sábado, 18 de mayo de 2024

5-2. De la venida del cónsul Catón, y sus guerras en Cataluña.

Capítulo 2.

De la venida del cónsul Catón, y sus guerras en Cataluña.

Dicha es sin duda de Cataluña, que cuando se han de referir sus proezas, se aplaudan con el silencio, pues no hay quien hable de lo sucedido, desde la salida de Cataluña, de Termo, hasta la venida del cónsul Catón, y sin duda fueron relevantes las victorias, pues los romanos las callaron, y sino dígalo la razón: no puede negarse el arte, y destreza romana, y que cualquier menos inteligente pone remedio donde se halla el daño; los romanos enviaron su ejército, y cónsul a Cataluña, en ella tuvo los encuentros, y guerra como veremos; luego en ella era mayor la oposición, y mayor el mal que venían a remediar: esto supuesto prosigamos.

Año 193 antes de la venida de nuestro Señor, viendo la romana república el mal estado, y debilidad de sus fuerzas en Cataluña, resolvió engrandecer a la Citerior España con nombre de Provincia consular, resolviendo viniese su cónsul a ella, y que residiese en la Tarragonès Provincia para alentar el partido romano, y oponerse a los disgustados pueblos.

Elegido Marco Porcio Catón cónsul, vino luego a Cataluña con armada numerosa de (vaxeles) bajeles, y galeras, y diez y siete mil y quinientos soldados, desembarcó en Portvendres, o en Rosas, y hay quien diga en Ampurias.

Se dirigió al asedio de Rosas, y aún se hallan señas de edificios derruidos en el lugar, que se llama Roma, o Puig de Roma, que de allí debían tener bloqueada la plaza: dio sus avances el romano, y pasados varios lances, salieron de la plaza los catalanes, y entraron a ocuparla los romanos.

De Rosas pasó a Ampurias Catón, y los griegos, y marselleses que ocupaban la parte marítima de la ciudad le recibieron con demostración cariñosa, oponiéndose los catalanes, o naturales que vivían en la parte de Alba no queriendo admitir dentro de su ciudad, o cuarteles, tales huéspedes. Con el favor de los griegos, que tenían la mayor, y mejor parte de la ciudad puso asedio a la parte de los celtas (N. E. que eran cortos, muy cortitos), que se difirió largo tiempo, en el cual, para reducirles, mandó a los mercaderes romanos, que se apartasen de los tratos de aquel país. Taló los campos, quemó los lugares, y parte de los poblados se retiraron, y parte que debían ser los más por ser de pueblos abiertos, se reconciliaron con los romanos, (1) adelantándose con esto el asedio de Ampurias con lentos progresos.

Hallándose sobre Ampurias Catón, vinieron embajadores de Belestagenes reyezuelo en la comarca de los Ilergetes, y su propio hijo pidiendo asistencias contra aquellos pueblos que le derruían sus lugares por amigo de los romanos: se excusó Catón en su debilidad, y en las fuerzas de los enemigos; y continuando sus quejas los embajadores, y con mayor viveza el hijo del rey, les aseguró el cónsul que enviaría parte de su ejército, que no cumplió llamado de mayor empeño. (2)

No acudió Catón a los embajadores, por acudir a su punto, y al crédito de su república, porque sabiendo que estaba vecino el ejército de nuestros celtas, para oponérseles mandó desembarcar los soldados que había mandado embarcar para favorecer al despojado reyezuelo: juntó su ejército, se apartó de Ampurias, eligió venir a las manos con los Ilergetes celtas. Previno antes a su ejército con elegante oración, ponderando el valor de los enemigos, la oposición de la Provincia, el crédito romano, que no había otras fuerzas, y que de ellos pendía la conservación de su dominio en España; y para que no juzgasen el remedio en la retirada, les aseguró, que había mandado volver todos los bajeles a Italia, para que de sus manos, y valor fiasen el honor, y vida que entrambos se perdían, debiendo esperarlos de la victoria.

Alentado el ejército, aseguró con su sangre volver el crédito, y gloria al nombre romano cumpliéndolo en la militar palestra, pues intrépidos acometieron a nuestros celtas, que valientes aguardaban; y peleando por la apreciada libertad de la Patria, invictos rechazaron a los romanos, en varios avances, que con intrépido, y porfiado tesón prosiguieron con mucha sangre, y multitud de muertos de entrambos ejércitos; y hubieran conseguido entera victoria a no quitársela (supuesta la voluntad divina) el valor de Catón, que solícito acudía a los suyos, y siempre tenía nueva gente descansada, para favorecer la parte oprimida. Se dilató esta pelea, desde la noche del primer día que la comenzaron hasta la del siguiente, que se retiraron conformes los ejércitos a sus estancias. 

Viendo los romanos el valor de nuestros celtas, intentaron con arte lo que no podían conseguir con la fuerza de sus valientes brazos, y así pasada media noche hallándose los celtas en sus líneas, mandó saliesen tres legiones de sus soldados, se pusieron delante de la plaza de armas de los enemigos esperando la mañana para que fuesen vistos, habiendo él a la noche ocupado un lugar hondo a la otra parte del ejército: viendo a las legiones los celtas, salieron fuertes para derrotarlas, y luego ejecutaron el ardid los romanos dando a comprender que huían, para que los catalanes se apartasen de su plaza de armas; pero no entendieron estos el ardid romano, pues sin orden siguieron a los que a su parecer huían: salió entonces Catón con su ejército, y circuyéndoles (rodeándolos) en el desorden, solicitaron el orden de su milicia que con daño, y trabajo le consiguieron en parte, y haciendo cara a los romanos, magnánimos les obligaron a retirar, habiéndoles rompido (roto) el cuerno derecho de su ordenanza.

Catón, viendo la vileza de sus soldados, con amor, y con baldones les volvió al conflicto, y con nueva gente renovó la batalla, que ya mejoraba por los romanos en la parte izquierda con nuevo socorro: fatigados los celtas se retiraron a su Real, al cual acometió Catón en multiplicados avances; pero siempre rechazado con notable pérdida.

Diligente el cónsul acudió con nuevo socorro a los suyos, y advertido del lugar menos defendido que era la puerta, o entrada de las líneas, embistió con todo su poder, rompió las guardas, entraron dentro los romanos, y peleando siempre constantes los celtas valerosos, circuidos de los enemigos, y mezclados unos con otros, fue cruel el estrago, y quedaron los romanos señores del campo, después de tan obstinado tesón: refiriendo Catón estas batallas al Senado romano, escribió que habían muerto muchos de los enemigos; pero Livio con jactancia romana quiso contarles no estando en el campo, siendo así que esto no es fácil aun a los que asisten en los lances.

Ponderable es el estilo romano en referir sus hechos, olvidándose de los nuestros, indicio que fueron mayores que la historia, supuesto que en tan valiente, y numeroso ejército no hallaron persona que mereciese nombre singular; y con razón, pues todos fueron dignos de mayor nombre, y de mejor fortuna, y por eso, y por no dilatar la española gloria lo excusan. 

Sabiéndose en Ampurias la victoria de Catón, rindieron su parte de la ciudad los catalanes: comprendidos todos los pueblos Indicetes, convinieron con universal consuelo con el romano cónsul por el buen trato, y condiciones favorables, con que fueron admitidos. Pobló a Ampurias de ciudadanos romanos, que formaron otra parte de ciudad dividida con sus muros, quedando ennoblecida Ampurias ciudad de tres pueblos: (3) se comprueba con las tres medallas, y otras tres que refiere el Arzobispo Don Antonio Agustín, y explica Pujades, que allá lo podrá ver el curioso, y referiré sus letras, que son las que se siguen.

EM n (será π : pi) OPIT (u invertida) N.

EM (otro símbolo parecido a la p) OPIT (u invertida) N.

C. L. NICOM. F. FL.

al revés

EMPORI. DD.

EMPORIN, O EMPORON.

En la una parte EMPORI, en la otra C. C. Q.

Q. G. N. C. C. R. L. C. E.

Y todas significan que Ampurias batió aquella moneda en acuerdo de Quinto Gneo.

5-1. Guerras en Cataluña contra romanos, hasta la venida del cónsul Catón.

Libro V de los anales de Cataluña. 

Derrota de Indíbil, y Mandonio: guerras de catalanes contra romanos, y de César, y Pompeyo: y de lo que sucedió hasta el Nacimiento de Cristo. 

Capítulo 1.

Guerras en Cataluña contra romanos, hasta la venida del cónsul Catón. 

Maestros los romanos del arte del reinar dominaron más con el amor, y agasajo, que con la fuerza; si bien no faltó esta cuando abusaban de su piedad: gobernando con halago, y con temor lograron crédito, y séquito, que no supieron conservar los que sucedieron a Escipión; pues por juzgarse seguros, despreciaron el arte con el cual logró su república las victorias, y los corazones.

Atentos Mandonio, e Indíbil, al desconsuelo del pueblo, y falta de Escipión, solicitaron la ruina de los romanos, como se había conseguido de los africanos: representaron a los pueblos, que sólo habían mudado de tiranos, pero no mudado la tiranía, y que era ya tiempo de dar vida, en la libertad, a la Patria: oyeron bien los pueblos el colorado pretexto, y convinieron con ellos los catalanes Ilergetes, Ausetanos, y toda la ribera del Ebro para oponerse, y sacudir el yugo romano, juntando treinta mil infantes, y cuatro mil caballos: temerosos los procónsules, que no cundiese en lo demás de Cataluña, juntaron su ejército de romanos, y españoles, y con pronta diligencia se opusieron al enemigo, llegaron a vista del ejército, les rogaron con la paz, prometiéndoles, como es costumbre, mejorar de trato, y perdón de lo pasado: no se fiaron los Ilergetes, antes sacando parte de su caballería para tomar el camino de los romanos, enviando estos, otros al oposito, y otros los Ilergetes, y romanos, se engrosó la escaramuza, ya batalla, peleando con valor unos, y otros, sin que se conociese por quien quedaba el campo.

Otro día, al amanecer se pusieron en batalla los Ilergetes, y demás pueblo: dividieron el ejército en tres partes, al medio los Ausetanos, a la derecha los Ilergetes con Indíbil, y a la izquierda los otros pueblos de Cataluña con Mandonio, y entre los dos cuernos, y batallón del medio, dejaron grandes vacíos para poder obrar la caballería.

Los romanos, descubiertos los enemigos, y su orden, siguieron el propio en la ordenanza: dio principio a la batalla la romana caballería contra Indíbil, y los Ilergetes, estos valientes derrotaron al enemigo: acudió el general romano Lentulo con otra gente para refrenar el orgullo de los Ilergetes, otros contra la caballería, y otros que socorriesen a los que peleaban contra Mandonio: se encendió fiero el combate con igual valor, y mucho daño; pero la caballería romana adelantándose, impedía poder obrar la nuestra española, ofendiendo a la infantería, que ya cansada flaqueaba: acudió Indíbil alentando los suyos, con tal coraje, que infundiéndoles nuevo valor, resistieron, y renovaron la batalla, con daño grande de los romanos: la fortuna propicia a estos, y lo cierto, Dios permitió fuese de una lanzada herido de muerte Indíbil, y aun en este estado, arrimado a su Hasta, alentaba a los suyos, que le defendían, y obraban como buenos catalanes; pero muerto Indíbil faltó el alma al ejército, que cansado se descompuso, y los romanos lograron la suerte de la victoria, muriendo más de tres mil catalanes, y quedando otros tantos prisioneros, salvándose con Mandonio el residuo del ejército, el cual envió a pedir paces a los romanos, que las concedieron pagando algunos dineros, trigo, y duplicados vestidos a los soldados vencedores, entregando algunas plazas, y las personas de Mandonio, y de otros de nombre, a los cuales dieron muerte los romanos, y esta es la primera guerra, que tuvieron los españoles en su nombre contra romanos. (1)

Por este tiempo, dicen Tomich, y Beuter, fue la guerra de Bará romano, y del rey de Castell Dases que era poderoso en Urgel, y que por la muerte que dieron los romanos a Bará, se fabricó el Arco de Bará, que está a una legua de la Torre den Barra (Torredembarra); pero es engaño, porque ese arco, como consta de la inscripción que se verá a su tiempo, fue dedicado por Sura a Licino, o por Licino a Sura, y la guerra de Bará parece que es la de Indíbil, y Mandonio: me remito a Pujades, que lo declara sutil, y docto, así esto, como que la pena de Bará, que es lo propio que de traidor en Cataluña, no se entiende por este Bará, si (sino) por el que dejó gobernador de Barcelona Ludovico Pío. (2)

Arco, arc, Bará, Tarragona

Sucedieron estas guerras, hasta el año 202 antes del Divino Nacimiento, y de este tiempo hasta el año 193 antes de Cristo olvidan las historias a los pueblos de que entonces se componía Cataluña; y tienen poca razón, porque Livio lo refiere de forma, que se puede inferir la causa, porque los romanos, y latinos no dieron razón de los progresos de aquel tiempo, que fue para no desacreditar a los romanos vencidos, y ponderar a los españoles vencedores, principalmente a los catalanes que intentaron la oposición contra romanos, y la continuaron aquellos nueve años, y muchos más. Sino valga la razón: si por haber quedado por estos pueblos vencido, y muerto Sempronio, y todo su ejército derrotado con desaliento universal de Roma que ya temía a los españoles, y a los que residían en estas partes, y por no hallarse seguros en parte alguna acudieron los romanos a la gravedad del mal con remedio extraordinario, como fue enviar al pretor romano a esta tierra, contentos antes de solos procónsules, o tenientes del pretor, bien se infiere que en estos pueblos era mayor el daño, y más difícil dominarles. 

Más se escribe, que Marco Hervio, que residía en lo que es Cataluña, escribió a Roma para que le asistiesen con pronto, y gran socorro, porque dilatándole estaban perdidos los romanos, los cuales tristes, y acobardados mandaron que por suerte se eligiese pretor, (aunque creo fue por votos) y que el electo luego viniese a esta Provincia, para informarse del estado en que se hallaba.

Y no siendo bastante el poder, y autoridad del pretor, mandó el Senado, que el mismo cónsul de Roma viniese, y tuviese su morada en Tarragona; de que se infiere cual era el valor, y crédito de los paisanos, pues para dominarles, o unirles con Roma, enviava esta su presidente, y primer ministro de la república. (3)

Disculpemos a los italianos, y españoles, que siguieron el uso de callar las verdades contrarias al poderoso, vileza del tiempo, lunar de la historia, y delito sin enmienda.

Viendo los pueblos de esta Provincia, el mal suceso de las pasadas guerras, disimularon, y sufrieron, disponiéndose a librar la Patria, y vengar la muerte de sus naturales, que bien costosa había sido a los romanos.

Después de Lucio Cornelio Lentulo, y Lucio Manlio, vino a gobernar Cetego, y en su tiempo se declararon los sedetanos, o ceretanos, que son de Cataluña (como se dijo) contra Roma, desahogando su cólera con daño de los enemigos: se opuso Cetego, que en sangriento combate destruyó al ejército, que estaba formado también de los vecinos Celtíberos, como quiere Mariana.

Pasada esta batalla, continuó la guerra en Cataluña con diferente fortuna, y se hicieron paces, y en poco tiempo rompiéndose, se volvió con mayor tesón a la guerra, y luego a la paz, que se conservó algún tiempo, manifestándose en lo exterior siempre quejosos los pueblos por la sobrada carga de la avaricia romana, pues ya había mudado de estilo Roma.

Se volvieron a Roma Cetego, y Acidio que aún se hallaba en España, y vinieron procónsules Gneo Cornelio Lentulo, y Lucio Estertino, que confirmaron la división de España en Citerior, y Ulterior, quedando un procónsul en Cataluña, o en Tarragona, y otro en la Andalucía (Bética), y Portugal (Lusitania), donde importase para acudir a todas partes al remedio.

Vino después de estos a nuestra Citerior España, Gneo Sempronio Tuditano, que la halló toda puesta en armas, sentida de la batalla de los Sedetanos, y Celtíberos bien vengados con muerte de los romanos que se hallaban en estos pueblos, y en las otras Provincias de Españas; y para defenderse juntó su ejército Sempronio, dio la batalla a estos pueblos, que juntos estaban en campaña, fue vencido, y muerto, y destruido su ejército con pasmo, y sentimiento notable de los romanos, que aturdidos sólo buscaron el remedio en la pronta venida de otro pretor: no se escribe el lugar de esta batalla, sólo que los pueblos de esta Provincia eran los más conformes contra romanos, y los nombrados Barcelona, y Cardona, y sus cabos Culca, y Liccidio.

Vino Quinto Minucio Termo por el muerto Sempronio a España, residió en la nuestra, se opuso a los contrarios, tuvieron varios lances, y sólo se halla que venció a Budar, y Bacinés, y ganó la ciudad de Turba, sin que se diga quienes fueron aquellos, ni esta. 

Vuelven a su silencio los escritores romanos, indicio de su destrozo, y de la gloria militar de esta Provincia, que les obligó a mandar viniese a residir en ella el mismo cónsul romano, para mantener el nombre, y crédito de su república, perdido, y hollado en esta tierra, y en lo más de España en aquel tiempo. De este Termo, se dice que pobló a Trem (Tremp), hermosa, y fértil villa del Principado. (4)

4-12. Victorias de Escipión: se ajustan las provincias de España a la Citerior, la nombran Tarraconense: guerras de Cataluña.

Capítulo 12.

Victorias de Escipión: se ajustan las provincias de España a la Citerior, la nombran Tarraconense: guerras de Cataluña.

Conseguida la victoria tan cumplida de Cartago nueva, se le juntaron varios pueblos a Escipión, y agradecidos los Ilergetes que seguían a Indíbil, y Mandonio, con Edeso, dejaron el campo cartaginés, y se presentaron al romano Escipión, que les admitió, y volvió las prendas con toda voluntad, y aprecio.

El año 205 antes de Cristo, se encaminó contra Asdrúbal el romano Escipión, hallándose el africano engrosado con el socorro de Cartago, y con el africano rey Massinissa se embistieron fuertes los dos ejércitos con varia fortuna duro, y sangriento combate, que se concluyó con victoria del romano, huida de Asdrúbal, y Massinissa, libertad de los Celtíberos. españoles rendidos, prisión, y esclavitud de los cartagineses. 

Se detuvo Escipión en Andalucía, y al invierno vino a Tarragona, y noticioso de que Asdrúbal Barcino había pasado a Italia, o que en España quedaba Massinissa, y Asdrúbal Gizón divididos, y que de África había llegado con fuerzas Hanón Barcino, el cual se había juntado con Magon, se encaminó al oposito de estos, y les venció, y triunfaron gloriosos del africano Marco Julio Silano, y Lucio Escipión elegidos (erigidos) contra Asdrúbal Gizón.

No faltaba a Escipión más, que concluir con Massinissa, lo logró pues concertándose, hecho amigo de los romanos volvió a África; y los que quedaron de Cartago con Asdrúbal Gizón desistiendo del dilatado campo de España, se retiraron a un ángulo que fue Cádiz. 

Viéndose los romanos señores de España, quisieron corresponder, y premiar a la Citerior España, que era entonces lo que es Cataluña, a quien debían todo su crédito, y victorias, dilatando sus términos; y como antes en la Citerior, sólo se comprendía lo que es Cataluña, le añadieron lo restante de España, menos Andalucía, Portugal, y Estremadura, que tenían el nombre de España ulterior; y la Citerior, por la cabeza de la Citerior Tarragona, también se comenzó a llamar España Tarraconense.(1)

En este tiempo enfermó Escipión con peligro de muerte, que se publicó con varias novedades, y movimientos causados por los soldados romanos, por los españoles celtíberos, y catalanes españoles celtas que seguían a Indíbil, y Mandonio, queriendo sacar estos a los romanos de España, como lo habían conseguido de los cartagineses: fomentó Magon estos movimientos desde Cádiz, y escribió a Cartago por asistencias.

Salió el sol, y se serenó el tiempo con la salud de Escipión, que castigó a los romanos soldados, y quiso vengarse de nuestros españoles citeriores, y ulteriores; y entendido de Mandonio, e Indíbil, juntaron estos sus celtas, o catalanes, con algunos celtíberos que les seguían, y formaron un ejército de veinte mil infantes, y dos mil y quinientos caballos, se fortificaron en los pueblos sedetanos, y suessetanos de Cataluña, juzgando prevalecer al poder romano que ya dominaba a España: se previno el romano, y acudió a oponérseles, se dieron vista los ejércitos, se embistieron, y pelearon fuertes, y con gran constancia los catalanes, y de pequeños encuentros vinieron a campal batalla, en la cual murieron muchos catalanes, o de la Tarraconense Provincia, y también de los romanos.

No perdieron el ánimo, ni (descaecieron) decayeron los celtas catalanes, pues el siguiente día volvieron contra el romano ejército valientes, y resueltos; pero fueron vencidos, y retirados a la montaña, y Escipión consiguió la victoria, siguiendo a los se retiraban; de los cuales pereció la mayor parte, pero con pérdida de 1500 de los romanos, y pasados de 3000 heridos: Indíbil, y Mandonio, con el residuo del ejército que se salvó en la montaña, se ajustaron con los romanos con crédito, y cumplido aplauso de unos, y otros. (N. E. Olé, aplausos por perder.)

Viendo Escipión quietas las dependencias de España con gusto de Roma, volvió a la Patria triunfante, y glorioso, dejando en España por procónsules a Lucio Cornelio Lentulo, y a Lucio Manlio Accidino. (2)

dejando en España por procónsules a Lucio Cornelio Lentulo, y a Lucio Manlio Accidino.