domingo, 27 de agosto de 2023

II. Altabiskarco cantua.

II.

Altabiskarco cantua. 

El canto de Altabiscar. 

Altabiskarco cantua.

Corría el año 788 de la Era cristiana.

El poder de los Omniadas (Omeya, Omeyas), representado por Abderramán I que tenía su asiento en Córdoba, iba afianzándose en el centro y mediodía de España; pero a la vez las tribus berberiscas repartidas por la parte oriental y septentrional de la península, movidas por sus odios de raza y por la esperanza de su emancipación, no cesaban de conspirar contra el emirato.

Sulimán ben Alarabi, walí de Zaragoza (N. E. de Barcelona; Sulayman ben Yaqzan de Sarakusta), en cuya ciudad dominaba un marcado espíritu de hostilidad hacia la familia de los Omeyas, solicita el apoyo de Carlo-Magno contra el emir de Córdoba, y el rey franco halagado por la idea de conquista y de engrandecimiento de sus reinos que tan fácil se presentaba a sus ojos con esta protección, invade la España en la primavera al frente de un numeroso ejército por los desfiladeros del Pirineo oriental y por las gargantas de Ibañeta.

Dirígese sobre Zaragoza, pero sea que los musulmanes llevaran a mal el llamamiento de un príncipe cristiano y de un ejército extranjero, sea por otra causa cualquiera, en vez de hallar aliados como creía ve sublevarse contra él todas las poblaciones de una y otra margen del Ebro, y temiendo el impetuoso arranque de tan formidables masas, determínase a regresar a la Galia, por los mismos puntos por donde había entrado,

“con gran peso de oro - dicen algunos anales francos, - pero con gran peso de bochorno también."

Vuelve a Pamplona, cuyos muros hizo desmantelar, y prosiguiendo su marcha se internó en los desfiladeros de Roncesvalles sin haber encontrado enemigos.

"Sólo en aquel valle funesto - dice Lafuente (1: Parte II, libro I de su historia general de España) - había de dejar sus ricas presas, la mitad de su ejército, y lo que es peor para un guerrero, su gloria. Dividido en dos cuerpos marchaba por aquellas angosturas el grande ejército de Carlo-Magno a bastante espacio y distancia el uno del otro. Carlos a la cabeza del primero, "Carlos, - dice el astrónomo historiador, - igual en valor a Aníbal y a Pompeyo, atravesó felizmente con la ayuda de Jesucristo las altas cimas de los Pirineos." Iban en el segundo cuerpo la corte del monarca, los caballeros principales, los bagajes y los tesoros recogidos en toda la expedición. Hallóse éste sorprendido en medio del valle por los montañeses vascos, que apostados en las laderas y cumbres de Altabiscar y de Ibañeta, parapetados en las breñas y riscos, lanzáronse al grito de guerra y al resonar del cuerno salvaje sobre las huestes francas, que sin poderse revolver en la hondonada, y embarazándolas su misma muchedumbre, se veían aplastadas bajo los peñascos que de las crestas de los montes rodando con estrépito caían. Los lamentos y alaridos de los moribundos soldados de Carlo-Magno se confundían con la gritería de los guerreros vascones, y retumbando en las rocas y cañadas aumentaban el horror del sangriento cuadro. Allí quedó el ejército entero, allí todas las riquezas y bagajes: allí pereció Egghiard, prepósito de la mesa del rey, allí Anselmo, conde de Palacio, allí el famoso Roland, prefecto de la Marca de Bretaña, allí, en fin, se sepultó la flor de la nobleza y de la caballería francesa, sin que Carlos pudiera volver por el honor de sus pendones ni tomar venganza de tan ruda agresión. (1: Eginhard. Annal. - Id. vit. Karol. Magn. (N. E. Karolus Magnus, Carlomagno, Charlemagne, Karl der Große) Cap. 20. 

“Tal fue la famosa batalla de Roncesvalles, como la refiere el mismo secretario y biógrafo de Carlo-Magno que iba en la expedición, desnuda de las ficciones con que después la embellecieron y desfiguraron los poetas y romanceros de la edad media de todos los países. Por muchos siglos siguieron enseñando los descendientes de aquellos bravos montañeses la roca que Roldán, desesperado de verse vencido, sajó de medio a medio con su espada, sin que su famosa Durindaina ni se doblara ni se partiera; aún muestran los pastores la huella que dejaron estampada las herraduras del caballo de aquel paladín; aún se conservan en la Colegiata de Nuestra Señora de Roncesvalles, fundada por Sancho el fuerte, (N. E. Rey de Navarra, Sancho VI, que estuvo en las Navas de Tolosa, Úbeda) grandes sepulcros de piedra, con huesos humanos, astas de lanzas, bocinas, mazas y otros despojos que la tradición supone pertenecientes a aquella gran batalla."

Colegiata de Nuestra Señora de Roncesvalles

“Entre los cantos de guerra que han inmortalizado aquel famoso combate - continúa diciendo el mismo Lafuente - es notable por su enérgica sencillez, por su aire de primitiva rudeza, por su espíritu de apasionado patriotismo, de agreste y fogosa independencia el que se nos ha conservado con el nombre de Altabizaren cantua."

Tal es el canto que vamos a analizar, y tales son sus orígenes históricos expuestos con gran verdad y colorido por el eminente historiador español citado.

¿De cuándo data ese robusto y varonil canto?

Se ignora a punto fijo. Hay quien lo supone contemporáneo de la rota de las huestes del gran rey franco; hay quien lo cree con mucho posterior, y no faltan tampoco quienes tratan de fijar su origen en nuestro propio siglo.

Sustentan la primera opinión, que parece desde luego la más fundada, numerosos escritores nacionales y extranjeros. De ella participa también el joven y distinguido poeta navarro D. Hermilio Oloriz, que resumiendo lo expuesto en favor de esta tesis, dice: (1: El romance en Euskaria. Artículo publicado en la Revista Euskara. Año I. Núm. 4. Pamplona. Mayo de 1878.)

"El nombre de Karlomano (N. E Carlomán se llamaron varios reyes, el primogénito de Carlos Martel, un hermano de Carlomagno, Carlomán de Baviera, Bayern, Carlomán II) y no de Karlomagno que la citada poesía da al Emperador, el aire de primitiva rudeza que en ella se respira, como un sabio historiador lo nota, (2: Lafuente) y finalmente, la absoluta carencia de esas fábulas, y de esos semi-dioses con que la exaltada imaginación popular adorna todas sus pasadas hazañas, engrandecidas por la misteriosa acción del tiempo, prueban elocuentemente la indiscutible antigüedad del canto mencionado.”

"Para hacer más sólido nuestro razonamiento, - continúa - dirijamos una mirada a la literatura de Castilla: ella también se ha inspirado en nuestro Roncesvalles, mas... de qué suerte?

"Muchas generaciones habían sucedido a la de los vascos de Ibañeta. Su recuerdo trasmitido de padres a hijos, con el entusiasmo de una gloria que ya tenían por suya, iba poco a poco en los relatos perdiendo su parte de verdad y ganando elementos imaginativos que le dieron al cabo ese aspecto extraordinario y maravilloso que distingue a la leyenda. Entonces nació el poeta que rimó aquella fábula inverosímil, en cuyo primer término aparece el semi-dios, el mito, Bernardo del Carpio. Lo mismo acontece en los famosos romances del Cid, personaje tan enaltecido y sublimado, que nos ha hecho dudar de su real existencia, la cual con su grandeza legendaria, prueba clara y palmariamente el intermedio que existió entre el poema y la vida del héroe. No así el canto de Altabiscar, que examinado rigurosamente, no es sino la relación de la batalla, sin absurdos, sin fábulas, sin mitos, tal como un testigo pudo describirla, si el testigo como el pueblo hubiera sido un gran poeta."

Efectivamente, la misma sobriedad de este canto, la relación de aquel extraordinario combate hecha con tal naturalidad y completamente despojada de toda ficción de la fantasía; su misma grandilocuente rudeza, sus formas verdaderamente primitivas, su rara austeridad, su enérgica sencillez, todo parece confirmar la gran antigüedad del Canto de Altabiscar.

Lo que sí creo posible, y aun tengo por seguro, es que este poema, compuesto indudablemente, como sucede con la mayor parte de los cantos bascos, para ser acompañado de la música, se haya conservado durante mucho tiempo por la sola tradición oral, sin ser siquiera escrito, trasmitiéndose durante siglos enteros de boca en boca, y de generación en generación, viviendo con más o menos ligeras alteraciones de forma en la memoria del pueblo que le dio cuna, hasta que, como sucede siempre, llegó un momento en que la *tradición acabó por oscurecerse o desfigurarse, y el canto por olvidarse en todo o en parte, sufriendo así un largo paréntesis en la historia de su existencia.

El Canto de Altabiscar nace de nuevo a la vida a fines del siglo pasado. Sacólo del largo olvido en que se hallaba el famoso la Tour d' Auvergne, que lo halló copiado en un antiguo manuscrito encontrado entre otros curiosos papeles en un Convento de Fuenterrabía el 5 de agosto de 1794. Desde esta fecha el poema citado llega a adquirir existencia imperecedera, pues reconocida su importancia histórica y literaria halla bien pronto eco principalmente en los escritores de la nación vecina que lo dieron a conocer en diversas publicaciones, y recorre hoy el mundo traducida a la mayor parte de las lenguas europeas.

Ha llamado mucho la atención en esta magnífica poesía su rara y especial forma métrica, sujeta al parecer a diversas y distintas combinaciones más o menos artísticas, más o menos libres.

El ya citado escritor navarro Sr. Oloriz opina que el Altabiskarco cantua se escribió en varios metros, dominando empero el octosílabo asonantado, al cual parece tender desde su comienzo, si bien en muchas partes la melodía se destruye, "lo cual se explica por el modo con que se nos ha legado."

"Pero desde que se empieza a leer la sexta estrofa, - añade - el metro aparece fijo, la cadencia no interrumpida, y la duda que las anteriores pudieron difundir en nuestras inteligencias desaparece ante ella, como las sombras ante la luz."

En comprobación de su tesis, y para demostración de "la ilógica forma" en que hasta hoy se ha escrito dicha composición, por respecto al antiguo manuscrito en que fue hallada, el Sr. Oloriz reproduce dicha estrofa en esta forma, añadiendo que existe en ella un verso incompleto:

"Escapa, escapa, indar eta

zaldi dituzuenac!

escapa hadi, Karlomano

erregue, hire luma

beltzequin eta hire capa 

gorriarequin.

(1: Este es el verso señalado como incompleto por el Sr. Oloriz.)

Hire iloba maitea, Errolan

zangarra, hantchet hila

dago; bere zangartasuna

beretaco ez tu izan.

Eta orai, Euskaldunac,

utz ditzagun arroca

horiec, jauts ghiten fite, igor

ditzagun gure dardac

escapatcen direnen contra." 

En concepto del Sr. Oloriz basta la citada estrofa para probar que desde antiguo el romance era usado por los vascones; pero por si todavía queda lugar a dudas, copia la siguiente, esperando disipar con ella todo recelo:

Dice así esta:

"Badoazi!, badoazi!, 

non da bada lantzazco sasi

hura? Non dira heien erdian

agheri ciren cer nahi

colorezco bandera hec?

Ez da gheiago simiztaric

atheratcen hein arma 

odolez bethetaric.

¿Cembat dira? aurra condatzac

hongui. Hoguei, hemeretzi,

hemezortzi, hamazazpi,

hamasei, hamabortz,

hamalau, hamairu, hamabi,

hameca, hamar,

bederatzi, zortzi, zazpi,

sei, bortz, lau, iru, bi, bat."

"Ahora bien, - arguye el Sr. Oloriz como resultado de sus observaciones: - dado que en uno de los dos cantos que hemos heredado de nuestros inmortales ascendientes, se usa el romance octosílabo, ¿será ilógico pensar que el romance es euskaro? Hasta hoy pudo haber dudas y vacilaciones, porque se trataba de hacerlo oriundo de lenguas en que era desconocido; pero una vez que entre los antiguos monumentos de nuestra poesía se halla el romance, no siendo más que dos los monumentos que se conservan, compréndese que el romance entre los vascones debió ser tan popular como después lo ha sido entre los castellanos."

Dejo la cuestión planteada en los mismos términos del Sr. Oloriz, sin entrar por mi parte en este momento a dilucidar tan importante punto, que requiere mayor espacio y un detenido y maduro examen.

Para terminar estos ligeros apuntes, y en corroboración de la idea de que el canto de Altabiscar fue escrito para ser acomodado a la música, debo manifestar que todavía se conserva en los pueblos de ambas vertientes del Pirineo, y especialmente en los de la montaña que fueron teatro del glorioso hecho de armas, que recuerda parte de esta original melodía, la relativa a la numeración explanada en las estrofas III y VII.

Muchísimas son las traducciones ya en prosa, ya en verso, que se han hecho de este expresivo y varonil canto vascongado, y recuerdo entre otras en este momento las francesas de los Sres. Monglawe, Chaho, Barandegui-Dupont y Michel; las castellanas de Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, Lafuente, Llanos y Alcaraz, y Feced, y las de los escritores vasco-navarros señores Araquistain, Nombela, Illarregui, Obdulio de Perea, y Hermilio Oloriz.

A continuación del canto original y de su traducción literal que siguen a estas páginas, tengo el gusto de ofrecer una nueva y excelente versión libre, hecha expresamente para el Cancionero por mi buen amigo el ilustrado catedrático de este Instituto D. Francisco Rodríguez Sánchez de Alba, versión que a no dudarlo será leída con gusto por su viril entonación y por las muchas bellezas que encierra.


Altabiskarco cantua.

(Dialecto bajo-navarro.) 

I.

Oyhu (1) bat aditua izan da

Escualdunen mendien artetic,

Eta etcheco jaunac, (2) bere athearen aitcinean (3) chutic (4)

Ideki tu beharriac, (5) eta erran du: "Nor da hor? - Cer nahi dautet?"

Eta chacurra, (6) bere nausiaren oinetan lo zaguena,

Altchatu da, eta karrasiz (7) Altabiscarren (8) inguruac (9) bethe ditu.


II.

Ibañetaren lepoan (10) harabotz (11) bat aghertcen da,

Urbilteen (12) da, arrokac ezker eta ezcuin jotcen dituelaric;

Hori da urrundic heldu den armada baten burrumba. (13)

Mendien copetetaric (14) guriec errespuesta eman diote;

Beren tuten (15) soinua adiaraci dute,

Eta etcheco-jaunac bere dardac zorrozten tu. (16) 


III. 

Heldu dira! heldu dira! cer lantzazco sasia!

¡Nola cer nahi colorezco banderac heien erdian aghertcen diren!

¡Cer simistac (17) atheratcen diren heien armetaric!

Cembat dira? Haurra, condatzic onghi!

Bat, biga, hirur, laur, bortz, sei, zazpi, zortzi, bederatzi, hamar, hameca, hamabi, Hamahirur, hamalaur, hamabortz, hamasei, hamazazpi, hemezortzi, hemeretzi, hogoi. (18)


IV.

Hogoi eta milaca oraino!

Heien condatcea demboraren galtcea liteque.

Urbilditzagun (19) gure beso zailac, (20) errotic (21) athera ditzagun arroca horiec,

Botha ditzagun mendiaren patarra (22) behera

Hein buruen gaineraino;

Leher (23) ditzagun, herioz jo (24) ditzagun.


V. 

¿Cer nahi zuten gure men lietaric Norteco (25) guizon horiec?

¿Certaco jin (26) dira gure bakearen nahastera? (27)

Jaungoicoac mendiac eguin dituenean nahi izan du hec guizonec ez pasatcea.

Bainan arrokac biribilcolica (28) erortcen dira, tropac lehertcen dituzte.

Odola churrutan (29) badoa, haraghi puscac dardaran (30) daude.

Oh! ¡cembat hezur carrascatuac! (31) cer odolezco itsasoa! (32)


VI.

Escapa! escapa! indar eta zaldi dituzuenac!

Escapa hadi, Carlomano erreghe, hire luma beltzekin eta hire capa gorriarekin;

Hire iloba maitea, Errolan zangarra, (33) hantchet hila dago;

Bere zangartasuna (33) beretaco ez tu izan.

Eta orai, Escualdunac, utz ditzagun arroca horiec,

Jauts ghiten fite, (34) igor ditzagun (35) gure dardac escapatcen direnen contra.


VII. 

Badoazi! badoazi! (36) non da bada lantzazco sasi hura?

Non dira heien erdian agheri ciren cer nahi colorezco bandera hec?

Ez da gheiago simiztarik atheratcen heien arma odolez bethetaric.

¿Cembat dira? Haurra, condatzac onghi.

Hogoi, hemeretzi, hemezortzi, hamazazpi, hamasei, hamabortz, hamalaur, hamairur, 

Hamabi, hameca, hamar, bederatzi, zortzi, zazpi, sei, bortz, laur, hirur, biga, bat.


VIII.

Bat! ez da bihiric aghertcen gheiago. (37) Akhabo da:

Etcheco jauna joaiten ahal zira zure chacurrarekin, 

Zure emaztearen eta zure haurren besarcatcera, (38)


El canto de Altabiscar.

(Traducción literal en prosa castellana.)


I. 

Un grito ha sido oído

En medio de las montañas de los Bascos,

Y el Echeco-jauna, de pie delante de su puerta, (de la de su casa)

Ha abierto las orejas, (ha escuchado atento) y ha dicho: "¿Quién está ahí? ¿Qué me quieren?"

Y el perro, que dormía a los pies de su amo,

Se ha levantado y ha llenado con sus gritos (con sus violentos ladridos), los contornos de Altabiscar.

II.

En el collado de Ibañeta aparece (resuena) un fuerte rumor,

Se aproxima, rasando a derecha e izquierda las rocas;

Es el estruendo de un (algún) ejército que ha llegado de lejos;

Los nuestros les han respondido desde lo alto de las montañas, haciendo sonar sus cuernos,

Y el Echeco-jauna aguza sus flechas.

III.

¡Ya llegan! ya llegan! ¡Oh qué selva de lanzas!

¡Cómo aparecen en medio de ellos múltiples banderas de varios colores!

¡Qué de rayos salen de sus armas!

¿Cuántos son? Muchacho, cuéntalos bien.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, Trece, catorce, quince, diez y seis, diez y siete, diez y ocho, diez y nueve, veinte, (18) 

(Según la fé de erratas, falta este texto:

Cercano ya resuena
el belicoso estruendo,
que lentamente crece, se agiganta,
y de Ibañeta en la elevada cima
los ecos repitiendo,
zumbando entre las rocas se adelanta.)

IV.

Veinte ¡y por miles todavía!

El (querer) contarlos sería tiempo perdido.

Unamos nuestros nervudos brazos, arranquemos de sus raíces (de cuajo) estas rocas,

Lancémoslas de alto en bajo por la pendiente de la montaña

Sobre sus cabezas;

Aplastémoslos, hirámoslos de muerte.

V. 

¿Qué querían de nuestras montañas esos hombres del Norte?

¿Por qué han venido a turbar nuestra paz?

Dios cuando ha hecho (o creado) las montañas ha querido que no las franqueasen los hombres.

Pero las rocas (abandonadas a su ímpetu), caen rodando (y) aplastan las tropas (invasoras.)

La sangre cae a torrentes, los pedazos de carne (separados del tronco) palpitan, (se estremecen)

¡Oh!, ¡cuánto hueso roto! ¡Qué mar de sangre!

VI. 

¡Huid, huid!, los que aún tenéis fuerzas y caballos.

Huye, rey Carlomagno, con tu pluma negra y tu capa encarnada;

Tu amado sobrino, el bravo Roldán, yace muerto allá abajo;

Su bravura de nada le ha servido.

Y ahora, Euskaldunas, dejemos esas rocas, 

Bajemos prestos, lancemos nuestros dardos contra los que huyen. 

VII.

¡Huyen! ¡Huyen! ¿Dónde está pues aquella selva de lanzas?

¿Dónde las banderas de todos colores que en medio de ellos se divisaban?

Ya no lanzan rayos sus armas, cubiertas de sangre.

¿Cuántos son? Muchacho, cuéntalos bien.

Veinte, diez y nueve, diez y ocho, diez y siete, diez y seis, quince, catorce, trece, 

Doce, once, diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno.

VIII. 

Uno. ¡Ni uno se ve ya...! Todo acabó.

Echeco-jauna, puedes volver a tu casa con tu perro,

A abrazar a tu esposa y a tus hijos.

(Véase la fé de erratas.)

(1) Oyhu u oihu, bn., lab., oyu, lab., oju, guip., vizc., grito.

(2) Etcheco-jauna o echejaun-a, señor de la casa. Llamábase así antiguamente al señor o dueño de casa solariega.

(3) Aitzin-a, ainzin-a, ante, delante. - Athearen aitcinean... delante de la puerta.

(4) Chut, chutic, o zut, zutic, derecho, erguido.

(5) Beharri-a, bn., lab., belarri-a, guip., belarri, ja, vizc., oreja. Ideki tu beharriac, por Ideki ditu beharriac, liter. ha abierto las orejas. Ha aguzado el oído. 

(6) Posible es que en vez de esta voz se viera escrito en el primitivo original zakurra, pues aquel es un diminutivo que no cuadra bien en este lugar. 

(7) Karrazi-a, bn., garrazi-a, lab., guip., equivale propiamente a grito violento, fuerte, expresivo. El grito o alarido del perro tiene su peculiar nombre en la voz saunga o saunka. Zakurra zaungaz o zaunkaca... 

(8) El Altabiscar es una colina que domina el valle de Roncesvalles.

(9) Inguru-a, alrededor, contorno, inmediaciones.

(10) Lepoa, cuello, collado, colina. Ibañetaren lepoan, en el collado de Ibañeta. - En el dial. bn. esta voz se ve sustituida frecuentemente por la de borthia o borthuia (N. E. puerto). En el guip. se usa también comúnmente con igual significación la voz mendisca. 

(11) Harabotz, o habarrotz, abarots, abarrox, ruido desagradable. De abar o adar (rama, y ots-a, (ruido); ruido o crujido de las ramas al desgajarse.

(12) Urbildu, aproximarse, acercarse.

(13) Burrumba, bn., rumor, ruido.

(14) Mendien copetetaric, desde las cumbres de las montañas, o desde lo alto... 

(15) Tuta, bn. Desígnase con este nombre al cuerno de guerra, o la trompeta de un solo tubo. Clarín.

(16) Zorrozten tu por zorrozten ditu.

(17) Simista, chimichta, rayo. Por la parte de Baigorry dicen chismista. Pouvreau escribe asimismo zizmixta.

Cer simistac atheratcen diren hein armetaric... liter. Qué rayos salen de las armas de ellos... 

(18) El vascuence forma dos cadenciosos versos contando del uno al doce y del trece al veinte, versos que invirtiendo el orden al repetirlos correlativamente del veinte al uno tampoco pierden su sonoridad.

No sucede así en el lenguaje castellano, y de ahí la necesidad en que se han visto todos los traductores de este canto de intercalar en esta estrofa diversas frases y exclamaciones, haciéndole perder su naturalidad y sencillez, y el sabor verdaderamente extraño del original.

(19) Urbilditzagun. Acerquemos, aunemos... Véase la nota 12.

(20) Zail-a, o zalla, según los div. dial., duro, resistente, fuerte.

(21) Erro-a en los div. dial., la raíz. Errotic athera ditzagun arroca horiec... "Saquemos o arranquemos de raíz esas rocas..."

(22) Patarra, bn., lab., colina. Patarra behera, "por la colina (o por la pendiente de la colina) abajo."

(23) Leher-lehertu, bn., lab., ler, lertu, guip., aplastar.

(24) Herioz jo ditzagun. liter. peguémosles de muerte... es decir, hirámosles de muerte.

(25) Es verdaderamente extraña la presencia de esta voz en el canto, pues la lengua basca tiene su propia voz ifar, ifarra o iparra, para designar el Norte o Septentrión, palabra que se ve en muchas voces 

compuestas, tales como ifar aize-a, viento Norte, ifar * kacha, el polo ártico, ifar-aldea, hacia el Norte, y otras varias. 

(26) Jin, jitea, bn., sul, jen, jeitea, nav., lab., es el verbo venir, opuesto del juan, juatera, jun, jutera, o yun (N. E: llun, lluny; lejos), yutera, que expresa la significación contraria de ir o marchar.

(27) Nahas, nahasi, nahasten, bn., lab., nastu, nasten, g., naastu, vizc., mezclar, confundir, perturbar, y también a veces importunar.

(28) Posible es que esta palabra haya sufrido algún cambio al ser copiada, pues dudo que existiera así en el original, porque no hay tal voz biribilcolica.

Para expresar la idea del autor bastaba decir: Bainan arrokac amilka (ambilka o iboilca) erortcen dira..., pues la lengua euskara tiene a falta de uno estos tres verbos para expresar el concepto de rodar o caer dando vueltas.

(29) Odola churrutan badoa... la sangre corre a torrentes... Me parece que hubiera estado mejor empleada en este caso la voz zurrutan, que parece más llena y expresa en mi sentir mejor la idea.

(30) Dardaran daude... Las carnes están temblorosas... La frase no es muy propia.

(31) Carrascatuac o crascatuac, rajados. ¡Cembat hezur carrascatuac! ¡Cuántos huesos quebrados... rotos... (N. E. cascados.) 

(32) ¡Cer odolezco itsasoa...! ¡Qué mar de sangre...!

(33) Zangar, zangarra, bravo. Zangartasuna, la bravura. 

(34) Jauts ghiten fite, bajemos o descendamos al punto. - Jauts, jautsi, bn., lab., equivalente al guip. jachi o jechi, significa bajar.

Fite, adv. de tiempo, al punto, enseguida. (N. E. fito fito)

(35) Igor ditzagun, enviemos (o lancemos), .. pues el verbo igor, igorri, igortzen, bn., lab., egorri, guip., significa enviar.

(36) Badoazi!, badoazi!, ¡Ya van, ya van! En algunas ediciones se lee equivocadamente badoadi por badoazi o badoaci, errata nada extraña pues es harto fácil en la composición tipográfica el cambio de la letra d por la c.

(37) Ez da bihiric aghertcen gheiago!, liter. Ya no aparece más ni un solo grano. (Bihi-a, bn., lab., grano): es decir, ya no aparece absolutamente ni uno solo. 

(38) Besacartu, besacartzea, abrazar.

I. Canto de Lelo o de los Cántabros

I. 

Canto de Lelo o de los Cántabros.

Entre los monumentos literarios que se conservan en lengua euskara no hay ninguno que haya alcanzado la justa celebridad del Canto de Lelo, que ha dado origen a grandes controversias así entre los más notables escritores del país como entre los extraños que se han ocupado más o menos de las cosas de la tierra vascongada. 

Este canto, cuya antigüedad se hace remontar a los primeros años que siguieron a la guerra cantábrica, y que ha permanecido ignorado hasta que en 1817 lo dio a conocer el sabio Guillermo de Humboldt en sus Adiciones al artículo del Mitridates de Vater sobre la lengua vascongada (1) reúne a su vetustez una innegable importancia histórica y filológica, y de ahí que haya sido objeto de tan detenido análisis, y que se hayan 


(1) Berichtigungen und Zusätze zum erstem Abschnitte des zweyten (zweiten) Bandes des Mitrhidates über die Cantabrische oder Baskische Sprache, von Wilhelm von Humboldt. Berlin, 1817. In der Vessischen Buchhandlung. - En 8.° de 93 páginas. - (Páginas 84-89.) - "Correcciones y adiciones a la primera sección del segundo volumen de la obra intitulada, “El Mitridates, sobre la lengua cantábrica o vascongada."

ocupado de él con más o menos extensión en este siglo escritores de tanta valía como el ya citado Humboldt, Moguel, Fauriel, Chaho, Marrast, Abbadie, Aizquibel, Michel, Araquistain, Trueba y otros muchos.

¿Cuál es el origen de este canto? ¿cuál su data?

¿Cómo, dónde o cuándo ha sido hallado?

He aquí las primeras preguntas a que es preciso contestar antes de entrar en el análisis de esta importantísima composición.

Existía en Vizcaya a fines del siglo XVI un escribano de Zornoza llamado Juan Íñiguez de Ibargüen, (1: Este es su verdadero nombre y no Ibáñez de Ibargüen, como le han apellidado al citarlo Lafuente, Michel, Rodríguez Ferrer y otros escritores) muy aficionado a los estudios históricos, el cual iba reuniendo con el título de Crónica general de España y sumaria de Vizcaya, una gran colección de memorias y papeles curiosos, que en 1588 formaban ya hasta ciento ochenta y cuatro cuadernos distribuidos en tres libros, cuyos originales, aunque incompletos y muy estropeados por la acción del tiempo y por las vicisitudes que han corrido, se conservan aún hoy en la antigua casa de D. Federico Mugártegui, de Marquina.

Comisionado por Vizcaya, Íñiguez de Ibargüen recorrió en busca de datos útiles al país y principalmente de noticias de armas de las casas solares del Señorío, los archivos de San Pedro de Cardeña, de Oviedo, San Juan de Lausame (Lausanne), de Galicia, Santa María la Real, de 

Nájera, Valladolid, Simancas, y otros, y en este último, a donde marchó acompañado de otro sujeto muy instruido, expresamente enviado por el Señorío, que sospechaba se trasladaron a los archivos castellanos importantes documentos de Vizcaya, después de su incorporación a Castilla en 1371, halló el escribano de Zornoza un pergamino, que por su estado acusaba una gran antigüedad, y que contenía varios versos vascongados, harto oscuros unos, del todo ilegibles otros.

Íñiguez de Ibargüen examinó detenidamente aquel interesante documento, copió de él todo lo que podía leerse, y los versos que contenía, acompañados de una traducción todo lo fiel que se le alcanzó, los incluyó en el cuaderno 71 de su Crónica, inédita aún en nuestros días. A principios de este siglo, allá por los años 1800 a 1804, comisionado por la Real Academia de Berlín pasó a París el sabio Guillermo de Humboldt, con objeto de practicar algunas investigaciones filológicas; tuvo ocasión de examinar en la Biblioteca imperial una traducción en lengua euskara de la Biblia, (1: Probablemente el Nuevo Testamento traducido por Jean de Leizarraga, de Briscous, impreso en la Rochela, en casa de Pierre Hautin; en 1571) varias oraciones, y otros trabajos en vascuence, y sospechando que esta lengua podría quizás servirle de mucho en sus estudios, adquirió el Diccionario trilingüe del P. Larramendi y otras obras que halló a mano, pero no satisfecho con esto se decidió a venir en persona al territorio vascongado, donde pudiera oír hablar el euskara y tratar con personas versadas en su conocimiento.

Llegó a San Sebastián, y desde esta Ciudad el ilustre Conde de Peñaflorida lo dirigió a Marquina, y de allí pasó a Durango, en donde conoció al Presbítero Beneficiado de aquella iglesia y notable vascófilo D. Pedro Pablo de Astarloa.

Intimado con este y con el no menos distinguido Presbítero D. Juan Antonio de Moguel, con quienes trabó estrecha amistad, el sabio alemán pasó algún tiempo en Vizcaya, llegó a adquirir grandes conocimientos en la lengua euskara, cuya admirable estructura y mecanismo llamaron extraordinariamente su atención, y en esta excursión tuvo noticia y ocasión de examinar el célebre canto salvado por Íñiguez de Ibargüen, que pocos años después dio a conocer al mundo científico en sus Adiciones al Mitridates. Tal es el origen de este documento, cuyo autor y procedencia se ignoran, pues aunque se conoce que Íñiguez de Ibargüen indicaba en su Crónica manuscrita de donde lo sacó, cabalmente el cuaderno que lo contiene es de los que se hallan en peor estado, y falta justamente un gran pedazo a la hoja donde parece correspondían dichos datos. Se ha culpado a Íñiguez de Ibargüen de desidioso, o cuando menos de poco curioso por no haber reproducido íntegro dicho viejo pergamino, y justo es librarle de tal acusación, pues el diligente escribano de Zornoza hizo cuanto pudo de su parte, salvando de aquel importante documento todo aquello que alcanzó a descifrar.

En justificación de ello me valdré de sus propias palabras tomadas literalmente del citado cuaderno 71 de su Crónica manuscrita, que como dejo dicho se conserva aún en Marquina.

“Por este orden referidas - dice después de reproducir textualmente las diez y seis estrofas que nos ha legado del citado canto - yba este cantar contando toda esta historia que habemos dicho atrás en este capítulo de las guerras civiles que en cinco años Octaviano César Augusto hizo en esta Provincia Cantábrica, y aunque esta hereciat (1) tenga otros muy muchos versos rodados tan solamente dellos he tomado los diez e seis primeros, porque los demás estaban carcomidos, y los pongo aquí para el que fuere bascongado, contentándome con solo ellos ebitando largueza importuna de los demás, que el pergamino está muy roñoso e viejo."  

(1) A este canto y otros semejantes se designaba con el nombre de eresiac, voz que según el mismo Ibargüen “quiere tanto decir como cantar de historia verdadera."

La voz eresia se emplea ya hoy con alguna más amplitud en los diversos dialectos, usándose en el concepto general de narración histórica, leyenda o cuento triste. 

Sentados estos antecedentes, cúmpleme ya entrar en el análisis detenido de esta composición y en el examen de su fondo así como de su forma poética.

El Canto de Lelo es un resumen de la guerra cántabro-romana.

El poeta describe esta titánica lucha, con señas de ser la de Augusto, de haber durado cinco años con cerco de mar y tierra; niega a los romanos el triunfo o la victoria completa en estas montañas como lo lograron en los llanos; atribuye tal fortuna por parte de los vascos a su indomable valor, a lo fragoso de los bosques en donde combatían, y a la facilidad que hallaban para sus retiradas, y asienta que al fin se ajustaron las paces amigablemente, dándose el lado y no abatiéndose, que era cuanto humanamente podía pedirse a un exiguo número de combatientes contra ejércitos enteros, mejor provistos de armas y de víveres.

Tal es el argumento de esta composición, cuyos hechos se refieren como si acabaran de suceder, haciendo suponerla así de una remotísima antigüedad. Ha llamado principalmente la atención en este canto su estrofa primera, que la mayor parte de los escritores juzgan ajena al resto de la composición, y cuya interpretación, verdadero tormento para los comentadores, ha dado origen a numerosas conjeturas y a las más extrañas versiones.

"La primera estrofa - dice Humboldt en sus ya citadas Adiciones al Mitridates - se refiere a una tradición que Ibargüen cuenta y que corrobora con el testimonio de una obra antigua. Lelo era un hombre de mucha fama en Vizcaya. Durante la campaña que se vio obligado a hacer fuera de su país, su esposa Tota (: Toda) tuvo una intriga amorosa con un tal Zara, de cuyas resultas quedó encinta. Lelo volvió y los dos amantes se unieron para quitarle la vida. Este asesinato se realizó, pero el atentado fue descubierto y quedó resuelto en una asamblea del pueblo que los dos adúlteros fueran desterrados del país, y que al principio de cada canto se hiciera mención del desgraciado Lelo. (1: El distinguido literato guipuzcoano D. Juan Venancio de Araquistain ha escrito sobre esta tradición popular su preciosa leyenda Léhloh, que forma parte de un Legendario popular dado a luz en los folletines de La Correspondencia Vascongada, periódico publicado de 1869 a 1870 en Bilbao por los Sres. D. Juan E. Delmas y D. Antonio de Trueba.

Las personas de edad - añade - se acuerdan aún en efecto de un aire, cuyo estribillo decía:

Leluan lelo En Lelo, Lelo

Leluan dot gogo. En Lelo, yo pienso, 

y el proverbio bascongado Bethico Leloa, el eterno Lelo, del cual se sirve contra la repetición muy frecuente de una misma cosa, parece referirse a esta tradición." 

Mr. Fauriel (1) se hace eco casi en idénticos términos de esta tradición, de un extraño parecido con la de Agamenón, y afirma también que la asamblea del pueblo reunida inmediatamente después del asesinato del sobremanera querido Lelo acordó la expulsión del país de los culpables, y que todos los cantos nacionales se encabezaran en lo sucesivo con una estrofa en que se lamentara tan gran desgracia, para honrar así la memoria del valiente jefe cántabro y perpetuar el sentimiento de su muerte.

"Por singular que pueda parecer esta historia, - añade - hay un proverbio basco que se refiere a ella y parece atestiguar, si no su verdad al menos su popularidad.

"Bethico Leloa, esto es, eterno como Lelo, dícese de toda cosa muy repetida."

Por su parte M. Michel (2) cita dos composiciones de la colección de poesías vascongadas de Bernardo de Echepare, publicadas en Burdeos en 1515, en las que se encuentra repetido el mismo estribillo de Lelo.

En efecto, en la última estrofa de la que lleva por título Potaren Galdacia (la petición del beso), se lee un verso que dice:

Eta Lelori, bay Lelo, pota franco, vercia nego... 

y que ha sido traducido por M. Archu: “Oui, je donnerai á Lelo, á mon Lelo, des baisers à profusion, mais qu' il ne touche pas au reste...”

La segunda composición citada que es una Sautrela o paso de danza, (3) termina así:

(1) Histoire de la Gaule meridional sous la domination des conquérants germains, tomo II, apéndice número III.

(2) Le Pays Basque, páginas 229 y 230.

(3) Véase tomo II (serie I) del Cancionero, páginas 10 a 15. 

Etay Lelori, bai Lelo, Leloa zaray, Leloa. 

(Y he aquí a Lelo, sí Lelo, tú eres Lelo, Lelo.)

La palabra Lelua, tomada indudablemente del nombre del famoso jefe cántabro, ha pasado también al lenguaje con la significación de canto, refrán, (lelua, leloa) o sonsonete continuo, (bethico lelua), y así se ve usada por Oihenart (1) y Moguel. (2)

Todos estos datos corroboran, en mi sentir de una manera indudable, la existencia de la popular tradición y su remotísima antigüedad, dando por otra parte todos los visos de verosimilitud a la existencia de Lelo y a su trágico fin.

Ha habido, sin embargo, algunos escritores que huyendo de esta interpretación, en mi humilde opinión natural y lógica, a la tan controvertida estrofa primera del Canto de Lelo, se han metido en el terreno de las conjeturas y han torturado su fantasía para hallarle distinta explicación, ofreciendo como resultado de sus desvelos las más extrañas versiones.

En este caso se cuentan Chaho, Aizquibel, Michel, y otros laboriosos  e ilustrados vascófilos.

Agustín Chaho, (3) después de convenir en que todos los cantos euskaros antiguos comenzaban con la estrofa que encabeza el descubierto por Ibargüen, añade:

(1) Entre los Proverbios Bascos de este escritor, impresos por vez primera en París en 1657, aparece con el número 189 el siguiente:

Gueroa alferraren Leloa, que equivale a “El después (o el mañana) es el continuo refrán o la canción del perezoso.”

(2) Vocabulario con que termina su notable obra inédita "El doctor Peru Abarca."

(3) Histoire primitive des Euskariens-basques; langue, poesie, moeurs, et carácter de ce peuple. - Introduction á son histoire (,) Bayona, 1847. Tres volúmenes en 8.° mayor. 

"Los comentadores han tenido la ocurrencia de convertir a este Lelo en un Agamenón vizcaíno, a quien un tal Zara mató en un acceso de celos; pero no han considerado que un hecho tan vulgar no merecía que se diese una consagración secular al citado estribillo. Sobre todo no han parado la atención en que ese pretendido nombre de Lelo en cuatro letras lleva dos veces el artículo sufijo que la declinación euskaro-cántabra no usa nunca en los nombres propios.

Lelo, leloa, no puede ser, por consecuencia, un nombre propio de hombre, como tampoco puede serlo la palabra Zara.

Lelo, leloa, significa aquí la gloria, la fama, el lustro de la nacionalidad ibérica, como Zara designa la antigüedad, la vetustez.

Este texto, que ha dado la vuelta por Europa desde que Humboldt le prestó el apoyo de su autoridad científica, ha sido, pues, mal traducido hasta aquí. La traducción debía ser:

¡Acabó la gloria! ¡Murió la gloria, nuestra gloria! 

¡La vejez ha dejado perecer la gloria (,) nuestra gloria!”

Ni el hecho de la muerte de Lelo me parece tan vulgar como supone el Sr. Chaho, tratándose como se trata de un héroe de tan relevantes condiciones y tan querido como la tradición nos presenta a Lelo; ni las razones gramaticales en que el benemérito y desventurado escritor euskaro apoya su opinión son, en mi humilde sentir, tan concluyentes como pretende, ni, por último, me satisface la interpretación dada a la estrofa en cuestión ni la hallo siquiera ni remotamente verosímil.

Además, y aun suponiendo que quisiera aceptarse la versión de M. Chaho como la más exacta sería preciso enseguida volver a interpretarla para saber cuál pudo ser el origen, cuáles las causas de que se aceptara esa estrofa como estribillo común con el que se encabezaran todos los antiguos cantos euskaros, como reconoce el mismo escritor respecto a la que inicia el Canto de Lelo, y sabe Dios a dónde se iría a parar al cabo de tantas interpretaciones y de tantos comentarios.

Finalmente, y como manifiesta muy bien el señor Trueba, (1: El Canto de Lelo. Artículo publicado en la Ilustración española y americana. Año XIV. N.° VII, correspondiente al 25 de marzo de 1870, páginas 91 a 94.) 

algo dicen también y alguna autoridad merecen el constante testimonio de la tradición, y la unánime opinión de la crítica que dicen ser el nombre de Lelo el de un héroe popular muerto por un joven llamado Zara.

Más peregrina aun, y no menos infundada, me parece la opinión de Aizquibel, que he tenido ocasión de ver en unos apuntes manuscritos e inéditos sobre literatura bascongada, de puño y letra de este distinguido y laboriosísimo escritor.

“Yo creo – dice – que en lugar de aquella canción que cantan las nodrizas para adormentar (2: Verbo anticuado al que ha sustituido en nuestros días el equivalente adormecer) los niños, que empieza así:

Lua, lua, lua,

Lo, lo, lo, 

Gure umea

Lo dago, etc.,

inventó algún poeta del tiempo del Doctor Cachupin (1) para hacerla puramente vizcaína, pues en Guipúzcoa no he oído más que el tonillo de las nodrizas y niñeras con unos cuantos versos que varían según las épocas, con la tonadilla arriba puesta, que se repite al fin de cada verso." (2) 

En mi humilde opinión, la popular canción o estribillo que cita Aizquibel, por mucha que sea su antigüedad, no data de tan larga fecha como el Canto de Lelo, ni aun quizás de la época en que este fue hallado por 

Íñiguez de Ibargüen, y no veo tampoco analogía alguna entre ambos, por más que se pretenda traerla por los cabellos.

El ilustrado catedrático de la Universidad de Burdeos, M. Francisco Michel, ha querido también echar su cuarto a espadas en el asunto, (3) y ha acudido nada menos que al Romancero español, tratando de hallar en él explicación a la enigmática estrofa.

(1) Hay quien supone que este doctor Cachupin sea quizás el autor o el rebuscador al menos del Canto de Lelo, fundándose en las siguientes lineas que acerca de él se leen en el cuaderno 65 de la Crónica manuscrita de Íñiguez de Ibargüen:

"...y el mismo Doctor Cachopin (: Cachupin) da fée deciendo haber visto cerca de lo arriba dicho y de otras muchas antigüedades desta Vizcaya algunos papeles instrumentos y scripturas auténticas y de mucha fée e crédito antiquísimas, scriptas algunas dellas en su lengua bascongada y otras en latín correcto y otras en latín perfecto y natural y en cueros de animales curados y también ttosas y cortezas de árboles adobadas y sus letras y caracteres aunque con grande trabajo y dificultad se acabaron de leher y se dejaron bien entender..."

El mismo Íñiguez de Ibargüen cita en su obra entre los que se han ocupado de antigüedades y casas armeras de Vizcaya al Doctor García Fernández Cachopin.

(2) Al final de cada estrofa debe decir indudablemente, por más que esta confusión de términos sea harto común.

(3) Le Pays Basque, p. 230. 

Sin negar la verosimilitud de la antiquísima tradición relativa a Lelo, cuéstale trabajo el creer que la primera copla del histórico canto haga relación a esta particularidad, y expone su opinión sobre ella en estos términos: 

"En mi sentir, lelo il lelo... etc., no es otra cosa que un refrán, una especie de flon-flon, de trá lá lá, derivado del español hélo (he aquí), por el que comienza aquel antiguo romance:

¡Hélo, hélo, por do viene

el infante vengador

caballero á la gineta

en caballo corredor... "

En mi pobre concepto, la interpretación de Michel es tan infundada como las dos anteriores, y más absurda aún que aquellas, y después de haberlas visto todas me corroboro aún más en la interpretación de esta tan zarandeada estrofa admitida por Íñiguez de Ibargüen, Humboldt, Fauriel, Moguel, Trueba, y otros muchos escritores, que ante estas otras caprichosas versiones, nacidas de la torturada imaginación de sus autores, me parece más natural, más lógica, y sobre todo más exacta y verosímil. 

Pero no es esta sola estrofa, origen de tantas controversias, el único punto oscuro del Canto de Lelo. Todavía quedan en él uno que otro pasaje oscuro, y alguna palabra de significación no bien definida, a pesar del detenido análisis y del serio estudio de que ha sido objeto por parte de la mayoría de los vascófilos, y muy especialmente del venerable y erudito cura de Marquina D. Juan Antonio de Moguel, cuyos trabajos han aclarado muchos puntos antes dudosos.

El lenguaje de este fragmento es rudo y verdaderamente primitivo, abundante en arcaísmos y en voces perdidas ya y totalmente desconocidas; se nota una gran concisión y dureza en la construcción de las frases; faltan casi todos los verbos de enlace, y el tono general que en él domina muestra, en fin, un carácter de originalidad especial.

Las solas alegorías que existen, en número de dos, y que pueden verse en las estrofas XII y XVI, son de una extremada sencillez, y aun puede decirse que tan pobres de ideas, que cualquier poeta de época más reciente se hubiera desdeñado de usarlas.

El vascuence denota una gran antigüedad, y las voces en él empleadas son puramente euskaras, y exentas de toda mezcla extraña.

El canto entero se halla escrito en estrofas cortas de a cuatro versos, sin que se note en él verdadera rima, aunque por casualidad se encuentran dos en las estrofas V y VI, y aun también en la XII, y dos asonancias en la II y VIII. El último verso de cada estrofa que termina siempre en a, y solamente una vez en ac, da no obstante al conjunto algo que sabe a rima y cierta armonía musical.

Los tres primeros versos de cada estrofa, salvo contadas excepciones resultado quizás de defectos de copia, son de a cinco sílabas, y el cuarto de a tres y formado en casi todas ellas por una sola palabra trisílaba, reúne los versos de cada estrofa, y separa a estas unas de otras de una manera agradable al oído.

Todo, en fin, revela en este canto, que muestra bajo sus diversos aspectos un sabor y un carácter verdaderamente primitivos, un sello de vetustez y de gran antigüedad.

Como sucede, sin embargo, con todos los documentos de esta índole, no ha faltado quien haya dudado de su autenticidad, o a lo menos quien le ha supuesto de una fecha mucho más reciente de la que se ha señalado como origen a esta composición.

Varios son los escritores que han manifestado su opinión en este sentido; no obstante, son tan escasas como débiles la mayor parte de las razones que han expuesto en pro de esta tesis, y apenas si merecen una seria refutación.

En todas las cuestiones ha sido siempre y es tan fácil negar, cuanto es difícil probar de una manera sólida o incuestionable la fuerza de las razones en que se apoya la negación, y esto mismo sucede, en mi concepto, con las objeciones presentadas contra la autenticidad del Canto de Lelo.

Entre los argumentos de más peso que se han expuesto, se cuenta el relativo a la palabra Vizcaya que en él se emplea, y que no aparece en la historia hasta época muy posterior a la de la guerra cantábrica; duda mostrada primeramente por Humboldt en sus "Correcciones y Adiciones al Mitridates", y reproducida después por la mayor parte de los que consideran apócrifa dicha composición.

La razón, empero, no me parece ni tan sólida ni tan convincente como puede creerse a primera vista; pues, si bien es cierto que el nombre de Vizcaya o Bizcaya, como quiera escribirse (Bizcaia), así como también los de Guipúzcoa y Álava, no se encuentran en las obras de los historiadores antiguos hasta época posterior a la de la entrada de los árabes en España, posible es también, y más que posible, que esos nombres privativos del país sólo estuvieran en uso entre sus habitantes sin que llegaran a noticia de los extraños, como ha sucedido con otros muchos de la tierra euskara. De esta opinión participa el sabio jesuita y eruditísimo vascófilo P. Manuel de Larramendi, que tratando de la materia expone su juicio en estos términos en las páginas 111 a 113 de su notable Discurso Histórico sobre la antigua famosa Cantabria: (1: Madrid, 1736. imprenta de Juan de Zúñiga. Un tomo en 8.° de 420 páginas, más 38 de Prólogo, aprobaciones y demás, y seis al final de Tablas.) 

"Viniendo en particular a los nombres de Bizcaya, Guipuzcoa y Alaba, puede dudarse, si desde el principio de su población tuvieron las tres Provincias essos nombres proprios de su lengua: o no siendo assi, en 

qué tiempo se les impusieron? El tiempo en que empiezan a oírse en nuestras Historias, es mucho después que entraron los Moros en España. Pero es cierto, que no se pusieron entonces los nombres de Bizcaya, Guipúzcoa y Alaba: lo primero, porque los Historiadores no los inventaron, antes escribieron los que ya tenían entonces las tres Provincias. Lo segundo, no se halla razón ni sucesso, por el cual se pusiessen esos nombres como nuevos, ni que los Bascongados tuviessen algún acuerdo de ponerlos entonces. 

Según esto ya las tres Provincias tenían esos nombres en tiempos de Godos, y aun de los Romanos: y es lo que se debe decir, añadiendo, que en aquellos tiempos estaban en uso sólo entre los Naturales, no haviendo llegado a la noticia de los Estraños, como ha sucedido con otros muchos nombres; y que los Antrigones, Caristos y Vardulos eran segundos nombres conocidos de los Historiadores y Geógrafos antiguos, y por esso variados, mal escritos, y pronunciados; quando al contrario los de Bizcaya, Guipuzcoa y Alaba se han conservado incorruptos, y significativos entre los Bascongados, por haberse usado sólo entre ellos, que conocen, y saben su significado y energía."

¿Quién, fuera del país, conoce aun en nuestros días por sus nombres euskaros y privativos las localidades de San Sebastián, Pamplona, Fuenterrabía, Irún, y otras muchas?

¿Cuántos son, por ejemplo, los que saben que San Sebastián tiene su propio nombre vascongado Donostia, Pamplona Iruña, Fuenterrabía Ondarrabia e Irún Uranzu o Iranzu?

¿Cuántos escritores extraños al país designan a la lengua vascongada con su propio nombre de euskara o euskera?

Pues si esto sucede aún hoy, que los conocimientos generales están mucho más desarrollados que en otras épocas, y los medios de publicidad son tantos, tan rápidos y tan variados, ¿qué de extrañar tiene que en aquellos tiempos los escritores extranjeros designaran a Bizcaya con otro nombre que este, aunque fuera el propio y el común empleado por sus naturales? Ese argumento, pues, presentado por diversos escritores poco menos que como irrefutable contra la autenticidad del Canto de Lelo, no tiene para mí la solidez ni la fuerza que se le ha supuesto. 

El que el documento en cuestión haya permanecido oculto o ignorado durante tantos siglos, nada atestigua tampoco en contra de su legitimidad; pues no es este el primer caso de análoga índole que se presenta en el campo de las letras.

Mientras no se den, pues, pruebas más sólidas de su falsedad, y no las he visto empleadas por nadie hasta el día; mientras no se justifique con argumentos irrebatibles, la acusación de impostura que en este caso habría que arrojar sobre el escribano de Zornoza Don Juan Íñiguez de Ibargüen, que nos da de él la primera noticia y certifica su origen, el Canto de Lelo será para mí un documento de indudable legitimidad y de autoridad irrecusable.

En favor de esta tesis existe todavía otra razón:

Si este documento ha sido forjado por Ibáñez (Íñiguez) de Ibargüen u otro de sus contemporáneos o antecesores, ¿cómo no pudieron estos - como arguye muy bien Moguel, - (1) darnos una exposición clara del mismo? ¿dónde hallaron o de dónde sacaron tales voces hace cerca de tres siglos?

(1) Carta a D. José Vargas Ponce, fechada en Marquina a 30 de marzo de 1802, y publicada por la Academia de la Historia en el tomo VII de su Memorial histórico español, (Madrid, 1854), páginas 720-722. 

El mismo Humboldt, aun en medio de la duda suscitada por la presencia en el canto de la palabra Vizcaya, no ha podido menos de afirmar que, "no obstante, es siempre seguro que, tanto por su lenguaje como por su versificación este aire parece mucho más antiguo que todos los poemas españoles más antiguos que nos son conocidos."

Todos estos datos bastan a demostrar la verdadera importancia histórica, filológica y literaria de este documento, y a justificar la extensión de estos apuntes críticos.

He aquí ya ahora, en primer lugar este importantísimo fragmento, literal y escrupulosamente copiado hasta con sus propios errores, de la Crónica manuscrita de Íñiguez de Ibargüen, y seguido de una traducción en prosa castellana, todo lo exacta que me es dado hacer: y a continuación el mismo canto reproducido con las rectificaciones necesarias, a mi leal entender, acompañada de una versión algo más libre y más poética hecha con gran habilidad por el popular poeta D. Antonio de Trueba, e ilustrada con numerosas notas filológicas y gramaticales:


Canto de Lelo.

Texto literal reproducido de la Crónica de Ibargüen. 


"V. 1 

lelo, yl Lelo

lelo, yl lelo  

leloa çarat

il leloa.  


2.

Romaco armac 

aleguin eta

Vizcayac daroa

Zanzoa.


3. 

Octabiano

munduco jauna

le coby di

Vizcayocoa.


4.

Ichasotati

eta leorres

y mini deusco

molsoa.

5. 

leor celayac

bereac dira 

menditan tayac

leusoac. 


6.

lecu yronyan

gagozanyan

noebera sendo

daugogoa.


7.

bildurric guichi

armabardinas

oramayasu

guexoa. 


8.

Soyacgogorrac

badyri tuys 

narrubiloxa

surboa. 

9. 

bost urteco

egun gabean 

gueldi bagaric 

pochoa. 


10.

gurecobata

ylbadaguyan

bost amarren

galdoa.


11. 

aecanista

gue guichitaya

asqugudugu

lalboa. 


12. 

gueurelurrean

ta aen errian

biroch ainbaten

zamoa.

13. 

Ecin gueyago

(Falta el resto porque está roto el papel.)


14. 

tiber lecua

gueldico zabal

Uchin tamayo

grandoya.


15.

(Falta porque está roto el papel.)


16. 

andiaristac

gueisto syndoas

beticonayas

narraca."


Canto de Lelo. 

(Traducción literal castellana.)


1. (oh) Lelo!, (ha) muerto Lelo! - (Oh) Lelo! (ha) muerto Lelo! - (Oh), Lelo! Zara - (ha) muerto a Lelo!

2. Los extranjeros de Roma - hicieron lo posible, (mostraron sus fuerzas para subyugarnos), - (y) Vizcaya da - (el) canto de guerra. 

3. Octaviano (es) - (el) señor del mundo, - Lecobide - (lo es) de Vizcaya. 

4. Por mar - y por tierra - nos ha puesto - sitio (o cerco.)

5. Las secas llanuras - son suyas, (o ellos ocupan las áridas llanuras), - las altas montañas - (y) las cavernas, - (son nuestras, o están en nuestro poder.)

6. En sitio favorable - cuando estamos - cada cual (de nosotros) firme - mantiene su ánimo.

7. Poco miedo (tenemos) - con iguales armas - (pero) nuestra artesa - enferma (anda mal de pan.)

8. Duras corazas - llevan (ellos) - (pero el) cuerpo desnudo - (es más) ágil. 

9. De cinco años - (los) días y (las) noches - sin punto de reposo - (dura el) asedio.

10. (Para) cuando uno de los nuestros - ha (caído) muerto - cinco decenas - pierden (ellos.) 

11. (Pero) ellos (son) muchos y - nosotros pocos (escasos en número), - (y) al fin hemos hecho - (la) paz.

12. En nuestro suelo - y en su pueblo (o y en el suyo) - se atan del mismo modo - las haces. (N. E. fasces, etrusco : rasna. Símbolo de unidad, haz, feix, fascismo; catalanistas feixistes, bastante amigos de los y las etarras, sobre todo de los que se sientan en un escaño.)

13. Es imposible más... (Falta el resto porque está roto el papel.) 

14. El sitio (o la Ciudad) del Tíber - queda ancha (1) - Uchin Tamayo - muy grande.

15. (Falta porque está roto el papel.) 

16. Los grandes robles – ceden (2) - al continuo dar - del pica-postes. 

(1) Tal es la traducción literal, y en mi concepto la más exacta también de la frase original Gueldico zabal, que Humboldt ha traducido reposa a lo largo situada. Michel, queda o continúa extendida, (Reste étendue), y Trueba “conserva sus dominios.”) 

Queda ancha, expresa en mi concepto “Roma queda ya tranquila, en paz.) 

(2) Humboldt ha traducido "Caen mal de su grado.” 


Canto de Lelo.

(Texto original.) 


1.

¡Lelo! il Lelo,

¡Lelo! il Lelo (punto alzado)

Leloa! Zarac

Il leloa. 


2. 

Erromaco arrotzac (1)

Aleguiñ (2) eta 

Vizcayac (3) daroa (4)

Zanzoa. (5)


3. 

Octabiano 

Munduco jauna

Lecobidi (6)

Vizcaicoa.


4. 

Ichasotatic

Eta leorrez

Imini (7) deuscu

Molsoa (8)


5.

Leor celayac

Bereac dira 

Mendi tantayac

Leusoac. (9) 


6.

Lecu ironean (10) 

Gagozanean, (11)

Norberac sendo

(Dau) (12) gogoa.


7. 

Bildurric guichi

Arma bardiñez; (13) 

Oramaia (14) zu

Guexoa. (15)


8. 

Soyac (16) gogorrac

Badirituis,

Narru billosta (17)

Surboa, (18)


9. 

Bost urteco

Egun gabean

Gueldi bagaric

Bochoa. (19) 

10.

Gureco bata

Il badaguian

Bost amarren (20)

Galdua.


11.

Aec anitz ta

Gu guichitaya (21)

Azquen indugu

Lalboa. (22)


12.

Gueure lurrean

Ta aen errian

Biroch (23) ain baten

Zamoa. (24)


13. 

Ecin gueyago ….. (N. E. Falta el resto del texto)


14.

Tiber lecua

Gueldico zabal (25)

Uchin-Tamayo (26)

Grandoya. (27) 


15. 

(Falta todo el texto)

16.

Andi arichac (28) 

Guesto sindoaz

Betico naiaz (29)

Nardoa. (30) 

Canto de Lelo. 

(Traducción de D. Antonio de Trueba.) 


1. 

Oh Lelo! muerto es Lelo!

oh Lelo! muerto es ya!

oh, a Lelo Zara

dio muerte criminal!


2. 

A Vizcaya el romano

pretende subyugar;

pero Vizcaya (3) entona 

el cántico marcial.


3. 

El imperio del mundo

tiene Octaviano ya, 

y es Señor de Vizcaya

Lekobide el leal. 


4. 

Del lado de la tierra

y el lado de la mar

nos oprime Octaviano

con asedio tenaz. 


5.

En las secas llanuras

los romanos están

y bosques y cavernas

la montaña nos da.


6.

Apostados estamos 

en muy fuerte lugar

y ánimo inquebrantable

tenemos cada cual. 


7. 

Las armas siendo iguales

no tememos lidiar,

pero en nuestras artesas

suele faltar el pan.


8. 

Cubierto de corazas

el enemigo va,

pero el cuerpo indefenso

gana en agilidad.


9. 

De día ni de noche,

sin tregua al brazo dar,

cinco años há lidiamos

por nuestra libertad.


10. 

Cuando a uno de los nuestros

muerte el romano da,

cincuenta de los suyos

hemos visto espirar.


11. 

Pero hemos aceptado

al cabo su amistad,

porque somos muy pocos

y ellos son mucho más.


12.

En su tierra y la nuestra

lo mismo se ata el haz,

y era ya muy difícil

la lucha prolongar.


13. 

(Falta todo el texto)


14. 

Los dominios del Tíber

guardan su integridad

y Uchin-Tamayo (26) es grande

por la gloria y la paz.


15. 

(Falta todo el texto)


16.

El leve pica-postes

con su constancia va

venciendo la dureza

del roble secular. 

(1) El cambio de la palabra armac escrita, aunque se lee dudosamente, por Íñiguez de Ibargüen, por la de arrotzac, introducida según creo por Moguel, y aceptada ya por casi todos los comentaristas, no envuelve significación alguna de importancia para la verdad del texto, que queda inalterable. 

Las armas romanas, como se traduciría en el primer caso, o los extranjeros de Roma, como expresa en el segundo, viene a ser completamente lo mismo en el fondo.

La voz arrotz-a equivale a extraño, extranjero, y suelen emplearse como sinónimas de esta las palabras erbestecoa, (contracción de erri-bestecoa, de otro pueblo, de país extraño), atzeco-a o atzerrico-a, y erdaldun-a.

(2) Al-eguin, voz compuesta de al, guip., vizc., nav., ahal, lab., sulet., poder, y eguiñ, hacer, vale tanto como hacer (eguin) lo posible (ala o aldana). Ejemplos: Juango al naiz? Iré?, es decir, podré ir? Al-ic lenena, (o ahal-ic lasterrena), lo antes posible.

(3) No me parece excusado añadir que aunque en todo este canto sólo se cita el nombre de Vizcaya, la misma gloria cupo en la empresa a Guipúzcoa, pues ambas provincias desde luego pelearon unidas, y esa lucha ha inmortalizado el monte Hirnio o Hérnio, como más comúnmente se le llama hoy, situado en esta, y que los cántabros eligieron como uno de sus inexpugnables baluartes para su heroica defensa. Sobre el asunto me permito recomendar al lector la lectura de la preciosa tradición "Los Cántabros” escrita por D. Juan V. de Araquistain y que forma parte de sus "Tradiciones vasco-cántabras."

(4) Daroa. Es tercera pers. del sing. del presente de indic. del verbo vizc. eroan, llevar, equivalente al guip. eraman.

“Vizcaya da o entona el canto de guerra: es decir, lo lleva de monte en monte y de valle en valle."

(5) Zanzoa, voz purísima y muy usada, que expresa tanto como canto de guerra. Araquistain usa también en sus Tradiciones la voz Il çanzoa, para expresar la canción de muerte que entonaban los antiguos cántabros al arrancarse espontáneamente la vida antes de caer esclavos de los romanos.

(6) Lecobidi o Lecobide era el jefe de los Cántabros en tiempo de su lucha con Roma. (N. E. ¿Lecobide o Lecobidi = Lelo?)

(7) Imini, ifini o ipiñi, poner.

(8) La palabra molso-a se ha traducido por todos los comentaristas con la significación de sitio, cerco o asedio. En efecto, esta voz expresa propiamente el concepto de grupo, pelotón o montón de soldados, de gente o de ganado, y con igual significación se han empleado el verbo molsotu o moltsotu, agrupar, reunir, y sus derivados molsotu-a, molsotuago. 

(9) Leuso-a, leizea o leiza, abismo, antro, caverna.

En guip. y vizc. se ve generalmente leiz-a, leize-a, lez-a, en labort. En esta frase está sobreentendida, como comprenderá desde luego el lector a poco que se fije, la palabra gureac. "Las altas montañas y las cavernas (son) nuestras.”

(10) Lecu ironean, en lugar a propósito o favorable. Iron es, en mi humilde concepto, contracción de eraon: Lecu Ironean o era-onean equivale pues a lugar de gusto, agradable o favorable.

(11) Gagozanean, cuando estamos... Gagoz es 1.a pers. del plural del presente de indic. irregular del verbo egon, estar. Así se dice en el dial. vizc., emen gagoz, (emen gaude, guip.), aquí estamos.

(12) Tanto por hallarse suprimidos en el canto original todos los verbos de enlace, como porque destruye la medida, Humboldt cree, y participo de la opinión de este respetable filólogo, que el verbo dau que aparece en este verso es una reforma introducida en él 

posteriormente a su hallazgo, en beneficio quizás de la claridad.

(13) Bardin-a, berdiñ-a, igual.

(14) Oramai-a, artesa; de ora u ore, g., v., orhe, lab., bn., "pasta de harina preparada para el cocimiento", y mai-a, mesa. (N. E. ordeum, ordei, ordeo, ordea, ordeorum, ordeis, y versiones con h; cebada; ordi, ordio.)

(15) Guexoa o gueso-a, gech-a, vizc., gaitz, gaicho, guip., vizc., enfermo, malo. Desprovista aquí. - El dial. vizc. emplea también como sinónimas las voces guestoa, malo, (guip. gaizto-a), guestotú, (guip. 

gaiztotú), malear, y guestotza, maldad.  

(16) Soyac equivale a soin-ac, vizc. o soiñ, soñac, guip., los vestidos o las vestiduras.

Para expresar la significación de coraza emplea el vascuence la voz soiburnia o soin-burnia, que equivale a vestido de hierro.

(17) Narru billosta, piel desnuda o cuerpo desnudo o descubierto.

De narru, vizc., larru, g., lab., bn., piel, cuero, y billos, vizc., guip., billusi, lab., buluzi, bn., despejado, desnudo.

El cambio de la l en n que se observa en la voz larru, narru, es bastante común en la lengua vascongada, y se observa en otras muchas palabras, como por ejemplo en lenengo, lelengo.

La palabra billos-a, deriva según M. Chaho, de bilda, (pilda o filda), vestido, y uts-i, dejar.

“Adan ta Eva billosic icusi ziranean... "Cuando Adán y Eva se vieron desnudos..." (Lardizábal.)

En Vizcaya es muy común también designar al calvo con la expresión buru billosa, (de cabeza desnuda.) En la lengua se ven también usadas las palabras biluzi, desnudar, biluztea, desnudez, bilusa, desnudo, y biluzgorri, desnudo en carnes (N. E. en cueros, cuero : piel). 

(18) Surboa. Ignoro el origen y la etimología de esta palabra que no he podido hallarla en los diccionarios y vocabularios de Larramendi, Harriet, Moguel, Archu, Goyetche, Van-Eys, Chaho, Iztueta, e Iturriaga, ni aun en el Izteguia (Itzteguia) inédito de Aizquibel. Todos los traductores del Canto de Lelo la han vertido, sin embargo, en el concepto de ágil, flexible.

(19) Bocho-a. He aquí otra de las palabras desconocidas hoy, y cuya explicación no he podido hallar en ninguno de los diccionarios ni vocabularios que conozco. Bocho-a o pocho-a, (N. E: Latín possessio) (ya se sabe cuán común es en el vascuence el cambio de ambas letras iniciales), expresa, sin embargo, en mi concepto, lo mismo que ocupación, sitio, (y con la misma significación la han traducido todos los comentaristas), pues se usa aún el verbo pochelatu, y así lo emplea el P. Cardaberaz (Cardaberáz, Cardaberás) en el sentido de ocupar, tomar posesión o apoderarse de alguna cosa, así como también su derivado pochelatua; empleado por Lecluse con idéntica significación.

(20) Bost-amarren, cinco de a diez, o cinco decenas.

(21) Desconozco la terminación tai, taya, de esta palabra, que quizás sea resultado de algún error de copia. Desde luego la idea está sin embargo clara, pues guchi, guichi, significa menos, y el verbo guchitu,

venir a menos, amenguar o decrecer.

(22) Lalboa. Indudablemente la l inicial de esta palabra es simplemente eufónica, y destinada a evitar el choque de la vocal que le sigue con la última de la voz que le precede.

Eguin alboa equivale a acercarse, pues la palabra alboa se ve unida en los diversos conceptos de lado, flanco, costado, cercanía, inmediación, vecindad, y aquí ha podido emplearse más concretamente con la significación de concierto, pacto o convenio, pues así parece deducirse del texto.

(23) Biroch. Esta es otra de las palabras para mí desconocidas en el canto, y cuya explicación tampoco he podido hallar. ¿Será quizás un compuesto contracto del numeral bi (dos) y el verbo erachi o erachiki, pegar o unir una cosa a otra, empleado en el concepto de bildu, unir, atar o amalgamar? Parece corroborar esta opinión la palabra birokia, (bikia o bizkia), usada con la significación de mellizo o gemelo.

(24) La palabra zama significa propiamente carga; suele sin embargo usarse también en el concepto de haz o manojo de trigo, de leña, etc. Así se dice: egur zama, carga de leña o haz de leña.

(25) Véase la nota 1 de la página 21.

(26) Moguel entiende que Uchin-Tamayo, cuyo nombre conserva la tradición como el de uno de los jefes cántabros, es el que ajustó la paz con los Romanos.

(27) Humboldt señala esta como la única palabra no pura del canto, aunque él mismo indica que puede ser también vascongada y derivada de gora, alto, y andia (handia), grande.

(28) Arich-a, vizc. aritz-a, guip., haritz-a, lab., bn. sulet., roble. 

(29) En mi humilde concepto la n de naiaz es simplemente eufónica. Betico aiaz o ariyaz, al continuo dar... 

(30) Trueba ha traducido esta palabra por pica-poste. Larramendi designa a esta ave, más conocida por su nombre vulgar de pica-maderas, por alimentarse de los insectos que saca con su pico de entre las cortezas de los árboles, con los nombres de okila u okilla. (N. E. Pájaro carpintero y muchos nombres más; pícidos, Picidae, piciformes.)



Segunda serie. Tomo III. Cantos históricos.

Segunda serie. 

Tomo III. 

Cantos históricos. 

1878.

Al Sr. D. Antonio de Trueba y la Quintana.

Mi querido amigo y respetable compañero: A ninguna de mis modestísimas obras he dispensado hasta hoy la cariñosa solicitud que a este pequeño volumen; predilección que se explicará V. perfectamente al saber que se trata de los Cantos Históricos de nuestra querida tierra, a cuya propaganda y más perfecto conocimiento he querido contribuir también en la escasa medida de mis fuerzas.

Al formar el plan de este humilde trabajo y antes aun de iniciarlo, hice el propósito de dedicárselo a V. como débil testimonio de afectuosa consideración al amigo, de admiración y de respeto al incansable cronista de Vizcaya, al popular cantor vascongado, y al distinguido narrador y poeta español, gloria de nuestro suelo y honra de su patria; y hoy que lo veo terminado, estampo con el mayor gusto al frente de estas páginas y junto a mi humildísimo nombre el de V., tan conocido como justamente respetado en el mundo de las letras.

Pobre, como mío, es el recuerdo que le ofrezco; confío, sin embargo, en que lo aceptará con su acostumbrada benevolencia y lo juzgará con su proverbial bondad.

Soy siempre de V. con la más distinguida consideración, afectísimo amigo

Q. B. S. M. 

José Manterola.

San Sebastián 13 de junio de 1878. 

Prólogo.

El estudio de los Cantos Históricos de los bascos es el objeto del presente volumen.

A su importancia histórica reúnen estas composiciones un gran valor filológico, pues muestran el sello originalísimo de la literatura especial de que forman parte, y contribuyen a la vez de una manera notable a dar a conocer el genio característico de esta antiquísima raza euskara, admirada del mundo por su heroísmo y su fiero amor a su independencia y su libertad, pero poco apreciada todavía en sus manifestaciones literarias, en las producciones de su inteligencia o de su fantasía.

Dos únicos monumentos de esta índole, de verdadero carácter histórico, conserva en el día la lengua euskara: el Canto de Lelo, o de los Cántabros, y el denominado de Altabiscar.

Aquel recuerda la guerra cantábrica; éste la derrota del ejército de Carlo-Magno en Roncesvalles.

El primero, cuya antigüedad se hace remontar al siglo de Augusto, es una relación sobria y austera de las luchas de Roma con los Cántabros, de las que nos muestra interesantes detalles; el segundo constituye un rudo y varonil canto que describe con gran verdad y colorido, cual pudiera hacerlo un testigo presencial, la catástrofe y las horribles angustias de las huestes francas, sorprendidas por los Bascos en los angostos desfiladeros de Altabiscar y de Ibañeta, de regreso a su país después de la fracasada intentona de Carlo-Magno de extender su ya vasto imperio por este lado de los Pirineos.

Ambas composiciones ofrecen, pues, una verdadera importancia histórica, por los grandes hechos a que se refieren, y aparte de ella muestran no menor valor, bajo el aspecto meramente literario, por su sabor verdaderamente primitivo, y por el carácter de originalidad que se observa en todas sus partes y detalles.

Del Canto de Lelo, al que la crítica literaria ha concedido un preferente lugar, y del que se han ocupado numerosos literatos nacionales y extranjeros desde que a principios de este siglo lo dio a conocer al mundo científico el sabio prusiano Guillermo de Humboldt (Wilhelm), ofrezco no solamente el texto original escrupulosamente copiado de la antigua Crónica de Íñiguez de Ibargüen, el rebuscador de este canto, sí que también el mismo texto aclarado por los diversos comentaristas e ilustrado con abundantes notas filológicas y gramaticales; una traducción completamente literal en prosa castellana, otra versión poética hecha ya con alguna libertad por el distinguido cronista del Señorío de Vizcaya, D. Antonio de Trueba, y extensos apuntes críticos en los que se indica brevemente la historia de esta composición, se analizan detenidamente su fondo y su forma, se exponen las principales opiniones emitidas por los literatos de más nota que se han ocupado en su estudio, y se refutan aquellas ideas expuestas, que en mi humilde sentir, son absurdas o poco verosímiles. Análogo trabajo he practicado sobre el magnífico y memorable Canto de Altabiscar, cuyo texto original en vascuence bajo-navarro ofrezco íntegro al lector, acompañado de una versión literal castellana, e ilustrado con numerosas notas y observaciones, y extensos apuntes críticos. A este canto sigue además una excelente traducción libre en verso castellano.

A estos dos documentos, únicos en su género y de su importancia que conserva la literatura euskara, siguen una breve noticia histórica de la famosa batalla de Beotivar, el exiguo fragmento que nos ha llegado del canto conmemorativo del triunfo obtenido en dicho punto por las fuerzas guipuzcoanas sobre las francesas y navarras el 19 de septiembre de 1321, y por último, el himno al Árbol de Guernica del famoso bardo guipuzcoano D. José María de Iparraguirre, que por su asunto y su significación se ha elevado en nuestros días a la categoría de un verdadero canto histórico-popular entre los Bascos.

Este último canto, así como los de Lelo y Altabiscar, va acompañado de una traducción literal castellana, ilustrado con diversas notas y observaciones, y precedido de un ligero juicio en que se traza a grandes rasgos su historia y se expone su significación.

Tales son los trabajos, objeto de estudio del presente volumen.

El laborioso escritor francés M. Michel incluye también en su excelente obra Le Pays Basque entre los cantos históricos de los Euskaldunas, unos versos en elogio de Domenjon González de Andia, célebre guipuzcoano de fines del siglo XV, (1) un canto anónimo en dialecto bajo-navarro, de los últimos años del siglo pasado, dedicado al Vizconde de Belsunce, (2) otro de la misma fecha en honor del Conde d' Estaing, escrito en vascuence labortano, (3) y aun alguno más, pero ninguna de estas composiciones reúne ni con mucho la importancia histórica y el valor literario de los Cantos de Lelo ni de Altabiscar, ni ha alcanzado tampoco la popularidad que el himno al Árbol de Guernica, por cuya razón he creído poder omitir su reproducción en este volumen.  

He puesto cuanto estaba de mi parte para que este estudio salga lo más completo posible, y será grande mi satisfacción si he conseguido aclarar con mi humilde esfuerzo cualquiera punto dudoso, o añadir un solo nuevo dato, de alguna importancia, a los ya conocidos sobre los Cantos Históricos de esta querida tierra vascongada, objeto del presente volumen. 

José Manterola. 


San Sebastián 1.° de junio de 1878. 


(1) Tan sólo se conserva de ellos la siguiente cuarteta:

"Sagarra eder, guezatea,

Guerriyan ere espatea,

Domenjon de Andia,

Guipuzcoaco erreguiá."

Domenjon de Andia, "el rey de Guipúzcoa", como se le apellida en este cantar, es uno de los personajes que más descuellan entre los que han intervenido en la dirección del régimen autonómico de Guipúzcoa, habiéndole cabido también una parte importantísima en el apaciguamiento de los Bandos Oñacino y Gamboino, (1457) en el Convenio de recíprocas indemnizaciones entre Inglaterra y Guipúzcoa celebrado el año 1474, y en el Tratado de Comercio estipulado por ambas partes contratantes en 1482. 

(2) Consta este canto, que puede verse en la citada obra de Michel, páginas 244 a 247, de 10 estrofas de a siete versos, con rima perfecta.

He aquí, por vía de muestra, dos de sus principales estrofas:

8.a

"Belzunceren izena,

Eta haren aomena

Urrunda hedatcen:

Erregueren gortetan,

Iri eta campañetan,

Norc ez du entzuten

Belsuncez mintzatzen?

9.a

Zuhaurren herritarrec,

Bai eta Laphurtarrec,

Goraki diote: 

"Euskualdunen lilia, 

Eta ohoragailla,

Zu zira, Belsunce.

Luzaz bici zaite."

Traducción. El nombre de Belsunce y su fama se extienden por do quiera. ¿Quién no oye hablar de Belsunce, ya en la Corte del Rey, ya en los pueblos, ya en los campos?

Tus propios conciudadanos, así como también los labortanos dicen en alta voz: "Tú eres, ¡oh Belsunce!, la flor y el orgullo de los Bascos. Que Dios te guarde largos años."

(3) Es una imitación del canto en elogio del Vizconde de Belsunce, hecha por D. J. Larregui, rector de Basussari, villa del Cantón de Bayona, y que consta de quince estrofas de a cuatro versos, consonantados por parejas.

He aquí para que el lector se forme una ligera idea de esta composición, que puede verse íntegra en la citada obra de Michel, pág. 248 a 252, las siguientes estrofas:

"Zuc gherla ghizonetan ¡oh d' Estaing noblea!

Daramazu, segur da, zuzenki lorea;

Ethorkiz zare jausten puruenetaric

Francian diren etche zaharrenetaric.


Maiz zure arbasoac dire seiñalatu,

Franciaco khoroa dute sustengatu,

Cembat ere odolac baitzaitu goratzen,

Zure bihotzac zaitu hobeki bistatzen."


Traducción. Sobre todos los guerreros, ¡oh noble señor d' Estaing!, has alcanzado la palma en buena ley. Por tu origen desciendes de lo más puro, de una de las más antiguas casas de Francia.

En muchas ocasiones se han distinguido tus antepasados: ellos han sido sostén de la Corona de Francia.

Pero aún más que tu rango te elevan tu valor y tus propios merecimientos.

Canto de Lelo

Canto de Altabiscar