249. EL POZO DE AINÉS (SIGLOS XIV-XV. TARAZONA)
Tarazona fue siempre una ciudad de tradición mudéjar, lo cual ha quedado reflejado no sólo en su plano urbano y en sus edificaciones, sino también en otros muchos aspectos de su alma colectiva, cual es el caso del riquísimo repertorio de leyendas y tradiciones.
La convivencia de cristianos, musulmanes y judíos en las poblaciones en las que coexistieron no siempre fue fácil ni tampoco necesariamente violenta. Por el contrario, se conocen abundantes y magníficos ejemplos de tolerancia y de entendimiento mutuos.
El presente es un ejemplo de intolerancia. Se trata de la leyenda que algún autor ubica en el siglo XVI, y quizás tenga razón, y que nos habla de un mudéjarturiasonense, Ainés, uno de los muchos moros que quedaron en la ciudad tras su reconquista, aunque en este caso de un moro rico y poderoso que se negaba a respetar la fiesta dominical de los cristianos, más numerosos y prepotentes, pues la fiesta semanal dedicada a su Dios era otra.
Denunciaron de manera repetida los cristianos la infracción a las autoridades de la ciudad, pero era tal el poder del moro en cuestión que nadie se atrevía a reconvenirle ni castigarle. Al final optaron por implorar el castigo divino, que, al parecer, no se hizo esperar.
Un día festivo para los cristianos, cuando se dirigía a realizar las faenas agrícolas en uno de sus campos, como era su costumbre, el poderoso mudéjar vio abrirse súbitamente la tierra bajo sus pies al pasar junto a la falda del monte Ciezmo. De repente, en un abrir y cerrar de ojos, se produjo un inmenso pozo circular de más de quince metros de profundidad, hundiéndose en él el sarraceno junto con sus servidores y caballerías, que desaparecieron como engullidos por la tierra.
El pozo de Ainés así originado, nombre con el que se le conocería desde entonces, sirvió de advertencia y escarmiento al resto de la población mudéjar turiasonense que, en adelante, por miedo a las consecuencias, respetó la fiesta dominical de los cristianos.
[Beltrán, Antonio, De nuestras tierras..., II, pág. 204.]
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