, et restauratione ipsius ecclesiae, et dimissit eas in potestate praedicto Mercutio usque peracta sit quoopertura eius. Et de ipsas sex uncias ... Latae conditiones V. idus aprilis anno XI. regnante Roberto Rege.”

Don Pedro II, en un privilegio concedido al monasterio de San Feliu de Guixols en 1203, dice: Ludovicus, filius Caroli M. anno 18. sui regni abstulit Sarracenis Barcinonam, et edificavit ibi sedem ad honorem S. crucis J. C. ex eo, quia crux ignea aparuit Patri suo, cum cepit civitatem Gerunde. 

Residió el Obispo y Capítulo durante las dos fábricas de la catedral en San Justo. Lo dice Diago y lo niega Campillo. El sello del Vicario perpetuo es las barras rojas en campo dorado con la corona real. Es iglesia unida al arcedianato mayor.

Santa María del Pi.

La iglesia de Santa María, llamada del Pi, suena ya en el siglo XI en una escritura de venta de ciertas casas sitas en el arrabal de Barcelona, en el castillo nuevo, cerca de dicha iglesia: la fecha es del año XI del Rey Felipe, que es hacia el año 1070 (a: Existe en el Archivo real de Barcelona, armario de Monblanc, Saco Jesús núm. 886.): era entonces como sufragánea de la del lugar de Sans, de la cual, andando el tiempo, vino a ser matriz. El nuevo templo es obra del siglo XV, el cual se consagró, como se ve en la memoria que de ello queda, en una piedra colocada entrando por la puerta colateral, que llaman del Ave María, que dice así: Dicmenge á XVII. de juny del any M.CCCCLIII. fou consegrada la present sglesia per lo Reverend Frare Lorens, Bisbe de Terranova, stans obrers los hon. en Gabriel Dalos, ciutada, Anthoni Çes Ylles, notari, Joan Soler, specier, é Jacme Perdigo, sabater de Barcelona, é Sacrista Mossen Bernat Ribera, Prevere.

En la sacristía conservan un buen cuadro de Viladomat, que representa y será verdadero retrato del Venerable Oriol, beneficiado de esta iglesia y beatificado en estos días. El pintor tiene aquí su entierro, y vi con gusto la inscripción que para memoria de tan ilustre artista colocó a su costa mi amigo el señor Don Nicolás Rodríguez Laso, inquisidor, y juez subdelegado de imprentas en el reino de Valencia. Ejemplo que, imitado por otros, excusaría a la posteridad mil cuidados en la biografía.

CONVENTO DEL CARMEN CALZADO.

En la biblioteca del Carmen Calzado no hallé cosa de que hablar.

CONVENTO DE LA MERCED.

El convenio de la Merced es nuevo. Del antiguo queda memoria en una piedra que hay sobre un cerco de comunicación del convento a la iglesia, que dice así: Aquest es lo primer monestir del orde de la Verge Maria de la Merce a X. de agost fundat ayn MCCXVIII. 

En el archivo hay pocos manuscritos, y sólo de cosas relativas a la historia de la orden. Existen también allí varios tomos en fol.° y en 4.°, que contienen las apreciables apuntaciones del erudito P. M. Fr. Manuel Ribera, con copias de varios documentos: todo lo cual trabajó en los años que estuvo encargado de la dirección y arreglo del archivo general de Aragón. Buen caudal para las familias principales de esta corona, y nada más.

Convento de San Francisco

El convento de PP. Observantes de San Francisco está pegado a la muralla de mar, situado en el mismo paraje donde primitivamente estuvo el hospital de San Nicolás, en el cual se hospedó el P. San Francisco pasando por esta ciudad. Ocupa aquel mismo terreno un claustrito pequeño, que fue el de la primitiva fundación, y en él está la celda de dicho Santo Patriarca con este letrero sobre la puerta: Cella fratris Francisci de Assisio, anno 1214. Tiene unos ocho pasos de latitud y doce de longitud. Esta es poco más o menos la área de la respetable habitación, la cual destruyó una borrasca del mar hacia el año 1500, y al cabo de un siglo la reedificó como hoy existe Don Fr. Adrián Maymó, Prior de San Juan en Cataluña, el cual se enterró en una capillita colateral, donde costeó un buen cuadro que representa a San Francisco como está en su sepulcro. Es grande el concurso a este claustro en el día principal de su fiesta. De este recinto pobre pasaron pronto los religiosos al nuevo convento que hoy tienen. La iglesia grande estaba ya construida a fines del siglo XIII cuando la consagró San Luis, Obispo de Tolosa, asistido de Don fray Bernardo Peregrí, Obispo de Barcelona e hijo de esta casa. Testigo de esto es una piedra que se halla en el claustro al lado de una puerta que manda a la iglesia, la cual dice así: Anno Domini M.CCXCVII. idibus julii haec ecclesia Fratrum Minorum in honorem Beati Nicholai constructa, fuit consecrata per Dominum fratrem Ludovicum, ordinis Fratrum Minorum, Episcopum Tholosanum, illustris Regis Caroli filium, presente Domino fratre Bernardo eiusdem ordinis, Episcopo Barchinonensi, simul consecrante altare Beati Francisci in eadem ecclesia collocatum. En el día ocupa el nicho principal del altar mayor una estatua colosal de la Concepción, y San Nicolás queda elevado al segundo cuerpo. En ella se enterraron varios Príncipes de Aragón, cuyas cenizas se conservan en urnas levantadas en el presbiterio con sus inscripciones modernas, en que no se tuvo gran cuenta con la cronología. Tampoco tiene mayor exactitud la nota del año en que murió Fr. Ponce Carbonell, cuyo cuerpo dicen que está en el testero del altar mayor; pues allí se nota que murió en 1297, siendo cierto que en 1333 firmó en un codicilo que hizo en la villa de Alforja, diócesi de Tarragona, su Arzobispo Don Juan de Aragón. En el mismo testero vi entero el cuerpo de Doña Leonor, Reina de Chipre, finada a 26 de diciembre de 1417. Las dos urnas que hay en el capítulo no son de Reyes, como me dijeron, sino una de Pedro Marques, Canciller de Don Alfonso III de Aragón, que murió en 1295, y la otra de Inés, mujer de Francisco Marques, muerta en 1316. En la sacristía vi algunas reliquias buenas: la más notable es una moneda de plata poco mayor que una peseta, con algunos caracteres que no pude conocer por impedirlo el cristal y adornos. Dicen que es una de las treinta que sirvieron a la traición de Judas.

El claustro es obra del siglo XIV, y de su bendición queda en una piedra la memoria siguiente: Anno Domini MCCCXLIX, pridie idus octobris, Reverendus Pater Frater Palazinus, Episcopus Sanctae Justae, istud primum claustrum quod est sub tecto primo quatuor parictibus, et capitulum et etiam transitum qui est de dicto claustro ad cimiterium, consecravit. Innumerables son los entierros que hay en él, y algunos son de las nobles familias de este principado. En él se hallan colocados y bien custodiados los cuadros de la vida de San Francisco, que pintó el Catalán Viladomat. Entre los cuales es muy digno de la atención de los artistas el que representa la música que le hizo un ángel: compiten en la perfección así la gracia y desembarazo de la aptitud de esta figura, como la inimitable del Santo, sentado sobre un escaño de madera y enajenado, dejando caer la mano siniestra con toda la verdad de la naturaleza. Todavía tengo por superior el que representa el Santo ya difunto y tendido en el suelo. Ojalá se continúe en el método que han adoptado estos sabios religiosos de tenerlos siempre cubiertos y sólo descubrirlos en las fiestas solemnes. En la biblioteca, que es pública, hay pocos manuscritos pero útiles para la bibliografía. Tal es la traducción catalana del Speculum Crucis, (N. E. ¿Será mirall o espill?) que escribió en italiano Fr. Domingo Cavalca, de mi orden, en Pisa, hecha por Fr. Pedro Busquets, monje de San Feliu de Guixols, a instancias de Doña María, mujer del Rey Don Alfonso V, el cual también había traducido el libro de Ira é paciencia del mismo Cavalca. El primer opúsculo trajo de Italia Fr. Bernardo Vilalta, monje de Monserrat. El Busquets había estado allá más de quince años. Todo esto consta del título del libro manuscrito en el siglo XV. No me dispensaré de copiar el de un volumen fol. vit. del siglo anterior, dice así: Sequitur prima rubrica libri sequentis. Et est sciendum quod Dominus Bonaventura fecit primum opus de Vita Christi, et durat circa duas manus papiri. Secundo quidam Carturiensis addidit multa; et sic fecit secundum opus de Vita Christi, et durat circa octo manus papiri. Tertio venit Ubertinus, et addidit quatuor manus; et sic sunt duodecim manus. Quarto venit quidam Coelestinus, ordinis Coelestinorum monasterii Parisiensis, qui meliora et flores totius operis; et composuit quartum librum, sive quartum opus quod sequitur. Et est optimum pro personis devotis et maxime pro illis qui volunt facere sermones. Et istud durat circa duas manus papiri. Et est opus noviter factum, prout patet in sequentibus.

Más larga descripción necesita un volumen fol. que contiene: 1. Alanus de Planctu naturae. 2. Liber Birriae (es una imitación del Amphitruo de Plauto). 3. De arbore in qua se suspendebant mulieres (son ejemplos morales de la vanidad de las mujeres). 4. Seneca de formula vitae. 
5. Philosophia magistri Philippi Elephantis cum versibus Nasonis ac proberviis moralibus commendatione dignis. 6. Regimen contra epidimiam editum a Magistro Sanccio de Riva aurea. (Ridaura). = Init. = Implorato in auxilium Virginis Filio, qui solus omnes sanat languores, intendo ad nutum Domini mei Luppii miseratione divina Archiepiscopi Cesaraugustani, cui Deus annuat sine labe, pro suae personae, communique omnium salute regimen ab epidimiali morbo praeservativum ac curativum, prout mea subpetierit facultas ingenii, in scriptis redigere. Primo quid sit epidimia circumscribere. Secundo causas epidimiarum reddere. Tertio signa epidimiarum subjungere. Quarto remedia salubria applicare. = 7. Preservatio contra pestilentiam data per magistrum Juhannem de Tornamira, magistrum in medicina de Montepessulano, anno a Nativitate Domini MCCC. septuagesimo. = 8. Regimen contra epidimiam datum per magis. Joannem Jacobi magistrum in medicina Montispessulani, anno a Nativ. Dni. M.CCC. septuagesimo, 1370 secundum numerum alguarismi. Este volumen curioso compró Pedro Miguel Carbonell, archivero real, de Pedro Visars, por precio de 18 sueldos a 16 de febrero de 1473, y lo dio a la biblioteca del convento de Jesús, orden de San Francisco, extramuros de esta ciudad, die lunae post festum Paschae XXVII. martii anno salutis M.CCC. (falta una C) octogesimo sexto, Fernando II feliciter regnante (Fernando II de Aragón, el Católico, 1486). Todo esto notó de su mano el mismo Carbonell al fin del libro.

Otro vol. hay fol. men. vit. con adornos en el frontis e iniciales, del cual da razón el prólogo, de quien son las siguientes palabras:

Prolech primer sobre la incepcio de la exposicio de la postilla de Papa Ignocent tercer sobre los VII. psalms penitencials segons la translacio Romana. = Atestant lo savi tresaur encorporat o amagat dins la faç de la terra, fa poch, o no gens de profit, entro que es pervengunt (pervengut) a noticia daquells quil cerquen... per tal que subsidi los sia donat a encendre lo foch de lur devocio, e encara los altres no molt escalfats, qui lo present tractat legiran, sien provocats per devocio a fer oracio e a les altres bones obres, induhit per lo Reverent Senyor Frare Berenguer March, per la gracia de Deu Maestre de la casa de la cavalleria de Sancta Maria de Muntesa del orde de Calatrava... per ço yo Frare Johan Romeu, del orde dels frares Preycadors jatsia reput mi insuficient, etc. 

El Maestre de Montesa Berenguer March lo fue desde el 1382 hasta el 1408, y este es el tiempo en que se hizo esta versión, cuyo autor podría conjeturarse que fuese Valenciano, puesto que la orden de Montesa sólo residía en el reino de Valencia.

Nada más tengo que añadir de esta respetable casa, sino que la habitaron los Claustrales hasta los tiempos de San Pío V, en que fueron arrojados de su posesión un día del Corpus mientras hacían la procesión. 

Vinieron a vivir en él los PP. Observantes del convento de Jesús, extramuros de esta ciudad, fundado en 1428, en que puso la primera piedra el Rey Don Alfonso V.

San Agustín.

El convento de San Agustín fue uno de los que más experimentaron el rigor de la guerra de sucesión: con lo cual y con la necesidad de trasladarse de su antiguo sitio de la Esplanada en 1727, perdió gran parte de sus antigüedades apreciables. La nueva fábrica es grandiosa y pasarán muchos años para que se concluya. Es lástima que no se procurase en su iglesia el buen gusto con que se principiaron los claustros. La biblioteca es espaciosa y limpia, y digna de que resida en ella un bibliotecario que ordene manuscritos y misceláneas modernas. Allí vi una Biblia en vit. del siglo XIII, escrita con esmero y con grande igualdad de tinta y de pluma, y una Suma moral de San Raimundo del siglo XIV. Item los Comentarios manuscritos de los IV libros de las sentencias, dictados por el docto Valenciano Blas Navarro del siglo XVI. También se guarda allí la Apología pro SS. PP. et DD. Eclesiae adversus Barbeyrach et alios, obra de Don Fray Agustín Eura, Obispo de Orense, natural de Barcelona, de quien habla el padre Flórez en el catálogo de Obispos de aquella iglesia. Son cinco vol. 4.°, obra erudita pero escolástica, como cosa de los principios del siglo XVIII. Pudiera ser digna de la luz pública, si alguno de los doctos religiosos de aquel convento se tomara el trabajo de refundirla.

La celda del padre maestro exprovincial Fr. Juan Izquierdo honra por sí sola el convento, y lo honrará siempre si los religiosos saben resistirse a las instancias de los golosos literatos. Primeramente en su biblioteca descuellan buenos manuscritos. Tal es un códice que contiene los Usages de Barcelona, y varios concilios Gerundenses y Tarraconenses. Estos últimos he copiado todos, merced a la franqueza de su dueño. El códice es del siglo XV. Item un códice vit. fol. que comprende el tratado lemosín de la batalla de Scipio, obra de Fr. Antonio Canals de mi orden, el mismo de que ya diré en la biblioteca de los PP. Descalzos. Del mismo autor el tratado de Seneca é Providencia, dirigido al molt é noble Mossen Ramon Boil, Gobernador general del regne de Valencia. Consta de nueve capítulos. = Traducción lemosina de aquella carta atribuida a San Bernardo en la biblioteca de los Descalzos. = Una carta con este título: La letra deval scrita feu lo Marques de Villena e Compte de Ribagorza, qui apres fo intitulat Duch de Gandia, per Donna Johanna, filia sua, quant la maridá ab Don Johan, fill del Compte de Cardona per la qual li scribi castich é bons nodrimens, dient axi: Cara filla, etc.

Del cronista de Cataluña Diego Monfar y Sors posee la Historia de Don Jaime de Aragón, Conde de Urgel, manuscrita en 1631, y la de los Condes de Urgel. Item la Historia de los Condes de Ampurias y Perelada por Don Joseph Taberner y de Ardena, canónigo de Barcelona y Obispo de Gerona, muerto en 1726. Este escritor es el que envió al P. Martene copias de varios documentos Españoles, como dice en su prólogo a la Amplissima collectio. Vi también allí mismo vertidos en lemosín y del siglo XV los dos tratados de Albertano de Brescia De doctrina dicendi et tacendi, y el Liber consolationis et consilii. El primero se dice allí escrito en 1215, y el segundo por equivocación en M.CCC.XLVI. pues debe ser en 1240. De estos opúsculos se volverá a hablar en los de los PP. Carmelitas. Sobre esto están las Constituciones de la iglesia de Barcelona en un códice de fines de siglo XV, las que copié y envié ya. Item varios tomos de borrador y apuntaciones que hizo en Roma Don N. Bastero, autor de la Crusca Provenzale, extractando los códices de poetas Provenzales del Vaticano. Había pensado valerme de este trabajo para publicar un catálogo alfabético de los poetas Provenzales Españoles. 

No sé si me resolveré a ello todavía. Es obra larga y el tiempo corto. 

A más de esto posee dicho padre un buen monetario, y ordenado con tanta inteligencia como curiosidad. Es considerable la copia de medallas de familias Romanas y del tiempo medio en los condados de este país. 

A esto acompaña una biblioteca toda de numismática y algunas preciosidades de historia natural. Adornan la celda algunos buenos cuadros. En el oratorio tiene un retrato de San Luis Bertrán, que me pareció de lo mejor del Valenciano Espinosa, y un Calvario a la manera de Rubens, y un cuadrito extranjero de autor desconocido para mí, que representa la entrega de la túnica ensangrentada de Josef a su padre Jacob. Sobre esto acaba él mismo de colocar en el De profundis cinco cuadros del excelente Viladomat, y son: Nacimiento, Circuncisión y Adoración de los Magos, disputa en el templo y el pasaje del Centurión, todo comparable con lo mejor de nuestra nación. Por lo que he visto de este profesor, me parece otro Ribalta, así en lo piadoso de los asuntos, como en la propiedad de los caracteres. No he tenido el consuelo que esperaba, de hallar algunas memorias literarias del célebre Agustiniano fray Pedro Malón de Chayde, que estuvo de Prior y murió también en este convento. Todo pereció con motivo de la traslación.
A Dios. 
Barcelona, etc. 

miércoles, 24 de agosto de 2022

Carta LXXX. Catálogo de los obispos de Urgel: inexactitudes del impreso en las sinodales.

Carta LXXX. 

Catálogo de los obispos de Urgel: inexactitudes del impreso en las sinodales. Los santos Ctesifon y Urbicio no fueron los primeros obispos de esta iglesia, ni consta ninguno de los que la gobernaron en los siglos III, IV y V. El primero conocido es S. Justo: noticias sobre su culto y escritos, entre ellos el sermón inédito de S. Vicente M. De los otros prelados hasta fines del siglo VIII. Dudas sobre algunas cosas que se cuentan del famoso obispo Félix: proyecto de una apología sobre su carácter, santidad, y sincera retractación de sus errores. 

Mi querido hermano: En los correos anteriores procuré darte una idea general de la santa iglesia de Urgel, tocante a su constitución interior, usos, fábrica y otras cosas, cuanto bastaba para descubrir como de un golpe el terreno, y dar a conocer este campo fértil de nuestra historia eclesiástica. Obra más larga es y trabajosa el irlo recorriendo paso a paso, examinando uno tras otro los hechos de sus prelados. Pero hay entre ellos algunos tan ilustres y señalados en letras y virtud, que estoy cierto que no te ha de pesar el tiempo que gastares en leer, como yo doy por bien empleado el que me ocupó en examinar los monumentos que nos dejaron, y en escribir lo que de ellos resulta. Aun de los que no pueden igualarles en la importancia de su nombradía, desea la historia, saber la existencia y cronología exacta para la mejor y más fundada averiguación de los hechos civiles, puesto que en los congresos y en los diplomas reales era costumbre que se hallasen y asistiesen los obispos. Y si quisieren aprovecharse, no será poca la utilidad que sacarán los vecinos de la Galia Narbonense, cuya historia eclesiástica no puede llegar a su perfección sin el puntual conocimiento de los obispos de la que llamaban Marca Hispánica. La perspectiva de estas utilidades, y más que todo el placer de hallar la verdad en sus mismas fuentes, me han sostenido para que no desmayase en esta empresa, ardua sobre manera, por no haberme precedido ninguno en semejante trabajo, y por haber tenido que sacrificar mucho tiempo a la fastidiosa ocupación de registrar centenares de pergaminos que sólo eran útiles para fijar la existencia de los obispos. Cosa que quien haya probado, ese solo sabrá apreciar en lo que vale. Mas esta es mi obligación, y Dios quiera que haya cumplido bien con ella. He dicho que nadie me ha precedido en este trabajo; porque nada me ha aliviado en él el catálogo de obispos de esta iglesia desde los tiempos apostólicos, que en 1747 se imprimió al principio de las sinodales del ilustrísimo Señor Don Fr. Sebastián de Victoria y Emparan (o Emparán). Antes, si he de decir lo que siento, ha duplicado mi fatiga por las increíbles equivocaciones, anacronismos e inexactitudes de que está lleno. Frecuentemente omite nombres de obispos, sin dejarles hueco entre el antecesor y sucesor, los adelanta y los atrasa, y también hace de uno dos y de dos uno. Dejo a parte que guiado por los falsos cronicones, y dejándose arrastrar de un amor desmedido a su iglesia, pone por su primer obispo y fundador a S. Ctesifon, uno de los siete varones apostólicos, por la semejanza de Vergi, ciudad donde fijó su silla aquel santo obispo, con Urgellum y Orgellum. Lo cual ya no hay quien lo tenga por verosímil, mucho menos por cierto. En igual grado está el segundo obispo que señala en el año 52 de Cristo, es a saber, S. Urbicio M., bastándole para ello la autoridad de Marcillo (Crisis de Catal.) y la de Argaiz en sus anales. Tengo para mí que así como la semejanza de Vergi fue ocasión de poner al primer obispo, así para el segundo lo fue el hallar un S. Urbicio que padeció martirio en Serrateix, lugar que antes era de esta diócesi. Mas ya en lo de aquel monasterio se dijo, que este santo mártir pertenece al siglo VIII (a: V. tomo VIII de este viaje, pág. 125 sig.). No me admiro que el amor de la patria incline el ánimo del que escribe a desear, como digamos, que fuesen ciertas las glorias que de ella se cuentan; mas que se diga afirmativamente lo que el que escribe sabe que está lleno de dudas, esto no lo sé entender; como si la verdad histórica por ser de esta clase dejara de ser verdad, y de merecer todo el respeto que a ella se debe, o como si por tratarse de cosas piadosas fuese menor pecado dar entrada a la mentira, que ninguna ley tolera ni aun en las civiles. Digo pues que dejo esos arcanos históricos para los escritores que con mayor comodidad y copia de libros puedan demostrar esas fábulas, en que no es menester que se fatiguen mucho. Yo como viajero diré sólo de lo que pueda apoyarse en algún documento existente. Por tal cuento el precioso códice de cánones, que se guarda en esta iglesia, del cual diré otro día, y en donde están las subscripciones de los obispos que asistieron a los concilios. 

Así que empezaré mi catálogo de obispos Urgelenses desde donde empieza esta noticia, no contando en su serie a los que no consten en este códice ni en el Gerundense, cuyos apuntes tengo a la vista. No será inútil para el mismo objeto la copia (a: Apend. n. 1) de un breve catálogo de estos prelados, que hallé en uno de los cartorales del monasterio de Gerri. Llega hasta la mitad del siglo XII, que es cuando se escribió, como lo indica la letra. Defectos tiene, y no pocos; mas también tiene aciertos, que han contribuido a hallar la verdad. Y si por defectos las hubiéramos, inéditos deberían quedar todos los cronicones antiguos, sin exceptuar uno solo. La historia necesita que se divulguen sus pruebas cualesquiera que ellas sean. Baste de esto, y vamos a nuestra labor. Sólo advierto que aunque comenzaré desde el siglo VI, no por eso se infiera que no hubo prelados anteriores que gobernasen esta iglesia; antes tengo por verosímil que los hubo desde el primero o segundo siglo de la cristiandad, la cual consta que plantó aquí S. Saturnino O. de Tolosa, de quien decía un códice de Ripoll en el siglo XI: qui primus post apostolos nostrarum partium ignorantiae tenebras evangelicâ praedicatione detersit (a: V. tom. VIII de este viaje, pág. 26). Y siendo cierto que S. Fructuoso era metropolitano de Tarragona a mitad del siglo III, no sería extraño que hubiese otros obispos en la provincia, y que uno de ellos fuese el de Urgel. Mas con todo eso, no constando quienes eran, mejor es pasar todo ese espacio de tiempo en silencio, viniendo a lo cierto e indubitable. Por la misma razón dejo de hablar de los que el catálogo de Gerri pone inmediatos a San Justo; no porque yo niegue que lo fuesen Egigano por espacio de XXII años, y Gudila VIIII; sino que veo que no guarda el orden cierto, colocando a Maurelio antes de S. Justo, y así hay otras dudas que me obligan a desentenderme de ese examen que a ti y a mí sería fastidioso, y a contentarme con mi códice de cánones: en el cual el primero que hallo cierto e indudable es 

S. JUSTO. 

Desde antes de 527 hasta después de 546. 

Era hermano de Justiniano, obispo de Valencia, Nebridio o Nifridio de Egara (hoy Terrasa) y Elpidio, obispo de silla no conocida. Gobernaba esta iglesia en el año 527 en que aprobó los cánones del concilio Toledano II, aunque llegó después de estar ya determinados. Dícelo él mismo en la suscripción, que es como sigue en el códice Urgelense: In Christi nomine Iustus, ecclesiae catholicae Urgellitanae episcopus, hanc constitutionem consacerdotum meorum in Toletana urbe habitam, cum post aliquantum temporis advenissem, salvâ auctoritate priscorum kanonum, relegi, probavi, et subscripsi. Con las mismas palabras subscribió su hermano el obispo Nifridio; y esto prueba que ambos fueron juntos al concilio, y que algún incidente les estorbó llegar al tiempo de su celebración, aunque todavía debieron hallar reunido aquel congreso. Mas según la fundada sospecha de Nicolás Antonio, tengo para mí que como obispos de otra provincia no fueron llamados a aquel concilio, que sólo fue provincial; sino que el hallarse en Toledo nació de otras causas que les debieron obligar a ir a aquella corte. Y sin embargo firmaron aprobando sus cánones; porque esta era la costumbre y atención que se guardaba con todos los obispos extraños que por cualquier motivo se hallaban en la corte, como se usó también con Marracino, desterrado de su silla y confinado en aquella ciudad. Ferreras y Flórez sospechan que acaso nuestros dos obispos fueron allá con motivo de lo que se tratase contra este Marracino; lo cual si así fuese, debíamos tenerle también por obispo de la provincia Tarraconense. El hallarse sus firmas en último lugar, no prueba que fuesen más modernos que los otros obispos en la dignidad. También se halló S. Justo en el concilio de Lérida de 546 (a: Otros fijan este concilio en el año 524. Yo sigo por ahora la cuenta del cód. Gerundense, que lo supone celebrado en la Era 584, año 546), al cual subscribió en segundo lugar sin indicar su sede, como tampoco la expresan los otros obispos confirmantes; mas no hay dificultad en creer que sea nuestro obispo Urgelense, el mismo que subscribía en Toledo 19 años antes. Y más constando con evidencia que no comenzó a ser obispo hasta después del año 517, puesto que Nifridio, que siempre firma antes que el nuestro, sólo suena obispo desde ese año en el concilio de Gerona, y en el de Tarragona del año anterior subscribe sólo como presbítero y ministro de la iglesia de Egara. De donde es llano inferir que Justo, menor en la ordenación que Nifridio, no fue obispo hasta después del año 517, y que lo fue hasta pasado el 546. De las virtudes y culto de este santo obispo hallará noticia el que la quisiere en los Bollandos y en Domenech (SS. de Cataluña). Acá se celebra su fiesta a 28 de Mayo, con el oficio todo del común, sin haber en ningún códice memoria de haberlo jamás tenido propio. Más digno es todavía de notarse que habiendo memoria cierta de que en el siglo XI eran aquí veneradas sus reliquias, y empleadas como dije otro día (a: V. el tom. IX, pág. 193 y 195) en la consagración de los altares, y aun de haberse erigido algunos en honor suyo en las iglesias de la diócesi, según se verá en este catálogo cuando lleguemos al año 1079; sin embargo no hay mención de su fiesta en 1161, al tiempo que se señalaron las principales del año para fijar las obligaciones de los prepósitos en ellas (b: V. ibid. pág. 294). Sin duda se reputaba por fiesta poco principal, o acaso no la había, como ciertamente lo podemos asegurar de los siglos XIV y XV, puesto que no se halla memoria de ella en esos siglos ni en los misales ni en los breviarios propios de esta iglesia, como tampoco en una consueta entera y muy bien digerida del siglo XV. El mismo silencio se observa en cuantas letanías he visto desde el siglo XIII hasta el XV, siendo así que jamás se omite en esos códices la memoria de los Santos Ermengol y Odón, que son tan posteriores; aunque acaso esa misma pudo ser la razón de ser venerados los unos y no el otro, hasta que la impresión de los concilios y de las obras antiguas recordó el mérito de este insigne doctor de la iglesia goda. El cual no es menos célebre por su literatura, como puede verse en la bibliot. vet. de Nic. Antonio, donde se halla que escribió un comentario sobre los Cantares de Salomón, y además una carta a Sergio, obispo de Tarragona (ad Sirgam papam) enviándole dicho libro, y otra al diácono Justo, que fue el que le movió a que lo escribiese. Estas obras se imprimieron varias veces, y las hallarás en la bibliot. vet. PP., y las dos cartas en los concilios del cardenal Aguirre, y yo las he hallado también MSS. en algunos archivos en códices de poca antigüedad. Y esto es lo único que se sabe de sus escritos. De los cuales S. Isidoro en el tratado de viris illustr. dice solamente: Iustus, Urgellitanae ecclesiae episcopus Hispaniarum, et frater praedicti Iustiniani, edidit libellum expositionis in Cantica Canticorum, totum valde breviter, ac aperte, per allegoriarum sensum. Mas yo puedo presentar a los eruditos otra obrilla de este doctor, inédita hasta ahora que yo sepa, y es un sermón predicado por él en la solemnidad de S. Vicente M.; el cual he hallado en dos códices de estos archivos. El primero es un breviario de la iglesia de Cardona, que hoy está en el monasterio de Bellpuig de las Avellanas, adonde se lo llevó y depositó el P. D. Jaime Pascual, individuo de aquel monasterio. Está escrito a principios del siglo XIII o a fines del anterior. Hállase en él el oficio propio de S. Vicente M. tal cual lo tiene hoy mi orden de Predicadores; sino que las seis primeras lecciones tienen este título: Passio Sancti Vincentii archidiaconi, et martyris Christi, edita a dompno Prudentio: Princ. Quoniam nobilem beati Vincentii triumphum &c. La lección VII es del evangelio: la VIII y IX son del sermón sobredicho, con este título: Sermo sancti Iusti Urgellen. episcopi. Grande fue el gozo que tuve con este hallazgo, y con el de algunos fragmentos del mismo escrito que hallé en algunas hojas sueltas de otro breviario, donde igualmente se atribuye al mismo padre, porque eso solo era ya una prueba de ser obra de este doctor, cuyo lenguaje además en nada desdecía del que usaron los PP. de nuestra iglesia goda. En este estado llegué a la iglesia de Roda en Aragón, donde entre otras cosas preciosas, de que hablaré algún día dándolo Dios, conservan un códice santoral o leccionario fol. vit. MS. en carácter gótico cursivo, lo más tarde a principios del siglo XI, que sólo contiene sermones en las fiestas de nuestra Señora, actas de los mártires primitivos, y de solos tres confesores, es a saber, S. Bricio, S. Martín y S. Nicolás. En este libro pues, entre varios sermones para la fiesta de S. Vicente, titular de la iglesia, se halla entero y mucho más completo que en aquel breviario el sobredicho sermón con este epígrafe: Sermo sancti Iusti, Urgellensis episcopi, in natale sancti Vincentii martyris. La copia adjunta dirá lo que ello es (a: Apend. n. II), en la cual, por no alargar ahora mi narración y distraerme mucho de mi objeto, he puesto varias notas sobre algunos pasajes de esta obrilla, tocantes a la verdadera patria de tan insigne mártir, al lugar donde se predicó este sermón, y otras cosas curiosas. Desembarazado de esto, prosigo mi catálogo de obispos, en el cual hallo que el impreso cuenta por sucesores de S. Justo a Egigano y a Marcelo, sin citar autor ni documento por donde conste su existencia y el lugar que les da: y del primero afirma que fue obispo desde el año 540 hasta 575 en que murió: y el segundo desde el año siguiente hasta cerca del 590. Mucho acotar es esto en quien confiesa que no queda monumento alguno de tales prelados. El MS. de Gerri los antepone a S. Justo: y de un Marcelo hay memoria en el concilio Valentino de 546, en el cual firmó por él su vicario el arcediano Salustio: y en el Toledano I subscribe un obispo de ese nombre; mas en ninguno de los dos lugares se expresa su silla. 

Y así déjolo, porque es andar a tientas. 

SIMPLICIO.

existente desde 589 hasta 599. 

Subscribió este prelado en el famoso concilio Toledano III del año 589 entre los obispos católicos, núm. 27, como leo en Flórez y en los códices de Urgel y Gerona. También se halló en el concilio II de Zaragoza de 592 y en el de Barcelona de 599. 

El impreso que, como si lo estuviera viendo, nota la muerte de este prelado en el año 604, dice que en el siguiente le sucedió Gabila, el cual murió en 624, y que luego entró Leuderico, que habiendo asistido al concilio Toledano de 634, murió hacia el 650. Cierto es envidiable la satisfacción del que ordenó este catálogo, que así va distribuyendo el tiempo y acomodándolo como le place, de modo que venga bien a aquellos prelados, de quienes si se atreve a citar algún documento, es por desgracia equivocado. Del llamado Gabila ninguno alega; y acaso será el Gudila que el catálogo de Gerri puso mucho antes de S. Justo. Pues el haber asistido Leuderico al concilio Toledano de 634, no sé de donde lo pudo sacar, porque en el cardenal Aguirre, a quien suele citar alguna vez y que pone ese concilio IV no en 634 sino en 633, no se halla tal Leuderico obispo de Urgel, sino

RANARIO 

en 633. 

Así se escribe también en el códice de esta iglesia sin variedad alguna, ni aun en el lugar de su firma, que es el 34. Lo mismo está en el códice Gerundense, con sola la diferencia de escribir Orgelletanus, y el de aquí Urgellitanus. Con esto se hace más notable la omisión del impreso, que no contó este prelado entre los de Urgel. 

MAURELLO 

año 653 y 655 

Así le llaman nuestros códices, no Marcello, como el impreso, el cual omite su asistencia al concilio VIII Toledano. En los concilios V, VI y VII no se halla noticia de obispo de Urgel, ni de vicario que asistiese en su nombre. Mas en el VIII, celebrado en el año 653, asistió Maurello firmando según nuestros códices en el núm. 41, aunque en otros varía este lugar. Dos años después se celebró el concilio IX, y en él subscribió el mismo obispo en el núm. 10. ¿Quién hará caso de que el impreso diga que murió hacia el año 670? Aunque si esto fuese así, no habiendo por otra parte memoria del sucesor Leuberico hasta el año 683, parece quedar hueco suficiente para colocar al obispo Jacinto, el cual siguió las banderas del tirano Paulo contra el rey Wamba, y defendiendo el castillo de Livia en la Cerdaña fue hecho prisionero por las tropas de aquel rey juntamente con Araugisclo. Digo que vendría bien colocar aquí a este obispo, porque cabalmente aquel rey lo fue desde el 672 hasta el 680. Mas el daño está en que no tenemos una certidumbre de que fuese obispo de Urgel; porque aunque Pedro de Marca (M. Hisp. col. 62) es de este parecer, ¿quién asegurará que no lo fuese de otra silla de la parte de Narbona donde Paulo mandaba? Porque la historia de la expedición de dicho rey, escrita por nuestro Juliano Toledano, único documento donde se menciona Jacinto, bien le llama obispo, mas no dice de qué silla. Y el estar Livia en la diócesi de Urgel, no es una prueba que fuese su obispo el preso en aquel castillo, así como tampoco eran de este territorio e iglesia los que lo conquistaron. Ya se sabe lo que es una expedición militar. Así que mientras otra cosa no conste, seguiré contando por obispos de esta iglesia a los que ciertamente consta que lo fueron. Tal es 

LEUBERICO o Leoberico

desde 683 hasta 693. 

El impreso dice que se halló en el concilio de Toledo del año 674 (debió decir 675); mas ni en este que fue el XI, ni en el XII, hay mención de ningún obispo Urgelense. En el XIII del año 683 suena ya Leuberico, que envió a aquel congreso al presbítero Florentino, el cual subscribió entre los vicarios. Lo mismo hizo en el concilio XV del año 688. Mas en el XVI del año 693 asistió personalmente firmando en el lugar 49; y esta es la última memoria que hay de este prelado. Después del cual el sobredicho catálogo pone la serie no interrumpida de los obispos del siglo VIII de esta manera:

Principio. Muerte. 

Urbicio 700 martirizado. 704.

Marcelo 705. 721.

Justo 722. 733.

Leuderico 735. 754.

Esteban 755. 765.

Dotila 773.

Verdaderamente es para alabar la puntualidad y certidumbre con que se señalan las épocas de estos seis obispos, en medio de la escasez de documentos que confiesa el mismo autor del catálogo. No por eso negaré que lo fuesen, o que lo fuesen otros. Porque aunque a principios de ese siglo VIII se verificó la entrada de los árabes en España (711), que a manera de un torrente la inundó hasta los Pirineos; mas en estas asperezas pudieron sostenerse poco tiempo aquellos bárbaros, donde además sabemos que en 736 mandaba a los cristianos el príncipe Chintila. Así tengo para mí que no se interrumpió la serie de los obispos de Urgel, aunque muchas veces tendrían que andar prófugos y desterrados de su silla. Y si hubo alguna interrupción, debió ser muy breve, merced a las armas de Pipino y Carlo Magno, que pronto comenzaron a arredrar a aquellos conquistadores. Así hallamos que hacia el año 783 florecía ya aquí en crédito de literatura, y en la singularidad de opiniones, el famoso Félix; de cuya vida, porque no falte aquí su noticia, haré un compendio breve, según lo que de él dicen comúnmente los historiadores, dejando para tiempo más desocupado, si Dios me lo concede, hablar de él como dogmatizante, cosa en que acaso no saldrá tan feo y criminal como se supone. 

FÉLIX

desde por los años 783 hasta 799.

Era grande amigo, y algunos dicen maestro, de Elipando, metropolitano de Toledo; lo cual, como observa muy bien el M. Flórez (Esp. sag. tom. V. pág. 352), no puede entenderse de discipulado de escuela, sino de haber aprendido de él los errores que a uno y a otro hicieron tan famosos. Algunos creen que fue francés: Eginardo le supone español; lo cual no quita que fuese educado en Francia, no estando entonces España para educar jóvenes. Esta es la condición de los hombres, que nadie quiere consigo al que tiene alguna tacha. Como quiera que esto sea, lo cierto es que mucho antes del año 785 era ya Félix obispo de Urgel; porque ya en ese año comenzó a escribirse contra los errores que corrían en su nombre, como luego diré. Fue así que Elipando, arzobispo de Toledo, consultó a Félix sobre lo que debía creerse de Jesucristo como hombre: a lo cual nuestro obispo respondió que Jesucristo en cuanto a la humanidad sólo era hijo adoptivo y nominal de Dios; cuyo error propagaron ambos, Elipando en las Asturias y Galicia, y Félix en las provincias limítrofes de los Pirineos. Comúnmente se dice que Félix fue el autor de esta herejía, que de su nombre se usó llamarla Feliciana. Será esto verdad porque se esmerase más en propagarla, o porque el crédito de su sabiduría la hiciese más célebre; mas no porque fuese el primero que diese en ese desvarío; el cual tuvo su origen en Córdoba, donde ya tenían escuelas florecientes los árabes, y con ellos estaban mezclados muchos doctores cristianos. Y esa nueva doctrina de la Bética fue la ocasión de que Elipando consultase a Félix, y de que este dogmatizase sobre ello. Digo que esto debió suceder por los años 782, puesto que ya tres años después, entre otros españoles que se opusieron al error, hallamos que Beato, abad de Liébana, y Eterio, obispo de Osma, refugiado en Asturias, escribieron dos libros contra Elipando y Félix. Al mismo tiempo el papa Adriano I escribía a los obispos de España precaviéndoles contra el nuevo error. Mas los que lo defendían se obstinaban en él, respondiendo a los dos que le impugnaban con escritos, llamando a Eterio mozo y engañado, y dando a Beato el apodo de antifrasio, que significa lo contrario de su nombre, esto es, no Beato. La fama del nuevo dogma llamó la atención de los obispos extranjeros, los cuales lo condenaron en varios concilios. 

El primero que en esto se cuenta es el de Narbona del año 791, o de 788, como se lee en la Marca Hisp. (col. 343), en el cual se hallaron los obispos de Arles (Arlés), Aix, Embrun, Viena, Bourges, Auch y Bourdeaux (Burdeos), y en que añaden que el mismo Félix subscribió a la condenación de su error. Otra condenación se supone hecha en el mismo año 791 en un concilio de Frioul, congregado por S, Paulino, obispo de Aquileya. Félix debió reincidir en su error, puesto que en el año siguiente fue citado a la presencia de Carlo Magno y al concilio de Ratisbona, donde fue condenada de nuevo por él mismo su doctrina; y llevado desde allí a Roma la abjuró otra vez delante del papa, con lo cual se le permitió volver al gobierno de la iglesia de Urgel. Mas o sea que él recayó, o como yo creo que Elipando, que llevaba mal estas condenaciones parciales, escribió a Carlo Magno para que esto se tratase en un concilio pleno, lo cierto es que en el año 794, estando aquel rey en Francfort (Frankfurt), congregó allí un concilio de 300 obispos, que establecieron varios cánones, en el 1.° de los cuales fue condenada la herejía de los nuestros. Algo hay que decir sobre aquel congreso, que en el canon 2.° condenó también el dogma católico de la adoración de las imágenes, por no haber sabido leer o entender el canon del concilio Niceno. Mas esto ni es de este lugar, ni quita que fuese bien condenado el error de los adoptivos. Y no sólo los concilios, sino muchos sabios extranjeros escribieron contra nuestro obispo Félix; entre los cuales se distinguió Alcuino, al cual el nuestro respondió con acrimonia y con muestras de ánimo poco dispuesto a ceder en su empresa. A pesar de todo dicen que de nuevo se retractó en un concilio de Aquisgrán (Aachen) del año 797, y que recayendo otra vez, hubo necesidad de juntar un nuevo concilio en esta iglesia de Urgel en 799, al cual asistieron los obispos Laidrado de Lyon, y Nefridio de Narbona, y el abad Benedicto, con otros obispos y abades de la Gocia (Gotia). Esto dice la Marca Hisp. (col. 268 y 345), y pretende probar la existencia de este concilio por dos razones: 

1.a porque según los cánones africanos el error debía condenarse donde había nacido: 2.a porque Félix en la fórmula de confesión que hizo después, dice que según lo que le había prometido en Urgel el obispo Laidrado, vino libremente a la presencia del rey (de los Francos, franceses, Francorum y Franchorum regis; por supuesto, también de los catalanes, se llamasen o no así; y rey de parte de los alemanes), y fue allí oído sin que se le hiciese molestia ni vejación alguna. De 

donde infiere aquel escritor que en 799 estuvo en Urgel el obispo de Lyon Laidrado, lo cual no podía ser sino con ocasión del concilio. Dejando en su probabilidad la primera de estas dos razones, la segunda hace poca fuerza; porque como luego verás el Laidrado que en ese tiempo se hallaba en Urgel, era obispo de esta iglesia, y no de la de Lyon. Así que yo dudo mucho de la verdad del concilio tenido aquí, y más en ese año, en que todos los historiadores convienen que fue por última vez condenado en el concilio Romano, y depuesto enteramente de su silla en una solemne asamblea que se tuvo en Aquisgrán, y desterrado a Lyon. No sé si pudieron caber todas estas cosas en solo el año 799.

Como quiera que sucediesen, Félix acabó sus días en el destierro, privado enteramente de su silla. Algunos escritores dicen que murió en el año 800, otros en el de 804 y otros en el de 818. También varían sobre la ortodoxia final de este obispo. El primero en acriminarle fue Agobardo, obispo de Lyon, el cual al principio de un opúsculo que escribió contra los errores de Félix, afirma que halló entre sus papeles una nota o esquela en que renovó su opinión ya condenada; de donde concluye que murió en el error. Mas en cosa tan grave era necesario que aquel escritor probase que dicha cédula era posterior a su deposición y retractación. Así es que no haciéndolo, a pesar de su dicho, la mayor parte se inclinan a creer que murió en la verdadera fe de la iglesia católica. En la colección del cardenal Aguirre hallarás la confesión de su fe, que es una epístola dirigida a varios clérigos de Urgel, exhortándoles a la verdadera fe de Jesucristo, y detestación del error que abrazaron con él. Dentro de poco verás otras pruebas de la existencia de esos mismos clérigos, y de las penitencias que en razón de eso se les impusieron. Esta profesión de fe la escribió desde su destierro, cuando enteramente depuesto de su silla no tenía ya esperanza de volver a ella con el engaño de una confesión fingida. Y así es de creer que la hiciese con sinceridad, y que en ella perseverase. Otra prueba de su final conversión debe ser el carácter de Félix, a quien todos, incluso Alcuino que fue su antagonista, y el obispo Agobardo que tanto se ensangrentó (ensañó) contra él después de muerto, todos, digo, suponen ser hombre de muy santa vida, y de un celo esmerado por la pureza de la fe, cuyo ardor y no otra cosa le hiciese caer en el error. Así todos celebran lo que trabajó en defender la religión cristiana contra los mahometanos, particularmente Alcuino, el cual en su carta XV hace mención de una disputa de Félix contra un sarraceno, la cual dice que no había podido ver, y que según le habían informado se hallaría en poder de Laidrado, obispo de Lyon. Esto es lo que por ahora he recogido del famoso obispo Félix, a quien de una parte la iglesia de Urgel ha contado por uno de sus siete obispos santos, y el escritor del catálogo de Gerri en el siglo XII redondamente llama santo, y a quien junto con Elipando excusan Francisco Suárez, Gabriel Vázquez in comment. theolog. y Nieremberg en su carta a D. Lorenzo Ramírez de Prado (inter opera Luitprandi, pág. 518): y a quien de otra censuran con mayor o menor acrimonia Alcuino, Agobardo, Jonás y otros escritores franceses de aquel tiempo, a los cuales se han agregado Pagi en las notas a Baronio, Madru de Udina en la edición de las obras de S. Paulino de Aquileya y otros muchos. El que menos mal lo trata de estos le supone de un carácter ridículamente inconstante, que cinco o seis veces retractó su error, y otras tantas volvió a él. Y esta misma censura que no parece merecer un hombre, cuya santidad de vida todos confiesan, y cuyos escritos, los pocos que nos quedan, no indican esa ligereza pueril: esta misma censura es la que da margen a dudar de muchas de las cosas que de él se cuentan, y a pensar que acaso no sería tan difícil como parece ordenar una apología de prelado tan famoso; y esto sin salir de lo mismo que se lee en los historiadores franceses, ya que la desgracia ha querido que entre algunos documentos que quedan por acá del tiempo del obispo Félix, no se haya conservado ninguno de los muchos que debía haber tocantes a su causa. Quede esto en proyecto por ahora. A Dios. 

P. D. La apología que he dicho del obispo Félix no se dirige a defender el error que se le atribuye: líbreme Dios de tal crimen; sino sólo a defender o excusar cuanto pueda ser su persona, así como veo que todos le acriminan, copiándose unos a otros, y acaso sin examinar las tachas de los primeros que trataron de eso. Pudiera pues reducirse a probar los artículos siguientes. 

1.° Carácter de Félix: su vida santa e irreprensible: su celo por la pureza de la fe, y sus disputas con los sarracenos.

2.° Causas que le movieron a enseñar aquel error: motivos políticos que le empeñaron en él en un principio. 

3.° La terquedad e inconstancia casi pueril en defenderle es en gran parte supuesta. 

4.° Anacronismos y contradicciones de los escritores antiguos que hablan de las cosas de este obispo.

5.° Excepciones que deben notarse en algunos de los que le impugnaron. 

6.° Que no murió en su error. 

Así por esta manera podría clasificarse la defensa de quien tiene la desgracia de que hayan perecido los documentos que le justificarían en parte si existieran. Sobre todo, el artículo 4.° da mucho de sí, según tengo observado; por ejemplo: ¿quién creerá posible, por más que Pagi se dé tormento en hacerlo verosímil, que en solo el año 799 se tuviese el concilio de Urgel, y que de resultas fuese Félix a la conferencia libre de Aquisgrán, y que luego pasase al concilio Romano, donde fuese depuesto? ¿Caben en sólo un año tantas idas y venidas, y tantos y tan graves congresos? No lo dudes: en este negocio se han multiplicado los concilios, y aun se han alterado sus épocas; y Dios sabe lo que resultará si se examina detenidamente esta materia, en que, sobre la falta de documentos ciertos, parece haber habido empeño en no aclarar los que quedan. Así es que se da por cosa averiguada el viaje de Laidrado, obispo de Lyon, a celebrar un concilio en Urgel en 799, y otro viaje poco después para curar las llagas que hizo el error en esta cristiandad. Pues no tardarás a ver que en el año 806 tenía esta silla un obispo propio llamado Leideredo, con el cual seguramente equivocaron el otro. Más: el catálogo de Gerri sólo concede a Félix 9 años de pontificado; y esto por lo menos hace ver, que habiendo comenzado hacia el 783 o siguiente, sólo le duró hasta el 794, que es puntualmente la época del concilio de Francfort, en que fue depuesto y desterrado a Lyon, como asegura Adón en su crónica (M. Hisp. col. 271). Y si esto es así, que yo creo ser lo cierto, ¿qué lugar daremos a lo que se cuenta de la persona de Félix, digo de sus nuevos viajes y comparecencias, en los años posteriores hasta el 799? Déjolo otra vez, hasta que Dios quiera.

domingo, 24 de julio de 2022

Tomo 6, apéndice 10. Hymni in festo S. Iusti Conf.

X. 

Hymni in festo S. Iusti Conf. (V. pág. III.) 

Ex brev. Vicen. edit. 1557. 


Ad Vesp. 


Psallere verum mira nos inducit 

Vita sacrati inclytique lusti; 

Idcirco laudi assistamus omnes, 

Carmine novo. 

Totus in annis sacrae vitae suae 

Datus obsequio Domini libenter, 

Virtutum culmen attigit in gradu 

Omni perfecto. 

Debitum solvens universae carnis, 

Iustus quis esset, noluit latere 

Bonorum dator, insuper recoli 

Voluit ipsum. 

Ruit iam fortis paries deorsum,

Integer restat sub...

Custodit illum, pariterque servat 

Iustus ab alto.

Vas in altari positum lucere, 

Manet exterius illaesum, et infra 

Mirantur turbae visum gestae rei, 

Laudantes celsum. 

Quis nostrum valet miranda proferre, 

Quae nostro aevo fecit hic confessor, 

Ossa exanima commovens reclusa 

Duro sub saxo.

Pavent hinc pueri purum sentientes, 

Convocant senes, sacerdotes nempe, 

Qui voce clarâ nuntiant et ipsi 

Idem audisse.

Gloria Deo, regi confessorum, 

Patri ac nato, fiaminique Sancto, 

Qui fortem donat Iusto in custodem 

in Vici turmis. 


Ad Matutinum. 


Celsus in astris micat, et refulget 

Iustus, et nimium excellit candorem, 

Ac Phoebi lumen adaequari nequit 

Splendori suo.

Aeternis turbis sociatus prosper, 

Gaudet cum laetis, nesciens moerorem, 

Partem non renuit tribuere nobis 

Bonorum sui.

Moestorum voces recondens in sinu, 

Suorum viscerum illico demonstrat, 

Se fore ducem concionis nostrae, 

Dignante celso.

Laus Deo patri condonetur omnis, 

Verbo aetemo salus in inmensum, 

Ac procedenti honor coaequalis

Praestetur semper. Amen.