Serie III.
Seguida de un extenso vocabulario basco – castellano - francés.
San Sebastián.
Establecimiento tipográfico y librería de Antonio Baroja.
1880.
J. C. Cebrián
PRÓLOGO.
En estos tiempos, en que todo cuanto al país bascongado se refiere es objeto de continua discusión y de apasionada controversia, háblase mucho, y no siempre desgraciadamente con suficiente conocimiento de causa, de la lengua y de la literatura de este pequeño pueblo, enclavado entre el mar Cantábrico que baña sus costas y el gigante y abrupto Pirineo que corona sus fronteras, y original, por serlo en todo, hasta en sus medios de expresión, que constituyen un idioma y una literatura especial, tan característicos como dignos de ser estudiados.
Discútese mucho, sobre el origen y la antigüedad de esta maravillosa lengua, que la ciencia moderna, a pesar de sus adelantos, no ha podido determinar todavía, y que continúa siendo un misterioso enigma para la filología; se estudian, sin gran fruto hasta el presente, sus relaciones con los demás idiomas; se discute su importancia, que en vano tratan de negar sus detractores, más atentos a fines políticos que a especulaciones científicas, se examinan los caracteres esenciales de su modesta literatura y se analizan los rasgos distintivos de su poesía popular.
Se ha dicho y repetido hasta la saciedad, que los bascongados no tienen literatura propia especial; no ha faltado quien ha negado a nuestro hermoso idioma, que no conoce quizás rival por lo armonioso, condiciones para la poesía, y tantos y tantos cargos y de tal naturaleza, se han acumulado desde muy antiguo sobre la maravillosa lengua de los hijos de Aitor, que no es extraño sea ésta mirada con tanta indiferencia, cuando no con aversión, por la mayoría de los españoles, que la consideran como una jerga bárbara, por haber tomado como artículo de fé, la aserción sentada con más pasión que conocimiento por el historiador Mariana, y repetida por otros escritores que siguieron más tarde sus huellas.
No es esta la ocasión ni el lugar de discutir tales aserciones, cien veces contestadas y reproducidas otras cien veces; debo, sin embargo, sentar aquí una afirmación, y es que, lejos de hallarse en decadencia, jamás la poesía bascongada, ha adquirido el vuelo, la elevación, ni la importancia que alcanza hoy.
Todo el que estudie un poco el modesto tesoro de nuestra humilde literatura, fruto en su mayor parte del ingenio de oscuros y sencillos bardos populares, no podrá menos de reconocer que el Parnaso euskaro no cuenta hasta nuestros días con poetas de la elevación y el varonil estro de Arrese y Beitia; de la pureza y corrección de formas del P. Arana; de la espontaneidad, la gracia y la habilidad descriptiva de Iturriaga; de la fecundidad de Azcue, o de la delicadeza y el sentimiento de Vilinch y de Elizamburu; ni con traductores que sepan verter pensamientos formulados en una lengua extraña, con la severidad, la exactitud y la elegancia a la par de Otaegui.
No: la literatura euskara no nos ofrece hasta hoy un canto tan inspirado, tan robusto, tan varonil ni tan grandioso como el Ama euskeriari azken agurrak, del poeta bizcaíno Arrese y Beitia; odas tan correctas como la dedicada a Elcano por el P. Arana; fábulas tan discretas como las de Iturriaga; poemas descriptivos del mérito y la novedad del que lleva el título de Apolo eta musak, de Azcue; poesías amorosas tan tiernas y delicadas como las de Vilinch o Elizamburu; ni versiones euskaras como las que ha hecho el Sr. Otaegui de las odas A la Ascensión y La vida del Campo del insigne Fray Luis.
Poesía que tales composiciones produce no está en decadencia, está muy lejos de la agonía, como quiere suponerse; lejos de ello, hay que afirmar sin rebozo, y lo decimos con satisfacción, en el país bascongado se opera en los momentos actuales un verdadero renacimiento literario, que promete ser fecundo en resultados, y que indudablemente contribuirá a dar un gran desarrollo y vida más robusta a la lengua y la poesía euskaras.
Nuestra poesía, hasta hoy meramente popular, hija de la sencilla inspiración de humildes rústicos que cantaban sin darse cuenta de ello, como cantan las aves, obedeciendo a una necesidad de la naturaleza, comienza a ser practicada con estudio, a ser cultivada por hombres de ilustración, peritos en el manejo de lenguas y literaturas extrañas, penetra ya en el campo de lo trascendente, y éste renacimiento, cuyos albores saludamos con inmensa satisfacción, no puede ocultarse a la vista de nadie que fije su atención en el desarrollo que empieza a adquirir el movimiento literario en la tierra euskara.
Felicitémonos, pues, de ello, y contribuyamos cuantos consideramos al bascuence como el primero y el más característico de los rasgos peculiares de nuestra raza, a empujar y a dar vida y calor a ese movimiento, nacido en buen hora, y que es feliz augurio de los frutos que en plazo no lejano puede ofrecer todavía nuestra hasta hoy modestísima poesía.
Tales consideraciones han sido las que me han impulsado al formar esta tercera serie del Cancionero a elegir de entre las de nuestros poetas contemporáneos, todas las composiciones que en ella figuran, excepción hecha únicamente de un Villancico, escrito en castellano aunque imitando la manera de hablar bizcaína, por una ilustre escritora, honra de las letras, y cuyo origen bascongado y conocimiento, más o menos profundo de este idioma, viene a corroborar más y más este pequeño fragmento.
Los escritores cuyos nombres figuran en esta colección son: el P. Arana, Arrese y Beitia, Artola (Ramón), Arzac y Alberdi, Azcue, Baroja, Berjes (Joannes), Bizcarrondo (Vilinch), Dibarrart (Pierre), Elizamburu, Guilbeau, Mendibil, Otaegui, y el P. Uriarte, además del Lic.° Suescum, del que incluyo una antigua octava, (vertida del famoso Lope de Vega), junto a otra traducción moderna de la misma, hecha por el erudito P. Arana.
Todas las composiciones van precedidas de breves noticias o comentarios, acompañadas de versiones castellanas, e ilustradas con las notas más indispensables para su más fácil inteligencia.
Las producciones de los escritores basco-franceses van seguidas además de traducciones literales a la lengua de Boileau y de Racine, y a una de ellas (Artzain dohatsua) acompaña así bien una versión inglesa debida al laborioso e inteligente bascófilo R. Wentwhor Webstter.
En obras como el Cancionero, que a un fin literario, reúnen una tendencia filológica, concedo una importancia capital a las traducciones, que sirven de poderoso auxiliar para la más fácil y exacta comprensión del texto original, y de útil guía para vencer los principales escollos, y aun a trueque de reducir el número de las composiciones que habían de figurar en este volumen y de imponerme una tarea tan difícil como penosa, he ensayado la ejecución de versiones interlineales de algunas de las principales poesías, de cuyo mérito toca juzgar al lector.
En mi humilde opinión, esta clase de traducciones son utilísimas para el conocimiento de la lengua y de sus más característicos giros especiales y modismos, pueden servir de guía a los principiantes o poco peritos en el manejo del bascuence, y practicadas y desarrolladas con arreglo a un bien meditado plan, sustituir, quizás con ventaja, a un método puramente teórico de enseñanza.
En esta inteligencia, y aunque sin pretender que mi trabajo no sea susceptible de grandes mejoras, presento acompañadas de traducciones interlineales basco castellanas cuatro fábulas inéditas del Padre Uriarte, dos de D. Eusebio M.a Dolores de Azcue, (dialecto bizcaíno), otras dos fábulas labortanas, las preciosas versiones hechas por Iturriaga de las Églogas I y III de Virgilio, y dos composiciones labortanas más del género bucólico.
Estas traducciones, que han ocupado por sí solas gran número de páginas, me han obligado a suprimir algunas de las secciones que pensaba incluir en esta serie, entre las que se cuentan las de los Villancicos y las Poesías de carácter popular, omisión que no dudo han de dispensarme los suscritores a la obra.
Por último la novedad más importante introducida en este volumen es la del extenso Vocabulario basco – castellano - francés, que aparece al fin del mismo.
La falta de un diccionario de esta índole era el obstáculo con que luchaban para la traducción, no sólo los principiantes y poco peritos en el conocimiento de la lengua bascongada, sino aun muchas personas que poseyendo muy bien uno cualquiera de los dialectos, no tienen la necesaria práctica en sus similares de las provincias vecinas.
El deseo de cooperar a la desaparición de esta gran dificultad, y de facilitar a la vez el estudio comparativo de los varios dialectos de la lengua euskara, que arroja una gran luz sobre el sistema fonético, aun no bien determinado de este idioma, y sobre las etimologías de muchas palabras, me impulsó a la formación de un pequeño vocabulario de esta clase, en el que tuvieran cabida, por riguroso orden alfabético, todas aquellas voces menos conocidas que pudieran aparecer en las poesías contenidas en el texto, y aquellas que ofrecieran diferencias dialectales más notables. Y a fin de que este Vocabulario pudiera aun aumentar su utilidad y contribuir más y más a la propagación de los estudios acerca del bascuence, que cada día van adquiriendo mayor importancia en el extranjero, me decidí a agregar a los significados castellanos de todas las voces sus equivalentes francesas, por ser esta lengua la que reúne en el día mayor carácter de universalidad.
Tal era mi pensamiento sobre la materia, pero encariñado con este trabajo, que no ha dejado de ofrecerme grandes dificultades, y aguijoneado quizás por esto mismo, he ido dándole gradualmente mayor desarrollo y una extensión, quizás hasta perjudicial a mis intereses editoriales, y no contento con incluir las palabras del texto menos conocidas o de alguna dificultad, como era mi ánimo, he agregado todas las que figuran en este volumen, y he aumentado todavía todas aquellas más usuales en el trato diario, llegando así a formar un Vocabulario de más de cien páginas de compacta impresión, a dos columnas, conteniendo más de dos mil voces, con expresión de sus diferencias dialectales, sus significaciones castellanas y francesas, y buen número de etimologías y de sinónimos, en términos que este ensayo de diccionario puede, en mi concepto, suplir con bastante provecho la gran falta que se notaba de un libro léxico de esta índole.
Este exceso de trabajo, unido a las muchas e invencibles dificultades materiales con que he tenido que luchar para la impresión de esta serie, han sido la causa del retraso que ha sufrido su aparición.
Confío, sin embargo en que los señores suscritores a la obra disculparán tanta tardanza, en gracia siquiera a las mejoras introducidas en ella, pues al fin les ofrezco un libro que satisface ventajosamente a las condiciones que me había impuesto en el prospecto, y que reúne por sí solo tanta o más lectura como las dos primeras series juntas del Cancionero.
José Manterola.
Ortografía euskara y abreviaturas.
Apolo eta Musak
Fábulas inéditas de Agustín Iturriaga
Fábulas inéditas del P. Uriarte
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